Silvia nunca había perdido el contacto con sus amigas de toda la vida. Así que después de algunos meses sin salir juntas, por fin el martes de carnaval quedaron para correrse una juerga de solteras.
Mientras se terminaba de maquillar, le invadió una sensación de añoranza. Era como en su juventud. Se arreglaba para salir de marcha con sus amigas Pili y Marga. La primera había sido la líder de las chicas dentro de su pandilla. Un año mayor que ella estaba casada con Ricardo un amigo con el que llevaba saliendo y cortando desde los dieciséis años. Era una tía con mucho morbo entre los tíos y que lo había aprovechado muchísimo.
Por su parte Marga era una espectacular rubia algo tímida y reservada. Estaba soltera y no quería compromisos. Había estado muy marcada por un aborto a los dieciocho años. A partir de ahí su carácter se hizo más hermético. Junto con Genia que siempre había sido su íntima amiga, habían salido mucho, bebido, reído y triunfado con muchísimos tíos. Incluso hubo una época de desenfreno total en la que Silvia era la envidia de sus amigas ya que “mojaba” cada vez que salían.
Eran casi las diez de la noche, se ajustó el escote de enfermera provocativa y salió al salón a despedirse de Luismi. Éste silbó a modo de piropo al verla:
-Anda guapa que esta noche te lo vas a comer todo -le dijo riéndose.
-Ya no tengo edad, tonto. No sé a que hora llegaré.
-Me encontrarás dormido. -Y se dieron un beso de despedida.
Luismi tenía que madrugar al día siguiente para viajar a Barcelona donde su empresa le enviaba junto con un compañero para una conferencia de tres días.
Cuando llegó al bar donde iban a cenar ya sus amigas estaban allí. Las tres vestidas de enfermeras escotadas y con minifaldas. Habían sido objeto de múltiples piropos y alguna que otra barbaridad.
Silvia llegó hasta la mesa que ocupaban sus amigas:
-¿Oye ese no es Juanchi? -preguntó Silvia señalando a un hombre de unos cincuenta años con la coronilla calva y algo de barriguita cervecera.
-Coño es verdad -apuntó Marga.
Juanchi había sido el propietario del Flying Golden Cat el bar donde ellas solían ir de jóvenes a bailar. El tipo diez años mayor que ellas había sido un mito sexual en su época:
-Pero ya no es el que era –dijo Silvia un tanto defraudada.
-Claro, joder tiene cincuenta años -justificó Pili- antes estaba buenísimo, era un mito. Pero da morbillo todavía y además calza una polla enorme.
-Es verdad que eso era una leyenda que corría por ahí -comentó Marga.
-Pues de leyenda nada. Tiene una polla bestial. Grande y gorda. Y folla como dios. -Pili haciendo alarde de su conocimiento del individuo.
-Vamos que esta noche te lo tirabas… -dejó en suspense Silvia.
-Hombre, con lo que yo he sido -comentó orgullosa Pili– pero estoy casada… aunque las noches de alcohol son muy peligrosas…
Entre estas conversaciones iba avanzando la cena. Con muchas risas y tres botellas de rioja la cosa se fue calentando. Cada una de ellas contando sus triunfos.
Marga, contó aquel verano que las cuatro amigas se fueron de fin de semana a Benidorm con dieciocho años y conocieron a los chicos italianos y americanos. Ella acabó acostándose con Sam. Un chico negro estadounidense.
Aquél si que tenía una polla brutal. Era una serpiente negra de casi treinta centímetros. Reconocía que llegó a asustarse cuando lo vio empalmado, casi no podía ni chupársela. Después recordaba que estuvo una semana dolorida. Eso era lo más grande que había visto en su vida. Luego, bueno, vino lo del embarazo y el aborto. Pero ahora con el paso del tiempo, “que me quiten lo bailao”.
Por su parte Silvia recordó a uno de los amantes perfectos. Juan era el mito de su facultad. Típico repetidor buenorro y guapo que tenía a todas las tías como locas. Profesoras y alumnas. Él por supuesto se aprovechaba de esto y tenía un amplio curriculum de amantes.
