He visto relatos muy parecidos al mío, supongo hay coincidencias porque este es 100% real y verídico. Lo narro tal como lo recuerdo:
Como ya he mencionado en alguno de mis relatos, en la preparatoria donde doy clase los estudiantes hacen un trabajo final, por lo que tienen un asesor a lo largo del semestre que los dirige en el desarrollo de su trabajo.
Una joven, de 19 años, pongámosle por nombre G, me pidió que fuera su asesor en el trabajo final. Dude en aceptar ya que G tenía fama de haber andado con varios profesores en la prepa, así como con varios estudiantes, cosa que después comprobaría era falsa. En fin, G tenía un rostro sumamente hermoso, grandes ojos y hermosas y largas pestañas, unas pocas de pecas coloreaban sus mejillas; cabello largo y negro, lacio con hermosa caída… y su cuerpo ¡era el de una diosa! Le gustaba mucho usar blusas muy pegadas, escotadas, y leggings (mallones) de diferentes colores: negros, blancos, grises, verdes… por lo que su cuerpo se marcaba perfectamente.
No era necesario usar la imaginación: su busto era pequeño, firme, cada teta apuntando a lado contrario, (ello se podía adivinar por el escote de su blusa) una cintura hermosa y, lo mejor de todo eran sus nalgas: redondas, paradas, firmes. Era obvio que usaba tanga o hilo debajo de los leggings, de otra manera se notaría el calzón. Sin embargo, siendo yo su profesor, un profesional y además un caballero, en toda la extensión de la palabra, rara vez observe su cuerpo, aun cuando cada lunes acudía a mi oficina a asesoría. De vez en cuando echaba una mirada furtiva sus tetas, cuando sabía que ella no me descubriría, o también daba un vistazo a sus nalgas, cuando salía de mi oficina.
Después de dudarlo un instante acepté ser su asesor. La primera parte del semestre transcurrió sin mayor novedad: mostró ser una estudiante responsable y comprometida, además de inteligente.
Sin embargo, en la segunda parte del semestre comenzó a “tirarme la onda” es decir, a buscar intimar en algunos aspectos: “Ya me voy, antes de que se enoje su novia o su esposa” decía. Yo no respondía, sólo le pedía que revisara tal o cual bibliografía o que adelantara con tal o cual borrador de x capitulo. Así siguió todo, pero casi a final de semestre comenzó a ser más abierta en su flirteo, hasta que un día me dijo, directamente “Usted me gusta mucho profe ¿por qué no nos vemos en donde la única regla sea el goce? Sin ataduras, sin compromisos…”
Titubeé un poco y puse condiciones: que terminará su trabajo, que cuando hubiera una oportunidad, que si acaso lo hacíamos debíamos ser discretos, muy discretos. Yo quería tiempo para pensar bien los pros y los contras, más que otra cosa, porque la verdad es que G me encantaba desde el primer momento en que la vi.
Decidí que sólo se vive una vez. Así un día se presentó una oportunidad: habría un viernes feriado por lo que no habría clases y los padres de G saldrían fuera de la ciudad, aprovechando el día de asueto. Decidí invitarla a mi casa (en ese entonces ya “hablamos” por Messenger casi todas las noches, por lo que ya conocía más de su pasado: había andado con un maestro de la prepa, que era un patán, y que había tomado fotografías de ella, en tanga. Todos habían visto las fotos y de ahí había surgido la mala fama)
La invité a mi casa. Al llegar los dos estábamos muy nerviosos. Le ofrecí algo de tomar me acerque y la besé. Al principio no respondió a mi beso pero poco a poco abrió la boca y nuestras lenguas se entrelazaron en un beso profundo, largo, húmedo. Sin dejar de besarla la llevé a mi habitación en donde continuamos besándonos. Poco a poco mi mano bajó hasta su entrepierna y comencé a tocarle la panocha por encima de los mallones. Ella sin dejar de besarme abrió más las piernas permitiéndome tocarla intensamente. Deslice mi mano por debajo de su ropa, toque su clítoris e introduje un dedo en su vagina. Estaba muy húmeda y caliente.
