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La rica vendedora de dulces
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Manejaba rumbo a mi oficina, cuando al parar en una luz roja, en una esquina, se me acerca una señora de unos 43 años aproximadamente a ofrecer los helados que estaba vendiendo, el calor era insoportable y sin dudar compré uno.

Me llamó mucho la atención los ojos de esta señora, sin ser de color, eran preciosos, almendrados y con una mirada muy interesante. Usaba unos jeans ajustados y una blusa blanca, su físico obviamente no era el de una joven.

Pude apreciar que, bajo esa blusa, su cintura salía un poco hacia los lados, pero tenía unas tetas grandes, redondas y su culo era formidable, además su cara, a pesar de los años y estar bien morena y bronceada por el sol, era bonita.

La historia se repitió varios días, ya que siempre se paraba en la misma esquina y yo todos los días, al volver del almuerzo pasaba por ahí.

Poco a poco fuimos entablando unas palabras hasta que, pasada casi dos semanas, yo ya conocía su nombre y ella el mío, y cariñosamente me llamaba "su caserito".

Una tarde en que pasé por ahí, me ve y se acerca a mi auto, se notaba que hace poco se había mojado el pelo, tratando de escapar del gran calor que en ese momento hacía.

El agua de sus cabellos negros, había escurrido por su blusa blanca y hacían traslucir un poco su brasear y sus pezones se habían tornado duros al contacto del agua fría.

Me fue imposible comprar el helado, sin dejar de mirar esos pechos, ella no se si no se habrá dado cuenta, la cosa es que me excitó mucho y pensé encontrar la forma de entablar una conversación un poco más larga y llegar a llevarla hasta donde yo quería… La cama.

Calculaba siempre que me tocara la luz roja en esa esquina, que afortunadamente era muy larga, en todo ese tiempo que estuve así, también empecé a notar un poco de interés de su parte, incluso un día, en que yo venía con traje y corbata, que no es lo habitual, me dijo que me veía muy buen mozo, y que el helado corría por cuenta de la casa, y me lo regaló.

Poco a poco fui consiguiendo su nombre, su estado civil (casada) hasta que hora trabajaba, donde vivía, en fin, una serie de datos que me llevó hacerle guardia un par de días, hasta que, por fin, una tarde a eso de las 7, la veo que va caminando a tomar locomoción para ir a su casa.

Como de casualidad, pasé por su lado y la llamé, como yo ya sabía dónde vivía, le dije que iba para esos lados y si quería, la llevaba, ella sin pensarlo, me dio las gracias y se subió.

Manejé lentamente tratando de conversar lo más posible con ella, pero lamentablemente el trayecto no era muy largo, sin embargo, cuando le pregunté por su marido, ella me dijo que él trabajaba fuera de la ciudad, y que al parecer tenía otra mujer, ya que cada vez viajaba menos.

J: ¿En serio? ¿Tiene otra?

M: Si, jeja, ¡pues así es la vida!

J: Yo pienso que deberías pagarle con lo mismo.

M: Jajá, claro, ando buscando un jovencito, guapo y agradable para eso, ¡jajá!

La llegada a su casa, no me dio la opción de seguir conversando, pero antes de bajarse del auto, me dio las gracias y me dio un beso en la mejilla, haciendo risa de lo que dirían sus vecinas al verla llegar con un joven tan apuesto a su casa.

Ya estaban los dados echados, sabía perfectamente que ella sentía algo de interés por mí, y solo bastaría una salida más para terminar mi trabajo.

Al otro día, nuevamente al pasar por la esquina, me regaló un helado y me dio las gracias por llevarla a su casa.

Los siguientes dos días, no pude coincidir con ella, incluso una vez la alcancé justo cuando se estaba subiendo a la micro, desafortunadamente ella no me vio.

Llegó el viernes y nuevamente salí en su búsqueda, la veo que camina hacia la esquina donde toma la locomoción y me acerco a su lado, ofreciéndome a llevarla.

