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Sometida ante el deseo
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Soy Irma Jecos, una mujer independiente, persistente y luchadora, criada en casa con mis padres y un par de hermanos, una educación buena, con gran formación en valores, unión familiar y encaminada siempre en obrar de manera correcta. Cuando empecé a crecer mi esencia permanecía, siempre fui de bajo perfil, poco atrevida y con reservas de los temas sexuales. Mi primera experiencia sexual fue a los 18 años, ¡cuánto dolor!

Fue doloroso, Steven estaba bien dotado, luego me acomodé a él y me empezó a gustar, me fue gustando más y más hasta que sin darme cuenta me convertí en una fan del placer.

Tuve algunas aventuras, algunos amores, conocí personas que marcaron mi vida y dejaron huellas imborrables. 6 años después en busca de reparación para mi computador, buscando un buen técnico, apareció Lean Mazún, hombre de carácter imponente, corazón limpio y mente sucia, tenía su propio negocio de reparación, lugar que más adelante se convertiría en nuestra guarida de amor.

Recuerdo ese primer día, mientras el revisaba para encontrar el problema yo lo observaba, no sé porque pero mis ojos se fueron directo a su boca, le miraba los labios y sin darme cuenta mi imaginación voló, me lo imagine haciéndome maravillas con esa boca, esos labios rosados. Dios mío, como me despertó el morbo, se pasmo mi imaginación cuando me hablo para decirme que el computador debía ser formateado, que debía dejarlo y volver a retirarlo el día siguiente, si el supiera que justo en ese momento solo pensé; BINGO!!! Volveré. Hicimos intercambio de números y me retire con su imagen en la mente, me preguntaba una y otra vez como ser sentiría su boca en mí cuerpo.

Al día siguiente fui a retirar mi dispositivo, habían otras personas en turno, así que tuve que esperar, me senté en un mueble mientras mi mente volvía a jugarme sucio, me puse nerviosa, empecé a mover mis manos con ansiedad y me tocaba el cuello intentado disimular, como olvidar ese tic nervioso de tocarme el cabello, recogerlo y soltarlo una y otras ves de manera secuencial, lo que no imaginaba es que él se estaba fijando en cada detalle y gestos que yo hacía. Pasados 15 minutos que para mí fueron una eternidad, me entrego mi dispositivo, me sonrió, pagué y me fui. Esa tarde me escribió: -Hola, soy yo Lean el de los computadores.

A lo que respondí: – Ey! Hola, probé el dispositivo y funciona perfecto, gracias.

Me respondió con un guiño y seguido me dijo: -Note que estabas algo nerviosa.

Yo, diciéndole a mi yo interior hazte la loca respondí: -Yo? ¿Y por qué piensas eso?

El: – No pude evitar ver los ademanes de tu mano y el juego con tu pelo, eso solo lo hace una mujer cuando siente nervios.

No sabía que decir, si decía lo que pensaba quedaría como una mujer fácil, pero si no decía quizás perdería la posibilidad de saber que pensaba el, porque era obvio que también me observaba, ¿de qué otra manera pudo notar mis gestos de nerviosismo morboso por él? Pues sí, él también me miraba, a él también le produjo una sensación diferente mi presencia. Se nos hizo una costumbre hablar, escribirnos, acalorar nuestras conversaciones, cada día fue aumentando la tensión, ya no solo eran chats, me aumento la libido, creció el morbo, subió el nivel hasta que también iniciaron video llamadas, mensajes sucios, fotos calientes.

Planeamos varios encuentros que no llegaron a concretarse, ¿vergüenza o inseguridad? No lo sé, después de varias conversaciones las ganas aumentaron, decidimos vernos, nos citamos un viernes 26 de octubre a las 10:00 a.m. Él envió un taxi a recogerme y luego lo recogimos a él donde dejaría su carro para partir hacia nuestra habitación del amor.

