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Mi prima se viste de novia (Capítulo 8)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Eran alrededor de las 7 de la mañana cuando me desperté escuchando llorar a Julia desde el baño. Me preocupé por un momento, hasta que salió sonriendo y dando pequeños saltos de entusiasmo.

– Ya les dije a todos que nos íbamos. – me dijo, tirándose sobre la cama. Dejó su cabeza a la altura de mi pija y la besó tres veces sobre el bóxer. – Les dije que necesitaba pensar las cosas, que ninguna amiga podía acompañarme y que te convencí a vos. Y me creyeron.

No sabía bien si me hablaba a mi o a la verga, pero no pude ocultar la alegría. Daba igual. Me acomodé como si iríamos a hacer un 69 y le di un lengüetazo profundo y ensalivado a su tanga. Mi prima abrió la boca y se puso el pito adentro, como si iría a morderlo. Incluso con la tela en el medio, pude sentir como jugó unos segundos con su lengua sobre el glande. Luego se paró y me dio un pico, tomándome de las mejillas.

– El barco sale a las 18. Hay que estar antes. Tipo 15 salimos de acá, Rodri.

8 horas me parecían una eternidad. La ansiedad también me provocaba pánico, cuando pensaba que no podía dejar que nada arruine nuestros planes. No quería arriesgarme a absolutamente nada. Pero me tranquilizó un poco el hecho de que Julia tampoco se quería arriesgar.

Otra vez, casi llorando, habló por teléfono. Esta vez intuí que era con su amiga, la petera del balcón, y estaba en lo cierto. Le pidió una lista enorme de cosas que necesitaba que le traiga de la casa de su primo. Cuando cerró la puerta del baño ya no pude escuchar más. Pero qué carajos me importaba. Otra vez salió dando saltitos, pero ahora fue para la cocina. Puso la pava a hervir y al ratito me trajo un mate de desayuno.

– ¿Te vas a hacer el bolso, pendejito? – Era la primera vez que me llamaba así y me encantaba.

Me puse de pie, dejé el mate todavía lleno en la mesita del televisor y la besé tomándola de la cintura. Era estar viviendo en una película. Esas partes emotivas dónde a veces logran ponerte la piel de gallina. Julia rodeó mi cuello con sus brazos y respondió a mi beso de una forma más romántica que pasional. En nuestras lenguas teníamos el exquisito sabor de las cosas prohibidas. Tan delicioso, que de un solo soplido lograba ahuyentar todo el temor a ofender a alguien querido. Si no sería por la ropa sucia y el piso lleno de mugre que teníamos a nuestro alrededor, estoy seguro que a más de uno de ustedes se les caería una lágrima viendo esa escena siendo filmada desde arriba y una canción cursi sonando de fondo.

Cerca del mediodía, llegó la amiga. Esta vez no la dejó ni entrar al edificio: la despachó en la entrada nomás. Le había traído una valija grande y otra más pequeña. Esa fue la sinapsis que le faltaba a mi cerebro para caer en que todo esto realmente estaba pasando, era real, me iba a un crucero dónde mi prima seria mi putita por 9 días. Sintiendo el pecho y el pito hinchados, empecé a seleccionar la ropa que llevaría.

– Rodri, salgo un rato. No toques mi bolso, que llevo sorpresitas.

No me gustaba para nada la idea de que salga. Prefería que se quede hasta último minuto en mi cama, con mis dedos cajeteándole la concha, pero me insistió en que era realmente necesario. Y que no le revise el bolso.

Volvió a eso de las 14:30 y sentí que respiraba nuevamente al ver que todos los planes seguían sin modificaciones. Julia pidió un uber y tal cual me había indicado, a las 15 ya estábamos saliendo para el puerto de embarque.

– Qué envidia chicos. ¿Se van a un crucero? – no tenía ganas de hablar con nadie, pero usualmente prefiero a los conductores de uber, antes que a los tacheros. Ese aire de superioridad que a veces muestran, me había cansado muchísimos años atrás. Ellos vivieron diez cosas peores que las tuyas, tienen mil vueltas más que vos en la vida y encima les jode la economía. El pibe este no mostraba nada de eso, así que le respondí que sí.

Ilusamente creí que con eso alcanzaría.

– Es una maravilla, una vez fui con mi novia. No hagan como nosotros, que no salimos del cuarto. Disfruten del barco, que es hermoso. – dijo sonriendo y recordando.

