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Dominando a la perra (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Me volví una mujer independiente,  mis padres se divorciaron cuando yo era muy joven, nunca creí en el amor, pero me encanta el sexo, constantemente cambio de pareja, ninguno me satisfacía, quería algo bueno algo que me obsesionara, en pláticas con una amiga, me comentó la vida de Leonardo, un excompañero con el que nunca me lleve bien, era dueño de un club con mala fama para la gente decente, pero yo no conocía aquella palabra, esa noche aburrida, fui a ese lugar con una ropa provocativa, los ojos de muchos se quedaban fijos en mi, una pequeña falda que apenas cubría mi grande trasero dejaba su imaginación a flote, llevaba una tanga negra que apenas y cubría mi parte íntima, al notar aquellas miradas de perversión, deje caer mi bolso de mano y me incline por él, dejando que aquellos se deleitarán con la vista.

Mi blusa tenía un gran escote casi hasta el ombligo, dejaba que mis pechos se asomaran con timidez, pero no se salían, no llevaba brasier, y por la calentura del momento la excitación en mis pezones se miraban, mi maquillaje era algo natural, yo sabía lo que provocaba en un hombre, y hacerlos encender me encantaba.

– vaya, vaya… Que tenemos aquí, la dulce Margaterh en mi club- dijo la voz de aquel egocéntrico excompañero, quien se encontraba recargado en la barra de la cantina.

– y yo que pensé que tardaría más en encontrarte Leonardo, tiempo sin vernos- respondí con voz calmada y sensual.

– todos comenzaban a decir que una diosa se había aparecido en mi club, no podía perderme lo… Pero solo te encontré a ti- responde con tono decepcionado mientras que de la barra tomaba un trago de whisky

– lamento decepcionarte, pero quiero hacer un trato contigo.

– no te preocupes no me decepcionarte tanto, digo… Mírate pareces toda una perra, meneando la cola frente a miles de hombres, te pusiste muy buena, quisiera tomarte aquí mismo… Pero eso será en otra ocasión -alardeo – así que dime… Que ocupaba de este fiel siervo de afrodita-

– me da gusto saber que conoces de literatura griega- respondí sarcástica, ignorando los primeros comentarios

– cariñito quieres comenzar una disputa?- respondió amenazante

– quisiera convertirme en tu sumisa

En cuanto escucho eso una sonrisa maliciosa se pintó en su rostro y después comenzó a reír.

– tu… Una sumisa… Mi reina tú no sirves para eso, no te dejas dominar, eres un zorra astuta que usas a los demás a tu antojo, si fuera tu amo, tendría castigarte cada noche por tu desobediencia, a no ser que…- dio una pausa y la sonrisa en su rostro comenzó a volverme más y más maliciosa – te gusta ser castigada he?-

– tú mismo lo acabas de decir, aceptas el trato

– primero que nada, cuida el tono con el que me hablas perra- aquella voz sonó imponente y amenazante, comencé a sentirme nerviosa pero me gustaba la sensación – segundo, las cosas no son tan sencillas, como sabré que vas en serio?- añadió y volvió a dar un trago a su bebida

– aquí estoy, pruébame

Sonrió satisfecho, me miró retador unos segundos y le mantuve la mirada, se acercó lentamente y se detuvo detrás de mí.

– primer error- susurro en mi oído- nunca mires a tu amo a los ojos si este no te lo pide.

No me dejó responder cuando sentí el azote en mis nalgas, la sensación era nueva, dolorosa, pero excitante, ya estaba metido en su papel, y yo estaba debía de meterme en el mío.

– lo siento- respondí y baje la cabeza, al instante otro azote se dejó caer, en cuanto mi cuerpo lo sintió un grito ahogado salió de mi boca

– lo siento, que dijiste perra? no lo entendí -respondió retante

– lo siento amo- dije con voz más fuerte

– no me levantes la voz- aclaro y otro azote se dejó caer en mis nalgas

– si amo.

– espero no tener que castigarte así diario, aún que- comenzó a pasar una mano por debajo de mi falta – parece que disfrutas de estos, ve a la barra, te quiero arriba de ella con las piernas abiertas

– aquella orden me sonó absurda, mi cuerpo no reaccionaba

– que no me escuchaste! Las órdenes de tu amo son ley para ti – dos azotea se dejaron caer en mis nalgas, entonces supe que hablaba en serio, subí a la barra y solo así supe cómo todos me miraban, subí la falda y abrí bien las piernas, se podía ver cómo mi vagina chorreaba

– grandiosa vista- dijo alguien entre la multitud

– Hazte a un lado, ella es mía- respondió Leonardo, empujando a aquella persona, se acercó de nuevo a la barra y tomo un cubo de hielo, y comenzó a frotarlo en mi vagina, cerré las piernas inconscientemente y este las abrió con fuerza

– jamás te di permiso de cerrarlas

Entonces introdujo el hielo dentro de mí, aquello ardía, el calor de mis flujos acompañado de frío del hielo era excitante, me esforzaba por no cerrar las piernas.

– mastúrbate – ordenó

Esta vez no respondí nada, aquello lo deseaba, comencé a masajear mi vagina con una mano, mientras que con otra, jugaba con mi clítoris, Leonardo mi observaba atento, entonces jalo de mi blusa dejando completamente mis pechos al descubierto, comenzó a jugar con ellos dando continuamente pellizcos a sus centros.

Podía sentir las miradas encima de mi, aquellas estaban cargadas de lujuria.

Estaba a punto de terminar pero Leonardo quitó mis manos

– está prohibido terminar antes que tú amo, bájate- ordenó, no sin antes quitarme la tanga negra que estaba empapada.

Cuando baje de la barra mis piernas temblaban, esperaba otra orden que diera seguimiento a aquel placer, pero nada ocurrió, introdujo en su saco la tanga, me acomodo la blusa y comenzó a decirme

– bien hecho perra, te me vas directo a casa, nada de masturbarse, si lo haces yo lo sabré, te quiero mañana, a las 9 de la noche en mi departamento- me dio una tarjeta con su contacto y dirección – aún hay cosas que aclarar, pero que te quede claro, desde hoy… Eres mía.

Continuará.

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