Mi nombre es Juan. Una tarde luego de realizar unas compras en el centro comercial me reencontré con Elizabeth de un modo casi accidental. Elizabeth o Eli cómo solíamos decirle era una vieja compañera de trabajo con la cual habíamos compartido oficina hace más de una década. Habíamos cachondeado pero sin llegar a nada corporal. Siempre nos tuvimos muchísimas ganas. Nuestros cuerpos deseaban poseerse sin ropa mutuamente. Durante años quise probar su caliente e intensa piel pero nunca llegué a conseguirlo.
De contextura mediana, flaca, morocha de pelo largo negro y con un jean muy apretado que marcaba contundentemente su voluminoso trasero. Un culo de líneas redondas que parecía copiar la forma de una manzana sobre las costuras de un jean. Turgente zanja creaba el ceñido pantalón mientras con su cadencia al caminar lo sacudía de un lado al otro con cada paso. Empujaba un carrito de bebé en el cual iba su hija recién nacida al mismo tiempo que movía como una pandereta su carnoso culo. Una bebé hermosa la cual me presentó inmediatamente llamada Delfina. Se observaba que aquella excompañera de trabajo le había sentado muy bien el embarazo realzando sus curvas a un modo muy sensual tanto de atrás como de adelante.
No pudimos platicar lo suficiente, ya que estaba con su marido. La situación no era la adecuada ni cómoda para ninguno de los dos. Ya que yo me babeaba y fantaseaba con el cuerpo de la reciente madre ante la atenta mirada de su marido. El cual se percató instantáneamente de mis miradas sexuales y altamente lascivas contra el cuerpo de su mujer. Sabiendo esto era todo aún más incómodo para mí que la comía con la mirada. Pero aún con esta imposibilidad pudimos intercambiar teléfonos con el fin de hablar y ponernos al día.
Con el pasar de las semanas los mensajes fueron llegando. Y así fuimos poniéndonos a tono con la realidad de cada uno. Elizabeth me contaba lo difícil que era ser madre, sus penurias económicas y su mala situación sentimental con su marido Pablo. Yo le contaba de mi trabajo, de mis rupturas amorosas y mis viajes. Realmente solo pensaba en hacerle el amor en diferentes posiciones mientras lamía sus enormes pechos llenos de caliente leche materna de modo obsceno. Mensajes más mensajes menos nuestra charla siguió su curso en modo amigos donde yo no me dejaba de calentar a tope por la mujer de pablo.
Luego de unas semanas ya era algo cotidiano el escribirnos y el hecho de tener esta pseudo relación virtual con la madre de Delfina. Ella me consideraba un amigo mientras yo solo podía Imaginarla succionándome el pene al mismo tiempo que la tomaba del cabello lo cual ponía mi miembro duro como un roble.
Una noche luego de una charla le confesé.
-¡Qué lindo culito te hacía ese jean en el centro comercial Eli!
-¡Ay, sos un atrevido! Jejeje ¡soy mamá, respétame! Jejeje decía mientras reía.
-¡También estás súper tetona! ¡Me las tenés que pasar por la boca!
-¡Juan estoy con Pablo! ¡Está acostado al lado mío! ¡Y los pechos son de Delfina! Jejeje
Hicimos un intercambio de fotos en ropa interior y algunas desnudas donde calentamos al rojo vivo la charla aún más.
Dónde no me quedo más alternativa que masturbarme por esas fotos tan sugestivas.
-¡Sé que estás con tu marido pero te quiero coger igual!
-¿Sabes hace cuánto no me cogen?
-Pablo no te debe ni tocar y yo tengo la verga dura para que te prostituyas conmigo.
-¡ay, Juan! ¿Me vas a coger como una puta? ¿Cómo una cabaretera en un burdel?
-Si, como una ramera en 4 puesta como un perrito mientras te mando mi verga bien dura hasta hacer tope.
-¡ay, sí cógeme! ¡Así! ¡Voy a ser tu puta y quiero que me cojas!
Ese mismo día sabíamos que nuestro encuentro sexual estaba pendiente. Los días pasaron hasta que pudimos combinar para vernos en forma privada en un motel.
Rentamos por unas cuantas horas una habitación para dar a nuestros cuerpos los más profundos placeres. Eli había dejado a su marido cuidando a su hija para que su amante le haga el amor como a una prostituta por horas.
Entramos al motel y mis manos ya estaban manoseando el culo redondo de Elizabeth haciéndome socio de Pablo. Marido con el cual iba a compartir la monta de su mujer.
-¡Voy al baño! -me dice.
Me recosté sobre la cama de la habitación para luego despojarme de toda mi ropa.
Elizabeth se demoró unos instantes, para luego salir tímidamente en un conjunto de ropa interior blanco que puso duro inmediatamente mi miembro. Acercándome a ella comenzamos a besarnos y abrazarnos fuertemente mientras recorría su cuerpo con mis manos. Apoyando mi duro paquete justo sobre el pequeño triángulo que formaba su sexy braga blanca.
