Ya estábamos a mediados de septiembre, yo había pasado el verano en el pueblo con mis amigas, después de lo ocurrido con Cesar y con Tomás quise refugiarme en ellas, no es que me importaran los comentarios de hecho me hicieron más fuerte y abrí los ojos viendo quien realmente era mi amiga y quién no.
Después de aquello como os comente me tildaron de puta, de zorra y de guarra, realmente no entendía el porqué a una mujer se la juzga de diferente forma que a un hombre cuando tiene relaciones sexuales, con uno, con dos o con tres chicos da igual, a mí me podían poner los cuernos y no pasaba nada pero cuando era yo ¿ya era una guarra?, no lo entiendo y no solo por parte de los hombres sino y sobre todo por parte de las mujeres.
Como os he dicho, llevaba todo el verano con mis mejores amigas, Raquel, Sofía y Marta que junto conmigo, éramos las cuatro mosqueteras, la primera semana de septiembre conocimos a unos chicos algo mayores que nosotras en la playa, tendrían unos veinticinco años y mientras nosotras nos tostábamos al sol, ellos jugaban a todo tipo de juegos con balón, siempre donde nosotras nos colocábamos y eso que cambiábamos de sitio todos los días.
Eran seis chicos de Madrid que estaban pasando unos días de vacaciones en la casa de los padres de uno de ellos, eran todos unos niños pijos, alguno ya ni estudiaba ni trabajaba, simplemente vivía de papi, casi todos muy guapos, aunque había de todo, pero lo que todos si tenían en común eran los cuerpazos, atléticos, sin un gramo de grasa ni de tripa cervecera, poco a poco fuimos entablando conversación con alguno de ellos, cuando nos metíamos en el agua para refrescarnos un poco, conversaciones tipo como os llamáis, de donde sois, estudiáis o trabajáis.
Al cabo de los días se empezaron a sentaban con nosotras, jugábamos en el agua con ellos y también al balón, realmente nosotras sabíamos que iban a lo que iban, si podían pillar cacho mejor que mejor, así que no podíamos sorprendernos si veíamos a alguno mirando o babeando cuando alguna de nosotras decidía hacer topless o cuando jugábamos e intentaban rózanos y meternos mano de forma involuntaria… si, si involuntaria.
Empezamos a salir de copas por la noche con ellos, una noche Sofía se desligó del grupo y estuvo muy acaramelada con uno de ellos, la perdimos de vista durante un par de horas, todos sabíamos lo que estaba sucediendo, precisamente vinimos en el coche de Sofía, y de camino ya ha casa su coche olía a sexo, nos empezamos a reír, a burlarnos de ella, empezamos a gritar como histéricas para que nos contara todo lo que allí había ocurrido con pelos y señales y lo que nos contó nos dejó a todas con las bragas mojadas.
Nos invitaron el viernes por la tarde a una barbacoa en su casa como despedida, ya que el domingo se tenían que ir, nos arreglamos un poquito más de lo normal, nos pusimos todas muy guapas, con unos vestidos cortos y muy pero que muy sugerentes, llegamos a las seis de la tarde, era una casa enorme con una gran parcela, desde una de las esquinas del jardín había una vista muy bonita donde se podía ver el mar, la tarde transcurrió entre risas y bromas, Sofía estaba radiante agarrada continuamente a su chico, como le empezamos a llamar cariñosamente delante de ella, cada vez que se besaban todos empezaban a silbar en plan de broma lo que hacía que Sofía se ruborizara.
Aquel día hacia bastante viento y al caer el sol refresco, me levanté y me dirigí a aquella esquina cuando empezaba a ponerse el sol, mi melena volaba y sentía algo de frío, Pablo me siguió al momento.
-Bonita puesta de sol verdad. -Me comento Pablo.
-Si, realmente bonita.-Le contesté.
Sentía frio, pasaba mis manos por mis brazos para darme calor, Pablo se dio cuenta y me comento que no tenía chaqueta pero si a mí no me importaba él me abrazaría para darme algo de calor, al principio dude pero era algo muy inocente con lo que le dije que sí, sé junto a mí y me abrazo por la espalda, moviendo sus manos de arriba abajo por mis brazos, al cabo de un rato estaba entrando ya un poco en calor y no solo exterior, alce una mano y la apoye en su hombro derecho y mi cabeza sobre su pecho, me encontraba muy a gusto entre sus brazos y olía estupendamente bien.
Raquel se acercó por detrás con Toño, cogidos de la mano se pusieron a nuestro lado, se quedaron con nosotros y se abrazaron también en silencio, hasta que aquel espectáculo termino, Raquel y yo nos miramos, sonreímos, nos conocíamos tan bien que simplemente con la mirada sabíamos lo que pensábamos y yo sabía que esa noche Raquel se lo iba a pasar muy bien, Pablo y yo nos quedamos todavía un tiempo más allí, el viento hacia volar mi melena, levantaba mi vestido, un vestido verde muy corto de tirantas.
-Tienes frío Lara
-Si, un poco, pero estoy muy a gusto aquí contigo la verdad.
Pablo me abrazo más fuerte, podía sentir su corazón, deslizo sus manos para darme calor pero no solo por mis brazos, su mano izquierda bajo hasta mi muslo y empezó a subir apretando fuerte y despacio, levantándome la falda del vestido y como destino mi hombro izquierdo, lo hizo una vez más pero ahora sus dedos rozaron el lateral de mis pechos, el frío había levantado mis pezones, no llevaba sujetador y él se dio cuenta.
