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Mi alumno, 28 años más joven que yo
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Mi espalda arqueaba y mis ojos cerrados fuertemente me hacían presagiar un orgasmo que no tardó en llegar,  mis manos sobre sus muslos agarrándoselos fuertemente y clavándole mis uñas, los gemidos cesaron dando paso a un grito sordo con mi boca abierta, hasta que el silencio se rompió con un grito tremendo que salió de mi interior, él me seguía metiendo su pene hasta que la sacó para eyacular su esperma sobre mis pechos sudorosos.

Mi nombre es Ana y os voy a contar como le conocí, donde y como empezó todo, como un chico 28 años más joven que yo me devolvió la felicidad, hizo que me sintiera otra vez una mujer deseada, un chico que me enseñó a disfrutar del sexo de una forma diferente, un chico que provocó mis primeros orgasmos reales.

Soy profesora en la universidad y tengo 48 años, estoy casada con mi novio de toda la vida, llevamos juntos 30 años, nunca en mi vida he estado con otro hombre más que con él, a mi edad soy una mujer bastante resultona, pelo castaño liso, largo que habitualmente lo llevo con moño cuando voy al trabajo, ojos verdes y aunque sigo teniendo buen cuerpo los años van pasando factura y ya se empiezan a notar algunas arrugas a pesar de las varias cremas que todas las mujeres coquetas como yo nos ponemos, mis pechos y mis nalgas ya no están firmes como antaño, algo… poca de tripa y mis caderas anchas debido a los dos partos que he tenido, no obstante sé que todavía los hombres se dan la vuelta para mirarme.

Vivo en un pueblo cerca de Valencia y suelo coger el autobús para ir al trabajo y a la vuelta me recoge mi marido Carlos, he compartido toda mi vida con él, hemos sido muy felices, pero ya desde hace más de un año me siento un poco abandonada, no si por el estrés del trabajo o por sus continuos viajes, pero sentía que algo había cambiado.

Todos los días, al coger el autobús me encuentro con varios alumnos míos, son chicos y chicas muy jóvenes con ganas de divertirse y nunca he tenido problemas con sus bromas, siempre me han respetado y siempre he entendido las pequeñas bromas como miradas y risas hacia mí, yo simplemente me reía y callaba, ya se cansarían.

Cansarse se cansaron, pero de meter bulla que era lo importante realmente, lo que conseguí no sé si con mi carácter o porque realmente llegué a ellos como profesora cosa que realmente me llenaba de orgullo y es que se empezaron a sentar conmigo, hablar de las clases teniendo incluso debates abiertos en el autobús, otras veces hablábamos de fútbol, ciencia, cambio climático, política, cualquier tema les venía bien, y me sentía orgullosa de que aquellos jóvenes abrieran sus mentes y empezaran a involucrarse por el mundo que les rodeaba, daba igual el tema, lo importante eran ellos y que debatieran siempre con respeto e intentando entender posturas opuestas aunque no las compartieran.

Había un chico en especial que me tenía asombrada por su madurez y no solo porque era buen estudiante, un chico guapo con el pelo rojizo y rizado, llevaba gafas lo que le daba un aire de integralidad sobre todo cuando le oías hablar, todos sus compañeros se callaban para escucharle, realmente tenía madera de líder.

No todos los días eran iguales, había días que solo nos encontrábamos los dos en el autobús y no negaré que me empezaba a sentir incómoda con él, pero no por él sino por mí, de cómo le empezaba a mirar y de cómo me sorprendía a mi misma mirándole, embobada cuando me hablaba o cuando en alguna ocasión nuestras manos se rozaban y sentía como escalofríos recorrer mi cuerpo, era algo que no sentía desde hacía mucho tiempo, algo que tenía olvidado o quizás aletargado.

Al principio inconscientemente luego ya no, me empezaba a arreglar más de lo normal, me maquillaba con más asiduidad no solo un unos pocos polvos, me ponía sombra de ojos, alargaba mis pestañas, pintaba mis labios de colores más vivos a juego con las uñas, en alguna ocasión deshacía mi moño habitual para salir con coleta o con el pelo suelto e iba a la peluquería más a menudo, de todos estos cambios mi marido nunca se dio ni cuenta y sin embargo él continuamente y siempre me decía lo guapa que estaba ese día ¿a quién no le anima y le gusta eso?, ¿qué se fijen en ti y que te digan cosas bonitas como lo guapa que estas?, pues a mí me encanta y sobre todo que sepas que todavía te miran al pasar.

Notaba como él también empezaba mirarme de forma distinta, como sus ojos se clavaban en mi escote, intentando averiguar que había más allá, mirándome el culo cuando me levantaba, como buscaba cualquier roce con mi cuerpo por casualidad, eso en el autobús, en clase me sentía continuamente observada por él y eso me gustaba y me ponía caliente.

