Cuarentena, la puta cuarentena que ya se cumplía en otras partes, se anunciaba que aquí empezaba esta noche a partir de las 24 h.
Carlos. Un hombre soltero sin familia, de unos 40 años que físicamente aparentaba mucho menos, había salido a la calle, solo para recorrer pocas cuadras y llevar algo de alimentos a un amigo, luego volvería a su domicilio donde vivía solo en una casita de tres dormitorios, la cual habiendo previsto la situación estaba totalmente surtida con lo necesario para aguantar sin salir por al menos un par de semanas.
Esta hombre tenía un secreto que en todo el mundo solo él conocía, Tenía una habilidad, un superpoder dirían muchos, pero él la consideraba una habilidad, leve pero habilidad.
El asunto es que Carlos, estando cerca de una o varias personas podía afectar sus sentidos o lo que sentían. Es decir podía aumentar la alegría, tristeza, lástima, excitación o cualquier otro sentimiento de otra u otras personas cercanas a niveles muy altos o muy bajos. Lo llama proyectar.
No podía dar órdenes que otros debían cumplir no, pero con el tiempo aprendió que eso no era necesario. Había otras formas de mandar por ejemplo si deseaba comprar algo más barato solo tenía que “proyectar” en el otro un sentimiento fuerte de lástima y en muchos casos lograba lo que quería- También se dio cuenta que no era posible lograr cosas con acciones que estaban muy por fuera de la moral, es decir nunca podría conseguir que un cajero de banco le regale dinero o que una mujer desconocida se le regale si están totalmente propensos a ello.
Era una habilidad extraordinaria que si no fuese una persona mesurada lo podría colocar el posiciones muy altas de la sociedad, pero él era una persona muy medida y solo en algunas ocasiones lo usaba siempre pensando en no dañar a otros.
Ya estaba en camino de vuelta a su casa, solo faltaban un par de cuadras cuando siente unos gritos desde un callejón. Se acerca sigilosamente y se asoma.
Puede observar como tres personas de sexo masculino golpeaban a otra en el piso para robarle, y aparentemente como no le habían encontrado nada de valor, hablaban de golpearlo hasta matarlo.
Carlos se dio cuenta que si no intervenía podría haber una muerte, entonces agarrando un caño de alrededor de un metro que encontró en el piso, se acercó sin hacer ruido.
Mientras se acerca infunde en los tres delincuentes un sentimiento de miedo exagerado hacia él.
Al llegar al lugar uno de los delincuentes lo ve y del miedo no reacciona, entonces Carlos actúa dándole un golpe en el brazo con tanta fuerza que se siente este se rompe y sin detenerse gira y lanza otro golpe que da en la espalda del otro hombre quien cae al piso totalmente aturdido.
En ese momento grita al asaltado pidiéndole que se levante. El grito es escuchado y el asaltado levanta un bolsito que evidentemente le pertenecía e inicia la carrera detrás de él.
Corren juntos un par cuadras y luego caminan los metros que faltaban ya que Carlos advierte que no son seguidos.
En pocos minutos entran en su casa, recién allí Carlos observa a su acompañante y se encuentra con un chico de cabello claro largo atado en colita por detrás de la cabeza, flaco, totalmente lampiño, aparentaba unos 18 años, con pinta de afeminado y vestido con ropa unisex.
-Estas bien, soy Carlos -dijo
-Sí, un poco golpeado pero bien, soy Marian -respondió el chico
-¿qué pasó? ¿Por qué estás en la calle? -preguntó Carlos
-Estaba en casa de unos chicos que creía amigos, pero como no me gustó la compañía que recibieron y me negué a estar con ellos, me echaron a la calle -respondió Marian
-¿Estar con ellos? -preguntó Carlos
– bue, acostarme –respondió el chico bajando la vista– soy homosexual.
-Haz hecho bien -dijo Carlos y agregó– tienes a quien llamar, aprovecha que todavía puedes moverte en la ciudad porque a partir de las 12 de la noche hay toque de queda y no es posible salir.
-Si quiero llamar a mi abuela, para ver qué debo hacer, ya que no puede venir a buscarme porque está en otra provincia.
-ahí está el teléfono, mientras te preparo un café y algo de comer -dijo Carlos.
Marian llamó a su abuela que en ese momento estaba en otra ciudad atendiendo negocios antes de la cuarentena.
