Parece mentira pero ayer volviste a mi mente. Fue de noche, no podía ser de otra manera. Te encontrabas en la cama, tras un día normal, otro tedioso día en una vida sin sobresaltos y rutinario. No me quiero desviar ya que el caso es que estabas desnuda entre las sabanas, en la duermevela habitual en estas noches veraniegas en las que nos gobierna el insomnio, cuando sentiste mi mano acariciando tu espalda. No quisiste abrir mis ojos ya que siempre te gustó el sentirme, sin verme solo eso. Aun así sería una bobada que hubieras abierto los ojos ya que no hubieses sido capaz de distinguir mi figura en la oscuridad del dormitorio.
Siempre he creído que no hay nada más sensual que la insinuación, lo no visto, lo sentido. En fin, ahí estaba otra vez mi mano, tiempo después, pero también estaban mis labios que besaban la nuca, los hombros, y seguían bajando por tu espalda mientras te estremecías y, ¿Por qué no decirlo? Te empezabas a humedecer. Deseando volver a sentir esa niña vaya, ¿para qué engañarte? Ansía el volver a ser follada por mi.
Tras mi boca iban mis manos que acariciaban tus pechos y tus labios, no puedes evitar el abrirlos un poco y mordisquear tu labio. Recuerdas lo mucho que me excitaba eso, era como un preámbulo, un aviso de que tras mis dedos iría mi miembro. Tus sensaciones no terminaban ahí ya que notabas mi miembro endurecerse a la altura de tu culo. Te puse boca arriba, aún con los ojos cerrados, para besarnos y para dejar que mi mano fuera a tu sexo, como en los viejos tiempos, el notar que dos de mis dedos entraban en ti y se movían en tu húmedo sexo, el sentir que los saco bien mojados y luego acariciaba tu clítoris.
Tras eso, mi mano volvería a mi boca para disfrutar de tu esencia y sentir como me tumbaba sobre ti para morder tus pechos y frotar mi miembro duro contra tu "botoncito".
Parece mentira que tras tanto tiempo siga con ganas de comerme esa rajita, el caso es que metía mi lengua en ti de manera muy lenta y excitante, de tal forma que tu deseabas más y más y yo iba más rápido para acelerar tus movimientos para hacer que te corrieras en mi cara. El hacer que te corras de esa manera es un acto que requiere mucha paciencia, habilidad y atención a cada una de tus sensaciones, de tus espasmos y de la forma en que siento mis labios en los tuyos (los inferiores, claro) en que sientes mi dedo en tu clítoris y como turno mis movimientos, de arriba abajo o en círculos.
El caso es que sabía comerte el coño como te mereces. Después de una larga ducha de tus fluidos por mi cara, volvimos a besarnos y a acariciarnos, mientras más relajados nos iba poseyendo Morfeo.
Sin más espero que te haya gustado un cachito.