Lo sintió de improviso. Y descubrió impactada ese olor. Un olor que vestía de negro desconocido pero terrorífico. Un olor que dolía en lo más profundo de su ser. Le dolía su cuerpo, su alma, su pasado y presente. El futuro dejaba de tener sentido.
-Muévete, sentía ella que le decían… Y se petrificaba
-Bésame volvía a escuchar que decía lejana esa voz y volvía ese olor putrefacto y nauseabundo desde el fondo de su abismo.
Tenía 18 años y los había cumplido la semana pasada y lo celebro con sus amigas en la casa de una de ellas. Ya no podía soportar más.
Mientras se dormía lentamente, recordaba los lindos regalos llenos de amor de sus cinco amigas del alma, compañeras de vida, de curso, de barrio. Sus verdaderas amigas. Era el momento de buscar paz.
La sangre corría lenta e implacable desde sus muñecas. Nada lo impediría. Era su Padre.