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Diario de una puritana (Cap. 2): Confesiones de una puritana
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Para mí fortuna, esa actitud iba a verse recompensada, pues fue ese el inicio del gran propósito de follar con Mafe. La motivación estaba creada, ya solo hacía falta encontrar el momento y quizá el escenario ideal para atacar.

El momento iba a ser al día siguiente, no porque estuviera listo, o tuviese preparado un plan, o fuese el momento oportuno; lo hice porque me ganó la ansiedad y me dejé llevar.

Fue durante la sesión de entrenamiento. Ese día correspondía la rutina de piernas, que posiblemente es la que más interesa a las mujeres, pero es la de más sacrificio y quizá la de más cuidado.

Para mi desgracia, ese jueves Mafe no usó su atuendo de la falda negra, sino una de las licras que había usado en días anteriores. De todas formas, para mí, cualquier prenda que usará la iba a hacer ver deseable.

Ese día arrancamos la rutina con sentadillas de peso libre, que para el que no las conozca, aclaro que son sentadillas comunes y corrientes pero con un peso adicional. Como yo tenía una barra y discos, ese iba a ser el peso adicional. Para el caso de Mafe, que hasta ahora empezaba a entrenarse, el ejercicio fue únicamente con la barra.

A esa sesión de entrenamiento le saqué todo el jugo posible, pues cada movimiento requería de mi guía o mi apoyo. De modo que cuando empezamos con las series de sentadillas de peso libre, me situé atrás de Mafe para orientar sus movimientos, indicándole hasta donde tenía que bajar, el grado de apertura de las piernas, y apoyándola a sostener la barra por si llegaba a perder el equilibrio. Para orientarla en la forma correcta de respirar y la tensión que debía mantener en el abdomen, empecé a bajar con ella, aun estando parado a su respaldo, tomando suavemente su abdomen con una de mis manos para indicarle justamente los momentos en que debía tomar y soltar aire.

El roce fue inevitable al igual que mi erección, que ella evidentemente sintió en sus nalgas, y la cual me llevó a apartarme de ella ciertamente avergonzado. Pero Mafe no me hizo reproche alguno, seguramente entendió la situación como algo involuntario o quizá por estar completamente concentrada en el ejercicio, la verdad no lo sé.

Yo, por el contrario, interpreté su ausente reproche como un visto bueno, como un gesto de complacencia. Así que pasados unos segundos volví a acercarme a ella y continué haciendo el ejercicio a la vez que trataba de orientarla.

La erección no había desaparecido, de hecho era cada vez más latente. Para ese momento Mafe ya tenía que tener descartada la hipótesis de que había sido algo involuntario, pues de ser así no tendría por qué seguir restregándole mi pene erecto contra sus nalgas. Posiblemente ella quería evitar el momento incómodo de hacerme el reproche, o como dije antes, quizá su prioridad era completar el ejercicio.

El caso es que yo entendí la situación como un gesto complaciente, asumiendo a la vez que debía dar el siguiente paso. Acerqué mi cara a su cuello y elogié el buen olor que tenía su pelo. Sin dejarla terminar de decir gracias, empecé a besarla por el cuello. Ella se detuvo, paró de hacer sentadillas y permaneció allí de pie, todavía con la barra sobre sus hombros. Inicialmente estiró su cuello, permitiéndome besarla, pero luego me pidió detenerme.

-No puedo hacer esto, dijo ella

-¿A qué te refieres? ¿Al ejercicio o a dejar que te bese?

-A lo segundo, el ejercicio no está tan difícil…

-Bueno de todas formas deja la barra en el piso, descansa

Ella dejó la barra en el piso y luego me preguntó si podíamos interrumpir el entrenamiento, sentarnos y hablar. Yo accedí, ciertamente temeroso porque entendía que me iba a reprochar por haber excedido su confianza. Le alcancé una toalla para secarse el sudor, le di una botella de agua y abandonamos el cuarto donde entrenábamos. Fuimos a la sala, nos sentamos y ahí empezó su inesperada confesión.

