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Comprando con Lara
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Tiempo de lectura: 6 minutos

El relato de hoy trata de una fantasía con una de mis lectoras, que también escribe relatos por aquí. La llamaré Lara.

Era una tarde lluviosa y algo fría de finales de octubre en esta ciudad del centro de España, donde vivo.

Salí temprano de trabajar y, al ser la época de las rebajas, decidí ir a unos grandes almacenes, puesto que tenía la intención de comprarme un traje nuevo.

Como es normal, había mucha gente por todas partes y me dirigí directamente a la tienda de ropa para hombre, donde empecé a mirar camisas y chaquetas.

A los pocos minutos, alguien me tocó en el hombro y, al darme la vuelta, vi a mi espalda a Lara, una compañera de mi antiguo trabajo y con la que apenas había tenido ningún contacto en aquella época, solo de vez en cuando coincidíamos y nos saludábamos brevemente e intercambiábamos una sonrisa y algunas palabras al cruzarnos por los pasillos o en la cafetería.

Lara es una bonita mujer, cabello castaño, más bien delgada y no muy alta, de ojos verdes, labios sensuales y una preciosa sonrisa.

Nunca le había prestado especial atención, pero esa tarde, la encontré irresistible, con las mejillas sonrosadas por la fuerte calefacción que había en los grandes almacenes, su voz dulce al hablarme y esa sonrisa que no se apagaba ni un segundo de su bonito rostro.

Había abierto el abrigo y debajo vestía una bonita blusa blanca, con el suficiente escote como para dejar ver el nacimiento de sus pechos, que se adivinaban firmes y muy apetecibles, una falda corta y ajustada, medias negras y zapatos también negros de tacón medio. Su aspecto no era especialmente provocador, pero a mí me pareció increíblemente "sexy" y empezó a invadirme una ola de deseo irresistible hacia ella.

Intercambiamos algunas frases banales y hablamos de la última cena de personal que en nuestro trabajo se organizó.

Me dijo que había venido a comprarse algo para ponerse en un evento que tenía y yo le contesté que también quería comprar un traje para una ocasión especial. Le pedí que me ayudara a elegirlo, cosa que ella aceptó, de nuevo, con una preciosa y amplia sonrisa, que me hizo sentir crecer el deseo de tomarla en mis brazos, acariciar su cuerpo y besar sus labios.

Juntos elegimos un traje oscuro, casi negro, bastante elegante y, además, al estar rebajado, a buen precio.

Le propuse entrar a los probadores conmigo para que me diera su opinión una vez puesto.

Tan solo quedaba libre uno de los probadores libres al haber tanta gente y en la que, por supuesto, entré solo.

Me empecé a quitar la ropa para poderme probar el traje nuevo. Al quitarme el pantalón, me di cuenta de que mi pene se encontraba en estado de… bueno iba creciendo. Estaba más excitado de lo que creía y no lo había notado quizás un poco hipnotizado por la sonrisa y belleza de Lara.

La cabeza de mi pene aparecía ya hinchada y algo roja, saliendo por la apertura central de mi bóxer. Sin pensarlo, me lo quité y dejé libre mi verga, que se puso completamente erecta y dura con unas caricias que me hice mirándome en el espejo del probador y soñando ya locuras con Lara, que se encontraba justo detrás de la cortina.

Me puse el traje, la chaqueta sobre la camisa y el pantalón ocultando apenas esa erección que se negaba a bajar. Abrí la cortina y vi a Lara, que se había quitado el abrigo, y le pregunté…

—Bueno, ¿qué te parece?

Ella se acercó y me hizo dar la vuelta para ver el traje desde todos los ángulos. Me dijo que la chaqueta quedaba impecable, pero que el pantalón no le gustaba como me quedaba, estaba algo ajustado, y se acercó al probador hasta entrar en él.

Se agachó delante de mí y empezó a moverlo de la cintura, de los bajos…, como queriendo colocarlo mejor. Le dije que prefería cerrar la cortina del probador, ya que soy tímido y me daba corte que me mirara toda esa gente que pasaba por delante probarme ropa.

