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No lo mires a los ojos
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Era tarde en Santiago de Chile, miro su reloj y comprobó que en 15 minutos más cerrarían las puertas del metro. Iba a tomar el metro en la Estación Baquedano para llegar hasta Estación Central, sector donde era la fiesta que lo habían invitado por termino del semestre y sus compañeros de carrera habían preparado algo en grande, según le habían dicho.

Entro rápido a la estación, casi corriendo. Uso su tarjeta Bip, paso al sector de trenes y descendió por la escalera hasta llegar al andén. En un par de minutos pasaría el último tren. Fue cuando los vio. Era una pareja joven, en un rincón del metro casi al final del andén, casi al llegar a la entrada del túnel. Él estaba a mitad de camino de su ubicación y en el andén al frente de ellos.

Estaban excitados. Se pudo dar cuenta rápidamente por los sonidos que empezaron a llegarle a sus oídos, en el lugar que había elegido para esperar el tren. Se había sentado, mirando al frente, al otro andén, donde estaban ellos. Pero no lo miraba. Su visión periférica apenas lograba visualizar sombras en movimientos de esa pareja que se besaba y tocaba de una manera muy excitante y que lo hacían poner muy incómodo. Se sintió así cuando empezó a sentir los gemidos de la mujer, que iban subiendo cada momento más de tono y ya casi parecían gritos de placer que anunciaban la llegada de un orgasmo gigantesco.

No pudo resistirse y desvió levemente la vista y vio a la pareja. Él le daba la espalda y podía ver una de las piernas de la chica enrollada a la cadera del hombre y uno de los brazo de él, el derecho, moviéndose de una manera que hacía suponer que estaba tocando el sexo de la chica. Se seguían besando muy intensamente, tanto como con la rapidez que el movía su brazo y sus dedos en el interior de ella. Ella ya estaba al borde del paroxismo. Y cuando llego el clímax, el clavo sus labios en el cuello de ella, mientras la mujer se ponía rígida y emitía estertores guturales. Y empezó a mirarlos abiertamente hechizado por la excitación de la escena que le había hecho romper todo recato y simplemente empezó a disfrutar el también de la excitación reinante en el ambiente. El hombre que tenía sus labios en el cuello de la mujer detuvo su movimiento un segundo y pareció que su pabellón auricular se agrando y se movió un poco. Se giró de inmediato y se encontró con los ojos del mirón en el otro anden.

Cuando su instinto lo despertó de su ensueño placentero en que se había imbuido, no pudo más que ver un solo cuadro. El hombre, con sus ojos inyectados en sangre al igual que los colmillos superiores que le sobresalían de una manera increíble, lo miraba con una rabia que se acercaba al odio puro. Acto seguido sus ojos se nublaron, pareció que se apagaron las luces en el metro y cuando volvió a pestañar y mirar, vio algo que lo paralizo de horror. Iluminada con un foco solo para ella, se veía la chica elevada en el aire y sostenida desde el tórax, por la potente y musculosa mano del hombre vampiro, con todo su cuerpo abierto desde la vagina hasta los senos y con todas sus vísceras colgando, mientras sus piernas aún se agitaban violentamente al igual que su cabeza que giraba de un lado a otro descontroladamente, mientras un hilo de sangre continuaba saliendo de los orificios de su cuello.

Otro instante en que se corta la luz, oscuridad completa. Pasa un siglo en un par de segundo. Escucha, presiente, lo sabe. Cuando vuelve la luz lo tiene a unos centímetros cerca suyo, con su vampiresca y maligna faz mirándolo con un odio inmensurable y su mano derecha elevada con sus garras de 15 centímetros en cada dedo. Es el fin. Él acerca su rostro y su nauseabundo aliento lo tortura más aun, cuando lo escucha decir – No te enseñaron que no debes mirar a los ojos a las personas – y acto seguido sintió como clavaba esas garras en su bajo vientre y reventaba su vejiga de manera explosiva, con la fuerza de la introducción, para sentir después, como si fuera en cámara lenta, como sus tejidos iban cediendo a esas manos asesina que lo abría de par en par.

Mientras la luz se apagaba lentamente pensó cuanto tiempo pasaría para que lo echaran de menos en la fiesta a la cual iba en el sector de Estación Central.

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