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La falsa inocencia de mi amante (Segunda parte)
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Esa noche, “Irina” mi falsa inocente amante, sabía perfectamente que por fin iba a recibir una buena dotación de verga, una andanada de caricias, un torrente de besos, un cúmulo de chupadas, porque su joven cuerpo de 26 añitos, sus pechos blancos firmes y jugosos, sus perfectas caderas en forma de pera, sus nalgas en forma de corazón, divinas y firmes, su caliente, apretadito, rugoso y hermoso orificio anal, su provocativa, armoniosa y esponjosa vulva, su caliente, su húmeda, olorosa, joven y ansiosa vagina, porque todo su bello cuerpo hacía ya más de dos años y medio que no recibía caricias sexuales por doquier.

Se casó a sus 20 tiernos inocentes y virginales años, sin más experiencia sexual previa que la de un par de agasajos a sus carnes temerosas le habían proporcionado sendos estúpidos e inexpertos noviecitos que solo apretaron y estrujaron sus carnes trémulas, sus blancas nalgas vírgenes y sus inocentes senitos, tiernos como capullos, como si de bolas de papel se tratara, un bestial e insensible agarrón a su temeroso, sellado como un botón de rosa, tierno, tembloroso y núbil capullo, sin cuidado, que solo le produjeron una sensación de suciedad más que de excitación, y de cómo no debe tratarse a una dama virgen que ansía su primera experiencia sexual con miedo, con curiosidad pero con deseo impetuoso.

Sus senos ya padecían frío y soledad crónicos, ansiaban unas manos que los acariciaran, una boca que los succionara y una lengua que pusieran sus pezones como rocas mientras sus ojos se pondrían en blanco, sus tiernos genitales femeninos extrañaban una larguísima sesión de candente y delicada mamada de labios y clítoris, de una colosal chupada de vulva, sus labios, pétalos de flor, también anhelaban sentir un miembro duro y caliente en su interior, su lengua quería otra vez sentir lamer y chupar la cabeza roja y caliente de una verga por unos buenos, largos y placenteros minutos, degustar el líquido seminal, su boquita añoraba llenarse de una pieza sexual de carne venosa y dura y no solo una mamadita furtiva y llena de miedo como la que me dio la noche previa, pero ante todo, necesitada de una buena dosis de miembro de macho viril erecto en sus entrañas, en su interior sexual, de bañar y envolver en sus ardientes jugos una buena verga que le diera placer y que provocara esas electrizantes sensaciones sexuales que ya conocía su cuerpecito joven, porque al casarse, descubrió los placeres carnales, se dio cuenta que había un mundo de gozo que su piel le podía proporcionar.

Al principio su esposo, loco de excitación por su doncella no paró de poseerla y enseñarle todos los secretos de la vida sexual, desde los más tiernos hasta los más sucios, pero en unos meses se aburrió de ella, abandonando sus curvas, dejándola en orfandad de los placeres sexuales y carnales a los que ella se había acostumbrado. Me confesó que de solo imaginar en la posibilidad de coger de nuevo, días antes ya se había masturbado pensando en mí en un par de ocasiones, en la cama al lado de su esposo, para finalmente provocar que él se la cogiera como antaño y así ahorrarse la infidelidad y la monserga de establecerse con un amante, pero el muy imbécil ni caso hacía de sus súplicas, aunque fueran adornadas con gemidos, ni con los movimientos sexuales de su cadera, ni al sonido embrujante y excitante de los jugos en su vulvita que le brotaban desde sus entrañas femeninas, ella jalaba aire con su boquita semiabierta mientras con su manita derecha se pellizcaba sus pezones, los jalaba, se manoseaba sus senos para excitarse, con su manita izquierda delicadamente se acariciaba su clítoris y los labiecitos menores rosaditos repartiendo por toda su vainita sus juguitos con su dedito medio de su blanca y delgada manita a toda su vulvita pulposa para satisfacer lo que su joven y pulsante cuerpo le exigía: placer. Y esta noche ella se preparó para tal evento, para excitar al máximo al macho que había elegido para tal fin, uno que por fin le diera su ansiada mega-cogida porque su cuerpecito no podía esperar una noche más.

