Mi nombre es Trinidad, aunque me llaman Trini, tengo 22 años, casada y un hijo de meses.
Me casé a los veinte, mis amigas me decían que era muy joven para contraer matrimonio, pero estaba muy enamorada para evitarlo.
Mi esposo se llama Alex tiene 27, y fue con el primer hombre que tuve relaciones sexuales, fue quien me desfloró, aunque admito que no fue algo para relatar.
Lo quiero, tenemos relaciones dos o tres veces por semana, pero noto que se ha convertido en algo bastante rutinario. No he llegado a tener un buen sexo, pero bueno, con el pasar de los anos mejorara.
Me olvida decir que vivimos con mi suegro, muy buen hombre, llamado Ricardo de unos 55 años más o menos, viudo de hace bastante tiempo, pero realmente nuestra convivencia es muy buena. Y ahora con la llegada de su nieto Manu, esta enloquecido, parece que ha rejuvenecido.
Mientras mi esposo se va a trabajar el me hace compañía, tiene un buen retiro que hace que esté buena parte del día en casa, por lo general sale de noche con sus amigos o con alguna que otra mujer. En realidad en este último periodo a partir de mi licencia por maternidad, fue donde la relación con mi suegro se fue acrecentando.
Cuando en un principio amamantaba a mi hijo, mi suegro a veces observaba como alimentaba a su nieto, situación que me ponía algo tensa, pero no le decía nada para no afectarlo.
Un día me pregunta:
“Te molesta que mire cuando le das de tomar a mi nietito?”
“No para nada Ricardo, además conversamos y me es más llevadero”
Pero si bien me iba acostumbrando a tenerlo cerca mientras lo hacía, nunca deje ver mis pechos, que por cierto estaban algo voluminosos. Nuestra vida transcurría si bien de una manera bastante rutinaria admito que era feliz con esa convivencia, además mis charlas con mi suegro se iban incrementando día a día.
Los días iban transcurriendo y poco a poco me fui acostumbrando a tenerlo a Ricardo frente a mí, mientras amamantaba a su nieto, que más de una vez se lo entregaba para que hiciese sus “provechitos” después de su alimentación. Por supuesto que en ningún momento pensé al punto que podría haber algo entre nosotros.
Una tarde después de dar la teta a mi hijo, se lo entregué a mi suegro como lo hacía habitualmente, pero no presté atención que mi blusa estaba bastante desabrochada, así que uno de mis pechos quedó al aire al producir el traspaso del bebe.
Algo ruborizada, solo atiné a taparme mientras le decía
“Perdón”
“Todo lo contrario, fue algo muy bello que has obsequiado a mis ojos” me contesta con una sonrisa.
“Bueno entonces gracias por la galantería”
Realmente me puso contenta su respuesta, a veces esas contestaciones, hacían que día a día, lo quisiese más. No me canso de decir que es una muy buena persona, en ningún momento había malas intenciones en sus palabras, ni dichos de doble sentido. En ese último mes se fue gestando una linda amistad. A veces pensaba que en menos de dos meses, mi licencia por maternidad finalizaba, aunque mi suegro me decía que dejase el trabajo, que él podía ayudarnos económicamente.
Si bien era una buena propuesta, no me parecía lo correcto, ya que el hecho de vivir en su casa era una gran ayuda.
Cada tanto me traía algún obsequio tanto para mí como para su nieto, que si bien no era de gran valor, era una demostración de afecto.
No sé porque me sentía en deuda con él, así que considere no ocultar demasiado mis tetas, dejando abierta mi camisa y permitirle que me observase o por lo menos no taparme tan rápido y tratar de demostrar que eso es algo natural.
Un día me dice:
“Tienes unos hermosos pechos, Trini”
“No, están algo deformados por la lactancia, y además estoy algo rellenita” cosa que era verdad pues aún tenía como 10 kilos de más.
“Pues a mí me encantan, además la mujer algo gordita es más apetecible”
Sentí una extraña sensación, ni mi esposo había hecho alusión a mis tetas y menos a mi cuerpo, en este último tiempo, pero al venir de mi suegro fue como una hermosa gratificación.
“Gracias Ricardo” fue lo único que atiné a comentar riéndome de su ocurrencia.
Eso creo que fue más que suficiente, para que su compañía como espectador, me fuese cada día más grata, además oírlo con sus anécdotas y encontrando algún tema para contarme. Se había convertido en un momento muy especial, aparte hacia los mandados, me ayudaba con la comida.
Con el pasar de los días, me fui acostumbrando a su presencia, mientras amamantaba a mi bebe, a veces levantaba la remera permaneciendo breves segundos con un pecho al aire, o abierta mi camisa viéndose parte de ellos, sonriendo cálidamente ante la presencia de mis desnudos pechos.
