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Un accidente erótico
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Habían sido dos semanas de mucho estrés y con un movimiento constante. Me habían nombrado vicepresidente de la compañía y me había movido al este del país y obviamente todo aquello conllevó largas horas de ajustes. Como era nuevo en la ciudad, al igual que en mi nueva vecindad, pues a nadie conocía y acostumbrado a llevarme a alguna chica nueva a casa para aquellos desahogos sexuales, pues como que me estaba pasando factura esa ausencia de la atención femenina. La última vez que había estado con una chica, había sido dos semanas antes, donde me di la libertad de contratar a una chica de la alta clase y donde por un fin de semana ella me complació en esos menesteres de la cama.

Estuve a punto de llamar a otra chica en esta nueva ciudad, pero estos cambios me hicieron llegar al agotamiento que nunca pude concertar una cita, ni con una chica de paga. Finalmente, esa oportunidad que me había pasado por la mente me llegó en una especie de accidente o esas casualidades de la vida.

Iba conduciendo el auto nuevo que este concesionario nos estaba ofertando, pues aquella semana debería decidir qué tipo de vehículos los ejecutivos y personal de ventas iban a usar por los próximos tres años. Llevaba muchas cosas en la mente y de vez en cuando se me venían las imágenes de la última cogida con esta chica de paga de quien aún recuerdo su nombre, una rubia muy hermosa de nombre Ashley. El semáforo cambió a amarillo y tuve que frenar, pero infortunadamente el vehículo atrás no tuvo el tiempo necesario para hacerlo y me pegó por detrás.

Me bajé y me cercioré de que la chica que lo conducía estuviera bien y luego tomé el teléfono para hacerle saber a mi secretaria que estaría tarde debido al accidente. Apenas iba a entrar la llamada cuando veo a esta chica de frente y me pregunta: ¿Está llamando a la policía? – No le pude contestar y solo le di una señal de que me esperara. Pude ver una mirada de angustia en su rostro y supuse que eran los nervios normales de quien se involucra en un accidente automovilístico. Tan pronto colgué ella me pidió que no llamase a la policía, que si nos podíamos arreglar entre nosotros. Obviamente debíamos llamarla para que nos diera el reporte y de esa manera hacer el reporte con las aseguradoras. Después de tomar unas fotografías y para no interrumpir el tránsito y por nuestra seguridad, le pedí movernos al centro comercial que nos quedaba a un costado.

Fue cuando comencé a apreciar la belleza de esta chica que me dio el nombre de Lena. Le calculé sus 21 años, pero cuando intercambiábamos información descubrí que apenas había cumplido sus 18. Tenía un rostro ovalado con un cabello castaño largo que le llegaba a media espalda. De piel clara y ojos de miel y en este caso podía con seguridad dar su altura y peso, pues eran parte de la información en su identificación: Un metro y 72 centímetros y 127 libras de peso. No tenía enormes pechos, pero si un generoso trasero, el cual se notaba sensualmente con esos pantalones cortos que usaba esta mañana de verano en el sur del país. Le hice la observación obvia: Esto es una identificación… ¿Tienes tu licencia de conducir?

Fue entonces que me comenzó a explicar del porque no deseaba que llamase a la policía. En breve me contó que se la habían suspendido y que el carro que conducía lo había tomado sin el permiso de su padre. Me advirtió que si llamaba a la policía la arrestarían, pero creo que le temía más a la reacción de su padre, quien parecía tener el aura de los mil demonios. Me contó todo aquello donde vi al final que sus ojos de miel se tornaban rojizos. Le expliqué que yo debería tomar un reporte, pues el carro que conducía pertenencia a un concesionario y que no tenía otra alternativa. Y fue cuando ella exclamó: Hago lo que usted quiera, pero por favor no llame a la policía.

En primera instancia no vi el contexto o insinuación sexual, pero luego ella se me acercó y me lo repitió como para que lo entendiera que estaba dispuesta a llegar hasta la cama conmigo para no parar en la cárcel ese día. Lo pensé dos veces, pues tenía que analizar los costos sí es que yo debería responder finalmente por ellos y me deducible en todo caso no debería de ascender a unos $500.00. Me tomé el riesgo y ya con una intención de un animal en celo le hacía que corroborara su ambigua propuesta: ¿De veras estas dispuesta a hacer lo que yo quiera? – ¡A todo lo que usted quiera! – me contestó.

