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Como convertí a mi hombre en una puta
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Tiempo de lectura: 8 minutos

En lo personal siempre sentí que para vivir plenamente mi sexualidad necesitaba más que lo tradicional. Lo tradicional al cabo de un tiempo me aburría y necesitaba cambiar y buscar otra cosa, ya fuera otro hombre u otra experiencia, pero sin lograr nunca sentirme realmente satisfecha.

Luego de muchas experiencias y búsquedas que saciaban momentáneamente mi necesidad de placer, sentía mi cuerpo dolorosamente insatisfecho. Tenía que haber más, mucho más! Pero en esa búsqueda no encontraba "mi dos", mi par, alguien que resonara conmigo para vivir sin límites esas fantasías, deseos y morbos. Algunas ideas ya rondaban en mi imaginación, provocadas por algún video porno o simplemente por dejarme llevar por mis ensoñaciones eróticas, pero sentía que ni siquiera esas fantasías agotaban las posibilidades y que había todo otro mundo de placeres aún por descubrir y que no lograba siquiera imaginar.

Conocí a Daniel a través de una página web. Fue una noche tarde cuando comenzamos a chatear y ya desde los primeros intercambios sentí que había buena química entre nosotros. Nos presentamos y rápidamente comenzamos a flirtear ya que de entrada fuimos claros en que buscábamos divertirnos y tener sexo sin compromiso. Ambos teníamos deseos insatisfechos y la intuición de que existía un mundo de posibilidades que aún no habíamos explorado. Que tal vez ni siquiera lo habíamos imaginado.

Creo que ambos en algún momento de aquella noche tuvimos la sensación de que juntos podíamos abrir esa puerta detrás de la cual habitaban fantasías sin límite. Nos dimos cita unos días después. Él me pasó a buscar y fuimos a un motel en las afueras de la ciudad. Entramos a la habitación y hubo un primer momento de incertidumbre pero marcado por una fuerte tensión sexual entre ambos. Si bien habíamos intercambiado fotos creo que ambos nos sorprendimos gratamente al vernos en persona. La atracción mutua fue inmediata. Intercambiamos algunas palabras mientras hacíamos los primeros gestos de acercamiento.

Nos besamos y rápidamente todo fluyó con una intensidad que confirmó nuestras sospechas de que esto iba a ser diferente a lo que habíamos vivido antes. Los encuentros siguientes confirmaron aquellas sospechas pero no los voy a contar ahora porque cada uno podría ser motivo de su propio relato.

Esos encuentros con Daniel, desbordantes de morbo y pasión, dejaron definitivamente atrás aquellas búsquedas que no lograban saciar mis apetitos más profundos. Con él experimenté orgasmos que me conmovían hasta lo más profundo y me dejaban sin aliento y al borde de las lágrimas.

Me sentía plena y realizada como mujer por primera vez en mi vida. Aun viviendo ese sueño de sexo increíble algo muy fuerte ocurrió cuando él me confesó que siempre había tenido la fantasía de hacer cambio de roles. Primero me sorprendió y me descolocó un poco porque nunca lo había considerado.

Pero para mi sorpresa y luego de jugar con la idea en mi cabeza y mirar algunos videos porno sobre el tema la fantasía de Daniel se hizo completamente mía y con una intensidad asombrosa. Me costaba creer y entender porque esa idea me llevaba a tal nivel de excitación. Daniel compró el arnés que venía con un par de pijas de látex y tuvimos nuestro primer encuentro con cambio de roles.

En ese momento algo completamente nuevo y muy intenso explotó dentro de mi. Para mi enorme sorpresa, tener puesta aquella pija de látex me transformaba y me hacía sentir viril y hacía que aparecieran deseos y apetitos nuevos: deseo de poseer, de dominar, de someter y de penetrar. Una naturaleza primitiva y masculina se apoderaba de todo mi ser.

