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Imelda: La runner del trabajo
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Imelda:

Imelda tendría cerca de 2 semanas en la oficina cuando la conocí, rondaría los 38 años, y yo estaba cerca de los 28.

Era una chica normal, podría decir que del montón.

Yo siempre he sido una persona muy sociable y tardamos poco en entablar conversación.

Sin embargo ella siempre se veía triste, yo lo notaba.

Los temas siempre fueron generales, para conocernos, etc…

Hasta que un día tocamos el tema fuerte, ella estaba pasando por un duelo, la muerte de un ser querido.

De cierta manera eso nos acercó más, ya que yo tengo mi propia teoría acerca de la muerte.

Y en cierto modo creo que a ella le reconfortaba la manera en que yo se lo explicaba.

Por comentarios de compañeros bulleadores en la oficina me di cuenta cuánto le afectaba y me enteré que era runner, pues invito a un compañero a correr sin embargo él contó cómo ella le lloró y en tono de burla, afirmando que estaba loca.

Sinceramente siempre me da rabia que se expresen mal de cualquier persona y más una mujer.

Y más por el duelo y lo afectada que sabía estaba.

El encuentro:

Pasaron cerca de 9 meses en una relación normal de compañeros, hasta que sus visitas a mi lugar se hicieron constantes, éramos de diferentes departamentos.

Sinceramente sentía un cariño por ella.

Y por lo que notaba, no habría tenido buenas experiencias en el amor.

Nos topamos ese viernes por casualidad en el estacionamiento y nos fuimos conversando.

Me dijo que haría ese día.

Al yo vivir solo, lo único que haría le comenté es que iría al gym, me dijo que bien yo a correr.

Y me dijo si quisieras podríamos ir a cenar. Acepte gustoso, la verdad a mí me reconforta mucho comer, conversar y más si es en presencia de una mujer.

Buscamos una opción cercana para ambos y fuimos a cenar, era un restaurante muy rico y no tan exclusivo, pero si ameritaba usar camisa de noche y pantalón.

Para hacer las cosas ágiles ella me dijo que ahí llegaría

Yo ya esperaba en el restaurante, cuando mi mirada se dirigió a la puerta.

Vi llegar a una mujer impresionante, unas zapatillas negras preciosas que calzaban unas piernas gruesas, grandes, largas y hermosas, la minifalda negra que traía hacia ver unas caderas proporcionadas y una blusa blanca holgada, se veía tan elegante con un peinado sobrio y un buen escote, nada sugerente pero muy bonito.

Ella noto mi expresión, me puse de pie, la tome de la mano y la cintura y la senté lo más cerca de mi que podía.

No solo su sonrisa esa noche era espectacular, su olor era algo peculiar.

Fue una noche muy agradable, reímos, charlamos, el vino hizo lo suyo y todo fluía.

Le dije que en cuanto saliera de su luto debíamos ir a bailar algún antro.

Ella dijo que precisamente ella había decidió a qué la vida seguía, y que su mamá ahora la acompañaría de otra manera.

Pues bien le pedí que nos fuéramos y la lleve a un antro.

Ella quería wiskey y compré una botella.

Las luces, el ambiente, la noche era perfecta.

La tomé de las manos y comenzamos a bailar, electrónica, salsas, bachatas, no era muy buena a decir verdad, pero era lo de menos

Eso me permitía tocarla, olerla y estar más cerca de ella, cuando empezó la música romántica.

La tomé de la cintura y ella me tomo del cuello.

Podía sentir su pulso y su respiración.

Yo respiraba en su oído y soplaba a su cuello.

Acerque mis labios y cuando estaba a punto de besarla ella se quitó.

Me dijo cómo crees, no nos conocemos para nada. Eres un muy buen amigo pero estás muy joven.

Le dije que no se preocupara y que no haría nada que la hiciera sentir incómoda.

Siguió la noche y seguimos bebiendo y platicando, yo como manejaría tomaba al mismo nivel que ella.

Unas chicas de una mesa de al lado nos dijo que si me dejaría bailar con ella

Ella accedió, pero noté de inmediato un poco su malestar.

Yo lo vi más como una oportunidad.

Y así es, los celos entre mujeres son fuertes y esta vez jugaron a mi favor.

A mitad de la canción ella se abalanzó sobre mi y le dijo a la chica que era suficiente.

Ya serían cerca de las 2 am y le dije que nos fuéramos y que para su liberación del luto fuéramos a mi departamento.

Ella me dijo que no, que ya sabía mis intenciones.

Yo le repetí que no haría nada que ella no quisiera y que entendería dejarlo para otra ocasión.

Al final me dijo que sí.

Ya en casa la música fue mi mejor aliado pues todo el tiempo fue el tema que la chica del antro no sabía bailar.

Yo le dije a ver cómo le harías tú.

Ahí fue cuando, sentado pude apreciar esas hermosas piernas que tenía.

Y le confesé que era algo que no había notado hasta ese día.

Ella empezó a bailar sexi, se subía la minifalda.

Fue un juego de seducción, yo alcanzaba a ver unas bragas blancas.

Así que me anime y la tomé por atrás de la cintura y me acercaba a bailar, respiraba en su nuca y estoy seguro que ella podía sentir como mi pene empezaba a crecer.

Era muy rico sentir sus nalgas restregarse conmigo.

Yo subí mis manos por sus piernas y justo al querer tocar sus labios se quitaba y me bajaba abruptamente la calentura.

Yo la verdad es que la pasaba muy bien, por supuesto que mi cuerpo quería mucho sexo, pero mi mente por otro lado disfrutaba enserio esa compañía.

Eran las 5 am cuando le dije que debíamos dormir y ella decía que por ningún motivo dormiría ahí.

Le dije que yo utilizaría el cuarto de visitas y le dejaría mi cama.

El riesgo de llevarla a esa hora era alto.

Gracias adiós accedió y la recosté.

Le quite las zapatillas, ella me dijo que no le quitará nada de ropa y así la tape, apague las luces…

Y antes de cerrar la puerta me dijo, puedes dormir acá, al fin es tu recámara.

Pero no haremos nada, para mi nivel de alcohol creo que fue más gratificante el hecho de dormir. Y así lo hice.

Solo la abrace y caímos dormidos…

Tendré que continuar después.

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