Así que no tuve más remedio que complacerla, es muy difícil resistirse a tal ofrecimiento, una joven bella, con cuerpecito de diosa, firme y torneado y carente de sexo, no caer en las garras de la falsa inocencia de mi amante Irina era prácticamente imposible.

Porque su carita ovalada, su negro pelo ondulado, sus labios delgados, su pequeño mentón, sus expresiones faciales, su sonrisa juguetona, sus coqueteos de niña, sus ademanes, su vocecita, su comportamiento, eran de una mujercita inocente, tímida, introvertida, incapaz de engañar a su esposo, (Ella misma lo presumía).

-Nunca le pondría el cuerno a mi esposo- afirmaba con la convicción devota de una santa.

Pero la falta de respeto hacia su cónyuge, su nulo temor a las consecuencias, el pensar que nunca la descubrirían, pero sobre todo su carencia de control físico y dominio a la ansiedad, a la tensión sexual de su cuerpo perfecto y las necesidades de sus carnes jóvenes y faltos de los placeres sexuales que cada día le suplicaban y exigían satisfacción obligándola a ella a masturbarse todas las noches para complacer las ansias juveniles de su hermoso cuerpecito. Todo, las carencias de afecto, de sexo y ese cuerpecito candente agobiado y dominado por sus necesidades sexuales hicieron que pronto olvidara todo prejuicio y barrera moral.

Ya en su interior, bajo esa fachada de carita de ángel inmaculado, con esa apariencia celestial etérea, en el fondo de esa personalidad virginal, se escondía una mujer deseosa de ser cogida, muy muy bien cogida, como su cuerpo se lo merecía, como ella lo deseaba y las noches previas que me visitó presagiaban el volcán que entre sus piernas escondía, el fuego que su vagina contenía, la lava transparente y saladita que de su interior fluiría, los movimientos telúricos y trepidatorios de sus caderas y los terremotos que sus blancas y redondas nalgas provocarían, sus sísmicos orgasmos vaginales y las réplicas palpitaciones del pequeño orificio de su ano, abriéndose y cerrándose de forma lepera y vulgar, intermitente e involuntaria.

Llegó a mi departamento, hermosa como siempre, sus labios brillantes con gloss que invitaban a morderlos, un collar de ojo de venado que llegaba al pecho para reposar atrapado justo entre sus generosas tetas, con cinco pulseras de colores en su muñeca derecha, algunas tejidas, otras de plástico y pequeños muñecos colgando de ellas, una blusita blanca, ajustada, sus pequeños hombros femeninos resaltaban como dos bolitas de hermosa carne cubiertos apenas por pequeñas mangas con olanes, sus perfectos senos brillaban con luz propia y con la palabra "bebe" formada con letras grandes de brillos metálicos sobre sus pechos, sus pezones, preparados para mi lengua y labios se mostraban ya paraditos, para quebrarse de manera bellísima la curva bajo sus pechos y comenzar su abdomen plano y sin gota de grasa, hasta dejar cinco centímetros libres de su piel mostrando su cintura y su perfecto y ovalado ombligo similar a su vulvita pero depilada.

El pantalón de mezclilla azul cielo justo cubrían sus lustrados y brillantes botines negros, ajustado a la perfección de sus formas femeninas, mostraba desde sus tobillos el contorno inicial de su silueta que continuaba con las pantorrillas firmes, sus rodillas en proporción ideal daban comienzo a la zona por la que tenemos pasiones, luchas y sueños húmedos: las piernas, esas poderosas y perturbadoras columnas de carne firme, torneada, conforme sube en su anatomía se hacen más anchas y que son la entrada, la garita al reino de los cielos: la cadera, donde en su conjunto se albergan casi todos los orificios, protuberancias, pliegues, glándulas, pieles claras y obscuras, vellosas y lampiñas, rugosas y suaves, dulces y saladas que producen los mejores placeres sexuales, la entrepierna, el camel toe, la vulva, la entrada vaginal, las nalgas, el ano, el perineo, su monte de Venus etc. etc.