Hablaron unos minutos y finalmente le dijo a Carlos –quiere hablar contigo y agradecerte.
Él tomó el teléfono y dijo –hola soy Carlos mucho gusto -del otro lado le contestaron– hola sí, soy Mabel la abuela de Mariano.
Hablaron por espacio de varios minutos y finalmente Carlos cortó.
-Quedamos con tu abuela que te quedas aquí unos días. En este momento es casi imposible venir a buscarte sin tener un permiso, que tratará de tramitar. No te preocupes aquí hay de todo para que la pasemos tranquilos al menos un par de semanas -le explico Carlos mientras le sirve el café y unas galletas.
-A que te dedicas -le pregunta Carlos tratando de iniciar una conversación.
-Bueno estudio baile y nada más ya que mi abuela me mantiene dándome todos los gustos.
-y cómo has terminado en lo de esos “amigos” con todo ese problema de pandemia ya conocido -dijo Carlos.
-en realidad inicialmente éramos un grupo de amigos cross y nos quedaríamos estas dos semanas de cuarentena en esa casa. Justamente estábamos haciendo un concurso de pasarela para divertirnos, pero resulta que uno de ellos -calentón de mierda- dejó entrar a unos malvivientes que se apoderaron de la situación. El resto ya lo sabes -respondió Marian.
Charlaron un rato donde cada uno explicó algo de su vida, y luego como estaba anocheciendo Carlos preparó una cama en otra habitación y allí le indicó a Marian que dormiría los siguientes días.
Antes de acostarse Carlos pasó por la habitación de Marian, le dio una toalla, un cepillo de dientes y le indicó que si quería podía bañarse. Antes de retirarse le preguntó –quieres ropa para dormir.
A lo que Marian respondió que no –traigo toda mi ropa en el bolso –agregó.
Marian se bañó y se acostó mirando algo de televisión, por su parte Carlos ya acostado también miraba televisión en su cuarto.
Alrededor de media hora después se cortó la corriente eléctrica. Carlos se levantó y viendo a Marian despierto dijo -no creo que vuelva esta noche la luz, espera que te traigo unas velas -y volvió con una especie de tubo fluorescente a pilas para él y unas velas que le dejó a Marian.
Carlos se recostó nuevamente y se puso a leer un par de revistas. A lo lejos se empezaron a escuchar tiros, gritos y explosiones aisladas.
Un par de minutos después Marian se asoma y dice –sin televisión esto está aburrido, ¿qué te parece si te muestro lo que hacía con mis ex amigos y me das tu opinión?
-¿mi opinión? ¿En qué? -pregunta Carlos.
-recuerdas que te dije que hacíamos un concurso de pasarela, cada participante tenía tres pasadas con ropa diferente y después entonces los jueces definen un ganador por el vestuario y como le queda -responde Marian
-Si claro, conozco esos concursos -dice Carlos– pero acá no hay participantes, salvo uno.
-Claro compito conmigo mismo -agrega Marian– hago mis tres pasadas y vos decidís que vestuario gana -y agrega- al menos para entretenernos un poco.
-Está bien -dice Carlos- llévate la linterna y déjame un par de velas. Avísame cuando vayas a pasar.
Marian se va a cambiar a su cuarto.
Mientras esto ocurre vuelve la corriente eléctrica, o sea tenían nuevamente luz, pero la señal del cable seguía muerta.
Un par de minutos después Carlos escucha una voz -voy para la primera vuelta, sí.
-Perfecto estoy esperando -contesta Carlos.
Entonces aparece Marian. Totalmente transformado.
Vestía una pollerita tableada tipo escolar, cortita, una camisa apretada que hacían resaltar dos minitetitas, se había puesto medias y zapatos de taco. Estaba totalmente maquillado y se había soltado el cabello que le caía hasta el hombro muy lacio.
Era realmente una colegiala con la cola bien paradita. Dio un par de vueltas tomando poses muy sexys.
Carlos estaba ya con la pija parada, pero como estaba debajo de la ropa de la cama no se notaba.
Marian se sentó al borde de la cama y dijo –¿Qué puntaje le pones a este?
Carlos contesto –no tengo referencia para puntuar, quiero ver las tres pasadas y después te digo.
Marian desapareció y Carlos trató de bajar esa pija que ya parecía un mástil.
