Llevaba mucho tiempo hablando con mi amiga, ya habíamos quedado alguna vez, ella pasaba por una situación especial porque andaba viviendo con un chico del que se iba a separar.
Un día dije de ir a recogerla a su trabajo para hablar y tener unas horas juntos. Más de una vez habíamos hablado de ir a un hotel, de pasar el día y la noche juntos y pegarnos una buena fiesta sexual. Así, cuando salió de trabajar, íbamos comiéndonos a besos a cada paso antes de llegar a su coche.
Estuvimos dando vueltas un rato con el coche y saqué el tema de ir a un hotel, si podíamos, si queríamos, lo cual fue fácil decidir por que los dos estábamos deseando. Ella me confesó que en el trabajo tuvo un tonteo con un compañero antes de quedar conmigo y que le había dejado la marca de los dientes en su hermoso trasero. Sin problema, ese día era mía y yo de ella.
Al llegar al hotel mientras ella aparcaba yo me dirigí a recepción para alquilar la habitación y volver al coche para decirle que ya teníamos la llave, se mosqueo un poco ya que me tenía dicho que lo pagábamos a medias, pero mira todo surgía así.
Nada más llegar a la habitación fue seguir comiéndonos a besos, acariciarnos, tocarnos, despojarnos de nuestras ropas que nos íbamos quitando uno al otro apasionadamente. Tuvimos que parar porque ella quiso estar más tranquila, darse una ducha y ponerse cómoda, así se fue a la ducha mientras yo observaba aquel cuerpo solo tapado por un tanga donde se apreciaba el mordisco de su anterior affaire. Ella se duchaba y yo había llevado unas velas para decorar un poco la habitación que ya de por si era coqueta.
Cuando salió de la ducha, solo tapada con una toalla yo no podía más, tenía que poseerla, nos volvimos a besar con tanta pasión que la toalla empezaba a bajar, “Para” dije, voy a ducharme yo ahora. Mientras me duchaba vi como la puerta del baño se entreabrió y ella me miraba, aquel momento casi hace que me masturbara delante de ella.
Salí de la ducha y sus labios pedían guerra, se los mordía mientras iba hacia ella y nos volvimos a fundir en un beso en los que nuestras lenguas se hacían una, yo salí de la ducha sin toalla así que lo único que separaba su cuerpo del mío era su toalla, al sentarla en la cama se abrió y me dejo ver su cuerpo completamente desnudo. Sentada en la cama y yo de pie, mi miembro quedo a la altura de su boca. Abrió la boca en un ¡oh! de silenciosa admiración.
Aprovechando la ocasión, acaricié su cabello mientras empujaba suavemente su cabeza hacia la punta de mi pene. Ella se dejó llevar y comenzó a meterse en la boca el capullo, resplandeciente por la emoción. Tenía mi miembro tan hinchado de deseo que tuvo que hacer un esfuerzo para tragarla entera.
Finalmente se concentró en la punta, y con la lengua recorrió toda la superficie del glande, metiéndoselo luego y acariciándolo contra la mejilla. Fueron unas sensaciones estupendas. Al rato lo dejó y me preguntó si me había gustado. “Lo has hecho de maravilla”, le respondí. “Pues todavía queda lo mejor”, dijo ella, con una sonrisa que prometía el paraíso.
Me tumbó en la cama y nos abrazamos, tuvimos un momento muy romántico uno en el hombro del otro y nuestros cuerpos desnudos entrelazados.
La cosa fue surgiendo entre besos y más caricias, estábamos muy excitados, cada vez más el roce de los cuerpos hacía que retozáramos más. Acaricié sus muslos, percibiendo el calor que salía de su piel, para luego subir hacia sus nalgas que también acaricié llegando justo donde le gusta.
Me puse detrás de ella y acaricié sus pechos, pellizcando los pezones que destacaban por lo duro que estaban; pudiendo apreciar la suavidad de esos montículos de placer. Hice que se tumbara y me puse encima, besando y pasando mi lengua por su cuello mientras mis manos acariciaban sus pechos. No paraba de besarla cuando decidí bajar con mi lengua a sus pechos y mis manos a su sexo, estaba húmedo y calentito, justo como a mi me gusta, pero tenía que seguir bajando, sin mas mi lengua recorrió su abdomen y llego a meterse entre sus muslos. Esos labios inferiores perfectos, ese clítoris muy duro hacía que mi lengua se recreara más y se volviera loca con movimientos circulares en él.
La miraba a los ojos y estaba con esa cara de deseo que tanto me gusta, empecé a penetrarla con dos dedos, sus gemidos y placer iba a más, jugaba con sus pechos y me pidió que la penetrara. Fue fácil entrar, su sexo estaba muy húmedo y dilatado, agarré mi pene con las manos y empecé a darle golpes pequeños en su sexo hasta entrar solo con la punta para luego, de repente, entrar como una bestia dentro de ella para poseerla. Mis movimientos se acompasaron a sus gemidos, ella agarró mi cintura con sus piernas y mis manos a cada lado de la almohada donde estaba recostada. La presión nos hizo comprobar el aguante que tenía el colchón, porque la pasión era máxima.
Cambiamos de postura poniéndose encima, sujetando mi miembro y dejándose caer de golpe. Ese movimiento circular, moviéndose como alma que lleva el diablo hacía que sus pechos se movieran y me excitaran más, tanto que tuve que dejar de darle azotes para agárralos y pellizcarlos. Mi amazona no paraba de follarme hasta llegar al orgasmo, su corrida fue monumental, sus fluidos resbalaban por mis testículos a la vez que hizo que yo también me corriera de forma abundante.
Dejándolo dentro de ella, se tumbó encima de mí y nos fundimos en otro apasionado beso hasta que la sacó de dentro de ella, nos pusimos uno junto al otro, sudando y besándonos.
Pero ese día, era nuestro y no fue la última vez que nos lo hicimos, continuará…
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