En una fiesta de la universidad, al principio de su tercer curso decidió entrarle con la ayuda de Genia que también se lo había tirado. Acabaron en el piso del chico follando como animales. Y descubrió que Juan además de estar buenísimo tenía una polla impresionante y que follaba como un actor porno. Silvia ocultó uno de sus grandes triunfos de juventud, Ricardo, el actual marido de Pili. Al que se tiró una noche cuando salía con su amiga:
-¿En tu tercer año? Aún estabas con Félix, ¿no? -preguntó Marga.
-Si pero ya estábamos mal. Era la época en que me dejaba sola…
-… y luego nos vinimos a enterar que se iba solo de juerga con su amigo Juanchi. ¿Qué le viste a Félix? -preguntó extrañada Pili.
-Pues otra polla gordísima…
Sin darse cuenta llevaban un buen rato bebiendo, recordando historias y riéndose. Decidieron ir a un bar de copas llamado CLICS como los muñequitos infantiles que se ponía muy bien de gente y se podía bailar música de los ochenta y noventa. Al ponerse de pie y empezar a andar se dieron cuenta de que estaban más afectadas de lo que creían. La noche prometía…
Llegaron al CLICS y como habían previsto no se cabía de gente. Todo el mundo disfrazado. No faltaban los grupos de toreros, de piratas, de payasos y algún que otro más original. Se echó en falta algún traje de superhéroe pero la temperatura era alta y proliferaban los disfraces que enseñaban carnes.
Como pudieron llegaron a la barra y pidieron sus copas antes de pasar a la zona más amplia para poder bailar.
Una vez en la pista, echaron un vistazo al personal. Había de todo, se fijaron en un par de tíos que estaban muy buenos, otros que daban mucho morbo vestidos con uniformes. Pero ellas no habían salido a ligar así que siguieron bailando y riendo.
Al poco rato se les acercó un grupo de tíos. Las amigas se miraron entre sí y decidieron que eran un blanco perfecto para pasar la noche.
El grupo lo componían cinco frikis de manual que habían venido de fuera para pasar el carnaval. Estaba el gordito tímido que no sabía qué hacía allí, el místico que iba de sobrado, el chulito cateto, el empollón formalito y el líder, el único que no se mantenía virgen a los cuarenta. Las chicas vieron enseguida que no pagarían ninguna copa más. Solo tendrían que hacer de calientapollas y hacerles creer que tenían posibilidades con ellas y los chicos pagarían las copas que hicieran falta.
Después de dos rondas ellas estaban borrachas y pasándoselo en grande y ellos habían picado y estaban convencidos de haber triunfado con tres pibones.
Silvia pasó a la barra para pedir otra copa:
-Gerardo ponme otra, guapo. Pagan los colegas.
-Joder, Silvia, que sangría les estáis haciendo -y comenzó a reírse a carcajadas.
-¿… y lo bien que se lo están pasando ellos? ¿Cuándo se han visto en otra igual? -justificaba ella riéndose.
Estaba totalmente desinhibida, con ese punto alcohólico en el que se pierde la vergüenza pero aún se tiene capacidad para razonar. Se encontraba muy a gusto. De repente antes de moverse hacia su grupo una voz que le sonaba lejanamente familiar, hizo que se detuviera:
-Hola Silvia.
Ella le miró fijamente durante unos segundos. La identificación fue instantánea. Las entradas habían sido agrandadas por un afeitado y tenía más peso. Estaba disfrazado de romano. Era Félix, su ex. El tío con el que lo había dejado hacía más de diez años y con quién no había vuelto a cruzar palabra desde entonces.
Silvia con menosprecio giró la cabeza hacia ambos lados para mirar hacia atrás:
-¿Es conmigo? -le preguntó sorprendida.
-Vamos Silvia, no seas así -dijo él riéndose.