No sé si tomé ventaja por lo urgido que estaba de sexo o simplemente era mi instinto animal que no importaba la circunstancia al igual hubiese tomado ventaja. Convenientemente en el estacionamiento comercial había algunos negocios y hacia un costado estaba un hotel de paso, de esos que no son de cinco estrellas pero que tampoco son tan malos. Debo decir que esta zona es un área de alta clase económica. Le señalé el hotel y le pregunté si se sentía cómoda y ella me preguntó:

-¿Qué es lo que realmente quiere hacer?

-¡De todo! -le dije.

-¿Tiene condones?

-¡No! Pero los puedo conseguir.

-¡Esta bien! Lo sigo. -me contestó.

Por un momento pensé que se echaría para atrás y que desaparecería, pero creo que el hecho que tenía toda su información, quizá se sintió amenazada y obligada a seguirme. Llegamos e hice que me acompañará a recepción y realmente me sentía incómodo pues aquí estaba vestido como todo un ejecutivo con una chica, que no sé si se dieron cuenta que entró conmigo, que solo usaba sandalias, pantalón corto bien ajustado y una camiseta deportiva. Subimos a la habitación de un séptimo piso y le pedí que se diera un baño mientras iba en busca de unos preservativos. Dejé que se introdujera al baño y salí en busca de los profilácticos y no tuve que ir muy lejos. En el mismo piso había una zona con máquinas dispensadoras de varios productos de conveniencias y quien se podía imaginar, una dispensadora de condones en un hotel. Llegué de nuevo y ella todavía continuaba en el baño y salió vestida al igual de cómo había entrado. Encendió la televisión y yo me fui a dar una ducha y siempre pensando que se podría ir mientras me bañaba.

Salí y Lena se mantenía sentada sobre el espaldar de la cama y de lo único que se había despojado era de sus sandalias y se miraba bonita y algo nerviosa con sus espectaculares piernas largas y bien torneadas. Yo salí solo con bóxer y una toalla sobre mis espaldas y Lena se mantenía en silencio, quizá queriendo perder su pensamiento en lo que miraba en la televisión. Le pregunté:

-¿Estás nerviosa?

-¡Si! ¡Un poco! Nunca he hecho algo así.

-¿Nunca has tenido sexo o nunca has estado con un extraño?

-¡Nunca he estado con un extraño! ¡Nunca me imaginé estar en una situación así!

-Podría ser que te guste…

-No sé… lo que sí sé es que estoy muy nerviosa.

-¿Has hecho o te han hecho sexo oral?

-¡Si! ¿Es eso lo que usted quiere?

-Bueno… por ahí vamos a empezar.

Recuerdo que me le acerqué y me senté al igual que ella por sobre la cama y le tomé una de sus manos las cuales las sentí frías y con un temblor tenue e hice que me tomara la verga por sobre el bóxer, la cual estaba con potente erección pues tenía ya dos semanas de no liberar esa presión. Lena la sostuvo entre su delgada mano y de alguna manera comenzó sutilmente a sobarla. Con los minutos, le dije que me quitara el bóxer y ella obedeció y hasta este punto no sabía si era porque se sentía obligada o porque sentía la curiosidad. Levante mi trasero para que ella me despojara de mi ropa íntima y mi verga le quedó apuntando con ese brillar de mis líquidos pre seminales que se habían extendido por todo el glande. Lena, usando la toalla que llevaba en la cabeza me limpió el glande y comenzó a besarlo alrededor hasta hacerlo desaparecer en su boca. Mamaba con delicadeza, pero era obvio que era una amateur en estos ruedos. Le moví el pelvis dándole ese vaivén y penetrando más su boca, pero se atorzonaba con mis embestidas, aunque no eran violentas. No era muy consistente con los movimientos de su felación, lo que me ayudó a salirme fácilmente cuando esa sensación de eyaculación rondaba. Hice que me mamara o besara mi verga sin condón por unos veinte minutos.