Todo ese conjunto de placer envuelto en su pantalón, escondido en su cadera, todo eso ahí, bajo su ropa exterior e interior, todo eso ahí, el potencial sexual y erótico contenido en esa pequeña área de su cuerpo, preparada para dar placer y darse ella misma el anhelado gozo carnal que tanto extraña y viene con tal disposición de recibir verga y de darse verga, que ella siente que merece porque su bello, ardiente y torneado cuerpo se lo exige.

La imagen es perturbadora, se quita sus botines y luego levanta sus bracitos para quitarse la blusa, al despojarse de la prenda sus pechos saltan a mi vista, son bellísimos, blancos y duros naturales, su sostén es de lo más femenino, con encaje y media copa que muestra la protuberancia de sus senos, como pequeñas montañas de suave nieve rosada, se agacha y provoca que caigan de una manera excitante y atisbo sus pezones negros, se lleva sus manitas al centro de su cintura para despojarse del pantalón, se desabotona y sus manitas bajan poco a poco sus pantalones hasta quedar frente a mí solo con ropa interior, excelente su elegancia y elección de sus pantaletas cacheteras colombianas casi me provocan un infarto, de encaje rosita y matices blancos, hasta su puentecito de algodón tiene encaje; a cada lado de las caderas, las dos partes, frente y trasera de la prenda están unidas por un zig zag de un dulce y suave listón rosa delgado rematado en la parte superior con un coqueto moñito, al tacto su piel de la cadera, abdomen y sobre todo sus bellísimas nalgas se siente calientita y firme y aspiro un olor sexual que comienza a fluir de su intimidad, aprovecho su calentura y bajo a su entrepierna, coloco mi lengua bajo su puentecito de algodón y alcanzo a probar y oler un poco ese elixir que fluye ya entre sus piernas y que está reservado para los placeres sexuales más íntimos mientras ella gime suavemente me aprieta mi cabeza contra su vulva.

Se sienta sobre mi pierna derecha mirándome a la cara y acerca sus labios a los míos para fundirnos en un largo y apasionado beso, coloca a cada lado una pierna y siento el calor único que solo produce una entrepierna femenina acompañada de su tierna blandidez, pulposidad, de ese sonido celestial que se produce cuando sus labios vulvares se frotan entre sí y contra mi pierna al compás de sus movimientos lentos de cadera para excitarse y excitarme, le desabrocho por atrás su sostén, sus pechos ya calientes, inflamados, ansiosos por la excitación, sus pezones están erectos, duritos, se los chupo con ternura y ella cubre mi cabeza con ambos brazos para sentir el calor y la caricia largamente anhelada, así durante minutos.

Hasta que ella decide acostarse en la cama boca abajo y me regala la imagen más bella (hasta ese momento) con sus bellas pantys, espalda piernas, pantorrillas, bracitos desnudos y su precioso culo femenino sus bellas y altaneras nalgas redondas, ese arco redondo de la silueta de sus nalgas paradas y partidas en la mitad por ese canal de piel más oscura que resto de su cuerpo que en su parte más profunda, cubre y esconde con celo su hermoso y cálido ano, esa silueta excitante frente a mis ojos me provocan una erección de proporciones descomunales, una ansiedad sexual y un calor en el vientre por el deseo de penetrarla en esa posición y en ese instante, me acerco a su trasero, coloco mi cara justo entre sus nalgas y sus piernas, la punta de mi nariz toca su anito, y da un pequeño sobresalto y gritito por la sorpresiva intromisión en ese espacio prohibido, donde ella no había permitido que un varón le pusiera su cara, en ese pequeño lugar donde convergen el límite de sus nalgas, comienzan su ano, su vulva y sus piernas, justo bajo su anito, ella levanta su culito de forma instintiva al sentir mi cara y lo huelo, aspiro su evidente olor sexual.