Veo que su mirada ahora es un poco distinta, además que se sienta un poco de lado, mirando hacia mí, se notaba que ambos queríamos seguir la conversación donde habíamos quedado días antes, hasta que ella nuevamente toca el tema.

M: Y bueno, ahora que me acuerdo, en relación a lo que conversamos el otro día, ¿No tendrás algún amigo tuyo, tan guapo como tú, que le gusten las mujeres mayores, como yo, para que me ayude a vengarme de mi marido?

J: ¿Tienes ganas de vengarte?

M: ¡Sí!! Tengo muchas ¡muchas ganas de vengarme!

J: ¡Conozco un muchacho moreno, que tiene un auto de color verde, que le encantaría ayudarte!

M: ¿sí? bueno si lo ves, ¡dile que cuando quiera!

Rápidamente cambié de dirección y me fui al primer motel que encontré en mi camino, ya había empezado a oscurecer.

Entramos a la habitación, ella me dijo que le gustaría tomar una ducha antes, entró al baño y veo su ropa tirada en el piso.

De solo imaginarme que, al otro lado de la cortina, se encontraba mi preciosa madura desnuda, me hizo colocarme a 100.

Entré a la ducha, ella me daba la espalda, su trasero era muy grande y se notaba que era el pantalón el que lo amoldaba, pero no me importó, de todas formas, se veía exquisita.

Me coloque detrás de ella y la tomé de la cintura, haciéndole sentir mi verga entre sus nalgas.

Comencé a tocar sus pechos, eran grandes y redondos, su piel morena cubierta de jabón, mis manos acariciándola completamente mientras besaba su cuello.

Ella no decía nada, solo bajó su mano por detrás y comenzó a enjabonarme, mis manos bajaron hasta su entrepierna encontrándose una abundante vellosidad y luego con dos prominentes labios, los que fueron inspeccionados por mis dedos, haciendo que, de su boca, saliera un gemido de placer…

M: ¡Uhm!! ¡Que rico!

J: ¡Estás de lujo cariño!

Ella tomándome fuertemente la verga, la hacía rozar entre sus nalgas de lado a lado, doblándose un poco hacia delante, la guio hasta la entrada de su coño.

No faltó que me dijera lo que quería, un pequeño empujón y la cabeza se acomodó entre sus labios, aferrado a sus caderas fui haciendo fuerza hasta que la penetré casi completamente.

M: ¡Uhm, ah, dios!

J: ¡Uhm, que rico, como te tenía ganas!

M: ¡Y yo a ti papacito, uhm!

Que rico estábamos cogiendo en la regadera, el agua caía y cubría nuestros cuerpos que estaban encendidos por la pasión y el deseo.

Ella luego de un rato, se da vuelta y nos fundimos en un apasionado beso, quise penetrarla por delante, pero la posición era muy incómoda, por lo que cerramos la ducha, nos secamos y nos fuimos a la cama.

Yo acostado viendo como ella secaba las últimas partes de su moreno cuerpo, sus grandes tetas colgando, los abundantes pelos de su coño, sus fabulosas piernas.

Ella se abalanzó sobre mí, besando mi estómago, mientras sentía como sus tetas chocaban contra mi verga, ella comenzó a bajar, hasta que sus labios tocaron la punta de mi verga, muy suavemente la llevó dentro de su boca y comenzó a chupármela desesperadamente.

Ella misma me dijo que lo que más le fascinaba era chupar la verga y se deleitó como media hora con mi verga en su boca, ya de tanto aguantarme en no acabar en su boca, me dio una dureza que muy pronto ella recibiría.

M: ¡Me encanta tu verga corazón!

J: ¡Uf, chupas riquísimo, ah!

M: ¡Que rica, uhm, ah, uhm!

J: ¡Si bebe, uhm, síguele!