“Gracias, pero vamos a hacer justamente eso” pensé. Pero sólo le volví a decir que sí.

Estábamos relativamente cerca cuando me llegó un mensaje de whatsapp.

“El tipo cree que somos novios” decía el texto que me había mandado mi prima, que sonreía bajo la mano que no sostenía el celular.

“Y que va a pensar. Si no dejas de mirarme la chota” le respondí, riendo de mi propio chiste.

Afuera había un tráfico bárbaro, como es habitual a esa hora en la zona de Retiro. Con algo teníamos que entretenernos.

“Ni de tocarla”, retrucó ella. Y se acomodó más cerca de mí, puso su cabeza en mi hombro, un saquito sobre mis muslos y la mano abajo, para sobarme la pija por encima del pantalón. Media hora estuvo así, hasta que llegamos. Le pagué al flaco, sacamos las valijas y le dimos las gracias.

Al entrar al puerto, respiré de nuevo: no había nadie conocido. La inmensa mayoría era gente grande, de la edad de nuestros padres, o más. Volví a inspeccionar a uno y cada uno con la vista para asegurarme. No quería encontrarme ni siquiera a alguna antigua maestra de la primaria. Otro respiro más y me relajé. Mi prima se había puesto una musculosa y un shortcito de jean con un cinturón ancho. Sumado a las botas largas y las marcas de la bombacha que se les formaban en el culo al caminar, se llevaba la atención de todos los viejos verdes.

Mientras hacíamos la cola, le abracé la cintura de costado y ella respondió de la misma manera. No pude resistirme a tocarle el orto metiendo una mano en su bolsillo trasero.

Hicimos los trámites necesarios, explicamos por qué el pasaje no estaba a mi nombre y no nos causaron ningún inconveniente. Tenían acento de italianos, si hubiesen sido argentinos seguro me pedían unos pesos. Pasamos luego una puerta y como por arte de magia apareció el barco ante nuestros ojos. Inmenso. Increíble. Parecía realmente una maravilla, es cierto, pero igual no íbamos a salir mucho de la habitación. Los dos sabíamos que era probable, incluso, que mi pija tampoco salga mucho tiempo de su concha.

Al subir, entendimos cualquier cosa. Nos dijeron que llevarían nuestras valijas luego y supusimos que no podíamos entrar a la habitación hasta ese momento. Parece una estupidez, pero la calentura nos estaba matando a ambos y queríamos coger ya mismo. Tampoco es que tuvimos que aguantarnos una tortura: a las 18 horas exactas el barco partió y desde la terraza tuvimos una hermosa postal de Buenos Aires alejándose de nuestros ojos.

Volvieron a interrumpir nuestros planes con una especie de simulacro de evacuación, al que tuvimos que asistir obligatoriamente. Otra interrupción más, cuando de camino al cuarto nos propusieron tener bebidas libres por 500 dólares. Julia sacaba cuentas, mientras yo sacaba la tarjeta de crédito. Eso no podía faltar.

– Vos pagaste el viaje, yo pongo al menos las bebidas. – le dije bromeando. Eventualmente le iba a devolver la plata de mi pasaje.

A eso de las 19:30 al fin pudimos entrar a nuestro camarote. Era lindo, grande, tenía un balcón bellísimo y que mierda importa qué más. Bueno, una cama, eso sí importa.

A penas entramos nos comimos la boca como desesperados, metiéndonos mano por todos lados. No podíamos aguantar más. Pero otra vez nos interrumpieron, ahora fue un chinito, también con acento italiano, que vino a dejarnos dos tarjetitas. Podría haber disimulado un poco al menos cuando se colgó mirándole el culo a mi prima, pero lejos de molestarme me excitó aún más, si es que eso era posible. “Mirala todo lo que quieras, pibe”, pensé mientras le cerraba la puerta y le agradecía. “Me la voy a coger yo”.

– ¿Qué vamos a decir que somos, si alguien nos pregunta? – Julia apoyó sus codos en el mueble que estaba al pie de la cama, sacando cola para provocarme un poco más.

– Afuera, lo que quieras. Primos, amigos, novios, amantes. Pero acá adentro vas a ser mi putita. – le dije al oído cuando fui a apoyarle el pito en el culo.

Ella meneaba las caderas y yo parecía que me la cogía despacito, con la ropa todavía puesta. Le manosee la concha por encima del shortcito y sin más preámbulos le desabroche tres botones, para poder bajárselo con total tranquilidad, hasta dejarle las nalgas entangadas a la vista. El bulto ahora se lo apoyé en la bombacha y al tocarle la concha, otra vez mi mano entera quedó húmeda.