 

La despojo de sus pantaletas poco a poco porque la protuberancia y dureza de sus nalgas dificultan la maniobra, levanta su hermoso trasero femenino, voy descubriendo sus nalgas, al fin quedan a mi vista las dos montañas más bellas del universo, protuberancias de carne femenina de la mujer amada, blancas, duras, desnudas que resguardan su anito, y sin pudor me deja que las vea, que las admire, que las adore, son grandes, son dos nalgas, son las nalgas de ella y las tengo a mi disposición sexual, le doy pequeñas mordidas en la parte más redonda de sus nalgas, en los hermosos cachetitos de la parte baja y final de sus nalgas, donde la curva es más redonda y donde en un quiebre natural de la figura femenina las nalgas se convierten en piernas, ahí en el ágora donde convergen en un espacio reducido el olimpo sexual, sus nalgas su ano y el inicio de su herida vulvar, sus piernas, adornado todo por delgados vellos, recorro con mi lengua toda el área de sus enormes nalgas, ella gime y mueve en círculos su cadera, recorro el canal entre sus nalgas con mi lengua, hasta llegar a su ano donde me detengo para sentir las arrugas de su orificio anal, mientras se le pone de gallina la piel de sus nalgas, al morder con mis labios y dientes su nalguita derecha, provoca que sus genitales ya con fluidos al separarse hagan ese sonido fino de los pliegues vulvares al abrirse, le arranco un gemido largo y profundo producto de su larga y obligada abstinencia sexual.

Ella se coloca boca arriba completamente desnuda y entregada, le abro sus piernas, al separarlas lentamente y descubrir su babeante tesoro, admiro boquiabierto su fruto rosado, adornado de vellos de durazno, expuesto, le abro toda la herida sexual, aprecio los rojos y húmedos labios del coño de la linda jovencita llena de jugos íntimos y mi boca y lengua arremeten su sexo, ella gime profundamente, la caricia es atrevida y caliente, abarco con mi lengua toda la vaina, el clítoris el canal que parte en dos sus labios mayores que resguarda su clítoris, ese pequeño canal que abre como un vado de piel brillante con la protuberancia de su clítoris erecto que emula un pequeño topecito vertical, hasta su monte de venus y más a abajo el orificio por donde ella orina, tiene un sabor saladito, lengüeteo sus ninfas menores, introduciendo mi lengua en su vagina mientras ella loca de placer grita sin control al sentir su gruta lengüeteada.

Gira de nuevo su bello cuerpecito, boca a abajo, admiro el canal entre sus enormes nalgas, le veo su ano, que atrae poderosamente mi atención, no alcanzo a entender en mi mente como puedo estar apreciando esa parte tan íntima de ella, como puede tener su belleza facial y corporal perturbadoras y además tener esa parte de su cuerpecito que rompe el molde, porque el culo es culo, aunque sea de una bella dama, y que hace que su bellezonismo no sea perfecto, sino excitantemente imperfecto, sucio, y arrastra sin remedio su aura divina a simple mortal, para llevarlo al pequeño orificio situado entre el par de deliciosas nalgas tiene su orificio entre sus nalgas, pero eso es lo que excita, acceder con libertad al espacio más íntimo y sucio de ella, abro mi boca y lentamente saco mi lengua que se dirige decidida a acariciarle, a lamerle su anito, negro, brilloso, con vellos al rededor, pero su ojetito es calvo, lampiño, suave, caliente y apretado, ocho son los pliegues de su piel, las líneas que convergen en fondo de su culito, mismas que acaricio en círculos con mi lengua sintiendo las arrugas de su ojete, se le escapa de su garganta un -Aaahh- agudo y femenino, al centro de su orificio hay una estrella irregular cinco picos lineales de piel negra que sellan con ajuste geométrico la entrada o salida (según se desee) y que descansa al fondo de una cavidad (cutis promiserat), con sus delgadas manitas blancas separa, abre sus nalgas, su ojetito se deforma, pero ella quiere sentir mi apéndice más profundo en su recto y le abre el camino, meto el extremo de mi lengua, la pongo dura como la punta de una lanza para poder pistonear y entrar en su ano, el orificio es pequeño y apretado pero cede a las caricias, ella lo libera y abre su orificio anal para sentir más adentro mi lengua que apenas entra doce milímetros al interior de su recto se aprecian los colores de la parte final de su recto, rojo encendido, pliegues anales oscuros, vellos finos rodeando su culete y el interior de su recto palpitando, el tramo final de sus intestinos, pero suficiente para ella que con los ojos cerrados, sus pestañas largas, una sonrisa de satisfacción en su virginal rostro, piernas temblorosas y entregada a la caricia la agradezca con gemidos y con pulsiones de su ano que complacido y satisfecho aprieta mi lengua con el músculo circular que se aprecia como una pequeña dona palpitante de su culo femenino que ella abre y cierra a voluntad, su orificio anal me hace guiños.