Le hice saber verbalmente que le iba a comer su conchita y ella solo me miró y se dejó dirigir hacia el acto. Nos paramos a la orilla de la cama y le quité su camiseta deportiva. Pude ver esos pequeños pechos de una medida de copa B y en el proceso de despojarle el sostén, le besé los pezones causándole que su piel se erizara. Tenía un abdomen plano y un sensual ombligo al que le inserté mi lengua y al que le di masajes por unos cuantos segundos mientras me agaché a bajar sus pantalones cortos color beige y descubrir su prenda interior de un bikini de color blanco, el cual mostraba esa mancha de sus jugos vaginales. Aquello me excitó, esto me corroboraba que se había excitado con haberme mamado la verga. Bajé su bikini blanco y sentí el olor de sus jugos que se desprendían entre la fusión de su calzón y su piel. Verdaderamente eran abundantes y aquello me excitaba. Su conchita estaba depilada excepto una pequeña parte de su monte venus, el cual agraciadamente se dejaba crecer un pequeño arbusto. Conchita de barbie como yo les llamo, pues estas parecen muñecas, con tan solo una pequen raya que te anuncian la entrada de esa vereda divina que me llevará al paraíso.

Le pido que se acueste por sobre sus hombros y yo me abalanzo a mamar sus pechos y me concentro en besar sus pezones. Estos son café y no muy pronunciados y se los estiro con mis labios y ver si les ayudo a crecer. Lena continúa callada y para estas instancias parece retraída, como que si no quisiera participar. Bajo a su ombligo de nuevo, beso sus encajes o entrepiernas, lamo su monte venus y le pido que abra las piernas. Yo las abro y me dirijo a su conchita que está derritiéndose, aunque ella no muestre que lo está gozando… su panocha la delata, está tan mojada como cualquier chica excitada. Comencé con un oral delicado, queriendo gozar sintiendo el sabor y olor de esta conchita de tan solo 18 años. Yo en esos entonces tenía 34.

Froté delicadamente mi lengua sobre su pequeño clítoris, hundía mi lengua en esa abertura, halaba sus labios de su vulva con los labios de mi boca y apenas logré escuchar un pequeño gemido de parte de Lena. Le pedí que se acomodara poniéndose las almohadas debajo de sus nalgas y de esa manera que elevara un poco su conchita y a la vez me dejaba expuesto el orificio del culo y de esa manera sintió el calor de mi lengua por sobre su perineo y jadeó de placer cuando sintió mi lengua invadir su ojete. Lamía desde su clítoris hasta llegar a su ojete y de esta manera pasé unos veinte minutos hasta que Lena comenzó a mover su pelvis como pidiendo verga, y yo aceleré ese desliz de mi lengua por toda su rajadura hasta que soltó la explosión de su corrida diciéndome: ¡Carajo… me hiciste acabar! -continué mamando su conchita hasta que su placer se había disipado.

Ella me pidió ir al baño, pues con esa mamada toda la zona de sus nalgas estaba llenas de sus jugos vaginales y de mi saliva. Salió del baño y me encontró sentado sobre el espaldar y no tuve que decir nada, ella intuyó que deseaba que me siguiera mamando la verga. Se puso de lado y mientras ella me mamaba, yo le invadía su vulva y jugaba con su ojete con mis dedos. Como dije, Lena no es una buena mamadora, así que decidí ponerme un condón y le pedí que se pusiera de perrito y pude sentir las paredes de su vagina muy estrechas y ella me pidió que fuera con cuidado, pues se le hacía que mi verga era más de lo que ella podía aguantar. La verdad que después de un par de minutos, mi verga entraba y salía a placer donde podía escuchar ese chasquido de la fricción que producía como también el cacheteo al chocar con sus nalgas. Unos embates de dos minutos y me llevaron a una deliciosa corrida. Inclusive con mi verga adentro de la concha de esta chica y usando condón, aquel líquido blancuzco y espeso comenzó a salir y caer en mis pies. Tenía tiempo de no ver esa cantidad de esperma… regularmente no uso condones. Lena se bañó primero y luego proseguí yo a bañarme.