Un día en el autobús nuestros cuerpos se juntaron más de lo que podía desear, estaba lloviendo y ese día el autobús iba lleno de gente, cuando subió ninguno de sus amigos le acompañaba y él miraba por encima de la gente intentando buscarme, iba pasando entre la marea humana hasta que llego a mí y me saludo.

—Hola, que tal esta, menudo día de lluvia tenemos hoy. —Me dijo a la vez que su cuerpo estaba prácticamente pegado al mío.

—Hola, la verdad que sí, aunque hace calor. —No sabía ni que decir, ese día me encontraba realmente excitada y no sabía por qué.

Empezamos hablar de los exámenes de fin de curso que tenían encima ya, estábamos siendo empujados continuamente por el gentío, era una sensación agobiante y que me estaba poniendo muy nerviosa, pero me gustaba estar tan cerca de él y sentir su pecho sobre el mío, era un poco más alto que yo y continuamente perdía el equilibrio de los frenazos acabando siempre entre sus brazos, muy amablemente me dijo que si no me importaba me abrazaría por la cadera para que no me cayera a lo que yo asentí y agradecí.

Ahora le notaba ahora más cerca, su mano sobre mi cadera y mis pechos aplastándose continuamente contra su cuerpo, sé que los podía sentir, aparte de la lluvia ese día de primeros de junio era un día caluroso y solamente llevaba una blusa y una a falda por encima de la rodilla, al ser más alto notaba como olía mi pelo, y como me miraba mi escote y no sé por qué apoye mi cabeza sobre su hombro, a partir de ese momento se hizo el silencio entre los dos.

Su mano empezó acariciar mi cadera y a bajar poco a poco hasta mi culo dejándolo allí, en ese momento yo le miré pero no dije nada, me gustaba aquella sensación de sentirme deseada por alguien y más por un chico mucho más joven que yo, volvía apoyar mi cabeza sobre su hombro y al cabo del rato note su otra mano sobre mi culo apretando y empujándome sobre él, notaba mi sexo humedecerse, sentía su cuerpo pegado al mío, sus manos sobre mi culo apretando y haciendo que mi sexo se frotara contra él, estaba muy caliente cuando llego nuestra parada y nos despedimos.

Estuve toda la mañana como ida, no podía pensar en otra cosa, mis bragas se habían mojado del calentón que me produjo Sergio, la última clase precisamente la tenía con él y no sabía cómo iba a actuar, cuando llego se sentó en primera fila, no paraba de mirarme y continuamente jugábamos con las miradas, al final de la clase quise ponerle a prueba o darle un premio todavía no sé qué se me pasó por la cabeza, me senté en mi silla y mirándole fijamente mientras los demás salían por la puerta y él recogía lentamente como esperando algo, abrí mis piernas dejándole ver mis bragas.

En ese momento se sentó nuevamente y disfrutó de mí, cuando todo el mundo salió se acercó y me pidió una tutoría, en esos momentos estaba tan excitada que ya no pensaba con normalidad, le dije que en diez minutos le esperaba en mi despacho, los diez minutos que tardaba en llegar al último piso donde tenía mi despacho, sabiendo que era viernes y mis colegas con despachos contiguos al mío no estarían y en diez minutos detrás de mí entró.

Yo le recibí de pie delante de mi mesa y él cerrando la puerta tras de sí venía a mi encuentro, me encontraba muy nerviosa, muy excitada, sentía mi cuerpo temblar, mis bragas mojadas y mi vagina hervir, sin mediar palabra alguna me cogió con sus manos por las mejillas y empezó a besarme dejándole meter su legua en mi boca en cuanto sentí sus labios sobre los míos.

Me echó sobre la mesa apretando mis pechos con sus manos y empezó a desabrocharme la blusa y quitándome el sujetador, sus labios recorrían mis pechos, recorriendo despacio mis aureolas y mis pezones a la vez que me los apretaba con sus manos, metió en su boca mis pezones y empezó a succionarlos apareciendo mis primeros gemidos, necesitaba espacio y tire los papeles y lápices encima de mi mesa acomodando mejor mi espalda.

Observaba girar el ventilador del techo y sus manos empezaron a bajar por mi vientre hasta mis muslos, levantando mi falda con suavidad, sentía su mano sobre mi vulva apretándola y notando la humedad de mis bragas, veía bajar su cabeza por mi cuerpo poco a poco besándome, lamiendo mis pechos y mi vientre hasta perderse entre mis piernas, notaba su aliento en mi vagina mordiendo mis bragas, sus dedos empezaron a tirar de ellas hacia abajo, bajando por mis muslos y quedando enganchadas al final en uno de mis tacones, mi vulva desnuda esperando a ser acariciada, lo deseaba, deseaba sentir su boca sobre ella algo que nunca antes había sentido.

