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¡No te corras adentro de mí!
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Me gustaban las matemáticas, no tanto a como me gustaba la profesora de matemáticas, la jovial y bella Mrs. Pat. La tuve en mi primer y último año de preparatoria: algebra y trigonometría, pero también iba por lo menos dos veces a la semana a su tutoría que impartía por las mañana antes de comenzar el horario regular de la escuela.

Patricia Patterson, mejor conocida como Mrs. Pat, era la profesora más joven que haya visto por ese tiempo en la escuela. Tenía el infortunio de haber quedado viuda a tan joven edad, pues su esposo había fallecido en ese famoso ataque en Beirut en el 1983 y en el otoño del 1984 fue cuando entré por primera vez a su aula escolar. Rondaba los 27 años, pero su rostro y cuerpo juvenil se camuflaba como una estudiante más de la escuela. Tenía facciones bonitas y años después siempre la recordaba cuando veía las películas de Julia Roberts, pues tenía un enorme parecido a ella, aunque creo que Mrs. Pat, tenía más trasero.

Siempre fue una mujer muy profesional, aunque por ese tiempo inventaron que tenía un amorío conmigo debido a sus atenciones, pues creo que la admiración era mutua y tampoco yo nunca me propasé o nunca me le insinué en nada. En ese tiempo era una relación de alumno y maestro y realmente nunca averigüé el por qué se dio ese rumor y en el cual conllevé una interrogación por parte de mis consejeros, al punto que involucré a mi madre y con las semanas aclaramos la intachable reputación que Mrs. Pat había cosechado en esos primeros años como maestra.

A muchos estudiantes de mi edad nos gustaba y fantaseábamos con ella, pero Mrs. Pat reconociendo y con la experiencia de haber pasado recientemente por nuestra edad, se mantenía siempre distante y realmente era más estricta que el docente promedio. Nunca me habían gustado las matemáticas, pero me gustaba tanto esta profesora que comencé a encontrarle el gusto a esta asignatura.

Cuando me gradué de preparatoria y comencé a ir a la universidad, siempre la iba a visitar de vez en cuando por las mañanas a su aula de tutoría. Sabía que cumplía años en octubre y recuerdo que la invité a desayunar ese día y había aceptado. De esa manera nos fuimos acercando y ella me dio tanta confianza que un fin de semana me invitó a ver películas en su apartamento. Ya para ese año me acercaba a mis 20 y ella tenía 30 años. No se había vuelto a casar y por lo que ella misma me contaba, no tenía novio tampoco.

Un día me propuso en ir a una fiesta y que, si pudiese pasar como su novio, pues quería alejar a un admirador indeseado. Obviamente acepté, pues me gustaba la idea y ese día desde antes de llegar a esa fiesta tuve un acercamiento físico con Pat, como la comencé a llamar. Entramos tomados de la mano y me sorprendí al conocer a sus padres y quienes me dieron la bienvenida. Llegó la noche y eran horas de la madrugada y después de compartir con su familia y amigos bailando y tomando algunos tragos salimos rumbo a su apartamento donde la debería dejar. Me iba a despedir cuando ella me preguntó: ¿Quieres subir? Quédate, hazme compañía.

Entramos a su apartamento y sabía que Pat se había tomado unos tragos de más. La llevaba del brazo y de repente se dio vuelta y me dijo: Tony, tienes una sonrisa muy linda… regálame un beso. – Me quedé estupefacto y con las dudas que sí había escuchado bien. Me abalancé para darle un beso y seguimos besándonos hasta caer sentados en el sofá de la sala y continuamos besándonos por largos minutos. Ella se quitó la chaqueta pues entramos en calor y solo me miró de nuevo y se dirigió a mi boca diciéndome: Eres un chico muy guapo… me gusta como besas.

Poco a poco fui encontrando el valor de buscar su cintura y tomarla del trasero. Hasta ese punto todavía me invadía el respeto que le tuve de alumno y que me era muy confuso de cómo proseguir. No sabía hasta donde tenía permiso tocar o qué es lo que podía hacer hasta que Pat me comenzó a remover mi camisa y buscar mis tetillas para mamarlas. Eso me abrió el camino para hacer lo mismo y ella me asistió en remover su blusa y quedaba solo con su sostén y sus pantalones negros. Ella llegó a besarme hasta el ombligo y la recosté en el sillón y comencé a besarle y mamarle sus pechos, pues ella se lo había desabrochado para hacerme más fácil el camino e insinuarme que sí estaba dispuesta.

Por sobre ella y besándole por el cuello logré desabrocharle sus pantalones y bajarle el cierre y como pude, logré introducir mi mano entre su panti y tocar su sexo húmedo. Gimió de placer cuando sintió mi invasión de mis dedos y los cuales comenzaron a masajear su clítoris y de vez en cuando lograba introducirle uno de mis dedos en su vagina. Quizá pasamos en ese juego de exploración por unos veinte minutos y realmente los dos estábamos más que excitados.

Pat se puso de pie y se despojó ella misma del pantalón y se quedó solamente con sus bragas estilo bikini de color blanco. Me incorporé junto a ella y me asistió en hacer lo mismo sin quitarme mi calzoncillo también estilo bikini del mismo color, aunque el mío era semi transparente. En el mismo sillón me fui por sobre ella a seguir mamando sus pequeñas tetas y le estiraba a placer sus erectos pezones. Ella solo gemía tímidamente del placer y así con nuestras prendas íntimas puestas todavía, comencé a hacerle un canal por sobre sus pantis y sentía el calor exquisito de su húmeda conchita. Hacíamos un vaivén sin todavía penetrarla, pero fue lo suficiente para hacerla llegar a tocar el cielo. Con una agilidad le hice de lado las bragas y había sacado mi verga y se la hundí a Pat en ese toque punzante de electricidad que fue su orgasmo. Pat no dice mucho cuando hacía el acto sexual, lo de ella son solo gestos y tímidos gemidos. Me pidió que no me fuera adentro de ella y apenas pude sacarla y me he ido dejándole caer mi corrida por sobre sus bragas. Cuando recuperamos la respiración nos fuimos a tomar un baño juntos.

Pat me enjabonó y restregó la verga y yo hice lo mismo con ella. En la ducha me comenzó a dar una exquisita mamada y me dijo algo que me llevó a recordar a esa chica de la escuela: Sabes, tienes una hermosa verga… ahora sé por qué volvías locas a las chicas de la escuela. -Me la follé en la tina y le provoqué otro orgasmo que hizo le temblaran las piernas, pero igual, me pidió que no me corriera en su conchita y cuando se la saqué porque me venía, me hizo que me viniera en su boca. Qué lindo fue ver a Pat recibiendo mi descarga en su linda boca. En otra ocasión intentamos el sexo anal, pero no era lo de ella. Le penetré su ano con mis 22 centímetros, pero no lo aguantó para hacer ese vaivén sexual. Por esos meses cogimos algunas veces y manejaba desde la zona de San Francisco a Los Ángeles, solo para poder sentir esa rica conchita y sus mamadas tiernas y delicadas.

Un día llego el fin, pues ella me lo dijo con esa seriedad que le caracterizaba: Tony, me gustas mucho, pero sé que lo nuestro no puede ser… Sé que eres un picaflor y siento que me estoy enamorando de ti y no quiero salir lastimada. Es mejor que le pongamos fin a esta relación. – La verdad que también yo me estaba encariñando con ella. Ese día follamos como locos y nos dimos un tierno beso de despedida y nunca la volví a ver jamás.

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