Poco a poco la despoje de sus mallones y la deje sólo en tanga. Mi boca que ya en esos momentos se concentraba en su cuello, lóbulos y hombros comenzó a bajar lentamente: llegue hasta su vagina y comencé a lamer ávidamente sus jugos. Olía delicioso y sabía aún mejor. Con la lengua recorría de arriba a abajo sus labios vaginales para, en algunos momentos concentrarme en su clítoris: succionarlo, lamerlo, chuparlo. Su reacción física no se hizo esperar: apretó las piernas y tuvo un ruidoso orgasmo: gemía fuerte y de manera muy dulce mientras se venía.
En esos momentos mi verga mostraba por debajo del pantalón una gran erección. Tome su mano y la dirigí hacia mi pene. G lentamente acarició mi pene, por encima del pantalón por lo que le pedí: “desabrocharme el pantalón”. Todo ese tiempo continuamos besándonos y acariciándonos, como dos estudiantes en celo. Ella no lo pensó y sacó mi verga mientras me acariciaba con la mano a lo largo de la misma y los testículos. La caricia de sus manos era tan suave, tan deliciosa que tuve que contenerme un par de veces para no venirme.
Comencé a tocar su busto por encima de la ropa. En cierto momento ella se incorporó, se quitó la blusa y se deshizo del brassiere: ¡que tetas tenía G! Surgieron así dos hermosos globos de carne, no muy grandes, no muy pequeños, del tamaño perfecto, cada uno coronado con un hermoso pezón café, desafiando cualquier ley de gravedad: turgentes, erguidos, palpitantes. Mi boca no podía prescindir de tal manjar: comencé a besar, a morder, a tocar esas tetas deliciosas y G comenzó a retorcerse de placer. En cierto momento me dijo: “métemela” El sólo escuchar a G decir eso me excito muchísimo. Me acerqué lentamente y me fui colocando dentro de ella. Ella abrió las piernas. Estaba tan lubricada que entre sin ninguna dificultad. ¡Que delicia! Estaba muy apretada y caliente. Comencé a moverme lentamente al principio, y más rápido después. Comencé a bombear intensamente y note como su cuerpo se tensaba un par de veces, y su vagina se mojaba mucho más, además de sus pequeños gemidos lo que me indico que se había venido dos veces…
Después de un rato salí de ella y me coloqué el condón. La subí en mi y ella complaciente se insertó mi verga. Comenzó a moverse y me hizo ver las estrellas. Se movía como nadie. Volvió a alcanzar el orgasmo y decidí cambiar de postura: la puse en cuatro puntos y la penetre intempestivamente.
Aproveché para mirar su culo. Si bien su cuerpo es el de una diosa (y así se lo hice saber) lo más rico, lo más delicioso son sus nalgas: un par de redondas nalgas, ni muy grandes ni muy pequeñas, con una hermosa forma circular, agradable a la vista y al tacto. Después de hacerlo por un rato de a perrito la empuje hacia abajo, sin salirme de ella. Con lo que quedó boca abajo y yo encima de ella. Me moví por un rato y cuando volví a sentir la urgencia de venirme le pedí que se moviera, conmigo encima. Al mover su cadera de atrás para adelante apretaba mi pene de una manera deliciosa en cada movimiento. No pude aguantar más y me vine: chorros de semen salieron disparados. Me quede así por unos instantes, encima de ella. Salí lentamente. El condón estaba lleno de semen.
Platicamos un rato, acostados, acariciándonos. Después de un rato comencé a acariciarla, a meterle un dedo, dos, tres en la panocha. Ya estaba muy lubricada y lubricó aún más. Volvimos a hacer el amor. Yo me volví a venir y ella tuvo más orgasmos. No sé cuántos pues en algún momento perdí la cuenta.
Al terminar estaba yo tan extasiado que le pedí: “quédate a dormir” a lo que accedió. Pasamos la noche juntos y a partir de ese momento tuvimos casi año y medio de diferentes encuentros que ya les iré platicando en otros relatos.