-Mira, tengo que advertirte que no debes hacerte ilusiones conmigo

-¿Por qué?

-No quiero tener relaciones con nadie

-¿Puedo saber por qué?

-Sí. Te lo voy a contar, pero quiero que no salga de acá… No te puedo mentir, no soy virgen, pero mi primera experiencia fue tan traumática que me hice la promesa de no tener relaciones hasta que tenga la bendición de Dios, como debe ser… Mi primera vez fue con el novio que tuve en esa época, lastimosamente para mí no fue algo placentero ni memorable, fue algo más bien doloroso y como dije antes, traumático. A esa edad una cree en promesas de amor eterno y puede pecar de ingenua. Yo a este chico le creí, me entregué a él pero no lo disfruté. Fue un coito corto, no sé, uno o dos minutos, en los cuales jamás sentí placer, solo dolor y quizá algo de asco. Pues una vez que él terminó, me sentía sucia, utilizada, como una vasija para descargar sus tensiones. Eso precipitó el fin de mi relación con ese chico. Lo que siguió fue un largo periodo de rechazo a los hombres, incluso llegando a sentir odio por la mayoría de ellos. Tanto así que en mis primeros años de universidad tuve una compañera que me propuso experimentar con ella. En esa época me sentía desorientada y accedí. Fue completamente diferente a mi primera vez, no hubo apuros, hubo complacencia y amabilidad todo el tiempo por parte de esta chica. Se tomó el tiempo suficiente para hacerme disfrutar y se preocupó porque yo disfrutará del momento. Fue muy cariñosa, muy dulce y muy tierna. Debo confesarte que me gustó, pero fue solo cuestión de horas para que me invadiera el arrepentimiento. Empecé a cuestionarme si era homosexual, si eso está bien visto ante los ojos de Dios. Y fue entonces que decidí no volver a experimentar con ella tampoco. Me propuse no volver a tener relaciones con nadie antes de contar con la bendición de Dios, promesa que he cumplido hasta ahora y que me ha brindado tranquilidad.

-Bueno Mafe, yo no soy quien para juzgarte, ni para decirte lo que debes hacer, o lo que está bien y lo que está mal. Lamento mucho lo traumático de tu primera vez, entiendo que hayas soñado con que fuese un momento perfecto, idílico, pero sé que difícilmente eso se cumple. Es algo sencillamente consecuente con el actuar de esa edad. Estoy seguro de que hay millones de mujeres a las que les ha pasado lo mismo. Luego, sobre tu experiencia lésbica, no tengo mucho por decir, solo que no deberías reprocharte ni condenarte con tanta dureza, experimentar está bien, no te cierres puertas… Mira Mafe, yo no soy creyente, aunque respeto tus creencias, pero si te aconsejo que no las lleves al extremo, no las radicalices, porque eso te va hacer vivir con temor e incertidumbre ¿Quién te asegura que el sexo en el matrimonio va a ser placentero? ¿Qué tal termine siendo tan horroroso como esa primera vez? Deberías abrirte puertas y probar una y otra cosa. No te estoy diciendo que te vuelvas la más promiscua de la ciudad, solo te digo que te des la oportunidad de experimentar.

-Y supongo que tú quieres que experimente contigo

-Jejeje… bueno Mafe, yo no te puedo obligar, pero si noté que estabas disfrutando la situación mientras hacíamos sentadillas. Y para mí sería todo un honor ser el elegido para cambiar tu percepción sobre el sexo y sobre los hombres.

-No te voy a negar que lo estaba disfrutando, pero es que me da un poco de nervios…

-Te propongo que te dejes dar un masaje, que además puede que te alivie del cansancio muscular acumulado de estos días, y durante este decides si te dejas llevar o no. De todas formas, si hago algo que te moleste, solo es cuestión que me lo digas para que me detenga o no lo vuelva a hacer.

Capítulo 3: El redebut de Mafe

El silencio permaneció en el ambiente por unos cuantos segundos, luego ella accedió, aunque en medio de titubeos y de una actitud bastante temerosa. Le pedí que se acostara boca abajo sobre el sofá en el que estábamos…

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