Llevada por esa fantasía gozaba de ponerlo en cuatro, abrirle el culo con mi lengua y lubricarlo y dilatarlo hasta que su disposición, evidenciada en sus jadeos de placer, y mi deseo me hacían insoportable las ganas de cogerlo. Lo penetraba despacio pero sin piedad mientras lo sentía gemir y resistirse levemente hasta que por fin lo vencía y la enorme pija de látex se metía profundo en su culo. En ese momento de rendición y entrega él comenzaba a mover sus caderas rítmicamente, acompañando mis embestidas de “macho” y generando en mí una excitación desconocida.

Me impresionó mucho el enorme placer que cada vez más experimentaba en ese nuevo rol, y de cómo gozaba de verlo sometido. Lo agarraba con fuerza por las caderas o del pelo y forzaba mi pija dentro suyo una y otra vez, hasta el punto de llegar a tener orgasmos imaginando que lo (la?) llenaba con mi leche caliente. En esos momentos lo sentía tan femenino como yo me sentía de viril y masculino. Yo me sentía un macho caliente deseoso de ser complacido por una puta entregada, servicial y sumisa.

Fue en uno de esos encuentros mientras lo poseía y en mi imaginación lo transformaba en una puta que quise verlo convertido en mujer. Quise verlo transformado y que se sintiera como la puta que yo misma me había sentido con él, y con muchos otros antes que con él. Vestirlo, maquillarlo, hacerle usar lencería provocativa y verlo comportarse como esa puta que yo tenía en mi imaginación y que alimentaba ese deseo morboso y extraño pero que también era real y de una intensidad increíble.

Cuando por fin y con cierta timidez le confesé mis deseos me sorprendió al aceptar de inmediato. Vi en su cara que la idea no le era extraña y que él mismo necesitaba dar ese paso para terminar de reconocer, aceptar y realmente transformarse en esa puta que ya era para mi. Me llevó un tiempo conseguir la lencería sexy adecuada, zapatos de taco, un vestido provocativo pero una vez que lo tuve lo llevé al hotel y le dije: “hoy vas a ser realmente mi puta, te voy a convertir en una y luego te voy a coger como tal”.

Lo desnudé y comencé por ponerle una tanguita celeste con puntillas con una ranura anterior originalmente prevista para ser penetrada por allí, pero que yo usé para que su pija saliera porque ya estaba semierecta por la excitación. Luego las medias de red, un soutien que envolvió y disimuló sus músculos pectorales, transformando su pecho viril en algo sensual y femenino, un vestido ajustado de milonguita de prostíbulo que modeló su figura afinando su cintura y resaltando su lindo culo y por último una peluca larga y rubia.

Yo estaba cada vez más caliente mientras lo transformaba y sentía mi concha empapada y contrayéndose por la excitación. Cuando por fin terminé de “vestirla” y la maquillé con un labial rojo chillón, muy llamativo, y le delineé los ojos, no podía creer lo excitada que me sentía. Me volvía loca de placer ver travestido al hombre que me atrae, me enloquece, me complace y satisface. Él tiene todo lo que deseo en un hombre, es un macho divino físicamente, es inteligente y tiene esa mirada que me desnuda el alma y me eleva.

Tal vez la fuerza tremendamente erótica de la transformación tuviera que ver con el contraste de verlo convertido en una puta de prostíbulo exhibiéndose y vendiendo su cuerpo al hombre que esté dispuesto a pagar por ello. Esa idea de verla seducir a otros hombres empezó a darme vueltas en la cabeza cada vez con mayor insistencia. Después de varias cogidas a mi puta y de seguir refinando el vestuario y de educarla para caminar con los tacos moviendo el culo y usar trucos de seducción femeninos, mi fantasía para mi puta por fin tomó forma y me llevó a nuevos y desconocidos niveles de excitación y deseo: quería jugar a que él/ella y yo fuéramos dos putas para otro hombre.