También yo lo hacía, en donde parecía una travesura, en que ambos compartíamos. A veces me decía que se producía una aureola, producto de estar algunas horas sin darle de mamar a mi hijo. En definitiva actuaba libremente sin tomar reparos cada vez que alimentaba a Manu.
Una mañana mientras alimentaba a mi hijo, después de darle de tomar y depositarlo en el cochecito, empecé a mover el cuello, pues lo sentía algo tensionado. Mi suegro me dice:
“Que te sucede?”
“No sé, me duele algo el cuello?
“Quieres unos masajes?
“En serio, me lo dice?”
“Si, si quieres, acá me tienes”
“Bueno, dele”
Ricardo se puso tras de mí, no me había quitado la blusa y mi sostén lo tenía levantado, así que opte por desabrocharlo y mantuve la camisa algo abierta.
Trajo talco y con sus grandes manos comenzaron a masajear mis hombros produciéndome algo de dolor pero a su vez me iba relajando mis músculos. Si bien tenía algo de resquemor, en pocos minutos me empezaron a atraer, sintiendo como se iba relajando ese sector afectado. En un momento abrió un poco mi camisa intentando descubrir más mis hombros, la que al estar desabrochada término desplazándose quedando mi dorso al descubierto.
“Oh, perdón Trini, no fue mi intensión” tratando de subirme la camisa.
“No, está bien Ricardo, es preferible, dejar mis hombros al descubierto”
Continúo con sus frotaciones, durante bastante tiempo, cuando contraía los dedos sobre mi piel, llegaba a mover mis pechos, percibiendo que unos de mis pezones comenzó a gotear, me dio algo de cortedad lo que me sucedía, aunque era algo natural que me ocurría, fundamentalmente cuando pasan varias horas sin alimentar a Manu.
Si bien se comportó como un caballero, hubo un momento en que desee que no lo fuese, sentía la necesidad en que me apretase mis tetas. Supongo que él, tendría el mismo pensamiento, aunque entiendo perfectamente su posición.
Cuando termino me levante y le di un beso en agradecimiento por su labor.
Admito que pensé bastante sobre ese momento y hasta tuve unas azarosas fantasías.
Dos o tres días después, me levante con mis pechos algo duros e hinchados y muy sensibles al toque, con algo de molestia cerca de las axilas, algo que no me sucedía frecuentemente.
“Que te pasa?“ Me pregunta Ricardo en cuanto me vio. Con algo de retraimiento le digo:
“Hace bastante que no le doy de tomar a su nieto”
“Puedes mostrármelas? Me dice
“Si, por supuesto” le contesto sin pensarlo demasiado, aunque ya me las había visto.
No sentí, ningún tipo de inhibición para exponerlas, todo lo contrario, así que desabroche la camisa y me subí el sostén. Solo las observo, sin llegar a tocarlas.
“Las toco a ver dónde te duele” me dice
“Si está bien, quiere que me saque la camisa?
“Como quieras” me contesta.
Sin pensarlo, como esperando esa respuesta, abrí la camisa desabrochando mi sostén, quedando por segunda vez mis tetas al alcance de mi suegro. Ahí comenzó a tocarlas suavemente, oprimiendo en determinado lugares, en ese momento mi excitación comenzó a hacerse notar, aunque trataba de no demostrarlo demasiado.
“Creo que están muy cargadas, deberías darle de tomar a Manu”
“Es que está durmiendo” le contesto, como descartando esa posible solución.
Termine por quitarme la camisa, sentándome en la silla a la espera de su intervención.
El dolor se iba pasando, pero mi excitación estaba agravándose. Apoye mi cabeza sobre el abdomen de mi suegro disfrutándose de ese enérgico y continuo “masaje”
Así continúo hasta llegar a acariciar mis senos, rosando mis pezones que parecían enervarse, mi respiración se notaba algo jadeante, ante esas lujuriosas caricias, provocándome una lenta y continua excitación.
Si bien no impedía esa intromisión, pensaba que no era lo correcto, aunque tampoco me opuse a sus “frotaciones”. Sus manos se fueron apoderando de mis tetas, apretando suavemente mis pezones, gimiendo al sentir cada vez que lo hacía, moviendo mi cabeza, apoyándola sobre el abdomen de mi suegro, oprimiendo mas los extremos de mis tetas.
El conjunto de mis pechos comenzó a recibir un “tratamiento” más agresivo, sintiendo que mi vagina empezaba a segregar, algo que casi nunca me pasaba.
Sus manos se apoderaron de mis pechos, apretándolos apasionadamente, hasta que sentí que comenzaron a evacuar mi leche materna. Era una extraña sensación, entre alivio al evacuar leche, dolor por su manera de oprimirlas y pero más que nada excitación, mientras su boca besaba mi cuello, apretaba más asiduamente mis senos, proyectando continuos chorritos de leche.