Su respiración se agitaba mientras estos roces eran más fuertes dejando que mis manos bajen desde su cadera hasta sus nalgas surcándolas por completo. Mi lengua se introducía en su boca sin control. Para luego guiarla de modo suave a realizarme sexo oral de rodillas. Accediendo sin problemas está morocha madre me hacía una terrible felación lo cual puso como una piedra mi largo pene. Su cabeza avanzaba con dirección a mi pubis comiendo y tragando todo lo humanamente posible. Lamía de gran manera mis testículos de arriba abajo con su ancha lengua. Luego de succionarme el glande con gran entusiasmo dejándome listo para que la penetre.
Era un hecho que su esposo Pablo tenía unos cuernos de alce sobre su frente los cuales nunca podría quitarse. Sería un cornudo al cual le cogí a la mujer mientras esta le había ordenado cuidar a su hija en su casa al tiempo que ella abría las piernas frente a mí.
Luego de esto se puso en pie mientras mi mano jugaba y acariciaba entre sus piernas. Completamente depilada para la ocasión mojaba mis dedos bajo su braga de encaje blanco.
Mis dedos enaceitados olían a su concha. Olor a vagina de madre casada el cual me volvía loco.
Con mi otra mano saqué sus lechosos senos de dentro de su corpiño. Los cuales estaban provistos de 2 jeringas largas que oficiaban de inyectores de leche materna de color marrón oscuro. Mientras los manoseaba y acercaba mi boca con el fin de probar y degustar los jugos dulces de la maternidad.
-¡Para juan!, no lo tomes a mal pero los pechos son para mi bebé (Delfina), ¡Por favor, no me los chupes! ¡No te metas con la comida de mi hija! -Me suplicó.
A lo cual yo acepté sin problemas. Recostándome nuevamente en la cama y luego de ponerme un condón le pedí que se sentara arriba mío.
Corriéndose la braga a un costado, con sus senos de areolas oscuros y largos pezones fuera de su sostén brincaba sobre mi miembro como una meretriz. Haciéndole marcar el ritmo y la profundidad con mis manos desde su cadera.
Podía sentir como mi verga se apoderaba de ella mientras esta promiscua madre copulaba con otro hombre que no era el padre de su hija.
Largos instantes cabalgó sobre mi miembro mientras la tomaba de sus senos oprimiéndolos con ambas manos haciendo que estos se escurran. Extrayendo de esta gemidos hondos de placer. Era claro que a la primeriza mamá le calentaba muchísimo que le extraigan su leche materna con la boca mientras fornicaba con otros hombres. Sus gemidos de placer no cesaban mientras sus caderas se agitaban conteniendo el largo total de mi erecto pene.
No aguantaba tan terrible y placentero suplicio. Ferozmente apreté sus senos con mis dos manos. Abrí mi boca al máximo e introduje su larga ubre lactante en mi boca haciendo una succión sin fin. Logrando que está se corriera sobre mí, en un orgasmo que provenía del más profundo interior de su ser. Dejándome tragar a chorros bestiales el dulce y tibio producto materno de sus senos hasta acabar dentro de ella protegido por un condón.
Para luego caer rendidos ambos sobre la cama.
Instantes después fui a tomar una ducha y alistarme para un segundo acto.
Este acto comenzó minutos después de un breve descanso. Dónde Elizabeth aceptó ponerse en 4 sobre la cama para que yo desde atrás la haga nuevamente mi mujer y pueda cogerla como una puta como le había prometido.
Penetrándola con mi dura verga sin piedad
-¿Te gusta así? ¿Cómo una cabaretera?
-¡Ay sí! ¡Así! ¡Cógeme así, como una cualquiera! ¡Sí! ¡Como una prostituta en 4!
Mientras fondeaba todo el largo de mi pene dentro de ella. Reiteradas veces abusé con mis manos de su cintura para darle un duro galope que hacía temblar sus nalgas mientras esta gozaba. Tomándola de su cabello largo negro y como si fuera una cualquiera darle pija sin piedad. Hasta sentir un dulce orgasmo suyo.
-¿Así no te coge tu marido golfa?
-¡No! ¡No, no me coge así como una prostituta en 4!
Mis manos aprovecharon esa posición para tomarla de los senos y como si fueran 2 manijas de allí empezar a jalarla. En una ráfaga de movimientos pélvicos que rebotaban sobre la profundidad de su útero dándome muchísimo placer. Mientras Podía sentir como por mis manos escurría gotas de su leche materna de sus pezones abiertos a la vez que ella decía:
-¡Soy tu puta cógeme más! ¡Cógeme más por favor! ¡Soy muy puta!
En ese instante decidí rápidamente quitarme el condón para inmediatamente volver a penetrarla y sentir su vulva mojada sobre todo mi tronco peneano.
-¡Ah! ¡Ay! ¿Y el condón? ¡Hay no puedo ser tan puta en 4 y sin condón!
¡Delfina tiene una mamá muy putita!
-¡Ramera te siento todo y estoy al límite!
-¿qué va a decir el cornudo de mi marido de esto?
-Que te cogí hasta que se te descoció la sutura del embarazo…
Unas cuantas sacudidas más desencadenaron que su mojada vagina sea bañada por mis jugos en una terrible corrida que derramé completamente dentro de ella. Regalo espeso que llego a los ovarios de la mujer de Pablo marcando a fuego quien era el hombre que la hacía gozar…
Todavía nos escribimos con Elizabeth y esperamos tener otro encuentro.