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Mi prima se viste de novia (Capítulo 11)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

No recuerdo ni haber escuchado el ruido de la ducha. Cuando Julia salió de la cama, me quedé dormido de golpe, como si me hubiesen desenchufado. O deslechado, para los que no les gustan tanto las metáforas. Ya era de día y el sol me pegaba en la cara pero, al cerrar los ojos, quedé desactivado del mundo.

Otra vez sentí recordar un sueño. Esta vez, Julia se apoyaba suavemente en mis piernas, abría la boca y dejaba mi pija adentro, casi sin moverse. Solo disfrutando, solo sintiendo el sabor y la textura de mi verga con la lengua. Era tan nítido que hasta sentía su aliento caliente chocando contra el glande, cada vez que respiraba. Tan, pero tan nítido, que la saliva que chorreaba de mi chota, marcaba un camino sobre mi entrepierna perfectamente identificable.

Entonces abrí los ojos. Esta vez no desee quedarme allí. Porque ya estaba allí. Ya estaba en la boca de mi prima.

Supe que no era un sueño cuando, al moverme, Julia me habló.

-Podrías dormir un poquito más, así sigo chupando. –me dijo, pretendiendo sonar ofendida.

Yo le sonreí. Por decirlo de una manera. En realidad la sonrisa jamás se me había quitado de la cara desde aquel baño del bar. Si alguna vez alguien inventaba un despertador que en lugar de usar sonido para despertarte, usase los labios de mi prima, nunca, nadie, jamás, llegaría tarde al trabajo.

Le pregunté la hora y me dijo que eran las 10. Había dormido 2 horas, pero me sentía como si habrían sido 20. Julia había dormido menos y ya tenía ganas de petear de nuevo.

La verga creció un poco más en su boca y ella me regaló un gemido.

-No sigo dormido, pero sigo soñando. Vos seguí con tu trabajito – le indiqué, acariciándole el rostro y apretando su labio inferior entre mis dedos pulgar e índice.

Otro gemido, un besito en los dedos y mi prima otra vez volvió, como una esclava del deseo, a chuparme la pija.

Cada vez parecía gustarme más. Y ese estilo que tenía de solamente usar su boquita, nunca sus manos, era como vitaminas para mi morbo. Me encantaba.

Liberando un respiro como de esfuerzo, se puso de pie. Estaba por hacerlo yo también para cogerla de parado, pero entonces habló.

-No me la quiero sacar de la boca ni para dormir, Rodri. –me dijo reflexionando.– Pero ahora vamos a desayunar.

Tenía razón, en cierto punto. Pero ya sin esas vitaminas, mi cuerpo se sintió pesado. El cansancio comenzaba a hacer que mi mente busque alguna excusa para no ir. Para que vaya sola y yo seguir durmiendo. Ir a desayunar era sinónimo de volver a ser primos y antes de eso prefería descansar mejor, para cuando ella volviera a ser mi putita.

Se lo expliqué tal cual lo acaban de leer, casi con las mimas palabras. Ella me sonrió y me dijo que me quede tranquilo.

Cuando Julia cerró la puerta, volví a desenchufarme. Y al segundo, al menos así lo percibí, otra vez el sueño. Y otra vez la misma hermosa realidad. Julia me despertó, nuevamente, con la pija en su boca. Chupándola despacio, como enamorada de un pedacito de mi carne. Esta vez tenía en sus manos dos vasos con café. Solamente sus labios trabajaban, ahora con las manos ocupadas.

-Te traje uno –me dijo, al notar que ya estaba despierto. Le dio un beso ensalivado más y con cuidado de no volcar nada, se acostó a mi lado y me lo ofreció.

¡Que había hecho yo para merecer esto! Nada. Era solamente un regalo que la vida me hacía por la simple razón de existir.

Nos sentamos sobre el respaldo y le agradecí con un beso. Merecía un monumento, pero yo era ingeniero, no arquitecto. Igualmente, con el beso pareció conformarse.

-Soy media boluda, primo. –me dijo al darle un sorbo a su café. Tenía esa mirada picarona que me enfermaba– Me olvidé de ponerle leche.

Se puso de pie y me hizo señas para que haga lo mismo. Dejó su café en el piso y se arrodilló.

-Voy a tener que ordeñar. -y volvió a ponerse mi verga en la boca. La morbosidad de mi prima le sacaba, por lo menos, dos vueltas a la mía.