Lleve mi mano a mi entrepierna, tocándome a través del pantalón, tratando de que no se diese cuenta de mi estado. Ni mi esposo me había trasportado a un estado similar, sus embates continuaron y a pesar que en un momento traté de impedir que siguiera, me llevo a un estado de total excitación, finalizando con un orgasmo, que si bien trate de contenerlo, no pude evitar una exclamación de placer. Supuse que de continuar se desencadenaría en algo mayor.
Algo abochornada, y con mi leche sobre el pantalón, le digo
“Está bien Ricardo, creo que es suficiente”
Dejo de acariciarme, me beso en la frente y se fue a su habitación. Sabía que estábamos procediendo mal, aunque me dio algo de tristeza saber que se pudo haber quedado algo excitado. No niego que me había atraído su intervención, aunque realmente fueron solos caricias, pero sabía que esto podría desencadenarse en algo mayor.
Durante unos días traté de evitar de hablar de lo sucedido o de amamantarlo frente a Ricardo, aunque no puedo negar que era tentador, no obstante por su parte tampoco hubo nuevas intenciones. Hasta que un día que estábamos conversando, le confesé que me había gustado lo que me había hecho.
“Cuando gustes, lo repetimos” me dice riéndose.
Esas palabras me quedaron dando vueltas, aunque si bien no dije nada, al día siguiente le di de mamar al bebe con mi dorso desnudo. Ricardo se acercó en ese momento, de manera sorpresiva, recosté a mi hijo en el cochecito, y volqué mi cabeza hacia atrás, cerrando mis ojos. Inmediatamente sus manos se adueñaron de mis tetas, apretando más tenazmente mis pezones a la vez que apretujaban mis mamas hasta sacar la leche, que sentí rápidamente bañar mi abdomen.
Así rápidamente, se fueron alterando mis hormonas, llevando mi mano a mi entrepierna.
Cuando me dice Ricardo:
“Baja tu cremallera” me dio algo de vergüenza al oír sus palabras, pero estaba muy alterada, así que con algo de timidez y respetando su orden, me baje el cierre, y un poco mis jeans, metiendo mi mano para masturbarme, mientras mi suegro masajeaba mis tetas con total maestría. Ante mi sorpresa un poco antes de venirme, su boca succionaba mis rígidos pezones, percibiendo como mi leche pasaba a su sedienta boca.
Me alzo, de la silla, y bajo más mis pantalones sintiendo sus dedos rozar mi sexo, no oponiéndome, era todo una locura, pero no podía frenar ese frenesí que me invadía.
Con mi jeans por los tobillos, me hizo apoyar mi pecho sobre la mesa, a la vez que bajaba mi calzón, dejando mi traste al descubierto. Su pelvis se adhirió a mi culo, efectuando unos leves movimientos, pensé que trataría de penetrarme, aunque no sé si estaba totalmente dispuesta.
Pero por suerte no sucedió, solo metió su mano entre mis piernas, eso hizo que me relajase, abriendo más mis extremidades, sintiendo sus dedos jugar con mi raja, ya algo humedecida por ese loco acoso.
Dos de sus dedos me penetraron sin demasiada ceremonia, a lo que me hizo pegar un grito de dolor, hasta que sus dedos conformaron un movimiento rápido y continuo en mi vagina. Mi cuerpo fue asimilando ese acometimiento, comenzando a llevarme a un estado de total éxtasis, entre gemidos y una respiración entrecortada.
Mis manos apretaban los bordes de la mesa hasta que ese vaivén ágil y perspicaz me llevo a un fuerte orgasmo.
Me sentí ridícula con mis prendas bajas y mi torso desnudo, pero me gire y le di un beso a mi suegro en los labios como de agradecimiento o de calentura no sé, pero no puedo negar que me hizo disfrutar muchísimo.
A pesar que estaba algo arrepentida de lo sucedido ese día, no dejaba de pensar en ese acontecimiento, Ricardo no comentaba sobre el hecho, y en parte me sentía algo culpable por no aplacar la calentura a mi suegro. Aunque creo que el disfruto tocándome y llevarme a un orgasmo muy placentero. Pensaba en mi esposo, pero hasta el momento no había ocurrido nada contundente, pero de proseguir con estos locos encuentros, en algo mayor se iría a desencadenar.
Un día me había terminado de bañar, aun no estaba vestida, el llanto de mi hijo, hizo que corriese a verlo, solo atine a envolverme con el toallón. Ricardo había salido, así que tranquilamente me senté en la silla, desate la parte superior a fin de liberar mis tetas y darle a tomar al bebe. Mientras lo hacía pensaba en las locas succiones que me había proporcionado mi querido suegro, y recordando esos momentos comencé a incitarme, cuando oí la puerta cancel abrirse, si bien me sobresalto, pero consciente o no, me mantuve sin intentar cubrirme, esperando su presencia, sentada en la cocina.
