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Sesión doble en el cine
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Ella y yo estábamos en la cola de la taquilla solos, sin acompañante. Eran multicines y un jueves a las 4, por lo que había muy poca gente más.

Debía tener cerca de 60 años pero lucía un cuerpo espectacular tras un vestido negro entallado y tacones. Pelo rojizo y un moreno en la piel que denotaba una evidente ausencia de obligaciones laborales.

Llevaba muchas pulseras, un colgante que descansaba en su interminable canalillo y pendientes con pinta de caros. Todo ello con una cara maquillada muy sensual y morbosa. Era una auténtica loba, y al verla no pude evitar quedarme en la fila.

Ella me miró de reojo cuando los dos estudiábamos los carteles de las diferentes películas

-¿Cuál vas a ver? dejó caer sin dejar de mirar la oferta, pero situándose a mi lado. Su voz grave y sensual, mezclada con su fragancia me cautivaron.

-Pues si puede ser, la misma que tú, porque si no me gusta te miraré todo el rato y eso ya compensa con creces el precio de la entrada.

-Jajaja, adulador, si podría ser tu madre.

-La edad es sólo un número y tú eres una diosa de la belleza y el morbo tengas la que tengas.

Se mordió el labio y me miró de arriba abajo divertida.

-¿Qué te parece la película documental polaca sobre la minería y su transformación?

-Perfecta, no habrá nadie más que nosotros y podremos sumergirnos bien en la trama, o donde sea…

Sacamos las entradas y nos encaminamos a la sala. Me dijo que fuese entrando y se adelantó para pasar por el WC. Sus piernas eran un escándalo, se notaba que hacía ejercicio diario y el culo se intuía duro y bien puesto.

Cuando entró me lanzó un tanga minúsculo negro y un sostén con una copa enorme.

-Guárdamelos, que quiero ver la peli más cómoda…

No había terminado de decirlo y ya tenía una erección de caballo.

Cuando la miré las tetas se transparentaban completamente y los pezones duros amenazaban con salir a ver la película. Me pilló antes de desviar la mirada y disimular.

-Ufff, se me escapó sin querer…

Se río de mi reacción y se las sacó un momento para que las viera.

-¿Te gustan? -preguntó sabiendo perfectamente la respuesta.

Asentí como un adolescente primerizo porque no acertaba a vocalizar y se las volvió a guardar dentro del vestido, no sin esfuerzo.

-A ver que tienes tú para enseñar, comentó girándose hacia mí. Lo que tenía para ella estaba ya más duro que el tobillo de una cabra.

Mire a los lados y como seguíamos solos me bajé el bermudas elástico y mi pene salió como impulsado por un muelle. Sus dimensiones la cambiaron la cara y la provocaron un exceso de saliva en sus carnosos labios rojos, que se deslizó por las comisuras.

-¡Pedazo de polla que tiene mi niño!

En ese momento apagaron las luces y me la agarro sin miramientos, con sus manos suaves y cuidadas de uñas rojo-pasión. Yo me abalancé a besarla, pasando mi brazo por detrás y llegando a agarrarle uno de sus tremendos melones.

Empezó a pajearme mientras nos mordíamos las lenguas. Estábamos encendidos los dos.

Se liberó de mi boca y bajo la cabeza. Sentí el calor de sus labios cuando contactaron con mi glande y se la tragó entera hasta que los sentí rozar mis bolas. No me lo podía creer, qué pericia como tragasables.

Mi mano ya había encontrado, bajo la falda y por detrás, la ruta hasta su chorreante y depilado coño, y la penetraba con dos dedos provocando que se retorciera de gusto.

La mamada seguía siendo de concurso y ahora la acompañaba con su mano en un meneo rítmico, acompasado al vaivén de la cabeza, cada vez más vivo.

Nos corrimos a la vez, lo que no impidió que se tragara entera la descarga descomunal que me provocó. Con un poco de semen en los labios se incorporó y me besó otra vez.

-Sepo a ti, me susurró divertida. Por cierto soy Maribel, y ahora que ya nos vamos conociendo quiero que me la metas por el culo, soltó como si me informara del tráfico.

-Encantado, yo soy Luís. Respecto a tu proposición, sólo puedo decir que será un honor introducirme en un trasero tan perfecto y apetecible como el tuyo, chica morbosa, y estoy deseando ensartarte para proporcionarte todo el placer que pueda.

-Uy que bien “mandao”, exclamó observando mi rabo enhiesto otra vez por la conversación.

En un rápido movimiento se sentó dándome la espalda. Se levantó la falda y con una habilidad increíble llevó la punta hasta el ojete y se dejó caer, encajándola a la perfección en su ardiente ano, lubricado por sus humedades vaginales y que era una ruta que debía tener bastante trasiego a juzgar por la facilidad con la que entró.

Comenzó a moverse con destreza, reprimiendo algún gemido, pero dejando escapar algún otro y denotando que estaba disfrutando como una loca. En la pantalla seguía el documental, pero nosotros estábamos en el séptimo cielo!, a lo nuestro.

Mis manos estrujaban como podían sus inabarcables tetazas. Cuando las soltaba se balanceaban al ritmo de los pollazos con su tremendo tamaño.

Ella se corrió dos veces. Lo noté, pero es que además lo radiaba, aprovechando que seguíamos solos en la sala.

-Sííí, me corrooo cabrooon!!!

Qué forma de follar tenía la buena señora, lo que habrá tenido que entrenar para llegar a esta maestría, pensé. Más que Nadal…

Para recibir mi leche se descabalgó más rápido que Billy el Niño, se puso de rodillas y me ofreció su cara para hacer blanco, nunca mejor dicho. Tras unas pocas sacudidas me derramé en sus ojos, nariz y pelo hasta ponerla perdida.

Luego me la agarró y se dio golpes en los mofletes y en sus pechos jugueteando con ella como una niña traviesa.

-Cómo me gusta tu polla Luís, me la quiero llevar a casa…

-Cuando quieras te la llevo linda, pero tengo que ir yo también si la quieres operativa.

Me apuntó el teléfono en el brazo, se acicaló y limpio un poco y se fue. Yo me quedé a ver el final de la peli oliendo su tanguita negro, más feliz que una perdiz. Una perdiz chocha, por supuesto…

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