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Orgasmo en el obelisco
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Yo tenía 25 años, mi novio se había comprado un auto azul, deportivo, automático, hermoso.

Nos fuimos de vacaciones hasta Córdoba. Éramos jóvenes y la energía era mucha, el viaje era de 12 horas y debía ser entretenido.

Era verano así que nuestra vestimenta era siempre short, polleras, traje de baño y anteojos de sol.

Estar todo el día con poca ropa, solos y de vacaciones nos hacía sentir libres, despreocupados.

En el hotel tuvimos sexo en el baño, en la cama obviamente, en la pileta, en el balcón, cuando hacíamos una excursión siempre encontrábamos algún lugar para coger.

Pasamos una semana excelente: sol, pileta, sierras, noche, boliche.

Cuando emprendimos el viaje de regreso, la energía seguía en nuestros cuerpos, sabíamos que viajaríamos nuevamente por 12 horas, pensamos que podíamos aburrirnos, pero no tuvimos en cuenta que, Capital Federal, ciudad que debíamos atravesar por completo, se caracteriza por los piquetes y cortes de calle. Esto hacía que el tráfico fuera cada vez más lento a medida que nos acercábamos al obelisco.

Llegamos a un semáforo con luz roja, vuelvo a recordar que el auto era automático, lo que permitía que mi novio necesitara solo una mano para manejar, esperamos y cuando se puso la luz verde no pudimos avanzar más que unos pocos metros.

En la fila de la derecha había un auto, esperando a poder mover, que era conducido por un hombre de unos 50 años y había fijado su mirada en nosotros.

Mi novio, al que siempre le excitó el sexo en público, apoyó su mano derecha sobre mi rodilla subiendo lentamente por mi pierna subiendo, también, la pollera que llevaba puesta.

Al ver que el cincuentón miraba cada vez más, me quité la ropa interior y la arrojé hacia el asiento trasero, haciendo que el señor observara bien la escena.

Abrí más mis piernas y me recliné en el asiento dispuesta a disfrutar del momento.

El tránsito seguía detenido. El señor mirón, también.

Apoyé mi mano sobre la de mi novio y lo guíe hasta mi entrepierna, dándole el permiso a tocarme.

Con su dedo índice empezó a tocar suavemente mi clítoris, haciendo que me moje.

Mi novio miraba hacia adelante, haciéndose el distraído, mientras jugaba con mi entrepierna mojada.

Al percibir mi excitación, el señor mirón sacó sus manos del volante y comenzó a tocarse.

Yo casi instintivamente empiezo a tocarle el miembro a mi novio mientras él introdujo su dedo en mí sin dejar de estimular mi clítoris. Lo hacía tan despacio pero tan profundo que me era imposible no retorcerme de placer.

Nuestro vecino de semáforo no podía creer lo que veía.

Noté que se estaba masturbando sin quitarnos la vista de encima. Eso nos excitó aún más.

Subí mi pollera y empecé a tocarme sin que mi novio sacara su dedo de adentro mío.

Acabé en plena 9 de Julio, frente al obelisco, mientras un hombre me miraba desde un auto.

El tráfico se reanudó, pero aun mi novio seguía excitado

Saque del pantalón su verga y empecé a practicarle sexo oral, estaba muy caliente. Al llegar al próximo semáforo en rojo, con el auto ya sin moverse llega al orgasmo, me sostiene la cabeza para que siga chupando mientras el movía sus caderas hacia arriba y abajo, me regaló su semen que tragué extasiada, al terminar me besa, y le guiña un ojo al señor.

Seguimos por la autopista hasta llegar a una estación de servicio, al bajar al baño mi novio se encontró con el cincuentón lavando su pantalón sucio producto de su eyaculación.

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