-Aahh, nadie me había hecho eso antes, sentí riquísima tu lengua en mi ano- me confesó excitada pero sobretodo agradecida por la nueva sensación sexual que le proporcione.

Todo lo anterior provoca que los jugos en su vulva desde el inicio de la caricia comiencen a destilar, en este momento su vulva es un bollito saturado de jugos, el gran momento para ella y sobre todo para mí, se acerca, se agacha todo lo que puede, su posición hace que su cadera y nalgas se vean enormes, más grandes de los que son, separa las piernas y su vulva aparece, deseosa, mojada, excitada, con la necesidad imperiosa de ser cogida, muy muy bien cogida, porque ella así lo desea, así siente que se lo merece, darle ese gusto y placer a su cuerpecito.

Yo, desnudo desde ya, preparo mi verga que ya presenta una larga gota de líquido seminal transparente en la punta de la cabeza, saliendo de su rajita roja y brillante para dirigirla a su cavidad tierna y delicada pero a la vez ansiosa y caliente deseosa de verga, mis testículos son dos grandes bolas esféricas y brillantes repletas de semen, ansiosas de descargar su blanca semilla, la falsa inocencia de mi amante espera recibirme ya en su interior para lo que me ofrece su gran trasero, la trampa de su enorme par de nalgas, su excitante cadera, todo su poder femenino de atracción sexual lo pone a su propio beneficio para la obtención de su sucio deseo, ser cogida, ser penetrada, ser poseída, ser muy muy bien cogida, por alguien que no es su esposo, le acerco mi tiesa verga, se la muestro para que admire todo lo que se va a engullir de un solo golpe y bocado.

-¡¡Wooow que grande es! ¿Porque lo tienes tan grande?- me pregunta.

Mi verga roja y dura cuelga y tiembla al compás de los latidos de mi corazón, moviendo como un péndulo de arriba hacia abajo mi arma babosa.

La sorprendo y en vez de clavarle mi verga en su vagina se la meto en la boca, sin contemplaciones, sin avisarle, lo recibe con ansia desbordada, lo llena de saliva y mientras está en cuatro recibe sin tocarlo las arremetidas de verga en su tierna boquita, en su carita de niña bien portada, en sus delicadas facciones y su boquita ahora ya deformada por el tamaño de mi verga, en la falsa inocencia de mi amante, su pelo ya ensortijado por la humedad del sudor se mece al compás de la mamada, su boca apenas logra envolver una parte de mi miembro, la saliva goteando se le escapa entre la comisura de sus labios, su lengua aprisiona mi verga, se aprecia su órgano rosado lamiendo la parte baja de mi tronco, la tomo del pelo para controlar la chupada, ella se somete a mis deseos y desacelera sus mamadas, lenta y suavemente llevo de arriba hacia abajo su carita cogida, su boquita caliente y mojada, ella clava su mirada en la carne caliente y dura que se está engullendo, voltea hacia arriba y me mira a los ojos, admira a su macho, al dueño de esa verga que le está llenando la boca y cogiendo su carita, entre tanto, su vulvita ya gotea sus líquidos calientes, su puchita saturada de jugos suelta sus íntimos líquidos, ella satisfecha de ser violada en su boquita, de saber que su hermoso e inocente rostro ha sido humillado, libera sus babeantes labios de semejante verga.

