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La heladera pecosa
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Era verano y superábamos los 40°. Como un oasis en plena Gran vía, que estaba desierta, me topé con una heladería salvadora.

La chica tras el mostrador captó mi atención de inmediato. Tenía mostrador propio también pese a estar delgadita; sus enormes pechos estaban totalmente desproporcionados del resto del cuerpo, dando mucha impresión. Era puro morbo, pelirroja con pecas y muy graciosa. No tendría aún los veinte años.

-Hola… Ingrid -la saludé tras leer su nombre en el uniforme.- Quería un helado muy grande y del sabor más refrescante que tengas.

Mis ojos trataban de no desviarse al increíble escotazo, pero no lo conseguían.

Ella viendo que no pestañeaba y que no había nadie, empezó a jugar conmigo.

-Pues el cucurucho XXL entonces, es mi preferido también. Es este -comentó mientras lo agarraba como si fuera otra cosa, con sus uñas rojas.- Casi ni me cabe en la boca y eso que la tengo enorme. Mira: Ahhh. Mi madre dice que sólo tengo boca y tetas.

-Si es grande sí -contesté sonriendo, y el pecho también la verdad-. A mí me pareces muy atractiva, no hagas caso a tu madre. (No pude evitar imaginármela de paso, tendría 45 años y otro melonar de órdago, seguro)

-Gracias, qué gusto que te diga eso un tío tan interesante como tú.

Él hormigueo en la entrepierna y el bermudas finito eran mala combinación para estar en público.

-Me voy a sonrojar… ¿Qué sabor me recomiendas?

Me miró con cara de niña buena y soltó:

-A mí me encantan el de dulce de leche y el de plátano, y no por ese orden…

Ya parecía que llevaba un fluorescente en el pantalón y a ella no se la escapó el detalle.

-Mira son estos -dijo echándose para adelante y mostrándome el sujetador blanco que a duras penas contenía aquellas dos montañas de carne.

-¿Y el de al lado cuál es? -No quería que se levantara nunca.

-Este es de melón, que combina muy bien con el de leche condensada.

Joder con la niña, me tenía a mil.

-Tengo más sabores en el almacén. ¿Quieres probar el de higo pelado? Te va a encantar…

Salió a poner el cartel de “Cerrado” y me llevó atrás de la mano. Se quitó el uniforme y en ropa interior se pegó a mí, fundiéndonos en un beso lascivo.

Mi polla se restregaba contra sus bragas completamente empalmada y sentía sus brevas pegadas a mi pecho.

Se puso de rodillas y me bajó el pantalón bruscamente. Me miró desde abajo con cara de aprobación y mi herramienta desapareció en aquella bocaza por completo.

¡Qué barbaridad, qué forma de succionar la muy golfa!  En una de esas me la arranca, llegué a pensar, segundos antes de eyacular como un caballo…

Cuando reapareció mi rabo colgando, pringoso y satisfecho, ya no quedaba ni rastro de la descarga. Todo para dentro…

Me levanté y la tumbé en la encimera metálica, rompiendo las bragas antes de meter mi cabeza entre sus piernas y saborear su increíble sexo veinteañero.

Estaba depilado y muy húmedo. Mi lengua jugueteaba con el clítoris arrancando sus gemidos y sus exabruptos, que acabaron con los últimos vestigios de la niña buena.

-Así, cabronazo, cómeme el coño hasta que te chorree la cara, mmmm, no pares joder!

Me agarraba del pelo con las dos manos y yo a su vez la sobaba las tetas con mi mano derecha, sin dejar de chupar. Eran inmensas.

-Me corrooo ahhh!!!

De repente sentí un chorrazo caliente en mi cara; salió de su coño con una fuerza increíble acompañando el clímax. Pedazo de squirt, como en las pelis…

Y yo que entré para quitarme el calor, y me he abrasado vivo…

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