Los que vivan en la ciudad de México posiblemente hayan oído del Cine Teresa. Hoy convertido en una plaza de electrónica varia, alguna vez fue un cine para adultos muy conocido, en parte por estar sobre una de las avenidas más importantes, como por ser un lugar muy frecuentado por la comunidad gay y uno de los primeros lugares del giro que llegue a visitar, y también uno de los últimos. Ahí fue donde me paso lo que estoy por narrar.
Años antes de que lo cerraran, en un viernes como cualquier otro, yo salía de la oficina e iba camino a mi casa. No sabría decir bien que me sucedió, cuando salí de la oficina estaba pensando que cenar, si me daría tiempo de ir a comprar esto o aquello, y que pendientes tendría para el lunes que regresáramos a trabajar. Menos de una hora después de salir, y sin entender bien las razones, estaba pagando mi boleto, deseoso de terminar la noche en algún hotelucho de la zona. Todo sin planearlo o pensarlo, solo con las ganas del momento. Quizás no termino como lo esperaba, pero sigue siendo una de mis experiencias favoritas.
En todo caso, como otras veces previas, después de pagado el boleto, entre levantando la cortina, sin voltear atrás por si alguien me veía y eche el primer vistazo hacia la sala. Como siempre, todo estaba oscuro, excepto por la pantalla donde se proyectaba una película porno, creo que era una rubia cabalgando a un hombre con un pene inmenso. Lo recuerdo porque la rubia me daba una inmensa envidia, pero no tenía mucho caso pensar en ello, así que decidí seguir mirando alrededor mientras me acostumbraba a la oscuridad.
Poco a poco fui notando que había mucha más gente que lo normal. Supuse que era normal por ser viernes en la noche, pero aun así eran más de los que me imaginaba. Muchos estaban sentados en parejas, hablando de cualquier cosa, mientras que otros tantos estaban solos, viendo la película, con una mano en la entrepierna, y otros estaban sentados solos, pero sus ojos viendo hacia abajo y sus gemidos dejaban en claro que estaban muy bien acompañados. Entre tanta gente, los únicos que sobresalían eran un grupo de hombres sentados en la última fila hasta atrás. Parecían mantenerse muy aparte del resto del público, más ben desinteresados de lo que pasaba, pero al principio no les preste mucha atención. Por mi parte, después de un rato de estar viendo alrededor, me termine de habituar a la luz de la sala y comencé a caminar por el pasillo buscando un lugar donde sentarme.
Hombres iban y venían, algunos se sentaban, platicaban, se levantaban o se iban. Otros se sentaban y luego de una breve charla se agachaban y desaparecían por un rato. Después de un rato de enviarlos, alguien se acercó dónde estaba, se sentó y comenzó a hacerme la plática. Entre comentarios varios, su mano comenzó a tocar mi pierna, y le respondí, no solo dejando que me tocara cuanto quisiera, sino que también mi mano comenzó a subir por su pierna descaradamente hasta casi tocar su entrepierna. Estar en medio de tantos hombres dando y recibiendo sexo oral me había excitado mucho, y quería unirme a la acción cuanto antes. Le llegue a proponer a mi compañero si quería que fuéramos a un hotel, pero no acepto alegando que no tenía dinero, ni siquiera pagando solo la mitad. Aun así, no quería perder mi ligue de la noche, así que seguimos platicando, mientras abiertamente le acariciaba su erecto pene por encima del pantalón.
Así que cuando él se bajó el cierre del pantalón, supe que era la hora de la verdad. Ver su pene liberado me causo mucho gusto. Su cabeza, con un poco de líquido, brillaba a la luz de la película en la pantalla, y aunque la ropa interior y el pantalón escondía su verdadero largo, se veía gruesa y firme. Como deseaba poderla sentir dentro de mí, con gusto me hubiera desvestido para darme mis sentones, pero lo primero era lo primero, así que despacio me fui agachando y me acerque a su pene duro y puse mis labios a trabajar.
Recuerdo haber lamido su cabeza, besarle la punta, como si mis labios quisieran darse un beso con los labios de la punta de su cabeza, lamer desde la base hasta la punta y luego besar el cuerpo por los lados, antes de meterla toda dentro de mi boca y comenzar a succionar. Recuerdo su gemido, parece que lo disfrutaba tanto como yo, o tal vez un poco más, aunque por mi parte, disfrutaba mucho estar así, dándole place a un verdadero hombre con una verga deliciosa.
Fue entonces que sucedió que entendí quiénes eran los hombres que había visto al principio, los de la última fila. Resulta que eran los de seguridad dentro de la sala, pues se supone que las cosas que hacíamos, no debían de estar pasando. Lo supe porque uno de ellos camino hasta atrás de mi, y con la lámpara de su mano me ilumino y dijo en voz alta “oye, no puedes hacer eso aquí”. Yo, me sentí molesto por la interrupción, pero no dije algo para que no llamara al resto de sus compañeros de seguridad, y me senté sobre la butaca. Mi compañero no dijo algo tampoco, solo se quedó sentado viendo la película.