-No me cabe todo- afirma jadeando.

Y la tomo de la cadera, dirijo mi verga a la entrada de su tierna vagina que ansiosa palpita suplicando por una buena verga erecta, su vaina ya gotea líquido lubricante, froto la cabeza babeante en su vulva, mojo con sus jugos mi verga y se los reparto por su vulvita, ella ansiosa me pide que se lo meta de una buena vez, pues hace mucho tiempo que ese cuerpecito desea ser ensartado por una pieza bestial, justo lo que deseaba, que me la pidiera, que me rogara por verga, su larga espera ha terminado.

La aprisiono fuerte de la cadera para que no se mueva, desde mi perspectiva se aprecia su cinturita, hacia arriba su pelo largo y sus hombros delicados, el canal que corre por la mitad de su espalda y que llega hasta su cadera, más abajo aparecen sus nalgas en forma de corazón y en el vértice de ambas aparece su bellísimo ano, negrito, con vellos, pongo la cabeza de mi verga en la entrada de su vagina, todo el glande, la dejo unos segundos con sólo la cabeza penetrándola, ella incapaz de esperar más arroja sus nalgas y cadera hacia mi vientre para que al fin ella reciba toda mi verga, entra como una trucha, fácil por lo lubricada que ya estaba, apretada mi verga por su carne joven, la joven criatura comienza a moverse rápido en un vaivén interminable acompañado de sus gritos y gemidos mientras sus manitas se aferran a las blancas sábanas, jala mucho aire por su boca, porque el de su nariz no alcanza para cubrir su demanda de oxígeno, al no poder avanzar más a través de su cuerpo, sus grandes y blancas nalgas detienen mi ímpetu temblando con cada arremetida de verga que le proporciono, veo como mi enorme pito entra y sale de su hambrienta vagina, de esa cueva caliente que se abre como una vaina para alojar una verga, los pelos de su sexo y los míos se entretejen, entre sus nalgas, su culito me mira con su único ojito, aprecia con placer como me estoy cogiendo a su dueña porque el también recibe placer al cogérmela, desde su lugar entre sus nalgas.

Mi pene está lleno de su leche femenina que lubrica mi fierro para placer de ambos, es tanta la humedad que libera que la cuenca que rodea su anito pronto se llena de ese líquido mientras ella se inclina más para recibir una mejor penetración, abro con mi manos sus nalgas, las separo para admirar en todo su esplendor su ano palpitando, su músculo anal me hace coquetos guiños orgásmicos, ella no para de gritar por la fuerza de mi verga y cadera que la arremeten salvajemente por lo que toma una almohada para ahogar sus gritos que en estos momentos deben estar escandalizando a no pocos vecinos, jadeando los dos por la violencia y rapidez de nuestro encuentro sexual, ella me ruega porque se lo haga en el suelo, igual en cuatro, antes coloco un toalla para que no se lastimen sus rodillas y procedo a empujarla y clavarle sin piedad mi verga en su vagina ya abierta al máximo por su posición, arrancándole mayores alaridos al sentir semejante intromisión en su vagina, con sus ojos en blanco goza de una colosal cogida, aúlla, gime, grita, mueve su cadera en círculos al ser poseída por una verga, así durante varios minutos al fin satisface su bajo deseo de ser cogida, muy muy bien cogida, ya agotada me pide que le arroje mi semen.

-Échame tu semen en mi espalda -suplica.

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