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Antes del café (Capítulo 12): Variedad de combinaciones
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Versión de Azucena:

De perrito y sin condón era la forma en que Iván y Héctor nos estaban cogiendo a mí y a mi mejor amiga, respectivamente, aunque no por mucho tiempo, ya que después de un rato se intercambiaron.

Era algo nuevo para nosotras. Ellos pasaron de ser unos conocidos a ser nuestros dominadores sexuales. También era la primera vez que lo hacíamos con dos hombres y era la oportunidad perfecta para experimentar una doble penetración. Afortunadamente, los muchachos accedieron a cumplir nuestras fantasías y la primera en ser premiada fue Ingrid.

La perra de mi amiga pidió que Iván se acostara boca arriba y ella se acostó sobre él, de igual forma boca arriba. Así, Iván sería quien la follara analmente mientras que Héctor, hincado frente a ellos, le daba por el coño. Yo me coloqué a un lado de los tres para contemplarlos y masturbarme al ver semejante cogida que después me tocaría a mí.

En mi opinión, Ingrid no tomó una buena decisión. Iván es el de la verga gruesa y Héctor la tiene promedio. Por ello, para cuando fue mi turno, pedí que Iván se quedara acostado, yo me puse en cuatro sobre él, de forma que su pene entrara en mi vagina y Héctor, hincado frente a mi culo, lo penetrara y así no fue tan doloroso, sino más placentero.

Ingrid también se masturbó frente a nosotros mientras veía cómo me follaban por ambos lados. Ella manipuló tanto su clítoris que en pocos minutos colocó su entrepierna sobre la boca de Iván y se vino en su cara. Yo me agaché para besar a Iván y cometer una locura de la que nunca me creí capaz, me refiero a mamar una concha.

La imagen de mi lengua y la lengua de Iván en disputa por los labios vaginales de Ingrid era impresionante. Ella temblaba de excitación, avisando una segunda corrida que recibimos en nuestras bocas con mucha emoción.

De repente, Héctor eyaculó en mi ano y sentía su semen escurriendo por mis muslos, al grado de ensuciar la verga de Iván. Héctor se apartó de mí y yo me empeñé por conseguir que Iván se viniera dentro de mí.

– ¡Sí, sí, sí! ¡Dame más duro, papi! ¡Córrete en mi pucha!

Luego de unos minutos, sentí el semen de Iván fluyendo dentro de mi coño e inmediatamente me acosté boca arriba, con mi cuello en el filo de la cama. Ingrid leyó mi mente, se puso en cuatro frente a mí y se comía el semen de Iván que salía de mi concha.

Posteriormente, Ingrid continuó haciéndome un oral, mientras Iván se levantó de la cama y puso su gruesa herramienta en mi boca. Por su parte, Héctor halló la posibilidad de meterle su pene a Ingrid y así nos encontrábamos a manera de una cadena de sexo.

El ritmo fue disminuyendo poco a poco. Los cuatro nos habíamos cansado. Ingrid se desató en risas y fue la primera en hablar de lo sucedido.

– ¡Increíble! La doble penetración y el lésbico fue impresionante.

– ¡Lo sé! Dos fantasías cumplidas gracias a ustedes, chicos -agradecí.

-No hay de qué, hermosas -comentó Iván-. ¡Estuvieron fenomenales! Igual que ustedes yo tenía la fantasía de participar en una doble penetración, un trío o cuarteto y presenciar un lésbico.

-Nos regalaron el mejor recuerdo de nuestras vidas -expresó Héctor.

– ¿En serio? -cuestionó Ingrid-. ¿Acaso no piensan en volver a hacerlo algún otro día?

-Llámenme cuando se les antoje -respondió Iván.

-También cuenten conmigo -secundó Héctor.

Los muchachos terminaron fatigados y se acomodaron en extremos opuestos de la cama. Yo sentía aún un poco de pólvora en mi interior por detonar e Ingrid estaba en sintonía conmigo, así que dejamos a los chicos dormir y nos metimos al baño para hacer algo más que ducharnos.

Tan pronto como abrimos las llaves del agua nos llevamos las manos a la concha de la otra. Ella tocaba demasiado rico mi clítoris que no pude contener gemir fuerte, pedirle más y tener que dejar de manosearla. Y así, en menos de cinco minutos, hizo que me viniera a chorros.

– ¿Lo intentamos en el suelo? -preguntó Ingrid.

-No sé a qué te refieres -contesté.

