Mi tío Marco me estaba llamando. Me ofreció dormir en su casa, luego de saber que mi padre me echó de la casa y acepté.
Me cayó una tormenta en el camino, llegué empapada y mi tío me recibió con una toalla, agua caliente para bañarme y comida, pero solo acepté la comida por pena, además de que siempre me dio miedo su casa y más terror me daría al saber que dormiría en la habitación de su difunta esposa, prefería dormir en la sala.
En la noche, armándome de valor, me preparé para dormir. Durante la madrugada, se escuchaba el rechinido de la puerta, como si se abriera y cerrara despacio. No quería voltear a ver, yo simplemente quería volver a casa o estar en otro lugar.
Al amanecer, sabiendo que mi padre se encontraría en el trabajo, falté a la escuela y fui a mi casa por mis cosas. Para sorpresa mía, encontré la puerta principal entreabierta, atravesé el patio y llegué a la sala, donde se hallaba mi mamá, recargada en la pared y siendo follada por un hombre desconocido. Ellos se detuvieron con espanto al verme.
– ¡Hija! No esperaba que vinieras.
-Tranquilos, sigan en lo suyo, yo solo vine a mi recámara por mis cosas, no tardo en retirarme.
Así sin vergüenza, el hombre la siguió penetrando en lo que yo entré a mi habitación y comencé a guardar cosas en mi maleta. Sin embargo, ver y escuchar la cogida que le estaba dando ese sujeto a mi mamá me excitó muchísimo. Instintivamente, me cambié de ropa por algo más sexy: una falda corta y un bolerito; y salí con mi maleta ya hecha.
Al pasar por la sala no evité lucirme y el tipo que estaba con mi madre lo notó. Mi mamá estaba dándole unos sentones en el sofá y pegando unos gritos enormes mientras yo me detuve a verlos. De repente, él empezó a gemir fuerte, mi mamá se bajó de él y se hincó, de esta manera, él se levantó y comenzó a masturbarse con la verga en la boca de mi madre, quien sacó la lengua y se tragó toda la leche del sujeto. Fue demasiada leche que, al no saber su nombre, lo apodé "el lechero" y ahora era una fantasía mía echarme un polvo con él.
Mi madre me pidió disculpas por haber yo presenciado aquel encuentro, pero le respondí que no tuviera cuidado, nos despedimos y me fui.
Iba caminando por la calle hacia la casa de mi tío, cuando de pronto, alguien metió la mano bajo mi minifalda y volteé rápidamente a ver quién era. Me había seguido todo ese tramo "el lechero" y trató de cortejarme, pero me hice del rogar y solo le proporcioné mi número telefónico.
Más tarde, regresé a casa de mi tío. Entré a mi recámara provisional y me acosté un rato. Pasé horas dormida hasta llegar casi la noche cuando de pronto, se presentó ante mí mi tío, desnudo y con el pene erecto. Mi reacción fue de asombro, pero me resultó atractivo ese falo largo. En cuanto abrí los ojos él se hizo hacia atrás, nervioso y queriendo huir.
– ¿Por qué está así, tío?
Él solo tartamudeaba y no daba una explicación coherente. Respiró profundo, se tranquilizó y me respondió.
-Discúlpame sobrina, seré honesto aunque me odies, pero me hace falta una hembra, desde que murió mi esposa no he tenido nada con nadie y verte acostadita, así semidesnuda me prende.
-No se preocupe, tío. Volveré a dormir.
-Eso no es todo. Siempre he imaginado que me la chupas después de haberte visto por el picaporte cuando se la estabas mamando a tu amigo, el día que te celebramos tus 19.
-No sé si me atreva.
-Pues no se trata de si quieres o no, esa va a ser la forma en que vas a pagarme el hospedaje, te guste o no.
Mi tío se aproximó hacia mí y llevó su pene hacia mi boca. Yo hice como que no quería, pero terminé saboreándola y tragándomela.
-Mejor que una puta es tener a una sobrina así de fogosa. Tu padre tenía razón, eres una zorra.