Salí preparada para la ocasión, miel, mi mejor lencería y una depilación completa, si iba a ser, tenía que ser la mejor. Se subió al carro e inmediatamente me soltó un beso, nuestro primer beso. Al llegar al hotel entre palabras, abrazos, caricias, fue quitando piezas de mi ropa y besando partes de mi cuerpo, las ganas iban en un aumento, sentía su deseo, veía sus ganas, toque su erección, lo que me provoco intercambiar de papeles, le quite el t-shirt, bese su pecho mientras le quitaba los pantalones arrancándole de un solo tirón el bóxer, con mis pasos lo guie a la cama y lo acosté, saque la miel de mi bolso y le rocié el cuerpo desde su miembro hasta el pecho, me devolví a lamer la miel sobre su cuerpo de manera opuesta, terminando con su erección en mi boca, estaba vigoroso, duro y deseoso y yo sentía un morbo cada vez más fuerte. Lo chupe, succione, lamí con tanta devoción, quería beber de su jugo, me gustaba la sensación de tener el control por un momento, escuchar sus jadeos, sentir como me apretaba y me agarraba el pelo era tan excitante, él se estremeció, así que rápidamente me tumbo a la cama y me dijo:

-Quiero comerme eso.

Con esa voz tan imponente, con besos y caricias fue bajando desde mi cuello hasta mi entrepierna, quedándose allí para absorber hasta la última gota de mí.

Yo no paraba de gemir, de temblar, de sentir su húmeda lengua, que sensación aquella, que pasión, que intensidad, la última gota derramada salió junto a un jadeo, un grito de placer que no pude contener. Él estaba excitado, en vigor así que se introdujo en mí, mis paredes lo sintieron, se humedecieron, lo sentía en cada embestida, provocaba gemidos constantes, me miraba y le devolvía la mirada apenas pudiendo hablarle y manteniendo los ojos entre abiertos por tanto placer. La intensidad me hacía encoger los músculos de mi interior, lo que provocaba una sensación de aprensión en él, le apretaba involuntariamente, ni siquiera sabía que yo pudiese hacer eso, entre el fervor, el calor, los jadeos de ambos y el encaje de el en mí, ambos cedimos, nos dejamos ir, sentimos la excitación del uno en el otro, aumentamos el ritmo, sus embestidas eran más seguidas, más fuerte, más excitantes y en cada una de ellas salían jadeos, derramando todo nuestro placer sobre los cuerpos culminamos con un exhausto gemido que salía de lo más profundo de nuestro ser.

Quedamos ahí, tumbados en la cama, mirándonos, confirmando ese pensar que nuestra mente se imaginó. El morbo que me provocaba observarlo y pensarlo no se comparaba con lo que había sentido en ese encuentro, esa sensación que no había sentido antes, algo que solo él había logrado en mí. Tomarnos una ducha, conversamos un poco, me abrazaba, me mordía los labios, me acariciaba, volviendo a despertar ese deseo carnal que sentía por él, las energías volvieron a fluir, pero esta vez me puso de espaldas a él, tomando el control de la situación, quedando completamente sometida, se introducía en mí una y otra vez, provocaba gritos de placer, me sujeto del pelo con su mano derecha, sujetando mis dos manos a mi espalda con su mano izquierda, en ese momento me encantaba ser su sumisa, me gustaba que fuera mi amo, provocaba morbo y excitación a la vez, me daba nalgadas mientras era sometida a sus deseos, la habitación se estremecía con mis gritos, le pedí que no parara, le dije cuanto me gustaba, la delicia que era sentirlo en mí, el jadeaba, suspiraba, me sentía, subí la mirada hacia el espejo que me quedaba en frente, lo mire por el espejo, amaba su cara, esa mirada de placer, como se saboreaba los labios, yo mordía los míos, su cara de placer me hacía enloquecer, empecé a moverme rápido, me dio una nalgada y solté un gemido, me agarro fuerte me embistió con rapidez, lo sentí, sentí todo su ser dentro de mí, estallaba algo dentro de mí, gemía, gemía sin dejar de sentirlo, alcancé el punto máximo, me deje ir y solté todo ese deseo que llevaba dentro, seguido de mí el hizo lo mismo, fluyo, soltó todo lo que llevaba dentro, no quedando nada en nuestros cuerpos, concluyo tumbándose sobre mí.