-Tú solo acuéstate -sugirió y le obedecí.

Ella se puso en cuclillas y dio inicio a una serie de roces entre nuestros labios vaginales. Al mismo tiempo nos dedeábamos el clítoris propio y gemíamos escandalosamente. La quemazón en nuestras vulvas era sensacional, las palpitaciones de nuestros corazones eran exageradas hasta que después de un rato quedamos exhaustas. Ella cayó sobre mí y besó uno de mis pechos mientras me manifestaba su sentir.

-Con que esto pasa cuando ni dos hombres te satisfacen.

-Nuestro caso es especial -rebatí-, nosotras nunca tenemos llenadera.

-En eso no hay falla -respondió riéndose-. Estamos a un mes de irnos a Europa, hay que tomar todo con calma estos días para desencadenar toda nuestra lascivia allá.

-Al fin y al cabo, mi esposo no me complace mucho -repliqué-. Además, él sigue ocultándome con quién sale los fines de semana, pero supongo que no quiere contarme por la frustración que siente de regresar en menos de una hora.

– ¡No puedo más! -estalló en risas Ingrid y me ayudó a levantarme del suelo-. Te diré la verdad: él me busca y se acuesta conmigo, pero este mes no lo permití. Aun así, deja que él te lo comente.

Fuimos a dormir junto con Iván y Héctor y al siguiente día regresamos a nuestros departamentos. Erick no se encontraba, así que fui al apartamento de mi hermano para contarle mi nueva aventura.

Versión de Braulio:

Me asomé a través de la puerta de mi habitación para ver lo que ocurría en la sala. Acostada boca arriba en el sofá, abierta de piernas y con el short a media pierna se encontraba Leilany siendo cogida por Erick, quien la tenía con los pies en los hombros y dándole suavemente. No quise interrumpir el momento, pero la imprudente de Lizbeth se dirigió hacia ellos en fachas menores y con las manos en la cintura les habló a manera de reclamo indirectamente hacia mí.

– ¡Miren quiénes se nos adelantaron! Los felicito porque son unos pervertidos de primera que no pierden el tiempo. ¡No como otros!

-Disculpen, no quise causar molestias aquí -dijo Erick-. Llevaré a Leilany a mi apartamento y los dejaremos solos.

Las cosas no estaban saliendo como yo quería y sentía que Lizbeth lo estaba arruinando, pero intenté arreglarlo.

– ¡Que se arme la orgía! -aparecí exclamando y soltándole una dura nalgada a Lizbeth sin dejar de sostenerle el glúteo-. Ustedes continúen en lo que estaban y no se sientan incómodos. Pueden usar la cama, el baño, la barra, la mesa, la alfombra, el suelo. Lo que gusten.

Empecé a manosear a Lizbeth bajo su minifalda mientras nos besábamos ardientemente hasta sentarla en la barra y proceder a comerme su concha. Erick se acercó a mí para pedirme permiso de ocupar la cama, lo cual les concedí. Lizbeth se vio tentada y me convenció de hacerles compañía.

Entonces, cargué a Lizbeth y la llevé a la cama, donde Erick le estaba mamando el coño a Leilany, lo cual se me estaba antojando hacerle. Sinceramente, me atraía más hacerlo con nuestra nueva amiga que con Lizbeth por la curiosidad de saber cómo es ella en el sexo, pero lo importante era disfrutar los cuatro e intentar hacer un intercambio.

Me acosté al lado de Leilany. Lizbeth se colocó encima de mí, desabrochó mi pantalón y sacó mi pene. Mi intención de llamar la atención de Leilany fue un éxito.

– ¡Wow! Eso sí que es una vergota -me halagó Leilany-. Amiga, ¿me dejas probar esa enorme longaniza que te vas a cenar?

-Claro, amiga -aceptó Lizbeth-. Hay que saborearla entre las dos.

Me acomodé de forma que por un lado Lizbeth y por el otro Leilany tuvieran mi pito cerca de sus bocas y ambas comenzaron a lamérmela y chupármela sin importar que sus labios y sus lenguas se tocaran. Fue un espectáculo para mí ver y sentir eso.

Luego vi a Erick alejando su boca de la concha de Leilany y preparándose para meterle la pija. Leilany pegó un brinco al sentirla adentro y continuó mamándome intensamente la verga, incluso acaparándola en el intento de metérsela toda a la boca. Lizbeth trataba de ayudarla empujando su cabeza para que mi pene tocara su garganta y después de casi ahogarse, Leilany se la sacó y fue el turno de Lizbeth.