Esas palabras (puta, zorra, perra, gata, etc.) me estaban gustando para ser descrita, incluso me causaban placer. Mi tío me pidió que me pusiera en cuatro, lo obedecí y él me dejó ir toda su larga verga en mi coño, embistiéndome salvajemente. Las nalgadas que me propinaba me prendían mucho, al grado de azotarme contra él.
– ¿Te gusta, Lorena? ¿Qué se siente coger con un hombre de verdad?
– ¡Ahhh! ¡Me encanta su verga, tío!
-Eres toda una mujercita rica y bien esculpida. Mereces que te follen así. Desde ahora eres mi putita.
– ¡Mmm! ¡Soy su puta! ¡Uhhh!
Pasaron apenas cinco minutos cuando mi tío sacó su verga de mi concha, jaló mi cabello para poner mi boca en su glande y echarme todo su semen. Dejé limpio su pito y me tragué toda su leche para causarle mucha excitación, pero él la manifestaba grotescamente, dándome cachetadas y jalones de cabello duros.
Acabamos y él se fue a la sala, entretanto yo me quedé en el cuarto, pensando que no aguantaría por mucho estar ahí y vivir así. Comencé a pensar en la forma de desaparecer de mi pueblo, pero el escaso dinero me limitaba. Entonces, se me ocurrió tener una cita con "el lechero".
Al contactarlo le pedí amablemente que solo me diera $500 a cambio. Por primera vez prostituía mi cuerpo.
Al siguiente día nos vimos en su casa. Él me llevó a su cama y me acostó de forma que mi cabeza estuviera en el filo de la cama para que él metiera su enorme herramienta en mi boca. Él no paraba de meterla hasta al fondo y sacarla, causando que yo sintiera que me ahogaba, pero debí ser complaciente si quería ese dinero.
Luego de la mamada profunda, "el lechero" me abrió de piernas y me la enterró completa, comenzando a darme duro y rápido.
-Tú y tu mamá están bien buenas. Las dos son mis putas, ¿verdad muñeca?
– ¡Oh, sí! ¡Soy tu puta, papi! ¡Mmm!
Después de un rato, me puso de perrito y me folló durísimo, como nadie antes lo había hecho. Mis pensamientos siempre llegaban a la conclusión de que a los hombres les fascinan los culos de las mujeres y tenernos en esa posición, aunque, siendo sincera, yo lo muevo exquisito.
La última posición que intentamos me encantó. Él me cargó sosteniendo mis piernas con sus brazos y yo sujetándome de su cuello. Yo deseaba que la follada no se terminara porque sentía su enorme verga llegando a lo profundo de mi vagina y disfrutándolo demasiado. Me deshacía en gritos y pidiéndole que no parara mientras él hacía sonar el golpe de mis glúteos con sus muslos.
Minutos después me acostó y continuó embistiéndome hasta que gimió de placer, me sacó su pene y eyaculó a mares. Su semen salió disparado hasta mi frente, bañando mi cara, mi cuello, mis pechos, mi abdomen, mi entrepierna y mis muslos. ¡Era demasiada leche! Por eso y más le quedaba el apodo de "lechero". Yo pasaba mis dedos por mis pechos para recoger su rico semen y llevarlo a mi boca. Entonces él metió sus dedos a mi vagina y los sacó, dejándome una sensación incómoda. Luego me ofreció su baño para ducharme.
Una vez más, se comprueba que a muchos hombres se les olvida el pequeño detalle del clítoris. En estos casos con mi tío y "el lechero" nunca mostraron algo de interés por buscar el orgasmo femenino, solo el suyo.
En medio de la ducha, me quise asear la zona íntima que sentía aún incómoda, metí mis dedos y saqué un billete de $500. Al terminar, me despedí de él reclamándole lo del billete, pero asegurándole que volvería a hacerlo con él.
Salí de su casa pero no me dirigí a la casa de mi tío. Era poco más de mediodía, así que decidí ir a San Juan del Río a buscar trabajo.
Parecía no tener éxito en mi viaje. Iba cayendo la noche y pensé en regresar a casa de mi tío. No obstante, caminé frente a una casa donde leí un letrero en el que se leía: "se solicita sirvienta". No lo pensé dos veces y decidí tocar a la puerta.