Cuando se lo dije a Daniel su reacción fue una mezcla de excitación y temor ante la audacia de la idea. Involucrar a alguien más rompía el círculo íntimo de complicidad entre nosotros y nos exponía a la mirada y al deseo de alguien más. La fuerza de mi deseo venció sus resistencias y fue así como me puse a la búsqueda de un candidato. Luego de descartar muchos tipos que se ofrecían como terceros pero que ni cerca daban la talla de lo que buscaba, conocí a Alex por Facebook.

Alex, si bien no es tan atractivo físicamente para mi como Daniel, cuando charlé con él vi que tenía el morbo, la actitud y la disposición para jugar con nosotros en nuestros términos. Me gustó que él también estuviera dispuesto a dejarse llevar por la sensualidad del momento como lo hacemos con Daniel, sin preconceptos ni limitaciones. Que estuviera dispuesto a estar con los dos era fundamental ya que yo sentía mucho deseo de ver a Daniel penetrado por un hombre. Cuando al fin concretamos y salimos con Alex, todo anduvo de maravillas.

Todo funcionó aún mejor de lo que esperaba. Gocé mucho viendo cómo se cogía a Daniel y también gocé mucho de que me cogiera mientras Daniel miraba, me besaba y me masturbaba. Eso entre mucha sensualidad, besos de a tres, caricias y palmadas, roles diferentes y mucha generosidad y morbo compartido. Me sentí poseída por un deseo tremendo y no paraba de gozar y jadear y tener orgasmos muy intensos. Alex como tercero, lejos de generar inseguridades o celos, nos ayudó a llevar nuestra relación a otro plano de mayor confianza, audacia apertura y libertad.

Luego de estar con él nos sentimos más unidos y atraídos, así como sorprendidos de nuestra capacidad para gozar cada vez más. Pero lo más importante, sentí que podía plantearle a Alex mi fantasía de las dos putas y llevar la experiencia a otro nivel.

Le planteé la idea a Alex por chat y le voló la cabeza y fue así que planeamos un nuevo encuentro dónde llevaríamos a cabo la tan ansiada fantasía.

El día que tanto esperaba al fin llegó. Fuimos al hotel con Daniel más temprano para prepararnos, pero Alex, muy ansioso por el encuentro, llegó al hotel casi en seguida que nosotros, así que nos tuvimos que vestir en el baño para no arruinar la sorpresa. La situación de encerrarnos en el baño con Daniel y la expectativa y excitación que sentí me hizo acordar a cuando, hace tiempo, salía con amigas y pensábamos en la ropa que nos íbamos a poner para salir a "ganar" en algún baile.

Me vestí yo y ayudé a Daniel a prepararse. Antes de empezar creía que faltaban detalles en su arreglo personal para lograr una transformación femenina creíble para que fuera más “atractiva” para quien iba a ser en unos minutos nuestro hombre, nuestro cliente, nuestro macho, en cuanto saliéramos del baño. Pero cuando terminé de vestirlo y maquillarlo estaba “divina”, completamente transformada en una puta increíble… Sexy! ¡Muy putona! ¡Con semejante transformación ya Daniel no era mi hombre!

Cuando salimos del baño, el impacto en nuestro “cliente” fue evidente de inmediato. Quedó totalmente encendido ante nuestra aparición, ambas vestidas muy sexy y caminando hacia él con tacos y meneando el culo. Se lo veía en su cara libidinosa y apreciativa de nuestro despliegue de morbo y en la erección que era notoria aún a través de la ropa.

En ese momento éramos dos putas totalmente producidas, sexys y sensuales, y fue claro que él quedó totalmente y de inmediato captado en nuestro mundo. El acercamiento fue al instante, besos entre las putas, besos entre los tres, todo muy rico y jugoso, con sabor a deseo. Lo fuimos desnudando y le fuimos mostrando de distintas maneras nuestras ganas de darlo todo para satisfacerlo. Mi conexión con Daniel (ahora convertida en “Alejandra”, su nombre de puta) es tan única, tan viva y enérgica que se transmite y se contagia.