Ahí me encontré nuevamente en el paraíso. La mamada que me hacía era mejor que la anterior. La lengua me recorría la pija desde los huevos hasta la punta. Dejaba todo el tronco mojado por su saliva y sin dar señales, de vez en cuando, de sorpresa, se la tragaba hasta la garganta. Esta vez no apretaba tanto con sus labios. La tenía hasta el fondo, con la boca bien abierta y ella misma intentaba metérsela más adentro.

-Agg. Aggg. Agggg – escuchaba cuando la punta no podía ir más lejos y aun así ella lo intentaba. -Aggg. Gagg -Luego la sacaba para respirar y la saliva caía al piso, por las arcadas que ella misma se provocaba. – Me tenés atragantada de pito, primo. Me quiero ganar la leche.

Yo no podía ni hablar. A penas podía respirar. Sólo tenía gemidos como respuesta.

Como tomándose un descanso, le dio un sorbo a su café. Hizo buchecitos como para entibiarse las encías y con la boca caliente volvió a meterse la poronga. Era una sensación hermosa. Pruébenlo los que tengan la suerte de tener una pareja chupapija y van a ver de lo que hablo.

-Dale la leche a tu prima “la petera” –me decía.– Tu prima la “tragaleche”. Tu primita “la lechera”, quiere comer semen.

Y entre sus palabras, sus técnicas y el placer de sus labios, no pude aguantar más. Julia, que parecía estar atenta a absolutamente todo, lo notó de inmediato y se quedó quietita con la pija en la boca, mientras se llenaba de guasca. Otra vez la contuvo. Esta vez era más cantidad y tuvo que hacer un esfuerzo para que no se caiga nada. Luego abrió la boca para que se la vea repleta de leche, hizo gárgaras como jugando y la escupió toda en su café. Lo revolvió con un dedo y levantando el vaso, como haciendo un brindis a la distancia se lo tomó entero, mirándome a los ojos.

-El desayuno de las putas. –me dijo sonriendo, cuando lo terminó.

Verla relamerse con esa cara de trolita contenta, meter el dedo en el vaso para ver si podía sacar la leche que quedaba en el fondo y lamérselo como para no desperdiciar nada, hizo que la chota se me ponga más dura que antes.

-Ahora me toca desayunar a mí –le desabroché los botones del pantalón que se había puesto y se lo bajé de un tirón. No tenía bombacha, por lo que se hizo todo más rápido.

La empujé sobre la cama y a penas puse mi boca en su conchita, me abrazó la cabeza con las piernas y sus manos.

-Sopa de almeja es todo lo que como –le dije, citando al Indio Solari. Y le chupé la concha desesperado hasta hacerla acabar.

Con la boca enchastrada por sus flujos, la besé. Ella me tomó de las mejillas y me lamió toda la cara, como limpiándome por completo.

“Cierren el mundo, me quedo entre los brazos de mi prima”, pensé cuando me acosté a su lado. Sospecho que ella pensó lo mismo, o algo parecido. Incluso en silencio y relajados no podíamos dejar de tocar nuestros cuerpos. Julia jugaba con sus dedos en mi abdomen y los míos le acariciaban suavemente las tetas. Las yemas sintieron, por primera vez, sus pezones blanditos.

Me estaba por quedar dormido, cuando golpearon la puerta. Julia se vistió y yo aproveché para irme a duchar.

-Si es el chinito, mostrale el orto. –tiré en broma, desde el baño– Que me salvó la otra vez.

Al salir, mi prima reía con una de sus bombachas en la cara.

-Parece que esta noche hay una fiesta de máscaras, en la terraza. –me dijo– Yo no traje ninguna. ¿Voy así? ¿Qué decís? –y a través de la tanga de encaje rosa, pude ver su sonrisa. La pija se me puso al palo cuando comenzó a moverse como una putita excitada con la idea de una fiesta.

Vestido con sólo una toalla en la cintura, la abracé y le di un beso a la bombacha que tapaba sus labios. Esta vez los de la boca.

-No vamos a ir, primita. Pero tengo una idea.

Julia me miró con curiosidad y me dijo que le gustaban mis ideas. Que le diga.

-Hoy hacemos la fiesta de las bombachas. Te probas todas las que trajiste adelante mío y te la pongo con la que más me gusta.

Mi prima llevó un dedo a su boca y luego de pensar un rato, con cara de puta, me respondió.

-Me pruebo todas las que traje. Pero me coges con todas. –negoció– Me pongo una, me coges un ratito y te muestro la próxima.

Puse mi mano dentro de su pantalón, para tocarle la concha, y me saqué la toalla, quedando completamente desnudo.