Unos 30 minutos después estábamos iniciando una nueva faena. Me puse el condón y le dije que se pusiera como ella quisiera. Ella se puso a la orilla de la cama en la misma posición que me había hecho acabar y resumimos la acción con un vaivén y con esporádicas embestidas violentas o más lentas, mientras con mi dedo pulgar comencé a masajear el ojete de Lena una vez más. Parecía que lo disfrutaba, aunque se hacía la que no participaba. A mis 34 años, a esa edad es donde creo estuvo el pico de mi sexualidad. Recuerdo esos maratones de ocho palos en un día, donde uno se recupera en poco tiempo y que ha aprendido a sostener la eyaculación para que esa pareja disfrute la intensidad del sexo. Quizá Lena nunca había experimentado a un hombre cogiéndola en cuatro y que pasara cinco, diez, quince o mucho menos 20 minutos dándole y taladrándole su conchita constantemente. La mayoría de los jóvenes de su edad, si llegan a cinco sin acabar, es un gran logro y si llegan a los diez es un milagro. Quizá sea más viable después del quinto o sexto palo para no tener ya esa urgencia. Lena después de un entra y sale de veinte minutos comienza a participar de los movimientos y se lleva dos almohadas acomodando su pecho por sobre ellas. Creo que esa curvatura de su cuerpo permite que por el ángulo de mi verga choque y estimule ese punto G. Mueve su trasero, pero me saca de mi ritmo, pero ella me pide que no pare. Continúo con mi taladrar y acelero las embestidas. La cama rechina, se escucha el golpeteo de sus nalgas con mi pelvis, la cama choca con la pared elevando los decibeles del ambiente y ahora Lena gime y se va contra la cama y yo me voy con ella y no dejo de taladrar y su cuerpo tiembla… está viviendo un orgasmo descomunal y solo me dice algo que sonó a risa mezclada con llanto: ¡Carajo, me hiciste acabar otra vez! -Yo continué pompeando esa conchita hasta que mis testículos se encogieron y lanzaron una escupida de placer. Realmente estuvo rico, pues que me podía esperar después de dos semanas sin coger.

Nos fuimos a bañar nuevamente, aunque no lo hacíamos juntos. Cuando salí le pedí que me la mamara de nuevo. Solamente en ese estado pasivo logró meterse toda mi verga a su boca por unos segundos, pues en un de repente tomó de nuevo grosor y una buen erección. Le dije que se pusiera por sobre su estómago y comencé de nuevo a invadirle el culo con mi lengua. Estoy seguro de que lo disfrutaba pues, aunque no gemía o no lo demostraba, su conchita se mojaba abundantemente. Le comí el culo por unos veinte minutos y luego la hice que se acostara a la par mía de lado, ella en frente de mí. Con mi mano dirigí mi glande a la entrada prohibida y ella se alejó diciendo:

-¿Qué piensas hacer? La puerta trasera es solo para salida. – me dijo.

-Te aseguro que tú entras y sales por la puerta trasera de tu casa. Es cuestión de costumbres. -le repliqué.

-¡Apenas pude con tu verga por delante! Por atrás va ser imposible.

-Quedamos qué harías todo lo que yo quisiera… ¿verdad?

-¡Si! Pero nunca imaginé que me pedirías algo así.

-Bueno, yo por eso acepté, porque dijiste eso: todo lo que tú quieras. Déjame decirte Lena… yo no quiero llamar a la policía, pero debes comprender que de deducible por lo menos me tocará pagar unos $500.00 para cubrir el costo de la reparación. Con eso pago a una chica para que me lo de todo.

-¡No soy una prostituta!

-¡Lo sé! Esto solo fue un acuerdo que de repente se dio. Te entiendo, pero espero que tú también entiendas.

-¡Esta bien! Solo que debe hacerlo con cuidado… eso no es lo mismo que por enfrente.

