Todos los días es igual, tengo que planchar, preparar el desayuno y despedir amorosamente a mi marido como la “buena” mujer y “buena” esposa que soy, a las 9 a.m. Siempre que salgo a la puerta a despedirlo con un beso, saludamos al vecino, ¡Buen día vecino!
Mi marido arranca su auto y yo le hago un adiós prolongado con la mano, mientras de reojo veo a mi vecino que parece estar arreglando algún desperfecto en la entrada de su casa, que le inventó a su mujer.
Cuando el auto desaparece, entro a la casa, duermo a mi bebé, me suelto el cabello, me pongo un poco de perfume, humecto mis labios y me pongo esa ropita sexy, que mi marido piensa que ya no uso desde antes del embarazo. Un rato después, suena el timbre de la puerta y yo me mojo en automático. Me tiembla el cuerpo y mi respiración se agita, no tanto por lo que voy a hacer sino por el riesgo que representa.
Con las zapatillas de puta puestas, que mi esposo me compró para que juguemos cuando tengamos tiempo o cuando nos demos una escapadita y que él cree que siguen guardadas, bajo las escaleras y abro un poco la puerta para ver quién es. Entonces mi vecino se asoma y yo lo jalo salvajemente de su camisa. Cuando entra, me azota contra la puerta y me pega todo su cuerpo y su verga ya bien erecta. Me besa todo el cuello y me mete los dedos en mi panocha. El disfruta encontrar allá abajo todo empapado lo que lo incita a continuar tocándome y que yo lo toque hasta llegar a las escaleras. En este punto a él se le antoja que yo las suba en cuatro patas como una perrita. Con lo caliente que ya estoy, no me queda más que complacerlo y subo las escaleras parándole el culo para que él pueda verlo bien y de paso, planear todo lo que me va a hacer.
Cuando llegamos a la recamara, él me avienta a la cama y me da unas nalgadotas fuertemente ricas. Luego me voltea y me da unas cuantas cachetadas para después tomarme de los cabellos, hincarme en el suelo y obligarme a que le mame la verga. Cuando se la estoy mamando, a él le gusta siempre tener el control, por lo que me mide el ritmo y la profundidad sujetando mi cabello.
Le gusta que lo mire a los ojos de tiempo en tiempo mientras se la estoy mamando, por lo que si no lo hago, me jala con fuerza para que lo vea. Después de un rato de estársela mamando, parece que se va a venir y jalándome de los cabellos hace que me detenga de golpe. Luego me empuja a la cama para que pueda subirse en mí.
Enloquezco cuando voy sintiendo como entra su pito en mi panochita; es tan grande que me duele rico, mmmm, hasta que entra por completo. Le subo mis pies a sus hombros y el empieza a mover sus caderas de un lado a otro, haciendo que su verga roce todos los rincones de mi vagina. Luego, repentinamente cambia de movimiento y ahora su verga entra y sale cada vez más fuerte y más rápido. Esa es mi parte favorita… mmmmm. Como disfruto sentirlo hasta dentro y que su cuerpo rocen mi clítoris. De pronto, se detiene rápidamente porque casi se viene y entonces es mi turno de mandar. Ahora yo me subo y me empiezo a mover de arriba hacia abajo ensartándome su verga. Cada vez que la tengo hasta adentro, siento como mi clítoris se pega ricamente a su cuerpo… mmmm. Después de un buen rato de estar cabalgando, comienzo a moverme más y más rápido y más y más profundo y entonces pasa que me vengo y grito y grito tan fuerte que estoy segura que la vecina me escucha y se le antoja estar en mi lugar sin imaginar que el que me está poniendo semejante cogida, es su marido.
Cuando me vengo, siempre terminó temblando de tanto placer que tuve y entonces viene el turno de él. Me hace que me ponga en cuatro para darme de a perrito. Mientras jala mis cabellos me la mete y me la saca con ritmo y movimientos rápidos al mismo tiempo que acaricia mi culo con una de sus manos. Cuando está a punto de venirse, se detiene una vez más para evitar la eyaculación. Cuando eso pasa, ya sé lo que quiere.
Me levanto y busco entre mis cosas un aceitito que él me unta en el culo, mientras se masturba. Cuando ya lo tengo bien lubricado, sin avisarme, me deja caer con toda su fuerza su verga bien erecta y gorda. Al sentirla bien adentro, yo grito más de dolor que de placer. Él se queda quieto por un momento y cuando el dolor pasa, se empieza a mover haciéndome disfrutar muy rico.
Después de un rato de estarme dando suavemente, él empieza a gemir y a aumentar su fuerza. ¡Ay papito, yo soy tu puta! -grito. ¡Si, si, si, si, dame, así, así! Y siento como me llena con su semen todo el culo que hasta se me escurre y él más que gemir, grita de tanto placer que le di.
Con las piernas todavía temblando, me quedo recostada en la cama y él se viste para irse. Antes de salir, asegúrate que nadie te vea por favor -le digo.
A las 4:00 p.m. escuchó llegar el auto de mi esposo. Salgo a la puerta, lo recibo con un tierno beso y le digo -Mi Amor ¿cómo te fue hoy? Te prepare tu comida favorita. En ese instante viene a mi mente una canción de Joaquín Sabina y creo que se inspiró en mi cuando la escribió “la más señora de todas las putas, la más puta de todas las señoras”.