-¿No sea cómo? ¿Desagradable? ¿Estúpida? ¿Cabrona?
-Ha pasado demasiado tiempo, ¿no? -preguntó Félix queriendo apaciguar su cabreo.
-Fuiste un cabrón -sentenció Silvia.
-Tú tampoco te portaste bien…
-¿Eh? ¿Cómo dices? Fuiste tú quién empezó nuestra guerra.
El hombre la miró a los ojos y le sonrió sabiendo que eso siempre le había podido a ella. Silvia empezó a relajar su cara. Ya no era de cabreo:
-Silvia no te pido que me perdones, solo que normalicemos la relación. Que podamos saludarnos cuando nos veamos. Al fin y al cabo todo no fue malo. Tuvimos nuestros momentos buenos.
Ella terminó de relajarse y se planteó la posibilidad de normalizar la situación como proponía él. Era verdad que habían tenido buenos momentos.
Al cabo de un rato y sin saber muy bien como los dos estaban riéndose al recordar anécdotas comunes. Llevaban más de una hora cuando Silvia empezó a notar una sensación muy agradable que a la vez le daba un vértigo casi temeroso.
Ella empezó a sentirse excitada al recordar algunas historias entre ellos. La situación le producía mucho morbo. Había salido de soltera con sus amigas, estaba hablando con un ex que además tenía una buena polla, mucho alcohol…
En esto vio que se acercaba Pili, Silvia le hizo señas para que la dejara sola. Pili lo entendió y se fue:
-¿Has bajado en coche? -preguntó el hombre a modo de ofrecimiento.
-No, sabes que no me gusta conducir cuando bebo.
-Entonces… ¿me dejas que te lleve?
-¿… a dónde? -preguntó ella desafiándole.
-Al huerto… -le susurró su ex al oído y le besó el cuello.
-Ufff… vamos -dijo la ex novia muy excitada.
Pasaron entre la gente y como pudieron llegaron a la puerta. Una vez fuera ella le siguió hasta su coche, un Punto EVO azul marino que estaba aparcado un par de calles más arriba. Alejado del bar en un lugar oscuro y solitario que se prestaba para cualquier historia… entraron en el coche y…
Aquello no podía terminar de otra manera. Se miraron y comenzaron a morrearse apasionadamente. Él le metía mano a ella, le cogía las tetas y las piernas. Silvia, no se quedaba atrás y metió su mano bajo el disfraz de romano de Félix y le cogió el paquete. La mujer se separó, le miró a los ojos y le dijo:
-Quiero comerte la polla.
El hombre se acomodó en el asiento, se subió el disfraz y se bajó su bóxer negro. Su polla saltó con una tremenda erección. Silvia suspiró hondo y agarró aquellos veinticinco centímetros de carne con la mano derecha. Se agachó y se fue introduciendo cada centímetro poco a poco como hacía diez años atrás cuando eran pareja.
Envolvió la polla con sus labios notando así todas las venas de aquella durísima verga. Estaba caliente, siempre le había gustado comerle la polla a un tío. Le producía un morbo especial. Comenzó a mover la cabeza de arriba a abajo de una manera frenética, oyendo a Félix jadear y suspirar de placer. Éste le agarró de la cabeza y la obligó a que mantuviera aquél ritmo:
-Que bien la comes joder… -decía él extasiado.
Con la mano izquierda Silvia comenzó a masajearle los cojones, mientras él no paraba de insultarla como a ella le gustaba:
-Traga, puta, traga…
La mujer sabía que esto significaba que él estaba a punto de correrse, así que se preparó para tragar lo que pudiera ya que recordaba que él eyaculaba abundantemente:
-Aaaggg… -gritaba él.
El primer chorro fue directo a la garganta y ya no pudo tragar más, así que se sacó la polla y apuntó hacia su cara donde su ex terminó de descargar tres chorros más:
-Que polla tienes cabrón -dijo ella y luego cogió un Kleenex para limpiarse.
-Y tú que boca para mamar… ¿y ahora qué? -preguntó él pasándole la decisión a ella.