Mientras Leilany era penetrada, ella le indicó con señas a Erick que aprovechara la posición de Lizbeth para manosear su trasero e insertarle un dedo en la vagina y así lo hizo, lo cual a Lizbeth le encantó.

Lizbeth ya tenía práctica para hacer que mi espada le cupiera entera en su boca y me lo cumplió una vez más. Sin esperar demasiado, ella se quitó su tanga y se clavó mi verga sentándose en mis piernas.

Leilany estaba boquiabierta al ver que no le cabía completa y que Lizbeth tenía que hacer esfuerzos al moverse y darse sentones para que poco a poco se la encajara toda. Lizbeth siempre bien apretadita de su rica vagina.

Después de varios minutos cogiendo, Leilany manifestó su deseo de intercambiar y rápidamente ambas se pusieron en cuatro una al lado de la otra. Erick tomó las nalgas de Lizbeth y yo las de Leilany y les dejamos ir nuestros miembros. Asombrosamente para mí, no me costó trabajo penetrar profundamente a Leilany y fue sencillo percibir que mi glande chocara con su cérvix.

– ¡Uf! ¡Qué sabrosa está! ¡Me llega hasta el fondo! -gritaba de placer mi nueva amiga y pareja sexual.

Por su parte, Lizbeth gozaba del pito de Erick, a quien se le ocurrió metérselo por el culo. Entré en sintonía con mi cuñado al sentir las ganas de eyacularles y tener que parar cada cierto tiempo para después continuar.

Entonces, a Leilany se le ocurrió una idea. Hizo que Erick se acostara boca arriba, luego Lizbeth encima de él igual boca arriba y así la follara analmente. Enseguida, Leilany se colocó en cuatro sobre ellos dos y empezó a mamar las bubis de Lizbeth y a rozar sus labios vaginales mientras que yo, hincado detrás de Leilany, le hacía un anal. Fue bastante excitante ese sándwich y más al ver que ellas se besaban y se dedeaban la una a la otra el clítoris. La cosa se puso más interesante cuando Leilany lanzó un reto.

-El primero que se corra pone su casa para hacerlo la próxima vez. No paren, chicos.

La excitación era demasiada que, en pocos minutos, me vine en el culo de Leilany, pero antes, escuché su risa por haberle provocado a Lizbeth correrse primero. En secuencia, Erick eyaculó en el ano de Lizbeth y por último, Leilany tuvo que ser estimulada por mis dedos y los de Lizbeth para correrse.

Luego de eso, me acosté de lo cansado que me sentía, no sin antes ofrecerles a los demás el baño y cualquier lugar del departamento donde quisieran estar o descansar. Me quedé dormido y al siguiente día, el sonido de la puerta principal siendo golpeada me despertó.

Intervención de la narradora:

Azucena tocó a la puerta del departamento de Braulio, quien tuvo que levantarse lo más despacio posible para no molestar el sueño de sus hospederos que durmieron todos juntos en la cama y así poder ponerse su bata e ir abrir la puerta.

– ¡Hola, Brau! ¡Tengo algo nuevo que contarte! -saludó inmediatamente Azucena y pasó al interior del departamento sin pedirle permiso.

Braulio trataba de interrumpir a su hermana, quien hablaba como cotorra hiperactiva. En eso, Erick salió de la habitación y dejó pasmada a Azucena.

– ¡Wow! ¿Ustedes dos pasaron la noche juntos? -dijo Azucena entre muletillas.

-No es lo que estás pensando, amor -contestó Erick evidenciando algo de miedo.

El malvado de Braulio ideó una travesura que a su cuñado no le pareció prudente.

-No te preocupes, hermana. Lo hicimos con protección.

– ¿¡Qué!? ¿O sea que ustedes juegan a las espaditas? -preguntó Azucena bastante sorprendida.

– ¿Jugar a espaditas? ¿Para qué? Nosotros preferimos enterrarlas -vaciló Braulio.

Erick se llevaba las manos al rostro mientras que Azucena se le quedaba viendo boquiabierta.