El guardia apagó su linterna y se alejó por el pasillo, supongo que pensando que había cumplido su misión. Yo todavía sentía el coraje por haber sido interrumpido, y realmente me gustaba la verga de mi compañero, así que antes de dejar que se enfriara el ambiente, me agache nuevamente y volví a dar la mejor mamada que pudiera. Con aquel pedazo de carne en mi boca, y los gemidos contenidos de mi ligue, me sentía muy caliente, y solo esperaba el momento en que terminara arrojando su semen en mi boca. De hecho, me hubiera gustado ver su cara mientras terminaba, por lo que abrí mis ojos y busque sus ojos para añadirle ese toque de complicidad al dar y recibir.
Y ciertamente me encontré con una mirada lasciva, pero no la de mi compañero, sino la de media docena de hombres que me veían darle sexo oral a un completo desconocido. No debía de ser sorpresa, debí de haberme imaginado que con la lámpara, el guardia llamaría mucho la atención sobre nosotros, y con la cantidad de gente que había en el cine, ¿no era obvio lo que pasaría? Y sin embargo, con todo y todo, sentirme observado me hizo sentirme más cachondo, era como si hubiera desbloqueado una nueva parte de mí. Así que mantuve el contacto visual con un hombre que estaba ahí y seguí dando sexo oral. Estaba decidido a darle el mejor show pornográfico en vivo a aquellos hombres, y si me hubieran propuesto que me desnudara para que me penetraran frente a ellos, lo habría hecho con gusto. Me excitaba mucho pensar que todos ellos tenían sus miembros erectos viendo como daba sexo oral, esperando su turno para usarme, aunque al final no sucedió.
Lo que sí sucedió fue que mi compañero me tomó por el cabello y me obligo a hacerle una garganta profunda antes de terminar. Yo apreté mis labios al máximo para no derramar ni una gota, mientras intentaba tragar tanto como fuera posible antes de incorporarme. Fue una cantidad abundante, de sabor fuerte, pero digamos que lo normal. Cuando por fin termine de tragármelo, y mi compañero de arrojar más, me quise incorporar para hablar con mi ligue, pero apenas estaba levantando la cabeza cuando sentí que alguien más se había sentado de mi otro lado y me estaba jalando hacia su propio miembro, duro y brillante, esperando que le sacaran hasta la última gota de semen.
No me hice del rogar, aunque seguramente tampoco me iba a dar muchas opciones el desconocido que ahora me tenía sujeto de la nuca. Puse mis labios alrededor de su cabeza y comencé a lamer y chupar, saboreando cada gota, imaginándome como sería tener aquel duro pedazo de carne dentro de mí. Deseaba sentir a mi otro ligue bajándome los pantalones y penetrándome salvajemente, pero solo se levantó y se fue del cine, aunque no supe cuándo.
De algún modo, todo aquello me excitaba aún más. No sé si los demás hombres que había en el cine seguían viendo el show, pero pensaba que sí, deseaba que así fuera. No sabía el nombre o había visto el rostro del dueño del nuevo pene que ahora estaba chupando como si se me fuera la vida en ello, pero realmente no me importaba. De hecho, ni siquiera estoy seguro de si llegue a preguntarle a mi primer ligue cuál era su nombre.
A veces me pongo a pensar si ellos se acuerdan de mi, pero lo más seguro es que si acaso se acuerden de mí como el sujeto a quien usaron para vaciarse en un cine porno. Eso me pone cachondo, con ganas de ir nuevamente a ese cine, esperando repetir aquella situación, de volverme a sentir usado por completos desconocidos para satisfacer sus necesidades de placer. La cantidad no me importaba, solo el mero hecho de sentir una enorme verga tras otra invadiendo mi cuerpo.
Aquella noche, dándole sexo oral al segundo sujeto, me imagine que la noche terminaría en una completa orgía, que varios hombres harían fila para usarme y vaciar sus testículos en mi garganta. Pero no fue así. Una vez que mi segundo compañero termino dentro de mi boca, me pude levantar y aunque todavía había uno que otro fisgón, nadie más se acercó. Después de un rato esperando que alguien más se acercara, me di cuenta que los guardias seguían alumbrando y evidenciando a otras parejas como yo. Supongo que mientras estaba ocupado con mi primer ligue, los guardias se llevaron el reflector a otro lado, y el público con ellos. Y dado que se me hacía tarde, decidí mejor levantarme e irme a casa.
Cuando llegue a casa aquella noche, me termine masturbando con el dildo más grande que tenía en mi armario.