Siempre me considere homofóbica, sobre todo con las lesbianas, siempre buscaba la forma de no estar en contacto con ellas y una fiel amante de un buen pene.
Una tarde de septiembre mi pareja de 6 años terminó la relación ya que había conocido a otra chica y se marchó, mi mejor amiga que la mencionaré como Leona también había terminado su relación con su marido hacía pocas semanas.
Un día me llamó ya que yo estaba sumida en una enorme depresión no sé si por la falta de mi ex por su miembro que me hacía llegar al cielo, así que Leona me invitó a su casa para que ahogáramos las penas en alcohol y películas, ocasión ideal ya que ambas con hijos ellos estaban con sus respectivos padres.
No me arreglé mucho ya estaríamos solas así que me puse unas calzas un top y un polerón.
Ya estando es su casa y tras varias charlas de odio y repudio hacia nuestros ex el alcohol comenzó hacer lo suyo y comenzamos hablar de cuanto los extrañábamos, por mi parte ese enorme pene grueso de 18 centímetros que ya había entrado en todos lados de mi cuerpo, estuvimos hablando más de una hora de cómo lo hacíamos y seguíamos bebiendo. Pasadas las horas me quedé dormida en el sofá donde estábamos y desperté por unos gemidos.
Leona dentro de su borrachera se había sacado su jeans y estaba solo una tanga que cubría muy poco su concha sus piernas abiertas apoyadas en su mesa de centro y acariciaba su concha muy suavemente, en ese momento fue impactante verla así, pero sin creer que me pasaría mi concha se humedeció de inmediato la miraba de reojo para que no notara que la estaba observando, cada vez sus masajes eran más intensos, sus piernas se abrían cada vez más y sus gemidos se intensificaron, corrió su tanga y comenzó a darse palmadas en su concha, estaba completamente rasurada y su clítoris se erectaba entre los labios de su concha, yo no aguantaba más, quería hacer lo mismo, pero si lo hacía ella lo notaría y se detendría y sentía una calentura enorme de verla acabar, deseaba ver que más hacía, mi concha latía y mis calzas estaban tan mojadas que se pegaron a mí cuerpo.
De repente ella se detuvo se acercó a mí para ver si dormía y creo que disimulé bien ya que ella se fue de puntillas a buscar algo y volvió.
Cuando pensé que no podría calentarme más la veo llegar con un pepino que sacó de su estante de verduras y un condón y se lo puso al pepino apoyó su pecho sobre el sofá con el culo empinado y comenzó a metérselo muy suave, yo no daba más, ya no quería masturbarme, quería cogérmela!!!
Nunca me había dado cuenta que su culo era exquisito, muy firme, una cintura envidiable y sus senos enormes con unos pezones que se notaba que habían sido muy succionados porque eran como chupetes.
Cada vez se metía más más el pepino que no notó que su cabeza se acercaba a mis piernas cuando trató de acomodarse se resbaló y su mano cayó justo sobre mi concha, se levantó muy rápido, el pepino seguía dentro de ella y me dijo “has visto todo??”. Yo solo asentí con la cabeza ella se rio y me dijo "niña estás más mojada que yo, pero estoy caliente y debo terminar con esto así que tú decides".
No dije nada, me paré frente a ella y comencé a chupar sus senos se ponían más y más duro,s no quería detenerme mientras afirmaba el pepino que ella tenía dentro se lo movía despacito, ella gemía cada vez más fuerte, se puso de rodillas sobre el sofá apoyando sus senos en el respaldo abrió sus piernas y me dijo "come". Dios mío toda su concha estaba muy mojada, sus jugos corrían por sus piernas, abrí sus nalgas y comencé a lamer, jamás pensé que podría hacer algo así, pero ahí estaba lamía desde su clítoris hasta el hoyo de su culo, el pepino quedó al olvido, mis dedos entraban en ambos agujeros así a lo perrito la tenía para mi, la tomé de sus senos y la empujaba sobre mi.
Mi lengua ya estaba dentro de su concha, ya la sentía latir en mi rostro, le dije "quédate así" mientras yo me quitaba la ropa.
Mi concha estaba hinchada de lo caliente que estaba y así como ella la mantengo rasurada.
Comencé a sobar mis senos en su concha mojada empapándome de sus ricos jugos.
Ella se volteó y se sentó en el sofá y abrió la piernas no lo sé, pero entendí lo que quería.
Me subí sobre ella y nuestras conchas se juntaron, comenzamos a sobarlas como besándola entre ellas cada vez más intenso.
Entre los jugos de nuestras conchas y el roce intenso acabamos una y otra vez hasta terminar exhaustas quedándonos dormidas con un placer que nunca habíamos tenido.
Ahora cada vez que nuestros hijos están con sus padres nos reunimos en su hogar para darnos sexo duro y me hice adicta a su concha.
Pero ese será otro relato con mi Leona.