– ¿Por eso todo este tiempo no me decías con quién salías? ¿Eres gay y nunca me lo hiciste saber? -interrogó Azucena a su marido y luego reflexionó-. Ahora que lo pienso, entiendo que no hayas querido decírmelo. Apenas te casaste conmigo y como nunca hemos tocado ese tema pensabas que no lo iba a tomar con seriedad. Pero, tranquilo, lo acepto y quiero confesarte que justamente ayer tuve un lésbico con Ingrid en medio de una orgía con otros dos hombres. Fue mi primer lésbico y me encantó, así que no puedo reclamarte nada si es que a ti te gusta el sexo gay, pero, por favor, tenme la confianza de contarme todo, cariño. No te voy a juzgar, ¿de acuerdo?

El sentimiento de vergüenza llegó hasta la coronilla de Erick, pero él conservó la calma y a continuación se sinceró.

-Primero que nada, gracias por tu linda comprensión, pero no soy gay ni tuve sexo con tu hermano anoche. Bueno, sí, pero a él no lo penetré ni él me penetro, sino que tuvimos una orgía con otras dos chicas y lo puedes comprobar si entras a la recámara de Braulio.

Tranquilamente, Azucena se dirigió hacia el cuarto y por más que buscaba con la mirada, nunca encontró un indicio de prenda de mujer, más que las de los varones y la cama destendida.

– ¡Erick! ¡Ven para acá, mentiroso! -llamó Azucena a su marido, quien se apresuró hacia su esposa y vio lo mismo que ella.

– ¡Han de estar en el baño! -exclamó Erick con un poco de pánico.

Azucena, algo alterada, abrió la puerta del baño y una vez más, no halló rastro femenino alguno.

-Te lo repito, Erick, no provoques que te juzgue mal -inició Azucena una discusión que se tornaba seria.

¿Qué fue lo que ocurrió? La habitación del departamento de Braulio conectaba con el baño y, a su vez, el baño tenía otra puerta que daba hacia la sala. Lizbeth y Leilany estaban al pendiente de la discusión entre Azucena y Erick. Así que, se vistieron y en cuanto escucharon que Azucena caminaba hacia la recámara, ellas entraron al baño y posteriormente salieron hacia la sala y se retiraron del apartamento.

Braulio se encontraba cabizbajo en la barra, muriendo de risa; los cónyuges en el baño rebatiendo y las muchachas ya afuera del edificio, todo como parte de una broma improvisada que después de pensarlo bien, Lizbeth y Leilany decidieron volver al departamento de Braulio.

– ¿Qué está pasando? -irrumpió Ingrid-. Su escándalo se escucha hasta mi apartamento.

Erick y Azucena salieron del baño sin dejar de contender, pero se callaron al ver que Braulio se desplomó y no cesaba de carcajearse, al grado de sentir dolor en el abdomen.

Fue entonces cuando Lizbeth y Leilany entraron al departamento y echaron a perder la tan divertida mofa. Quedó todo aclarado y por cuenta de Braulio e idea de Leilany, los seis salieron a divertirse toda la tarde en la playa.

Y en la noche, por cuenta de Ingrid y Azucena, se dirigieron todos a un casino, donde se les unieron Iván y Héctor. La suerte estaba del lado de Ingrid, quien logró llevarse un cuantioso premio en la ruleta. Para terminar el fin de semana, siendo la medianoche, todos se encontraban en sus casas descansando.

Transcurrieron tres semanas, en las cuales varió la forma de disfrutar los fines de semana. Siempre había polvo, a menos de que el periodo menstrual lo impidiera.

Por ejemplo, en el primer fin de semana, Braulio y Leilany se citaron para coger; Erick quería estar con Leilany, pero Lizbeth lo invitó a un hotel. Ingrid le tenía muchas ganas a Iván y salieron mientras que Héctor fue a ver a Azucena a su departamento.

En el segundo, Lizbeth armó un trío con Iván y Braulio. Erick e Ingrid se reconciliaron y follaron mientras Azucena los filmaba. Héctor y Leilany, por su parte, tuvieron una velada muy candente de películas.

En el tercero, Héctor y Lizbeth fueron grabados por Ingrid mientras cogían. Erick e Iván sorprendieron a Leilany en su cuarto de hotel y la dejaron muy bien penetrada por ambas cavidades. ¿Azucena y Braulio? Bueno, ellos charlaron como de costumbre, aún sin poder superar la incomodidad de follar estando conscientes de saber quién es la otra persona. Raro pero entendible.

Llegó el último fin de semana de diciembre. Luego de una minuciosa planeación, Azucena e Ingrid se encontraban en el Aeropuerto Internacional de Puerto Vallarta para viajar rumbo a su primer destino europeo, Ámsterdam.

CONTINUARÁ…

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