Trajes y corbatas. La mesa de juntas estaba ocupada por los doce miembros más importantes de la junto directiva de "Cummings Advertising". Don William Donnery, "Willy", presidía desde hacía 10 años como CEO, y bajo su mando la compañía había crecido hasta ser una de las tres más importantes de Iberoamérica, y esas "juntas" se habían vuelto legendarias. Todos querían formar parte y saber si era verdad lo que decían.
Ese día las secretarias usaban uniformes arreglados a detalle para la ocasión y recibían un "bono especial" al finalizar la jornada que solía durar de cinco a ocho horas enteras: las falditas ocupaban apenas el espacio para cubrir sus preciosas nalgas pero las medias y los ligueros quedaban expuestos a la vista, cuando se inclinaban para servir el café se les asomaban los coños como capullos floreciendo y reventando debajo de las tangas de encaje e hilos, las que llevaban ropa interior; las camisas de vestir blancas desabrochadas hasta el ombligo, dejando ver debajo los brassieres a juego con la lencería y las tetas apretadas que se sacudían con cada respiración, se pintaban las bocas de rojo y se arreglaban en cabello en coletas altas, todas usaban gafas negras aunque no necesitaran aumento; exhalaban un hálito de sensualidad detrás de los perfumes caros y los tacones altos. Habían seis de ellas, tomando notas, ajustando las presentaciones, entregando informes y retirando las copas vacías para devolverlas llenas; iban y venían y los ojos de los empresarios las seguían a donde fuese, pero nadie las tocaba, nadie les decía nada, sólo estaban para adornar, no eran más que los cuadros en las paredes, aunque su función era la de erotizar el ambiente y aligerar las tensiones.
Cuando el receso llegaba todos sabían qué era lo que se avecinaba, aunque afuera de esa oficina aquello sólo era un mito. Las secretarias abrían una puerta alterna que daba a otra sala y de ella salían doce jóvenes de entre dieciocho y diescinueve años, todas vestían lencería de encaje, tacones altos, picardías transparentes, unas boquitas pintadas con labiales brillantes y escarchados, aretes, anillos, joyas que brillaban tanto como sus pieles juveniles y los aromas de los perfumes franceses impregnaban el aire cuando entraban, así como el repiqueteo de sus tacones. Doce jovencitas, para doce señores.
Nunca se repetían, en cada junta eran distintas y todas estaban ya distribuidas según los gustos de cada uno: a Willy siempre le dejaban la rubia de cabello cortito con tetitas pequeñas y una cintura que le cabía en las dos manos, la nenita se le sentaba en las piernas con las suyas abiertas y se abalanzaba a abrazarle como si la vida se le fuera en ello, los pezones erectos y rosaditos le rozaban debajo del babydoll transparente con incrustaciones de piedras ámbar, tenía el cabello suelto siempre y parecía que fuese siempre la misma de lo precisas que eran las secretarias en buscar siempre chicas con los mismos rasgos: ojitos azules y boquita carnosa, de mamadora, pómulos alzadas y filosa la barbilla. Un rostro de ángel. Se le ponía dura desde el momento del abrazo.
"Señores, disfruten" decía Willy mientras las demás buscaban a sus señores.
Había una asiática, esa era de Richard, el Vicepresidente, las sentaba en la mesa tras apartar su libreta de notas y le abría de piernas, la chiquilla nunca usaba ropa interior debajo de la batita transparente, era la más sencilla de todas con su cabello negro liso suelto que le llegaba hasta las caderas, mínimo de maquillaje y unas sandalias delicadas con diamantes incrustados. Richard le tomaba esos piececitos, y mientras le miraba el coñito abierto y rosado se los masajeaba, le quitaba los zapatitos sin dejar de verla y se los colocaba sobre la verga dura, ella sabía lo que tenía que hacer y comenzaba a frotarle esos dedos largos y perfectos sobre el bulto, sintiendo que tocaba la gloria. Se sacaba la verga del pantalón y ella entonces comenzaba a hacerle una paja con los pies, jugando con la punta de su glande entre los dedos y apoyando un pie por completo sobre su falo, era pequeño y no lograba cubrirlo por completo. Al menos seis de ellas estaban sentadas también sobre la mesa pero mantenían las piernas abiertas y gemían quedito mientras tenían enterradas entre las piernas las caras de los inversionistas y socios; era un banquete de coñitos húmedos y calientes a su disposición, depilados unos, peluditos otros, con perforaciones y tatuajes también; sólo se escuchaba en gorgoroteo de las lenguas y el chapoteo de la humedad.
