Soy Emma y voy a contaros como fue mi primera noche con un amigo muy especial. Yo tenía 20 años y Nacho unos dos años más que yo. Hacia unas semanas que mi novio me había dejado y yo estaba de bajón. Últimamente quedaba más de lo habitual con un amigo del grupo con el que congeniaba bastante.
Íbamos al cine, quedábamos juntos para estudiar, tomar unas cervezas. Nacho era alto rubio y no era excesivamente guapo, pero tenía un atractivo muy especial y una sonrisa arrebatadora.
Poco a poco fue atrayéndome cada vez más, pero no esperaba demasiado llamar su atención. Había estado con chicas mucho más despampanantes que yo. Yo era menudita, morena con gafas y con pechos pequeños algo que me acomplejaba bastante.
Estaba a gusto, me reía con él y me conformaba con tenerlo como amigo.
Una noche Nacho me propuso ir a un pueblo cercano donde estaban unos amigos comunes, pasando el finde así que al final nos animamos.
Yo me puse un vestido negro muy ceñido y ropa interior de encaje negra. Llevaba unos pantys color carnes y unos tacones de vértigo.
Habíamos quedado a las diez. Cuando bajé del portal me esperaba junto al timbre y pude ver una pequeña mueca de asombro en su rostro.
– Vaya hoy seguro que Antonio cae rendido a tus pies me dijo. Yo le sonreí y le dije no cariño, lo de Antonio es agua pasada.
Eran fiestas y tras llamarles y no hacernos con ellos y dar unas vueltas por el pueblo sin encontrarlos me propuso irnos a tomar algo a otro lugar.
Ya en el coche nos quedamos sentados y callados durante unos minutos.
Nacho me miró con una expresión algo confusa y me confesó:
– Emma llevo demasiado tiempo deseando hacer esto.
En ese instante se abalanzó sobre mi dándome un ardiente beso. Era un beso desesperado y frenético. Nacho apretó su boca contra la mía y nuestras lenguas juguetearon largo y tendido.
Tenía sus manos sobre mi cuello y poco a poco fue bajándolas hasta mis pechos, desde el mismo instante que me rozó mis pezones se pusieron duros como piedras.
– ¡Ooohh! Me vuelven locos tus pechos, adoro los pechos que caben en mis manos, me susurró al oído.
Mis bragas estaban mojadas como no lo habían estado nunca antes. Dirigí mi mano hasta su entrepierna y me sorprendí al notar su enorme polla dura entre mis manos.
Todo mi cuerpo temblaba y solo deseaba que Nacho hiciera conmigo todo lo que deseara.
Me besó en el cuello y me dijo al oído con una voz muy sensual:
– Este coche se me queda pequeño para todo lo que deseo hacerte.
Vámonos a la casa del pueblo.
Nacho vivía con sus padres, pero ellos tenían una preciosa casa rural en un pueblo cercano que afortunadamente no estaba ocupada ese fin de semana.
Llegamos en apenas diez minutos. Durante todo el camino me puse muy nerviosa. Nacho había estado con muchas chicas y yo solo me había acostado con mi ex y tenía miedo de no estar a la altura.
Cuando llegamos me quede alucinada con la belleza de la casa, una casa rural típicamente valenciana con un precioso suelo hidráulico y una exquisita cerámica en sus paredes.
En ese momento Nacho me besó y me dijo:
-Luego te haré un tour privado por la casa, ahora lo que deseo es recorrer cada milímetro de tu piel.
Me tumbó sobre el sofá y me quitó el vestido, mientras nos besábamos yo le quité torpemente la camiseta y le desabroché sus pantalones. No pude disimular mi asombro cuando vi el gran bulto bajo sus calzoncillos. Cogí su polla entre mis manos y no pude evitar asustarme un poco al verla. No era excesivamente larga, pero si asombrosamente gorda, tuve miedo de que me hiciera daño cuando folláramos.
En ese momento Nacho me miró a los ojos y me dejé llevar haciendo desaparecer todos mis miedos e inseguridades.
Nacho empezó a lamer lentamente mis pechos, me dio pequeños mordiscos en mis pezones y noté un gran calambre que bajó hasta mi entrepierna.
Besando todo mi cuerpo llegó a mi sexo y no puedo describir el enorme placer que sentí a partir de ese momento. Notaba su lengua jugueteando entre mis labios y como su saliva se mezclaba con todos mis flujos. Toda mi vagina ardía en respuesta a sus caricias y lametones. Luego dibujó pequeños círculos sobre mi clítoris y metió primero un dedo y luego dos.
– ¡Ooohh! Emma que mojada estas me dijo con una sonrisa maliciosa.
Fue agitando sus dedos con gran rapidez hasta que yo sentía que ya no podía aguantar más.
Siguió masturbándome con gran destreza hasta que noté como me convulsionaba y un gran chorro de placer salió disparado desde el interior de mi vagina.
En apenas unos minutos quede totalmente desfallecida y asombrada ante lo que acababa de sentir y presenciar. Esa noche con Nacho prometía ser bastante, bastante especial…