Corrí la pesada cortina estirando mi brazo. Quedamos los dos solos dentro de la cabina.

Ella seguía intentando ajustarme mejor ese pantalón que no acababa de quedar bien y, al moverlo, éste rozaba mi miembro erecto y me provocaba descargas de placer. Casi tenía miedo de no poder aguantar y correrme en ese pantalón nuevo que aún no era mío.

En uno de sus intentos por colocar mejor el pantalón, su mano rozó mi erección. Sentí un placer potente con solo ese roce, pero al mismo tiempo también me asusté un poco. Temía su reacción, que se asustara o molestara tras notar mi estado, aunque ya se olía algo, debería de haberse dado cuenta de ello antes.

Lara levantó la mirada y quedamos observándonos directamente a los ojos. Permanecimos unos segundos así, mirándonos, sin decir nada, viendo cada uno el deseo en los ojos del otro. Solo su mano se desplazaba despacio, subiendo por mi pierna hasta llegar de nuevo a la cremallera del pantalón, donde esta vez no se conformó con un ligero roce, sino que se paró sobre ella y palpaba la dureza de mi miembro bajo la tela. El placer que me proporcionaba su mano al acariciarme se acentuaba más con lo excepcional de la situación, ya que estábamos rodeados de mucha gente, de la que solo nos separaba una cortina y las frágiles paredes de madera del probador.

Hice que se levantara tomándola por los brazos. Quedamos frente a frente, y hundí mi mano en su bonito pelo, fragante, acariciándole la nuca. Nuestras bocas se fueron acercando, rocé sus labios con los míos y pude oír cómo se le escapaba un breve suspiro, y sentí su aliento caliente sobre mi boca. Recorriendo su mejilla con besos suaves, puse mi boca junto a su oído y le susurré, despacio, que la encontraba adorable, irresistible, y que la deseaba en ese momento. Ella respondía a mis palabras con suspiros entrecortados, colocando sus manos en mi pecho, bajando una de ellas de nuevo buscando mi sexo erecto y rozando su mejilla caliente contra la mía. Nuestras bocas se buscaron de nuevo y nos fundimos en un beso.

Mientras vivíamos ese primer beso, que a cada segundo era más intenso y apasionado, mientras sentía la dulzura de sus labios sobre los míos y nuestras lenguas rozarse y buscarse, mis manos acariciaban su espalda, bajaban por ella despacio hasta llegar a sus nalgas que también acariciaba por encima de la falda.

Lara seguía tocándome sobre el pantalón. Sin dejar de besarnos, le abrí los dos primeros botones de la blusa e introduje mi mano por debajo de ella, palpando sus pechos y sintiendo bajo la tela ligera del pequeño sujetador sus pezones erectos duros de excitación, que comencé a acariciar y pellizcar con las yemas de mis dedos.

Ella me bajó la cremallera, introdujo la mano y liberó mi pene de su prisión de tela, el cual salió sin ninguna dificultad al no tener puesta ropa interior.

Esas caricias hicieron que nuestro deseo se disparara hasta el punto de casi perder el control, hasta olvidarnos que a solo unos centímetros de nuestros cuerpos había muchas otras personas que podían oírnos y darse cuenta de lo que estaba pasando dentro del probador, pero a ninguno de los dos nos importó. Incluso creo que era algo que nos excitaba más.

Nos abandonamos completamente a nuestras ansias. Nuestras lenguas se devoraban y nuestras manos recorrían nuestros cuerpos. Le quité la blusa y el pequeño sujetador, acaricié sus pechos redondos y duros y tomé en mi mano uno de ellos. Lo apreté y llevé mi boca al pezón, que metí en ella y empecé a chupar fuerte, como si lo quisiera empaparlo de saliva, mordisqueando y acariciándolo con la punta de la lengua. Estas caricias provocaban sonoros suspiros a Lara, la cual apretaba suavemente mi cabeza contra su pecho colocando sus manos sobre ella.

Después, le levanté la falda hasta la cintura y acaricié su precioso culo, que estaba completamente accesible ya que vestía un minúsculo tanga y que podía ver detrás, reflejado en el espejo. Mientras, ella pajeaba más fuerte mi pene, haciéndome casi perder el sentido de placer.