Otras tantas ya estaban de rodillas, llevándose a los labios las vergas inhiestas de los señores, mamando y escupiendo sin asco mientras se dejaban meter un dedo en el culo o se restregaban el coño contra los zapatos embetunados, lustrándolos aún más con sus jugos, tal era el caso de Marianita. Louis la tenía mamando verga y le golpeaba el coño con la punta del zapato, ella gemía pero no se apartaba, no podía, él la tenía prendida de las dos coletas que siempre se hacía y le follaba la boca con embestidas brutales. Marianita se ahogaba y la dejaba tomar aire.
"Límpiame la verga y los zapatos, zorra, vamos, con el coño, así, sí, así, zorrita…" le decía a la niña, que bien podría ser su hija. Ella se le frotaba en el zapato con desesperación y le dejaba brillante el cuero con sus jugos inocentes.
"Chúpame los huevos, zorrita, eso es, buena niña…" Marianita mamaba con devoción y le miraba a los ojos mientras lo hacía, esos ojos almendrados y brillantes como la miel.
"Tenemos que arreglar otra junta para el próximo mes, por lo del aniversario, ¿no?" preguntaba el segundo mayor inversionista, Xavier, mientras tenía a Isabelita mamándole la polla bajo la mesa, conversaba con aparente normalidad, al otro lado, Willy tenía de la misma forma a su rubia, gemían de vez en cuando, pero eran capaces de mantener aquella conversación desde extremos opuestos, las nenitas no se detenían, sólo sentían de vez en vez una caricia furtiva en el cuello como indicación de que lo estaban haciendo bien.
"Oh, sí, creo que voy a poder arreglar algo… mmm… Mejorcito, más íntimo… ¡Uff!, ¡cómo maman estas he!, de seguro que los tíos y los papás las tienen bien entrenadas"
"Deben ser las mamadoras oficiales del colegio para que la chupen así. Métetela toda, hasta la garganta, Isabelita, eso es… Mmm… ¿Dónde las consigues, eh? Yo quiero una"
"Ah, ese es un secreto, pero te consigo una si quieres tenerla para tí, ¿te parece?"
"No, mi mujer es muy celosa" responde Xavier, echándose hacia atrás en la silla y cerrando los ojos, Isabel le ha bajado el pantalón y con su lengüita pequeña y rosada le lame el perineo al tiempo que le sacude la verga con sus manitas pequeñas y manicuradas en rosa.
"Va, eso no es problema, te la consigo para que les sirva a los dos, así ella está feliz también" sugiere Willy, sacándole la verga a su rubia para golpearle la carita con ella, la nenita ya tiene las mejillas rojas y la boca inflamada, pero con gusto saca la lengua para que se la golpee con el glande morado y grueso. "Hoy en día éstas niñas son unas loquitas, le hacen a todo, si le dices que se deje coger por el perro, lo hace, ¿verdad, Kathya?"
"Sí, señor Willy" responde la nenita en un español muy roto, debe venir de algún país europeo, quizá Croacia, o Rusia, no importa, la nenia vuelve a su trabajo, rodeando la punta de la verga con sus labios, escondiendo los dientes y ejerciendo presión, deslizando la verga despacio dentro de su boquita, Willy lanza un aullido al sentir cómo le aprieta la verga tan despacio, Xavier se ríe al otro lado de la mesa y pone a su niña a mamarle también. A un lado, las secretarias permanecen firmes en sus puestos o preparando la sala para el final de la junta, que será retomada tras el receso, algunos coños se les notan empapados y brillantes de excitación al presenciar esa pequeña orgía oral, en las juntas se prohíbe exclusivamente la penetración. Y aunque quisieran tocarse, lo tienen prohibido, saben que no están allí para divertirse, son como las perras de los señores, indignas de sus vergas o del placer.
"Diez minutos" anuncian las secretarias y es como si todos se pusieran de acuerdo, acomodándose lo mejor que pueden, intensificando las penetraciones en las nenas. Uno de ellos ha sentado a la nenita en el suelo y le ha apoyado la cabeza contra la silla, se la folla así sin misericordia, usando su boca como una cubeta de semen donde le descarga la leche directo en el estómago, la nenita se atraganta y restos blancos le salen por la comisura, pero se las arregla para hacer gárgaras y tragar, luego le limpia la verga con la lengua y lame el suelo donde un par de gotas se derramaron. Una a una se van levantando, agradeciendo a su señor, besándole la punta de verga como despedida, y se van con el estómago lleno de leche, o el coñito goteando semen, otras las tetitas llevan cargadas de lefa o incluso la carita entera. Las secretarias traen toallas tibias, unos carritos con agua limpia y jabón, los señores se vuelven a recomponer las ropas y a colocar en sus sillas.
"El receso ha terminado. Se reinicia la junta".
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Este es mi primer relato, espero que les guste. Voy a subir cosas así de locas y fantasiosas porque es divertido y morboso. ¿Qué opinan?