-¿Como que ahora qué? -dijo ella haciéndose la ofendida -yo quiero mi parte.
-Bueno pero vamos a otro sitio mejor…
Félix arrancó el coche y condujo hasta el almacén donde trabajaba, en un polígono. Allí era donde iban ellos. Por un momento ella recordó eso con cierta nostalgia.
Aparcaron el coche junto a una puerta metálica verde. El hombre abrió una pequeña puerta en el centro de la grande y entraron. Encendió la luz cuyo interruptor estaba junto a la entrada. Cuando se iluminó toda la estancia ella pudo ver que todo permanecía igual que como lo recordaba.
Abajo un pequeño camión MAN para el transporte de fruta, justo detrás la cámara frigorífica, a la derecha una escalera metálica que subía hasta una oficina de estructura de aluminio con cristaleras. En la oficina había una estantería con archivadores AZ, dos mesas de ordenador y teléfonos. Un sofá de tres plazas de escay negro a la izquierda la puerta de un pequeño aseo.
Subieron de la mano. Félix iba delante. Al entrar a Silvia todo le sonaba familiar. El sofá donde tantas veces habían follado y el olor de la oficina, una mezcla entre papel y el dulzor de la fruta.
El hombre se sentó en el sofá y se tiró hacia atrás. La miraba fijamente, ella fue andando lenta hacia él con cara de vicio. Se subió al sofá apoyando una rodilla a cada lado de él y se sentó en su regazo notando como su paquete crecía. Silvia le agarró la cabeza y comenzó a morrearlo mientras él metía las manos en su minifalda y le masajeaba el culo. La mujer empezaba a estar muy caliente notando como la polla de su ex luchaba por saltar y penetrarla:
-Fóllame, cabrón fóllame. Métemela.
Se incorporó un poco para permitir que él pudiera sacársela. Se quitó el bóxer y su impresionante miembro quedó libre.
Ella se lamió los dedos y se los pasó por el capullo:
-Para que me entre mejor.
No hacía falta puesto que hacía tiempo que tenía el coño empapado. Se retiró el tanga a un lado y comenzó a bajar lentamente, clavándose la polla poco a poco. Sintiendo como aquél capullo rojo se abría paso hasta lo más profundo de su vagina:
-Aah -suspiró fuerte Silvia de satisfacción.
-¿Te entra bien?
-Siii… joder… aaggg… -solo le salía un hilo de voz.
Con un último empujón de él se la clavó más profunda, llegándole a provocarle dolor:
-Aay -y le volvió a besar muy fuerte.
La mujer empezó a moverse de arriba y abajo disfrutando de la tremenda verga de su ex novio.
Realmente lo mejor de su relación con Félix siempre había sido el sexo. Él había sido su primer novio, aunque no fue su primer polvo y sí había sido la primera polla enorme que se había tirado.
Después de un rato de estar botando sobre Félix como una bestia. Él la cogió y la tumbó en el sofá. Ella abrió las piernas dejando ver su coño rasurado y abierto. Se puso sobre ella quién le cogió la polla y la puso en la entrada de su vagina:
-La tienes muy grande, cabrón. -Decía ella excitadísima.
Félix le dio otro empujón muy fuerte y se la volvió a clavar violentamente hasta las entrañas:
-Aaayy, joder, que me partes.
Así empezó un bombeo incesante y que fue aumentando el ritmo entre gemidos de Félix y gritos de Silvia. Ella le rodeo con sus piernas mientras él le comía el cuello, hasta que explotó en una tremenda corrida dentro de la novia de Luismi:
-Ahhh, dios que polvazo…
Tras unos minutos de relajación, Silvia se levantó y pasó al pequeño aseo.
Al salir, Félix estaba tumbado con la cabeza apoyada en el brazo del sofá y las piernas, una sobre el respaldo y otra sobre el asiento de manera que quedaba la tercera plaza del sofá libre para que se sentara Silvia. Los estaban desnudos en aquella pequeña oficina, como cuando eran pareja.
