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Isla paraíso (Parte III): Desembarco de los violadores
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Raenys

Raenys llevaba tres semanas en la isla Paraíso y vaya que era un paraíso, la isla era de las más hermosas del caribe y del mundo, pertenecía al millonario y filántropo Gabriel Lancaster, hijo del millonario Dan Lancaster, dueño de la petrolera más grande de América. La fortuna de Gabriel era de una cantidad inimaginable, era tanta que era dueño de la isla Paraíso, de 140 kilómetros cuadrados, bien protegida pues en ella vivía las mujeres del multimillonario, un total de 234 mujer de alrededor del mundo, una verdadera locura, pero era un lujo que el solo podía darse.

Las mujeres eran de las más hermosas del mundo con un cuerpo que toda mujer quisiera tener. Gabriel era un hombre con un voraz apetito por las mujeres, así que creo su propio "paraíso" en la tierra en una isla con 234 mujeres que se dedicaban a complacer sus apetitosos carnales. Raenys aún no tenía el privilegio de conocer a su dueño, ni mucho menos de ser montada por él, pero ella esperaba su día.

La mujer había pintado su cabello de un color negro, lo que hacía que resaltara su cabello de su pálida y hermosa piel. Ese día iba junto a Kira, una muchacha de suiza con quien había pasado el mayor tiempo en aquella isla. Iban de camino al lago cristal, un lago que albergaba un agua cristalina y dulce. Ambas desnudas iban a caballo, pues era el medio de transporte en aquel lugar, también había motos de cuatro ruedas pero a ellas les gustaban más los caballos.

El ambiente en el lago era de fiesta, mujer bebían, nadaban y bailan desnudas, disfrutando del sol, mujer con esbeltos cuerpos, cuerpos que eran el deseo de todo hombre.

Las tetas y nalgas brincaban sensualmente mientas las mujeres se embriagaban y jugaban entre ellas. Tomaron unas cuantas cervezas y bailaron sensualmente con otras mujeres, sus cuerpos bañados en sudor y bronceado hacia excitar a Raenys.

Después de un rato ella y su amiga Kira se metieron al lago. Raenys le metió los dedos en el apretado coño de aquella chica que apenas tenían 19 años. Ambas comenzaron a besarse y a meterse los dedos, el placer recorría su cuerpo como las ondas recorrían las aguas.

Ya estando fuera del lago en la húmeda y blanca arena, ella comenzó a lamer el coño rozado de la mujer suiza, su coño era todo un manjar que a Raenys más se le antojaba el coño cada que metía la lengua en ella.

—Hazme tu perra —decía entre jadeos su acompañante.

Raenys le metía los dedos con pasión y locura, ambas se besaban y los deseos de pasión se desprendían de sus cuerpos.

Juntaron sus sexos y las frotaron entre ellas, el placer se apoderaba de ellas y sus bocas escupían gemidos de placer. La cara de la Kira se puso roja y Raenys le metió un dedo a su boca para que lo lamiese, la mujer lo lamia como se de una verga se tratase.

Después de un rato, las mujeres que están en el lago bailando y tomando se fueron a tomar el sol en la playa que no se encontraba lejos de ahí, Raenys y Kira las acompañaron con el fin de relajarse un rato… pero ellas no sabían el infierno que se avecinaba.

Samael.

Viajaba en una lancha junto a otros 8 hombres, tres de ellos eran amigos y los demás unos desconocidos, todos estaban ansiosos de llegar a la afamada isla Paraíso. El dueño de la isla había reclutado a un gran grupo de hombres, un total de 115, con una sola misión; someter a las mujeres que vivían ahí.

Por lo que les había dicho la hermosa mujer que decía ser la mujer del millonario Gabriel Lancaster, los había seleccionado para que sometan a aquellas mujeres por 2 meses y que hicieran de ellas lo que quisieran. La mujer había dicho que cada 3 años el cambiaba de mujeres para poder disfrutar de nuevas mujeres.

Aquélla ocasiones era la primera vez que hacía eso con sus mujeres.

Después de un rato navegando pudieron divisar la isla, estaba rodeada por aguas cristalinas y blanca arena. Mientras más y más se acercaban, podía divisar un grupo de mujeres, al parecer, estaban tomando el sol.