Ella me pidió que se lo hiciera acostada sobre su estómago y yo me acomodé y le puse de nuevo mi glande a la entrada de su ojete. Se ponía tensa y obviamente se me hacía difícil la penetración. Le pedí que se calmara, que entre más tensa se pusiera, más incómoda iba a sentir la penetración. Con los minutos quizá asimiló la idea y dejó de tensar su cuerpo y mi glande se clavó en su ojete. Como recuerdo esa sensación cuando sientes ese anillo apretando tu glande. Estaba de rodillas sobre la cama y Lena tenía las piernas abiertas para darme acceso y de esa manera controlar la penetración. Dijo algunas veces que le dolía, pero nunca me pidió que se la sacara. Me tomé el tiempo necesario para que cada milímetro de mi verga entrara hasta que sus nalgas chocaron mis testículos. Ella contraía su intestino causándome un enorme placer a mi verga y así estuvimos por un rato. Ella contraía su ojete y yo le correspondía con contraer mi verga. Comencé con un vaivén semi lento y como pude comencé a masajear su clítoris en esa posición incómoda. No podía pompear y chaquetear su panocha a la vez, pero sabía que le excitaba, su concha estaba completamente mojada y se la comencé a chaquetear. La sensación de dolor y la sensación de placer se mezclaron y Lena comenzó a corresponder a mi estimulo moviendo su pelvis contraminando su culo contra mi verga. Tenía los 22 centímetros de mi verga completamente en ese redondo y apretado culo.

Lena comenzó a gemir y yo aceleré el chaqueteo de mis dedos. Subieron los decibeles de su jadeo y comenzó a mover más su pelvis y yo sin poder moverme, pues si lo hacía terminaría de darle placer en su conchita. Siento su cuerpo tenso, su ojete aprieta mi verga y siento las contracciones de su intestino plenamente pues me estoy cogiendo su culo sin condón. Estira sus brazos como para apoyarse en el espaldar de la cama y comienza ese temblar incontrolable de sus músculos, pues hasta los glúteos le temblaban sin control. No podía ya chaquetearle la conchita y comencé a taladrar su culo y sus gemidos se fueron extendiendo y estos me hicieron acabar en un par de minutos. Vi como de su culo abierto salió la leche de mi corrida. Ella solo dijo algo que creo fue una expresión de morbo: ¡Nunca me habían hecho esto!

Eran las once de la mañana y en menos de dos horas nos habíamos aventado tres palos… tres buenos y ricos palos. Ya con más confianza me hizo saber que siempre le dio pavor el sexo anal, que no sabía cómo lo había asimilado y de alguna manera provocado el mejor orgasmo hasta ese entonces. Me habló de sus pasadas experiencias sexuales, las cuales según ella fueron algo frustrantes, pues el chico en turno nunca le hizo sentir un orgasmo como los que había vivido ese día. Fuimos a desayunar a un restaurante en la misma plaza y continuamos follando hasta bien entrada la tarde. No sabe montar, pero la hice acabar montando. Ese día descubrió que hay varias sensaciones y que hay orgasmos diferentes. Que le gustó el dolor de ser penetrada por detrás e incluso en el restaurante me decía que todavía sentía mi verga en su ano. Ese día le cogí el culo otras dos veces. De hecho, con un solo condón en mano, lo hicimos en varias posiciones para que Lena lograra varios orgasmos y yo me corría en su culo. Fue una agradable experiencia el accidente que nos llevó a este encuentro.

Lena es una buena chica y me contó todo ese problema de su licencia suspendida. Le conseguí trabajo en mi compañía y nos dimos la oportunidad de coger una media docena de veces. Pero ella al igual que yo intuyó, que esta relación era una solo para encontrar satisfacción sexual y nada más y poco a poco cada uno fue desapareciendo de la vida del otro. Por ciertos días me sentí con ese sentimiento de culpabilidad de haberme aprovechado de la situación de Lena, pues al final nunca pagué nada por los daños del coche. Lo único que hace que desaparezca ese sentimiento de culpable, es recordar sus gemidos y ver como salía mi leche de su rico y juvenil trasero de esa preciosa chica.

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