Introduje mis dedos por la parte de delante de aquella minúscula braguita y los deslicé hasta su sexo, que empecé a acariciar suavemente. Estaba muy mojado, sus piernas se separaban ligeramente para acceder a acariciarla mejor, y sus suspiros se hacían cada vez más intensos. Le introduje uno de mis dedos y lanzó un pequeño grito que, sin duda, debieron oír las personas que estaban cerca. Eso me animó a acelerar el ritmo e introducirlo más dentro, jugando a meterlo y sacarlo rápido que la hacía abrazarme fuerte y retorcerse contra mi pecho de placer.

Yo deseaba probar el sabor de su sexo excitado y jugoso. La hice sentar en el taburete, con las piernas separadas, me arrodillé entre ellas y la seguí masturbando con dos dedos. El placer la hacía resbalar hacia adelante y abrir al máximo las piernas. Puse mi cabeza entre ellas, no sin antes haberle quitado el tanga. Mi boca pasaba por sus muslos, rozando su sexo. Lara gemía y me decía, con la voz muy entrecortada, que estaba a punto de tener un orgasmo y me suplicaba que la lamiera.

Así lo hice.

Hundí mi cara entre sus muslos y empecé a pasar la lengua por encima de sus empapados labios vaginales, lamiéndolo entero, separándoselos con los dedos y penetrándolo con la lengua, parándome en el clítoris que lamí y chupé con fuerza. Ella pellizcaba uno de sus pezones con una mano y con la otra agarraba mi cabeza, apretando mi cabeza contra su sexo. En solo un par de minutos le llegó un orgasmo intenso y largo, que le hizo empujar fuerte esa rajita depilada contra mi boca y gemir intensamente. La seguí lamiendo suavemente para prolongarlo al máximo, hasta que de placer abandonara su cuerpo.

Tras unos segundos, me puse en pie. Ella seguía sentada en el taburete, recostada contra la pared del probador. Mi pene apuntaba hacia el techo, con unas gotas de líquido transparente resbalando por el tronco venoso. Lara se incorporó y me dijo… "Ahora te toca a ti correrte en mi boca, ven…".

Me coloqué más cerca de ella, acercando sin complejos mi miembro a su boca. Ella la atrapó con una mano y empezó a masturbarme, bajando hasta mis testículos que apretó provocándome algo de dolor, pero excitándome aún más, si eso era posible. Introdujo el hinchado y mojado glande en su boca y empezó a chuparlo y lamerlo. Tuve que apoyar mis manos en la pared del probador del placer que me proporcionaba, las piernas me temblaban y sentía que muy pronto me correría, ya no aguantaba más.

Lara se introdujo mi verga casi completamente en la boca, atragantándose, y moviendo la cabeza de atrás adelante, succionándola entera y acariciándome al mismo tiempo los muslos. Sentí que me corría y se lo dije. Temía que su reacción ante el anuncio de mi inminente eyaculación fuera sacarse de la boca mi falo, pero, muy al contrario, y por fortuna, acentuó la presión de sus labios sobre mi pene y se lo introdujo de nuevo entero, hasta la garganta.

Soltando un largo gemido descargue varios chorros de mi esperma dentro de la dulce cavidad de su boca, mientras ella lo tragaba y seguía chupándome y acariciándome, ahora más suavemente y haciéndome casi perder el sentido.

Cuando me recuperé, nos vestimos y salimos de aquel probador. Había varias personas esperando que alguno se quedara libre y todas ellas se nos quedaron mirando. Algunas con un tono de reproche en la mirada, pero otras con una sonrisa cómplice y un tanto envidiosa. Acompañé a Lara hasta su coche y nos despedimos dándonos un beso largo e intenso, y sabiendo que nos volveríamos a ver muy pronto y que en el futuro ayudaríamos un poco al destino para coincidir.

Espero que os haya gustado y disfrutado tanto como para dejar un comentario, jejeje.

Gracias por leerme, un beso.

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