Unos minutos después entra nuevamente Marian, esta vez vestido de enfermera, con un delantal blanco muy ajustado que nuevamente realzaba un hermoso culo todo levantado y hacía notar dos insipientes tetitas. Bien maquillado, medias blancas y los mismos zapatos de taco alto.
Dio también un par de vueltas y poniéndose en posiciones más que sexys saludo desde la puerta para volver a desaparecer.
Carlos solo trataba de ocultar esa erección y hasta ahora lo había logrado.
Finalmente unos minutos después aparece por tercera vez Marian.
Vestía unos mini-shorts muy chicos que dejaban toda la cola afuera, el abdomen al aire y la parte superior de una biquini tapándole las tetitas, que hacia juego con su cabellera larga y rubia.
En los tres casos cualquiera hubiese pensado que era una mujer joven y de muy buen cuerpo.
-y cuál es el mejor vestuario para vos, cual gana -pregunta Marian sentándose en la cama.
-realmente los tres son ganadores -responde Carlos– pero me quedo con este último, te queda casi infartarte –agregó.
-Bueno gracias –dijo Marian- voy a guardar la ropa.
Mientras Marian se cambiaba en su habitación, Carlos decide darse una ducha fría para tratar de bajar esa erección y se metió en el baño, en ese momento se vuelve a cortar el suministro eléctrico y vuelven a quedarse sin luz.
Al salir de la ducha Caros va a su cama y ve a Marian acostado y tapado en ella.
¿Qué pasó? –pregunta.
-perdona pero sin luz y con todos esos gritos y ruidos tengo miedo. ¿Puedo dormir en esta puntita sin molestarte? –responde el chico.
A Carlos le dio lastima, pero como para echarlo le dijo –mira que yo duermo desnudo.
-no hay problema, igual la cama es grande, debe tener como 2 metros -agrega Marian.
Carlos entonces se acuesta y se pone de costado mirando la ventana, de igual manera estaba Marian, pero en la otra punta de la cama. Los separaban casi 1 m.
Carlos trato de dormir, pero se le venían en mente las imágenes de la pasarela y sentía que la pija se le volvía a hinchar.
Trato de olvidar eso y cerró los ojos. Unos minutos después siente movimiento y al abrirlos se da cuenta que si bien Marian no ha cambiado de posición, la distancia que los separa ahora es de menos de 20 cm.
-Estas despierto -escucha el susurro de Marian.
-Si aún no duermo -dice Carlos en voz más alta.
-Me puedo así como estoy arrimarme un poco más que estoy algo asustado. -Pregunta Marian.
-Bueno -le dice Carlos– pero recuerda que estoy desnudo.
Marian se acerca y se pega casi en cucharita con el diciendo –yo también duermo casi desnudo.
En ese momento Carlos se da cuenta que su pija totalmente parada está apoyada entre los cantos del culo de Marian y hay un contacto directo entre los dos cuerpos con solo el calzón separándolos.
-no dijiste que dormías desnudo, ahí quedo algo de ropa enganchada -dijo Marian mientras con la mano agarraba la pija de Carlos y la soltaba enseguida.
-Uhh, perdón, pensé que era ropa –aclaro Marian.
-Está bien, no te hagas problemas –dijo Carlos minimizando la cosa.
-el problema tienes que hacértelo vos, no creo que puedas dormir con semejante pedazo levantado toda la noche -agregó Marian– se ve que te gustaron los vestidos.
-Bueno ya pasará -Dijo Carlos- en un rato se baja sola.
-Me parece bien –dijo Marian- el tiempo soluciona todo, hasta mañana.
Pero a Carlos la pija no le bajaba y menos estado ubicada dentro del canal de los dos cachetes del orto del pendejo. Y lo peor era que este se daba cuenta ya que la sentía pegada al culo y a cada rato la apretaba al comprimir y aflojar los músculos del culo, empeorando la situación.
Finalmente Marian dijo –parece que no se baja y así no vamos a poder dormir. ¿Me dejas que te ayude con este problema?
-y como piensas solucionarlo -pregunto Carlos
Ante esa pregunta Marian se da vuelas, se mete bajo la ropa de cama y agarrando la pija de Carlos con su mano le da un beso en el glande, luego lo lame muy despacio.