La acosté a mi lado y metiéndome entre sus piernas comencé a chupar esas tetas que hace rato me tenían loco, sus negros y grandes pezones fueron chupados una y otra vez, cada vez más fuerte como ella misma me decía que se los chupara a punto de agarrarlos con mis labios y tirárselos, dándole un gran placer.

M: Que rico, uhm, muérdelos, si, papi, que rico, ¡ah!

J: Que ricas tetas nena, ¡uhm son magníficas y tus pezones me encantan!

Pasé a acomodarme un poco más arriba y tomándola de las nalgas comencé a follarla muy rápidamente, sentía como me enterraba sus uñas en mi espalda, pidiéndome más y más.

M: Así, ah, cógeme, uhm, que dura, ¡que dura verga!

J: ¡Oh!! ¡Si, muévete, que rica concha, por dios!

M: ¡Si, api, como lo necesitaba, uhm!

J: ¡Ahora si te estas vengando rico mi amor!

Yo estaba muy duro y la arremetía una y otra vez fuertemente haciendo que el placer de ambos fuera lo máximo.

Luego cambiamos, la hice ponerse de guata, y subiéndome sobre sus nalgas, nuevamente comencé a follarla, como un animal, acariciando sus nalgas una y otra vez.

Ella misma se movió y se colocó en cuatro patas, ofreciéndome su generoso trasero, mientras apoyaba sus manos sobre la almohada.

M: ¡Cógeme mi amor, uhm, cógeme!

J: ¡Que nalgas! Estas buenísima, como puede ser posible que estés en la calle de heladera, ¡es para que seas una consentida!

M: ¡No digas nada y métemela, métemela como si hoy se acabara el mundo!

J: ¡Tus deseos son ordenes madame!

La visión de tenerla así, me llevo a no contenerme y comenzar a besar cada centímetro de ese trasero, eso la calentó más aun, y se separó sus nalgas para darme más espacio, ¡para besar su ano! Cada pasada de mi lengua hacía que emanara un gran gemido de su boca.

Traté de meterle un dedo por ahí, pero no me dejó, me coloqué detrás de ella, y aferrando a sus caderas comencé a penetrarla nuevamente por su coño, con fuerza, acariciando su espalda, tomándola de sus negros cabellos con suavidad, acariciando sus nalgas, viendo como mi verga se perdía entre esas exquisitas carnes. Me quedé quieto, ella era la que se movía de atrás hacia delante a su ritmo.

J: ¡Eso! Muévete chiquita, uhm que rico!

M: Ah, que dura verga, ah, ¡que rico!

J: ¡Déjame tu culito nena!

M: Por ahora solo por aquí por favor, ¡agh!

Fue así como me gritó que se corría, yo la tomé fuertemente de sus caderas y comencé a follarla como un animal, haciendo que su orgasmo fuera absoluto.

Quise aguantarme para terminar entre sus tetas, pero los gemidos de placer que ella emitía me excitaron al punto de no poder aguantarme y terminar por descargar toda mi leche caliente en su interior entre gritos de placer.

Caímos rendidos, fueron más de 45 minutos haciendo el amor en todas esas poses, nuestros cuerpos sudados, más el calor que hacía no hizo rápidamente levantarnos a ducharnos.

Nuevamente en la cama, ella se acomodó entre mis piernas y se llevó a la boca mi verga ya sin fuerzas, pero de todas formas la chupaba haciendo que al poco rato esta se endureciera.

Conversamos de muchas cosas mientras ella seguía con ese juguete en su boca, según ella le encantaba tenerla en su boca.

Al rato cuando ya recuperé fuerzas, le hice colocarse en un 69, con ella arriba y nos dimos mutuamente placer oral hasta que ambos alcanzamos el orgasmo.

Me la estuve cogiendo un buen tiempo, esa madura vendedora de helados, me tenía enloquecido, pero, así como llegó, se fue, nunca más la volví a ver en esa esquina, traté de localizarla, pero nada, ahora solo tengo el recuerdo de sus ricas mamadas que me daba.

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