– ¿Querés la pija ahora? ¿Te lleno la concha de pija ya nomás?

– Si, por favor. Ya. Cogeme, Rodri. Quiero pija.

Le hice a un costado la tanguita, ella sacó el orto más para afuera, quedando casi en cuatro, y yo libere la poronga al palo del pantalón en un segundo.

Cuando la verga rozó la concha mojada de mi prima, volvieron a tocar la puerta. No le dimos ni pelota y seguí jugueteando, como si nada. Yo le pasaba la pija por la almeja, que estaba recién depilada, suave como la seda, me la dejaba toda mojada. Luego, la llevaba a su cola, primero entre las nalgas y después a puntearle el agujero de su ano, que me volvía loco. Parecía que le dibujaba la raya del culo con un marcador brilloso que se recargaba entre los labios de su vagina. Julia gemía como si la estarían partiendo al medio y ni siquiera había arrancado.

Otra vez la puerta. Otra vez ni pelota.

Le bajé la bombacha y por primera vez le vi el orto desnudo. Otra postal para mi vista. Lo recorrí con las manos hasta llegar a la conchita y sin dudarlo le metí un dedo. Sentir mi piel dentro de ella, me hacía nublar la mente de la excitación. Acomodé la punta de la chota y se la metí un poco. La estaba apenas penetrando un poquito y creí que me moría. Mi prima tenía la concha perfecta y ya la había probado. Su calidez y su humedad abrazándome el glande me daban una sensación exquisita que recorría todo mi cuerpo, como si un escalofrío se elevase al cuadrado. Con un simple contacto, estaba por acabar. Literalmente. Sentí como se me hinchaba el pito y con el último aliento, la retiré y le golpee el culo simulando tener un látigo en lugar de un pene.

Cuando golpearon otra vez la puerta, recuperamos la conciencia.

– Anda a abrir, que capaz es importante. – me dijo todavía entre gemidos – Voy al baño y te muestro la primer sorpresa que te traje.

– Si es el chino de nuevo, te juro que lo mato.

Aunque era él nomás, no lo maté. Me dio otras dos tarjetitas que hasta el día de hoy ni se para que mierda servían, mientras miraba sobre mi hombro si podía verle el culo otra vez a mi prima. Ya medio enojado le dije que gracias, pero que no nos moleste más.

– Pero son importantísimas por si quieren… – Y vaya a saber que más dijo cuándo la puerta se cerró en su cara.

Me dio un poco de lástima, no puedo negarlo. Encima un poco me había ayudado: realmente casi acababa al poner la puntita de la pija adentro a mi prima. Y por supuesto, quería aguantar más. Además sumó una cuota de morbo cuando tan descaradamente buscaba verle el orto.

Con Julia todavía en el baño, me saqué la ropa, y sólo con el bóxer me tiré a la cama.

– ¿Y? ¿Qué pasa? – le grité – Las putas no hacen esperar a sus machos.

La escuché reír y decirme que ya salía. Que valdría la pena la espera y que si no, sabría cómo compensarme. Pero que no iba a ser necesario.

Escuché música sonando desde su celular y al instante salió. ¡Vaya que valía la pena!

Se había puesto el mismo disfraz de novia trola que tanto me había comido el bocho en su fiesta de despedida. Los mismos zapatos con tacos, las mismas medias de red con portaligas, el mismo velo en la cabeza, la misma camisa desabrochada por la mitad y la misma pollera que no llegaba a taparle ni la mitad del orto. Todo blanco salvo la bombacha, el corpiño y sus labios, que eran rojos.

El mismo baile sexy, salvo que, esta vez, era solamente para mí. Verla mover el culito me fascinaba.

Cuando la canción terminó, se acostó encima de mí. Me besó la oreja, el cuello y amagó con lamerme la boca, pero volvió a mi oído.

– Acá tenes a tu putita, primo. – me susurró.

Se acomodó como si estuviese cabalgándome. La chota me estaba por estallar, una vez más.

La tomé de los muslos y la ayudé, guiándola con mis brazos, a continuar su meneo. Mi prima me estaba meneando la concha sobre la pija y el viaje recién estaba comenzando. No sé ni cómo me animé a intentar describirles con palabras esa sensación que tenía.