Fue un momento inolvidable, quede sin respiración, estaba en la máxima excitación. Luego de un rato juntos en la cama, miramos el reloj, ya era la hora de irnos, había terminado nuestro encuentro. Nos duchamos, nos vestimos y volvimos a la realidad. Llamo el mismo taxi que nos llevó, Lean se quedó donde lo recogimos, nos despedimos con un beso largo y apasionado, se desmonto y partimos el taxista y yo hacia mi casa.

Al llegar a mi habitación pensaba en cada instante de ese encuentro, fue una faena sin desperdicio, nadie había despertado eso en mí, solo él pudo provocarme morbo, atrevimiento, deseo, ganas, excitación, me hizo ver que era el sexo realmente, un momento de juego erótico entre dos personas, un momento para explorar sus cuerpos, para disfrutar de uno de los mayores placeres de la vida.

Podría decirse que Lean fue mi maestro, yo siempre supe todo lo que tenía en mi cuerpo, pero, no había explorado tan profundo. Una mañana de sábado acostumbradamente me llamo, charlamos unos minutos, nos despedimos diciéndonos una que otra causa de excitación, al cerrarle, recordé todas las palabras sucias dicha en esa llamada y empecé a tocarme, pensándolo hice el amor conmigo, mis manos se deslizaban por todo mi cuerpo, tocaban mis pechos, mi ombligo y mi deseo, acariciando hasta lo más interno de mí, con una imagen en mi mente y su jadeos en mi memoria, llegue al clímax, respire unos minutos y luego me levante de la cama a empezar un día, mi rendimiento fue único, total ya estaba desayunada, relajada y muy entusiasta.

Al día siguiente me escribió un mensaje que decía:

-Ven al negocio y ven cómoda, te espero.

Mi boca estaba seca, el corazón me palpitaba, pero definitivamente había entendido todo lo expuesto en el mensaje. Me coloque un vestido desahogado y esta vez no llevaba ningún tipo de lencería, tome un taxi y llegue al lugar, ahí estaba el esperándome, al entrar, cerró la puerta, apago las luces y fuimos al área de atrás. No se hizo de esperar y se lanzó sobre mí, me besaba, me lamia, me tocaba, al acariciarme noto que no llevaba ropa interior, eso lo excito, me desamarro el vestido, me lo quito dejándome expuesta frente a él. Me sentó en su sillón y lo reclino hacia atrás, imagino que la vista le agradaba porque dijo: -waoooo!

Empezó a tocar mi deseo, metió su cabeza entre mis piernas, lo sentía, fue como ser embestida pero esta vez con su lengua, no paro hasta verme totalmente húmeda, Cuando se aseguró de mi satisfacción entonces me penetro, mis jadeos eran fuertes, tuvo que ponerme su mano en la boca para aplacar el ruido, el ruido del placer que ese establecimiento percibía esa mañana, el entraba en mí una y otra vez, mis paredes estaban adaptadas a él, encajaba todo perfecto, el rose de entrada y salida era tan gustoso, tan placentero que no me era fácil dejar de gritar, seguimos sin parar hasta que se derramo en mí, llegamos juntos, sentimos juntos. Me volvió a confirmar que esos momentos de adrenalina en persona son mucho mejor que la imaginación que me provocaba días atrás. Pasados 5 minutos, tras recuperar el aliento, nos arreglamos, volvimos a encender las luces, nos despedimos y me marché.

Salí como una clienta satisfecha por el servicio brindado y Mazún Repair Center abrió sus puertas al público.

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