Carlos al sentir esto retira la ropa y observa como Marian le besa la cabeza de la pija dejándola toda mojada de saliva, y sigue hacia abajo besando y chupándole los huevos que a su vez acaricia con una mano. Le lame la pija desde abajo hasta su glande y vuelve a comenzar, la lengua no dejaba de pasar por todos lados dejándolo bien mojado.
-Hm como me gusta esto -dice Marian, y agrega sonriendo– que putito que soy, me encanta. Te agrada lo que te estoy haciendo -le pregunta a Carlos que lo mira con cara de estar gozando.
Comienza a pajearlo y le dice –que preferís, que te haga una paja así como estoy haciendo, o que te la chupe así -y vuelve a besarla y lamerla.
-Chúpala que me gusta -dice Carlos– seguí así putito, mostrá lo que sabes hacer.
Carlos le toma la cabeza desde su cabello y lo acaricia alentándolo a seguí así.
Marian mientras arrodillado junto a él y viendo que lo está mirando, comienza a meterse la pija en la boca muy lentamente sabiendo que le está haciendo algo que evidentemente le gusta.
Finalmente la pija entra totalmente y sus labios tocan los pocos vellos de la base de la pija. Carlos siente como su pija entra en la garganta del chico, en ese momento le aprieta la cabeza contra sí y no lo deja retroceder y dejar salir la pija.
Marian comienza a ahogarse y se retuerce. Cuando finalmente se da cuenta que la presión sobre su nuca cede, levanta la cabeza y la pija va saliendo. Marian comienza a toser y a largar saliva que Carlos toma con su mano.
-esto lo voy a usar como lubricante para meterte algún dedito por la cola -explica Carlos.
Ya repuesto Marian le dice –Hm pero de a poquito que no quiero que me duela porfa.
Mientras la cabeza de Marian sube y baja, Carlos comienza a acariciarle el culo mojando el agujerito con la saliva recogida en su mano.
Comienza a mover el dedo anular en forma circular sobre el ano y de a poco logra introducir la primera falange.
-¿Te gusta así putito, hasta cuantos dedos aguantas? -le dice.
-Con buena lubricación y tiempo podrías casi meter la mano entera -responde– pero hoy solo hasta 3 deditos porfa.
-Como te voy a coger pendejo, que lindo culo tienes -agrega Carlos.
-Te gusta mi colita -dice Marian mientras se baja todo el calzoncillo– juga todo lo quieras con ella, pero hoy no la usamos, me duele por los golpes -y agrega– igual te aseguro que te lo compensare en su momento.
-no hay problema pendejo -dice Carlos– hazme una buena mamada y estoy más que conforme.
Carlos logra de a poco meter su dedo completo dentro de la cola y empuja hasta el fondo.
-Ahh -dice Marian- pone dos o tres y pajeame la colita despacio.
Carlos pone otro dedo y comienza lentamente meter y sacar ambos dedos.
-¿Vistes que limpita tengo la colita? -dice Marian– de eso me encargue hace un rato, pensé que a lo mejor querías darle unos besitos -y sonríe mientras sigue chupándole la pija que entra y sale de su boca.
Al escuchar eso Carlos toma al pendejo, lo da vuelta colocándolo boca abajo en la cama y comienza a jugar con su lengua en el agujerito del culo.
Marian comienza a gemir a medida que la lengua de Carlos gana terreno en esa colita. Le muerde también los cachetes, los besa, los lame.
Carlos no sabe si logrará aguantar sin romperle eses colita ya mismo, está casi desesperado, pero la pericia de Marian es tal que sale de esa posición, se mete nuevamente la pija en la boca y lo tranquiliza diciendo –dale papito, dale tu lechita en la boca a la nenita.
En pocos minutos Carlos siente que va a explotar y le llena la boca de leche al putito.
Marian recibe todo el contenido sin dejar escapar una gota y lo traga con gusto, mientras con la lengua le limpia la pija.
-Cuanta leche papi y que rica -dice Marian.
Al finalizar se da vuelta, se levanta el calzoncillo y dice –ahora si podemos dormir seguro, hasta mañana.
Carlos cierra los ojos y piensa que lo va a tener en su casa al menos un par de días, y mientras se imagina todo lo que le va a hacer a ese pendejo se va durmiendo plácidamente.
Marian también se duerme pensando en todo lo que le van a hacer en los próximos días y se da cuenta que se duerme excitado.