-Te probas todas, te cojo con todas. Pero me desfilas como una putita mientras te cambias.

Ella suspiró excitada. Llevo su mirada al techo, aunque tenía los ojos cerrados. Con una mano me agarro la pija y volvió a mirarme.

-Te desfilo como una putita pero, además de cogerme, me chupas un poquito la concha con una y cada una de mis bombachitas.

La negociación me estaba haciendo delirar. Era una de esas negociaciones que a medida que pasaban las palabras, ambos ganábamos más. Le asentí con la cabeza y no me pude contener más. Le saqué la ropa, la di vuelta y así parados como estábamos, la penetré desde atrás. La cajeta de mi prima parecía estar siempre lubricada.

-Ahhh. –gritó cuando la sintió entrar.– ¡Qué bien cogida me tenés, por favor!

Julia apoyó las manos en la pared y se acomodó sacando cola. Yo la tomé de la cintura, con fuerza empujé la chota hasta el fondo y la dejé quieta. Cuando mi prima se quiso mover, la frené de una nalgada. Quería disfrutarle la concha un ratito de esa forma: empalada por mi pija y que los latidos y espasmos que dábamos por la calentura, sean los únicos movimientos.

Incluso así, inmóviles, mi prima parecía que iba a acabar en cualquier momento. Gemía y meneaba la cabeza como si estuviese haciendo una especie de baile ritual. Corrí una de mis manos de su cintura hacia su nalga, le manosee la raya del orto con el pulgar y sin previo aviso se lo metí en el ano. Esta vez el dedo entró más de la mitad.

-Te cojo y te chupo la conchita, pero te rompo el culo con la bombacha que más me gustó.

Se quedó en silencio. Por un momento, sólo una mezcla sonrisas y suspiros salían de su boca. Con cuidado de que no se le salga la chota de adentro de la concha, puso una de sus manos sobre la mía y retiró el dedo que tenía metido en el ojete.

-¡El culo no, Rodrigo! –me dijo, simulando un enojo– No podes ser tan perverso de querer desvirgarle el orto a tu prima.

-El culito de mi prima me vuelve loco –respondí.– Quiero que la putita de mi prima no se olvide más de que yo le hice la colita por primera vez.

Julia comenzó a suspirar más profundo. No podía ni disimular que la idea también a ella la volvía loca. Volvió a moverse presa de su excitación, esta vez muy lentamente, como si tuviese miedo de que le de otra nalgada. Prácticamente suplicando que la coja como un animal.

-El culo no, Rodri. En serio. Lo que quieras, menos el culo. –sus palabras cada vez se notaban más forzadas, para nada sinceras. Hasta ella misma sabía que eran sólo palabras que soltaba al aire producto del temor a lo prohibido. Su deseo quería decir que sí.– Te entrego todo, menos la cola.

Decidí terminar con la tortura que estábamos sufriendo los dos y comencé a cogerla con más fuerza. Así como estábamos, con mi prima casi en cuatro y mis manos en su cintura, parecíamos dos salvajes contaminados por la morbosidad y la pasión. El mete y saca se acompañaba de un “plaf plaf plaf” que emitía el choque, cada vez más potente, de mi pelvis contra sus nalgas.

Una vez más la clavé hasta el fondo y el orgasmo nos invadió al mismo tiempo a ambos.

Llenarle la concha de leche a mi prima, era mi nuevo hobby. Dejársela escurrir por las piernas, era mi nuevo fetiche. Escucharla respirar luego de acabar, era mi nueva canción favorita.

Como ya era habitual, después de coger Julia me tomó de las mejillas y me agradeció con un beso.

-Me encanta ser la puta de mi primo –me dijo mordiéndose el labio antes de volver a besarme.– La chupapija. –otro beso– La peterita. -otro beso– la tragaleche de mi primo.

-No voy a dejar de insistir de que seas también la culoroto de tu primo. Sabelo. –respondí, volviendo a apoyarle la mano de lleno en su almeja, que todavía largaba semen.

Clavó su mirada en la mía, como retándome. Giró los labios hacia un costado de su boca, para darme a entender que lo estaba pensando. Manejaba los gestos de una manera que no podía dejar de calentarme. Nunca. Mirarla solamente podría alcanzar para tener la pija parada toda mi vida.

-Me encanta que insistas. Pero vamos a almorzar ahora. Que cuando volvamos arranca la fiesta de las bombachas, y te necesito fuerte.

Le sonreí y le respondí que sí.

De los cuatro minutos que les dije en el capítulo anterior, el primero ya había pasado.

Continuará…

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