—Vamos, ya quiero llegar para follar a esa zorra —dijo uno de sus amigos, un regordete hombre de 48 años.

Algunos rieron y otros decían más comentarios.

—Hace tiempo que no penetró un culo, ya quiero comerme uno —dijo un extraño.

El grupo de mujeres en la orilla era grande, de al menos 21 mujeres y al parecer no se percataron de su llegada.

Otras lanchas con hombre se alejaban entre ellos, para cubrir y rodear la isla lo más posible, un total de 11 lanchas con 9 o 10 hombres sedientos de placer acechaban la isla y a las mujeres como bestias acechaban a sus presas.

Kira

Unos gritos de mujeres la despertaron de su sueño, mujeres corrían, huían de unos hombres que las perseguían. Quiso incorporarse pero una pesada mano la sometió contra el suelo arenoso. Trato de pararse pero la mano hizo más presión.

-No te muevas perra- dijo una voz detrás de ella.

Miro a diferentes lados y lo que vio la asustó. Hombres en la isla, montando a sus compañeras, las risas y gritos de las mujeres se escuchan con atención, rápidamente se dio cuenta de que pasaba.

Kira se quería escapara de su captor, pero aquella bestia se negaba a dejarla huir.

—Estate quiera puta —dijo el hombre— O te irá peor maldita porra.

—¡NOOO! —Gritó con fuerza— ¡Déjame!

Vio el rostro de su captor, sería un rostro atractivo en otra situación, pero en aquella no. El hombre le metió la dura verga y ella sintió su virilidad dentro de ella, en la montaba con violencia, un olor de vino se desprendía de su boca.

Ella no quería ser violada pero sus esfuerzos fueron inútiles.

La verga salía y entraba en ella con fuerza, le dolía donde la penetraba, sentía una mezcla de placer y miedo, sus gemidos se mezclaban con sus gritos.

Samael.

El pasaba sus manos por todo el delgado cuerpo que se resistía a él, las manos agarraban las pequeñas tetas y coño, la perra sollozaba y se quejaba, eso lo hacía excitarse más. Miro a su alrededor y vio el festín, 9 de las casi 22 mujeres fueron apresada y montadas con brutalidad, sometidas como perras, sus captores se divertían con ellas.

—Te haré mi perra, tú y tus perras amigas serán nuestras esclavas —dijo Samael a su presa.

La chica lloraba y se quejaba, eso lo hizo excitarse más.

—¡Ayyyy!… ¡basta!…

El jalo su cabello hacia atrás y la monto con violencia, su clímax llego y se corrió en su coño, rugió con fuerza y aferro su verga en el coño de la víctima, sintió como llenaba el coño con su leche.

Después, el hombre la tomó de la cintura y la hizo a un lado con violencia y fue en busca de otra presa.

Raenys.

Cuando su captor término de usarla la hizo a un lado con fuerza y fue por otra mujer a la cual montar, ella iba a escapar cuando otro la tomó del cabello y la arrastró.

—Ahora tu perra.

El hombre había montado a otras dos mujeres y ella era su tercera víctima, el hombre metió su virilidad y obligó a la mujer a mamaria.

La chica tenía el maquillaje corrido y tenía los ojos rojos, agarro se cabellera rubia y la comenzó a mover para que le chupara la verga más rápido.

La verga entraba y salía de su boca, sentía como su saliva salía de su boca. El hombre le jalaba el cabello con rudeza y apretó su cara contra del cuerpo del hombre.

Sentía la gruesa verga en su garganta y le costaba respirar, Kira lo empujó y eso hizo que el hombre se enojase, le dio una bofetada y volvió a meter la verga en su boca y después de un momento su boca estaba llena de leche, le sabía saldo. El hombre saco su poya cuando terminó y la tomó del cuello y la levantó.

—Trágatelos —ordenó

Ella hizo lo que le pidieron y los tragó, el hombre le abofeteó suavemente y la felicito, acto seguido la lanzó sobre la arena y más hombres la utilizaron ese día de pesadilla.

Continuará…

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