El franeleo se volvió más fuerte, las apoyadas más intensas y Julia gemía al compás. Volvió a poner su boca en mi odio y me dijo entre suspiros que le chupe las tetas. Ahí me di cuenta de que a sus senos los tenía bastante abandonados en mis acciones, comparado a la atención que recibían su concha y su culito. Cuando los sacó del corpiño, abalancé mi boca sobre ellos. Mi prima se sostuvo uno con la mano y como si yo fuese un niño hambriento, me lo ofreció.

– Chupáme la teta, primo. Chupáme la teta.

Respondí de inmediato. Tenía en la lengua su pezón, duro y rosado. Me volvía loco succionándolo y lamiéndoselo. Las gomas de mi prima, eran exquisitas.

Un rato después, sentada sobre mi poronga con la bombacha puesta, Julia llegó al orgasmo. Intentó evitarlo, pero no pudo. Cuando cayó rendida sobre mi pecho estoy seguro que sintió la tranquilidad de que habría muchos más de ellos. Otra vez sobre mi oído, volvió a hablar.

– ¿Querés ver como chupa pija la putita de tu prima? – me susurró en esta oportunidad, con una sonrisa pícara que me mataba.

No me salieron las palabras, solo asentí con la cabeza. Era demasiado. Verla, tocarla, penetrarla apenas y ahora imaginarme lo que me había anticipado que vendría. Jamás pensé que se podría disfrutar tanto.

La metáfora del capítulo anterior se quedaba corta: no eran diez, eran cincuenta los millones que sentía haberme ganado en la lotería.

El placer logró definitivamente llegar a otro nivel cuando Julia me lamió el pecho, jugo con su lengua en mis tetillas y dándole besitos a mi abdomen llegó a mi entrepierna. Con sus manos sacó la pija del bóxer y se detuvo un instante extra para mirarla.

Era la primera vez que me la veía y parecía que se le hacía agua la boca. Me la besó como si estuviese enamorada, con los ojos retorcidos hacia arriba, pareciendo poseída ella también. Le pasó la lengua de arriba abajo, como una gatita sedienta. Y respirando fuerte, no pudo contenerse más: abrió la boca y se la tragó. Yo sentía estar volando.

Tenía la pija en la boca de mi prima.

No lo podía creer.

Mi prima era una petera digna de una medalla de oro. Y era toda mía.

– Que rica tenes la verga – creo que me dijo sin sacársela, dejando escurrir chorros enteros de saliva y haciendo círculos con la lengua sobre el glande.

Y me la empezó a chupar. A succionarla, a bajar y subir lentamente apretándomela entre sus labios. De nuevo, me encontré en un nirvana. Recordé las veces que le vi la bombacha sin querer, la tanga roja metiéndose entre sus nalgas, la sensación calentita que me brindaba su ano cuando la apoyaba dormida y borracha, casi violándola. Mientras ella me seguía peteando sin siquiera usar sus manos. Todo era entre mi verga y su boquita.

¿Cincuenta millones de dólares les dije? Pónganle que eran cien mejor.

“¿Conocen a alguien que haya ganado cien millones de dólares?”, debí haberles preguntado.

Cuando estaba a punto de acabar, me salvó otra vez la puerta. Julia interrumpió la mamada porque al primer golpe no pudo evitar soltar una carcajada.

– Nunca odie tanto a un chino – me dijo riendo. Y volvió a ponérsela en la boca, como si nada.

La tomé de la cabeza y se la saqué.

– Anda a abrirle así como estas. Mostrale bien, pero bien el orto. Así no jode más.- le ordené. Necesitaba componerme para no eyacular. – Cuando vuelvas te muestro como coge tu primito, ¿querés?

Julia dudo un poco, pero al notar que me calentaba mostrarla como a una trolita, me dijo que estaba bien y le fue a abrir con el culo casi al aire, la tanga metida entre las nalgas y una flor de mancha en la parte de la concha producida por sus propios jugos. Y como si fuese poco, caminó levantándose aún más la pollerita.

Me acomodé la pija en el bóxer como pude, estaba dura como un fierro y apenas me entraba, me puse de pie y fui detrás de ella para no perderme ningún gesto del pibe al babearse con la pinta de puta que tenía mi prima y el olor a poronga que le salía de la boca.

¿Conocen ustedes a alguien que se haya ganado cien millones de dólares a la lotería y que al otro día los haya perdido?

Detrás de la puerta estaba Fabián.

Continuará…

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