Él sostenía un cenicero redondo de cristal sobre el pecho y estaba fumando. Le dio una calada al Chester y se lo ofreció a ella. Silvia dudó por un momento si cogerlo ya que había dejado de fumar pero al final lo hizo en parte porque lo deseaba y en parte porque no deseaba darle explicaciones de que ya no fumaba.
Inspiró fuerte, sintiendo como el humo le penetraba hasta los pulmones. Pensó que aquella noche todo lo de él le penetraba hasta lo más hondo. Cerró los ojos y expulsó el humo poco a poco:
-Ha estado bien la reconciliación, ¿no? -preguntó él
-El sexo contigo siempre estuvo bien, ese no fue nuestro problema.
-Bueno ya… pero habrás probado otras cosas también, ¿no? -volvió a preguntar él.
-Uf, si tú supieras lo que hay por ahí -contestó ella con desdén.
-¿Más grande? -preguntó Félix haciéndose el incrédulo.
Silvia rio socarronamente y girándose hacia él y mirándole la polla que empezaba a reaccionar de nuevo:
-Hay de todo.
Y comenzó a cogérsela y masajearla. Notando como iba creciendo en su mano. Descubriendo el capullo en forma de bola de color casi morado.
Félix apagó el cigarro que ella le había pasado y apartó el cenicero. Silvia se acomodó y mordiéndose el labio inferior se agachó hasta que su boca rozó el glande. Sacó la lengua y comenzó a dar lengüetazos antes de introducírsela poco a poco en la boca. Estuvo unos pocos segundos y luego paró. Levantó la cabeza y siguió pajeándolo:
-Cómeme el coño -le pidió.
-Umm… que puta eres…
-Lo sé…
Félix se levantó y se puso de rodillas delante de ella, quién se tiró hacia atrás y abrió las piernas. El hombre tiró de ella hasta que estuvo con la espalda en el asiento. Levantó las piernas y él metió la cabeza entre ellas pasando los brazos por debajo de éstas. Le encantaba el olor a coño excitado y mucho más el de su ex Silvia. Aquél coño rasurado era un auténtico manjar así que mordió el interior de los muslos, luego los labios para después pasar la lengua desde la entrada de la vagina hacia arriba notando el calor y el sabor tan característico del flujo vaginal. Introdujo la lengua todo lo que pudo en el interior del sexo y la fue sacando a medida que subía en busca del clítoris. Una vez allí dio un par de pasadas rozándolo nada más. Ella sintió un escalofrío y no pudo evitar soltar un par de gemidos. No hay nada como una buena comida de coño, pensó para sus adentros.
Félix comenzó a comer más afondo el clítoris. Lo cogía con los labios, lo succionaba, pasaba rápido la lengua. Silvia estaba en éxtasis, le tiraba del pelo luego le apretaba contra su pubis, se pellizcaba los pezones:
-Aaahhh, joder, muérdeme la pipa. Así, así no pares cabrón. Dios que comida…
El hombre se había centrado por completo en hacer que llegara al orgasmo. Le tenía trillado el clítoris con los labios mientras movía la lengua todo lo rápido que podía sobre él.
Silvia notó que le venía, un calambre recorrió su columna desde su nuca hasta su pipa. Ya todo era placer concentrado en ese punto a punto de estallar. De repente notó que desde lo más profundo venía hacia arriba un estallido de placer:
-Aaaahhh, aaahhh.
Ella se quería incorporar, tenía la respiración entrecortada, la cara toda roja y espasmos en todo el cuerpo. Su coño era un volcán en erupción caliente y empapado:
-Que comida, joder -gritó por fin -ya no me acordaba lo bien que lo hacías.
Félix se incorporó y acercó su polla hasta su coño. Se la fue metiendo lentamente:
-Mmmm… que bien me entra ahora -dijo ella cerrando los ojos.