Entonces lo llamé
“Ricardo, es Ud.?”
“Si, necesitas algo? Me contesta
“No solo quería saber.” Respondo, en espera de su presencia, la cual no se produce.
Algo molesta, alzo al bebe para cambiarlo, vuelvo a envolverme con el toallón, paso por su habitación lo saludo y me dirijo a la mía. Mientras estaba limpiándolo, su voz me sobresalta, diciéndome si necesitaba algo.
“No, todo bien Ricardo” le contesto. Mientras continuaba con mi labor de cambiar a mi hijo.
Cuando lo acuesto en su cuna, hice un movimiento brusco y se desata el toallón quedando totalmente desnuda ante mi suegro. Nos miramos durante unos segundos sin intentar levantar lo que me cubría. Lentamente Ricardo se acercó y empezamos a besarnos, su mano se introdujo en mi vagina, iniciando mis jadeos, me volcó sobre la cama, sin quitar sus dedos de mi sexo.
A partir de ese momento me deje llevar por ese loco arrebato, apretó mis tetas hasta hacerlas emanar nuevamente leche, que regaban parte de mi cuerpo desnudo. No sé si estaba dispuesta a tener sexo con él, pero no me frenaba ante sus acometimientos. Volcada sobre la cama, totalmente desnuda, me relaje aceptando lo que pretendiese hacerme. Abrió mi entrepierna, quedando mí intimidad ante su vista, me sentí algo cohibida ante su mirada, pero continúe con mi aptitud. Temerosamente abrí más mis piernas, sintiendo como sus dedos penetraban libremente mi matriz.
Ese arrebato me superaba, de un hombre tan cálido, se estaba convirtiendo en un ardiente amante, mientras mi abertura no dejaba de segregar mis flujos vaginales. No besábamos con desesperación, mientras mi cuerpo reflejaba mi total excitación, mis tetas como producto de ser estrujadas continuaban emanando leche y mi vagina no cesaba de mojarse. Esos líquidos que mi cuerpo iba segregando, reflejaban el estado
Me daba algo de vergüenza, emanar esos líquidos frente a Ricardo, aunque aparentemente le encantaba ponerme en ese estado libidinoso. Hasta que abrió bien mis piernas para meter su cara entre ellas, mamando despiadadamente mi sexo, a la vez que su dedo se iba introduciendo por mí recto. Ese acosamiento de las partes más íntimas, me transportaban a una experiencia que desconocía totalmente. Mi cuerpo se convulsionaba de una manera demente sintiendo como las paredes de mi conducto eran perturbadas, por su grueso dedo, friccionando su lengua en mi clítoris erguido, hasta hacerme estallar en una progresiva convulsión, arqueándome ante ese acosamiento sexual, quedando extenuada al llegar al fin de mi orgasmo.
Mi cuerpo estaba empapado de sudor, mientras trataba de recuperarme, comprendí que Ricardo debería de estar muy estimulado, si bien era algo que con mi esposo trataba de evadirlo, supuse que en ese momento seria lo adecuado.
Me arrodille frente a mi suegro, abrí su bragueta, introduje mi mano y saqué su verga, quedando sorprendida por su tamaño y su rigidez, si bien no era una experta en eso, trataría de complacerlo, así que con algo de aversión inicie una serie de lamidas, encontrándola rápidamente algo atrayente. Besé su glande, lo lamí, mientras mis manos lo masturbaban, no pude contenerme, que no tarde en deglutirla, sentir ese aparato carnal en mi boca era algo seductor.
Mi boca lo chupaba con total ahínco, introduciéndolo hasta que me producía arcadas, besaba sus testículos y los chupaba fervientemente. Su erección no disminuía y mi desesperación tampoco, mis chupadas eran cada vez más intensas y prolongadas, hasta que logre mi objetivo, haciéndolo venir con un fuerte chorro en mi boca y en resto sobre mi pecho. Por primera vez pude sentir el sabor del semen, y a pesar de mi rechazo hacia él, terminó cautivándome su sabor. A pesar de tener parte de su esperma en mi boca me beso, me abrazo fuertemente y nos besamos. Había efectuado cosas con mi suegro, que su hijo no había logrado.
Me fui a bañar nuevamente para quitar esa cantidad de líquidos que humedecieron mi cuerpo. Mientras lo hacía, Ricardo me observaba, satisfecha de lo sucedido, mis labios le enviaban besos.
Sabía que esta era una situación totalmente atípica y muy peligrosa, así que lo conversamos con mi suegro comprometiéndonos que ese sería el punto final.
Esa noche cuando llego mi esposo me sentí mal ante él, por lo ocurrido, pensando que esa noche trataría de pagar mi culpa haciéndole cosas similares.