Con su hermosa pija en mi boca y mis manos acariciando su abdomen, muslos, los huevos grandes, que me encantan, me propuse darle todo el placer que pudiera. Recorría cada mm de sus genitales con mi lengua y veía su cara de placer y sus gemidos, lo cual indicaba que estaba haciendo un buen trabajo.
En un momento, me levanta para besarme y se acuesta boca abajo, mostrándome el culo redondo y firme, muy blanco y suave. Me encantó y, literalmente, me tiré de cabeza entre esas nalgas soñadas. Otra vez, mi lengua no paraba de saborear su cola. David se retorcía de gozo hasta que no pudo más.
David: Que feliz me hacés!!! Cada minuto te quiero más…
Yo: Me gusta mucho todo esto, la paso muy bien con vos…
Ahora era yo quien estaba boca abajo, disfrutando de la lengua de él. Sentí cosas que nunca había sentido, ni imaginaba que se podría gozar tanto con otro hombre. Así como estaba, se acostó sobre mí. Me besaba dulcemente y me decía muchos halagos de mi culo, que es el mejor y más perfecto culo que había visto. Me penetró lentamente, gozando ambos, como locos.
Ésa noche dormimos abrazados y felices.
A la mañana siguiente, era domingo, mientras desayunamos, nos pusimos a hablar de cómo seguiría todo esto. Fue una charla muy sincera y directa, nos dijimos las cosas que nos preocupaban y llegamos a la conclusión que debíamos dar rienda suelta a nuestra relación.
Almorzamos y luego de limpiar la cocina, nos fuimos a dormir la siesta. Abrazados, basándonos, comenzó una nueva sesión de sexo, pero con una variante. David me dejó que lo penetre. Con mucho lubricante y paciencia lo logré, ambos quedamos exhaustos y felices…
Continuará…