Mientras él empezaba a entrar y salir despacio. De repente el hombre le metió un puntazo muy fuerte y se la dejó dentro unos segundos. Barrenando aquella zona más sensible tras el orgasmo:
-Ayyy, cabrón que me la sacas por la boca.
De inmediato le volvió a meter cuatro empujones más:
-Si, si, dame fuerte, joder -pedía ella
-Que te gusta una polla…
-Sobre todo si es grande como la tuya.
Félix se puso de pie y pasó al baño mientras Silvia seguía en el sofá con las piernas en el suelo.
El hombre salió con un pequeño bote de gel de manos Sanex. Silvia le miró y se le escapó media sonrisa:
-¿Y eso? -preguntó irónicamente.
-¿Tú que crees?
-¿Me vas a dar por culo? -preguntó ella desafiante.
-Esto hay que terminarlo a lo grande -dijo él con satisfacción.
No era la primera vez que tenían sexo anal entre ellos. En sus años de pareja Félix la inició en ésta práctica:
-Siempre has hecho conmigo lo que has querido.
-No, siempre he hecho lo que a ti te ha gustado.
El hombre se arrodilló y se puso jabón en los dedos. La mujer levantó las piernas y pasando las manos por debajo se separó los glúteos dejando totalmente expuesto su agujero trasero. Su ex novio empezó a untarle jabón y aprovechar para meterle un par de dedos e ir dilatándoselo. Por la facilidad con la que le entraban se notaba que había mantenido su afición a la sodomía. Luego se untó la cabeza de la polla y se la acercó justo hasta la entrada:
-Con cuidado que hace mucho que no me meto algo tan grande.
Félix empezó a empujar el capullo contra el ano de su ex novia. Ésta le miraba entre las piernas:
-Ay, ay, ay, despacio cabrón que me lo abres.
Él logró penetrarla mientras ella seguía quejándose por el daño que le producía. Una vez se la metió entera paró unos segundos. Silvia respiraba de manera forzada y se excitaba al pensar que tenía veinticinco centímetros de polla metidos por el culo. Empezó entonces un mete-saca muy lento para que el ano recordara el tamaño. Notaba como su polla casi no cabía en aquel estrecho hueco y su sensación de placer iba en aumento. Silvia sentía la polla de su ex novio muy dentro. A cada empujón de él tenía la sensación de que le llegaba más arriba y cada vez que salía sentía un vacío por dentro:
-Ponme a cuatro patas.
Félix salió por completo del culo dejándole el ano totalmente dilatado y rojo.
La mujer se puso a cuatro patas con la cabeza apoyada en el asiento y ofreciéndole su culito respingón. El hombre se puso en cuclillas para atacar desde más arriba. Ahora la penetró casi sin esfuerzo:
-Aaaggg, joderrr… -gritaba Silvia sintiéndose toda ocupada.
-Te gusta, ¿eh? -preguntaba excitado él.
-Siiii, diosss mi culo -ella respondía con un hilo de voz.
El hombre ya no tuvo miramientos y empezó a darle fuerte:
-Toma, toma joder.
-Aaayyy, aaayyy, mi culo cabrón que me duele -casi llorando.
Félix apoyó la mano derecha sobre la nuca de la novia de Luismi y se la metió tan rápido y fuerte como pudo:
-Eres una puta y te voy a reventar el culo.
-Dame fuerte, cabrón, dame más fuerte -le provocaba ella.
-Me corro, puta, me corro… aaggg
-Así así, lléname el culo de leche.
Félix no pudo más y se dejó caer con todas sus fuerzas sobre el culo descargando una gran corrida en los intestinos de Silvia:
-Joder, me has roto el culo, cabrón.
Los dos cayeron rendidos sobre el sofá. Él salió poco a poco de dentro de ella.
Al cabo de un rato de relax:
-Me tienes que llevar a casa, Félix
Eran las cuatro y media de la madrugada y Silvia comenzó a buscar su disfraz para vestirse.
Cuando llegó a su casa Lusimi dormía ya que al día siguiente tenían que viajar.