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El amor en tiempo de manifestaciones (II)
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Hace dos días pasé por la puerta del edificio donde vivía. Todo está como era en esos días, tal vez un poco más necesitado de pintura el frente y la gente con tapabocas caminando por la cuadra. ¿Coincidencias? En la misma semana en que la recordaba con mi relato, veo su balcón. Y todo se hace más claro. Volvamos a ese momento.

Como era de esperar, después de tan explosivo encuentro volvimos a vernos. Las siguientes semanas fueron más que intensas: los llamados eran más que frecuentes y de alguna forma nos arreglamos para encontrarnos casi todos los mediodías, no para hacer el amor… sino para vernos, compartir un almuerzo rápido y besarnos el resto del breve tiempo. Con las restricciones de ambos por nuestro estado civil, hacíamos una vida de novios explorando el sexo en común en cada minuto disponible. Excusas de todo tipo surgieron en esos días y también algún golpe de suerte, con el viaje de alguna de nuestras parejas. Visitamos casi todos los hoteles en los alrededores de nuestros empleos.

Con la "práctica" nos complementamos cada vez mejor y nos liberamos de los prejuicios de nuestros matrimonios. Ella se convirtió -ya lo era- en una experta en el sexo oral y yo encontré la posición que más placer le daba. Sentado en la cama con las piernas flexionadas, ella me abrazaba juntando nuestros pechos, Sentíamos los latidos a pleno mientras con suaves movimientos la penetraba, siempre mirándola a los ojos. Sus movimientos eran perfectos: entraba y salía húmeda de sus líquidos mientras sus pezones se endurecían cada vez más a medida que raspaban el vello de mi pecho. Nos sentíamos tan relajados y felices que los orgasmos se hacían suaves pero de mucha duración. Era como una ola que en lugar de romper violenta contra las rocas… se deslizaba por la playa ocupando cada rincón, como la marea subiendo. Espero que puedan imaginarla y entender que sentíamos tal y como era… no es tan difícil.

Muchas veces perdimos la noción del tiempo o volvíamos a nuestras casas como fuera de sí, lo que nos traía algunos problemas. Era sin duda, la droga más maravillosa. Éramos adictos a nosotros.

Una mañana, más o menos unas seis semanas después de nuestro primer encuentro, me dijo que quería que nos veamos ese mediodía a almorzar en el lugar de siempre. Como lo hacíamos con frecuencia. Llegué puntual y ella ya estaba, algo que me llamo la atención dado que generalmente ella siempre llegaba unos minutos tarde.

Fue directo al tema: tenía un atraso. Me dijo que con el marido no tenía sexo y obviamente, era mío. Por otro lado, recordé cada segundo de nuestro primer encuentro donde, desbordados por las ganas, existía la posibilidad de que hubiera acabado un poco en ella, sin forro (vean el relato anterior). Seguramente, con el tiempo era muy posible que dejemos nuestras parejas para estar juntos. Era mucho lo que estaba naciendo entre nosotros en esos días… pero no podíamos resolverlo en el lapso de 8 meses… o al menos no nos animamos a hacerlo. Y ella no quería "endosárselo" al marido… seria como firmar una confesión.

Abrazados, sin soltarnos las manos, con algunas lágrimas en los ojos pensamos en lo mejor que podíamos hacer. Y comenzamos a averiguar cómo hacerlo…

Par de días después me llamó para preguntarme si tenía tiempo -bastante- para encontrarnos. Le dije si, que nos veríamos donde siempre. Y me dijo que quería hacer el amor plenamente. Sin nada entre nosotros… que tendríamos la oportunidad para sentir que nada se interpone entre nuestras pieles.

Nuevamente… fue tan maravilloso como aquella primera vez, pero un aire de tristeza nos sobrevolaba.

Finalmente, el día llegó y todo ocurrió como se había planeado. Salió bien y por un mes aproximadamente no nos vimos… aunque mantuvimos el contacto por teléfono. De a poco fuimos regresando a nuestra normalidad… a nuestra vida común de encuentros y llamados furtivos. Y el amor que siguió fue casi tan bueno como antes… era claro que la experiencia nos había marcado y que no volveríamos a ser los mismos.

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