Ahora eran las dos manos las que una vez más realizaron el mismo recorrido, empezando por mis muslos, subiéndome el vestido y dejándome las bragas al aire, subían por mi costado, sus manos se pararon en mis pechos acariciándolos, sentí como sus labios se acercaban a mi cuello, ladee mi cabeza para ofrecérselo entero, aprovechó mi regalo y empezó a besarme, me mordía el lóbulo de la oreja, metiéndolo en su boca y succionándolo.
Realizo el mismo ritual, mi vulva empezaba a mojarse, mis bragas se humedecieron, sus manos se entretenían por el camino en mis pechos, apretándolos con suavidad, sentía como había crecido un bulto en su pantalón y como nuestras caderas se movían al mismo son, apretando mi culo contra aquel bulto, me empezaba a excitar, quería besarle, quería sentir sus labios sobre los míos.
Me di la vuelta, ahora lo tenía de cara, sus labios casi rozando los míos, los movimientos con las caderas no cesaron, sentía aquel bulto por encima de mi sexo, Pablo me abrazo fuertemente, me beso introduciendo su lengua, buscando la mía, sus manos se posaron en mi culo y empujaban hacia él, ahora sí, ahora sentí aquel bulto duro sobre mi sexo, rozándolo una y otra vez, el calor se apodero de mi interior.
Pablo empezó a morder mis hombros con sus labios, deslizando las tirantas de mi vestido, con sus manos me las retiro del todo, la parte de arriba de mi vestido cayo dejando mis pechos libres para que los pudiera tocar, besarlos, lamerlos, metió su mano por debajo de mi vestido, de mis bragas, acariciaba mis labios y mi clítoris empapados por la excitación, un dedo se metió en mi interior y un gemido salió de mí a la vez que cerraba los ojos y mi cabeza caía hacia atrás, el viento volaba mi melena.
Ni una palabra solo gemidos, no nos importó que nos vieran los demás, no nos importó que nos oyeran, nos tumbamos en la hierba, los besos y las caricias no cesaban, le desabroche el pantalón para liberar aquel bulto enorme que tenía entre las piernas, lo lamí suavemente, metía en mi boca solamente su glande de su enorme pene, succionándolo, veía su cara de placer, tenía el pene tremendamente grande y muy suave, lo fui metiendo despacio dentro de mi boca, lo sacaba y lo lamía entero.
Le bajé los pantalones hasta las rodillas y me puse encima del como si fuera una amazona, le desabrochaba la camisa besándole todo su cuerpo hasta llegar a sus labios, mi cadera subía y bajaba, su pene se rozaba por toda mi vulva por encima de las bragas, estaba segura de que él tenía que sentirlas tremendamente mojadas, su lengua penetraba una y otra vez en mi boca, necesitaba más, quería sentir su pene rozando mi interior, deslizándose dentro de mí, penetrando suavemente en mi vagina, una y otra vez.
Levante mi falda y me aparte un poco las bragas, guie su pene hacia mi abertura vaginal lo deje allí para que fuera entrando poco a poco, primero solo el glande luego todo el pene hasta tenerlo muy dentro, nuestra piel rozaba una y otra vez en mi interior, la tenía tan suave que me encantaba la sensación al entrar y salir, mis pechos al aire botaban en cada penetración hasta que Pablo me los cogió agarrándomelos, apretándomelos.
Los dos empezamos a gemir, yo soltaba algún que otro grito pequeño cuando su pene rozaba las partes más sensibles, Pablo me sujeto con fuerza y nos hizo rodar dejándome tumbada sobre la hierba su pene seguía dentro de mí, se puso de rodillas entre mis piernas, me las abrió, me subió la pelvis y empezó a metérmela profundamente, la tenía tan grande y gorga que mi vagina se estiraba más y más para hacerla hueco, sus movimientos profundos y rápidos, mis músculos vaginales apretando contra su pene con fuerza la sensación del roce y del placer fueran extremos y en cada empujón mis pechos bailaban, los gemidos cesaron convirtiéndose en gritos de placer que se me escapaban inundando la noche con ellos.
Me cogía con fuerzas de mis caderas, me movía como si no pesara nada, estaba a su merced, mis piernas temblaron, un orgasmo apareció de repente, empecé a chillar de placer rompiendo una noche silenciosa.
Pablo la metió más dentro, más profundo, se movía muy despacio casi sin sacarla, y profundo muy profundo, sabía que se iba a correr dentro de mí, quise parar, quise separarme, pero cuando se lo fui a decir sentía como me golpeaba su semen muy dentro, caliente, yo sabía que no pasaría nada pero hubiera preferido que se corriera fuera, cuando saco su pene el semen empezó a salir de mi vagina empapando mis bragas.
Después de besarnos y de reírnos nerviosamente, nos levantamos, me coloqué bien las bragas y el vestido, cogidos de la mano nos dirigimos donde estaban los demás, allí no había nadie, parecía que la fiesta se había trasladado al interior de la casa, nada más entrar empezamos a oír gruñidos y gemidos, pasamos el pasillo y nos dirigimos al salón, era un salón enorme con un piano en la esquina y el espectáculo que se presentó ante mi era dantesco.
Estaban prácticamente todos desnudos, besándose, acariciándose, dos de mis amigas Sofía y Marta estaban siendo folladas en el suelo, Marta no paraba de gritar, Pedro la follándola el coño mientras Jesús se la metía por el culo y Sofía cabalgaba sobre la polla de Juanjo mientras que se comía la enorme polla a Antón (su chico), de momento no había visto a Raquel, pero la oía como jadeaba, como gemía.
El próximo relato os desvelaré como ocurrió y cuál fue el desenlace aunque creo que ya lo habréis adivinado.