Prosa poética erótica, más un poema erótico.
Besos y caricias desesperadas
Quisiera tener una pequeña toalla, y entretenerte el clítoris –expuesto a mí– con ella, mientras inclinas tu cabeza para darme un largo beso, tratando de que sea eterno simbólicamente. Quisiera tener un pañuelo, y rozarte el tulipán con él, mientras confundimos nuestras bocas con un beso que es –emocionalmente– casi tan profundo como el río Paraná. Quisiera comprarme una franela, y hacerte repetidos movimientos circulares en tu manzana de Eva con ella, mientras fusionamos nuestras lenguas, en un intento desesperado por crear morreos de tan buena calidad que sean perpetuos en el tiempo. Quisiera tener una bufanda, y acariciarte alentadoramente la mariposa con ella, mientras nos besamos de una manera tal que parece que estamos implorando que sean inmortales. Quisiera agarrar una almohada y frotarte con ella tu pequeño cisne –de aspecto benigno–, mientras nos deshacemos en arrumacos vocales. Aunque tales acciones parezcan ser detalles pequeños, inocuos o insignificantes, a veces son capaces de hacer que la pasión esté agazapando, esperando para atacarte, arrancándote la impasibilidad y la frialdad, escondiéndolas en lo más inaccesible de tu mente.
Verte bonita
Verte bonita
y de buen humor
es lindo.
Verte bonita,
de buen humor
y dispuesta a lo nuestro,
es algo que no tiene precio.
Es un atracón de dicha.
La indiferencia emocional en el sexo,
es como la atonalidad en la música,
la pintura sin color,
las siluetas en la escultura,
la poesía sin descripción
y las líneas sin término en la arquitectura.
Soy partidario de tu placer,
un seguidor de tu placer.
Simpatizo con tu placer.
Soy un aficionado,
un afiliado,
un adicto.
Hay encuentros
en donde me olvido íntegramente
de dónde dejé mi ropa interior,
de dónde dejé mi pantalón,
de dónde dejé mi camisa,
mis zapatos y
mi abrigo.
Pero no me interesa.
No me interesa en absoluto,
y quiero que tú te intereses aún menos
en dónde dejaste tus costuras exteriores.