Me encanta y excita tener el mando en el encuentro. Cuando ya estaba claro que el juego preliminar de besos y caricias había puesto a Alex completamente cachondo y estaba pronto para más, hice sentar a Alex y ejercí mi actitud dominante sobre mi puta y le ordené con gestos firmes que atendiera esa pija encendida. Quería ver a Alex sentado en el sillón, ya evidentemente extasiado, y ver a mi puta enloquecida entre sus piernas, chupándole la pija. En esa posición yo podía chuparle el culo a Alejandra y así prepararla, excitarla y lubricarla.

Verla chupando la pija en su rol de puta mientras yo le comía el culo me produjo un placer que nunca antes había experimentado. Cuando el culo de Alejandra ya estaba pronto le ordené que se sentara en la pija de Alex. Verla caliente y deseosa por meterse la pija de Alex me provocó aún más excitación que la que siento cuando yo la penetro. Se colocó encima de Alex y yo, muy excitada, guie su pija dentro de ella. Con cada salto que Alejandra daba sentada sobre esa pija turgente, gozando y haciendo gozar yo sentía un cosquilleo interno, inexplicable. Quería ser ella gozando y al mismo tiempo ser el cliente que se la coge. De alguna manera lo soy y lo siento en la interacción de los tres en los besos, en las caricias y en el movimiento. Mientras Alejandra se lo coge yo miro, gozo, la guío, le marco los tiempos, estudio al cliente, lo provoco con caricias y besos.

También en las palabras dichas en ese momento: en el “¡rica puta!”, en el “¿te coge bien papi? ¿Así te gusta?”, en la intensidad creciente del movimiento y los jadeos hasta que por fin el cliente se acaba. En ese momento siento que somos dos putas buscando la perfección una en la otra. El juego de roles se volvió una realidad intensa, cargada de morbo y en la cual se borraron todos los límites y en la cual nos identificamos profundamente entre nosotras.

¡Ahora es mi turno! Daniel se despoja de todo su vestuario de hembra, ya satisfecha, y reaparece mi hombre. Ahora soy una puta para dos machos. Siento a ambos acariciando mi cuerpo de todas las maneras posibles y experimento todas las formas del placer y del deseo. Siento caricias en mis tetas, mi espalda, mis muslos, dedos que me penetran por la concha, por el culo. Siento las lenguas de ambos ávidas y sedientas por mi cuerpo y mis jugos. ¡¡Qué delicia!! ¡Cómo me gusta ser puta y ser deseada! Siento el deseo y las ganas de dar placer y al mismo tiempo satisfacerme yo misma. Realizarme y sentirme plena en ser objeto de deseo, en ser puta.

Mi hombre está intenso y entero, dispuesto y erecto. Su pene llena mi boca. Sabe a excitación y a deseo y tiene todo lo que mi lengua y mi paladar desean. Alex, mientras está intentando reponerse de lo exhausto que lo dejó “mi puta”, abre mis nalgas para que Daniel me saboree completamente y yo se la chupo a él ayudándole a recuperar la erección. Estoy extremadamente caliente y fuera de mi, ansiando ser penetrada. Cuando al fin Alex se recuperó me puse en cuatro para ofrecerme a él mientras miraba a Daniel, provocándolo con mi actitud de entrega y deseo por otro hombre. Percibí en su mirada una mezcla de morbo y celos pero que, lejos de disgustarlo, incrementaron su excitación. Sentí como me agarró de las tetas y del culo y comenzó a acompañar y acentuar mis movimientos ante las embestidas de Alex.

Cómplice de él y cómplice mío. Esa sensación de estar dominada por dos hombres, sumisa y entregada, mientras aquella pija se metía profundo dentro mío con fuerza hizo que me acabara una vez más con jadeos y gritos que no pude ni quise contener. Un orgasmo de una intensidad inaudita, desgarrador, que recogía todas las experiencias vividas aquella noche.

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