Empezó a lamer mi clítoris y a meter su lengua en mi vagina, mi marido nunca hizo nada parecido y estaba experimentando sensaciones nuevas para mí, sus dedos empezaron a recorrer mis labios menores humedecidos, abriéndolos y encontrando mi vagina, suave, rosada y lisa besándola con sus labios a la vez que metía su lengua dentro de ella, sus dedos no paraban de acariciar mi clítoris, primero un dedo, luego dos, los movía en forma circular apretando suavemente.

No podía parar de gemir nunca había sentido tanto placer, ni cuando mi marido me la metía y no tarde en experimentar algo nuevo para mí, como mi vagina se inundaba de flujo vaginal, como mi vientre empezaba arder, mis piernas empezaron a temblar y como una fuente empezaba a expulsar una especie de líquido transparente a la cara de mi alumno que no paraba de lamer mi vagina.

No pude más que gritar de placer cuando me corrí, fue el primer orgasmo que había tenido en mi vida, tantos años haciendo el amor con mi marido y nunca algo ni tan siquiera parecido, Sergio no se paró allí y continuo dándome placer, me levanto y bajándose los pantalones saco un pene descomunal que empecé a chupar, a Carlos, mi marido le encantaba que se la chupase y no para de compararlos, ahora tenía entre mis manos al campeón y salivándolo, envolviéndolo entre mis labios y metiéndolo muy dentro en mi boca, veía a mi alumno disfrutar con aquella mamada, mis manos subían y bajaban al mismo tiempo que mi boca.

—Ven aquí profe que te voy a follar como a una perrilla, te la voy a meter, pero no quiero que grites, si gritas paro. —Me estaba hablando en un tono soez y me estaba excitando aún más, me gustaba que dijera esas cosas, cada vez me ponía más caliente.

Me puso de pie de cara a la mesa y subiéndome bien la falda busco con su glande mi vagina y empezó a metérmela, su pene entraba en mi vagina como un cuchillo en la mantequilla, la tenía muy mojada y eso hacía que entrara desde un primer momento sin remisión hasta el fondo de mí, no había dolor como cuando lo hacía con mi marido, solo placer desde un principio, mis pechos en sus manos apretándomelos y mis pezones entre sus dedos pellizcándolos, su cadera empezó a empujar con fuerza lanzando su pene contra mi vagina entrando y saliendo una y otra vez.

Mis gemidos empezaron a ser más altos de lo normal, no quería que parara y tuve que taparme la boca con mis manos para silenciarlos y que siguiera, cada vez más rápido y cada vez a más sensaciones al notarle tan dentro de mí, pasaba el tiempo y no paraba, Carlos ya habría terminado hacía tiempo, pero él seguía, me la saco de repente y me dio la vuelta como si fuera una muñeca, tiro el resto de las cosas de mi mesa y me subió a ella subiéndose tras de mí, se puso de rodillas entre mis piernas y levanto mi pelvis sujetando mis piernas entre sus brazos volviéndola a meter.

Sus manos en mis caderas no hacían más que moverme arriba y abajo, su pene se metía y salía con rapidez dentro de mí, ahora sí que la sentía muy dentro, llenando toda mi vagina, empecé a mirar aquel chico de 20 años que me estaba follando con tanta maestría él, el maestro y yo la alumna haciendo que ese día no lo olvidara en mi vida.

Nunca antes había tenido un orgasmo y él me iba a provocar el segundo, mis manos no podían sujetar más mis gemidos y se dirigieron a sus muslos agarrándoselos y clavándole las uñas cuando me volvía a correr, pero este fue diferente, este orgasmo fue más intenso, más duradero, mi vagina nuevamente se empezaba a inundar y él al verme la metió muy profundamente reteniéndola allí un momento para retirarla y volverlo hacer.

Después del grito de placer no pude contener más mis gemidos, Sergio seguía entrando y saliendo de mí, hasta que se corrió, sacándola deprisa de mi vagina y salpicando de semen todo mi cuerpo desnudo y sudoroso.

Ese día volví en autobús a casa, esa noche me comía la culpa al ver a Carlos dormido a mi lado, pase el fin de semana pensando en él y convenciéndome de que había sido un tremendo error que tendría que subsanar el lunes en cuanto le viera.

El lunes mientras que mi querido alumno me follaba de nuevo toda la tarde en la habitación de un hotel disfrutando de sus besos y de sus caricias…

Me decía se lo digo mañana y mañana que pasado.

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