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Amanecer en el trabajo
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Estaban a punto de dar las 7 y aún faltaba una hora para marchar a casa, pero ese día era especial porque mi relevo eras tú. Había sido una dura noche de papeleo y los ojos empezaban a mostrar el cansancio propio de las horas delante del ordenador. Sin darme cuenta debí cerrarlos y quedar traspuesto por unos minutos, pero una caricia en mi mejilla me hizo despertar, eras tú que habías venido un poco antes para darme una sorpresa y… vaya si lo fue!!

Mire el reloj y eran las 7.15 horas, te pregunté: “¿Qué haces aquí?” y tú te limitaste a cogerme de la mano y llevarme hacia un despacho contiguo en el que las ventanas están bajadas y no había posibilidad de que nadie nos viera. Cerraste la puerta te apoyaste en ella para que nadie la abriera libremente y me abrazaste para comenzar a comerme la boca con deseo y pasión. Permanecimos un tiempo besándonos y acariciándonos, pero con cada beso se elevaba la pasión y la temperatura. Nuestros cuerpos pedían más. Entonces nuestras manos, que tantas veces habían recorrido nuestros cuerpos comenzaron a inspeccionar cada rincón de nuestras espaldas y pecho. De manera que terminaron jugando con los pezones de cada uno y eso hizo que nos excitáramos más.

Hacía tiempo que no podíamos darnos estas caricias y besos por lo que el deseo era inmenso, eran sensaciones que volvían y hacían que todo fuera como si nada hubiera ocurrido. El deseo de abrazarte y comerte era inmenso y allí estábamos de nuevo, volcados el uno en el otro dando rienda suelta a nuestra pasión.

En un momento dado, decidí girarte y apretarte contra la pared de espaldas a mi de manera que mi lengua jugaba en tu oreja y cuello y mis manos acariciaban tus tetas, que fruto de los besos y caricias tenían los pezones bien duritos.

Tu aprovechaste para sacar un poco el culo y colocarlo a la altura de mi entrepierna de manera que notabas el bulto del pantalón y jugabas con él, a la vez que una de tus manos se dirigió allí.

Mis manos recorrían tus pechos, pero una de ellas decidió bajar algo más y adentrarse en tu entrepierna, que estaba caliente y algo húmeda. Tú, al notar mi mano cerca de tu coño, soltaste un corto gemido que me hizo saber que debía seguir ahí, rápidamente introduje mi mano dentro de tu pantalón de manera que también accedí al interior de tu braguita y comencé a recorrer tus labios. Labios que estaban calientes y húmedos y que según jugaba con mis dedos se humedecían más y más.

Apretaste el culo más hacia mi pidiendo notar mi polla, que estaba dura desde el primer beso y más todavía al comprobar como estabas tú de excitada, pasaste a acariciarme con la mano por encima del pantalón y me dabas ligeros pellizcos.

Mis dedos no paraban de jugar en tus labios hasta que decidieron centrarse en buscar tu clítoris y hacer que te corrieras.

Así fue, abriste un poco las piernas para que yo tuviera un mejor acceso y mis dedos se dedicaron a darte placer hasta que momentos antes de llegar al orgasmo cerraste las piernas un poco y tu mano sujeto la mía contra tu coño: te estabas corriendo.

Tras esto, nos volvimos a besar y tu quisiste jugar con lo que había dentro de mi pantalón y que no podía aguantar más pero un ruido hizo que lo dejáramos para otra ocasión… se había hecho ya la hora de marcharme y llegaba el otro compañero del turno de mañana.

Yo salí rápidamente del despacho y tú te quedaste colocándote un poco el pantalón y la camiseta para luego salir tan tranquila y con cara de felicidad.

Nos informamos del cambio y yo me marche para casa no sin antes dedicarte una sonrisa y comprobar que tú también me la dedicabas a mí.

A los pocos minutos, mientras conducía, recibía un mensaje: “no sabes lo que te echaba de menos, espero que duermas bien. Besos”.

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