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La mamá de mi amigo Osvaldo
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Mi nombre es Jonathan, soy amigo de Luis y Lety y me uniré a este perfil para contarles mis historias sexuales, las cuales espero sean de su agrado.

Me describiré un poco, tengo 34 años, soy viudo desafortunadamente, soy bisexual y me gusta fumar de la verde, trabaje en un circo y honestamente creo que soy lo que los padres no quieren que sean sus hijos, siendo un poco “humilde” tengo un buen físico, hago yoga y soy corredor, tengo ojos azules y piel canela, una combinación que me ha hecho tener muchas y muchos amantes y soy dotado, tal vez entre 19 a 21 cm bien firme y también gruesa de unos 14 cm de circunferencia, eso es lo que me ha ayudado en ocasiones a sobrevivir en la vida, aunque no lo crean.

Comenzaré contándoles una historia de cuando yo tenía 20 años, en ese entonces pertenecía a una banda de jóvenes que tocábamos en donde nos dejaran, estaba Gil el baterista gordito, Susy la corista y sabrosa de la banda, Tulio el que cataba y tocaba el bajo y mi amigo Osvaldo el tocaba la guitarra, yo no sé qué hacía ahí si no tocaba nada, tal vez por mi forma de conseguir los lugares de tocar, o porque les ayudaba a conectar y cargar los instrumentos, pero el chiste es que a donde iban yo estaba, lo que más me gustaba de estar con ellos era el jueves de ensayo en la casa de mi amigo Osvaldo.

Éramos amigos desde la secundaria y ahora el un estudiante aplicado y de buen talento en la guitarra y yo un bueno para nada, más que para dar maromas y fumar de la verde, lo que más me gustaba de mi amigo Osvaldo era su madre, la señora Mariana, una mujer blanca, ojos café oscuros, tetas medianas, hermosas piernas y tarsero grande, si una verdadera sabrosura que todos los jueves disfrutaba el ver como llegaba y se cambiaba mostrándome sus deliciosas carnes, aunque ella no se daba cuenta que la veía, ya que como algunas mujeres trabajadoras, llegan a seguir trabajando en la casa.

Yo le tenía muchísimas ganas, su trasero, sus piernas, todo me enloquecía de esa señora, me masturbé muchísimas ocasiones pensando en su delicioso cuerpo e imaginaba escenas de lo más candentes donde ella era la protagonista.

Un jueves Mariana llego una hora más tarde de lo que acostumbraba, al entrar sus chapetas rojas delataban un poco de alcohol en su cuerpo combinado con un muy mal día, yo también estaba un poco pasado y contento, así que en cuanto la vi con su vestido azul y sus medias color negro, no dude en entrar a la casa a observar un poco mejor.

Tarde un poco en encontrar su habitación hasta que finalmente di con ella, la puerta entre abierta y dentro estaba la mama de Osvaldo, en un cachetero negro de encaje y una blusa rosa entallada, ¡que rica se veía! Sus nalgas blancas y grandes y sus piernas, lentamente abrí la puerta y la abracé por atrás.

Ella no hizo nada, mi verga estaba súper dura y la coloque en medio de sus ricas nalgas, acaricié sus muslos y sus duras nalgas y luego bese su cuello que olía fenomenal, estaba dándole pequeños besos en su oreja cuando ella volteó y al verme regresó en sí.

M: ¡Que carajos!!! Suéltame!

Ella me aventó y trato de taparse con una toalla, aunque alzo la vos, el ruido de la música impedía que la escucharan, yo no dije nada y la miraba con deseo, ella me pedía saliera de su cuarto, pero en lugar de eso nuevamente me lancea ella.

La trataba de besar, le agarraba las nalgas, las piernas, al tumbe en la cama y como yo era más fuerte logre separarle las manos y empecé a ponerle mi cara en sus tetas, ella me decía que no que parara, pero yo solo continuaba con mi acto.

Le besaba el cuello y lo que podía de su boca, le arrimaba mi verga erecta en su vagina, ella pataleaba, parecía una violación, pero no me importaba quería probar a la señora Mariana.

Con gran fuerza la despojé de su cachetero y puse mi cara en su vagina, ella trataba de repelerme, pero no podía, comencé a oler y besar su parte intima, ella jadeaba y gemía entre desesperación y entre que no quería y le empezaba a gustar poco a poco fue cediendo a mis caricias.

M: ¡Basta! ¡Allá afuera están todos!

J: ¡No me importa!! ¡Que rica vagina tienes, uhm!

M: ¡Eres amigo de mi hijo, te conozco desde niño, ya déjalo así, no le diré a nadie!

J: ¡Entonces con más confianza la hare mía!

Empecé a mamarle su burrito con todo, no me importaba que estuviera peluda, tragaba sus fluidos mientras mis manos apretaban sus duras tetas, Mariana solo gemía y respiraba agitadamente, le besaba los muslos, comencé a introducirle un par de dedos en su concha, dedos que apretaban y estimulaban su clítoris, poco a poco Mariana fue cediendo más, hasta que comenzó a disfrutar lo que yo le hacía.

M: ¡Oh!!! ¡Uhm!! ¡Ah!!

J: ¡Que rica!!!

Ella se retorcía como loca, la puerta estaba vierta así que cualquiera nos podía ver, pero ellos continuaban ensayando y no había nadie más en casa, así que después de mamarle su concha, me baje el pantalón y la trusa, mi verga estaba erecta, ella la vio con asombro, al parecer jamás había visto una tan grande.

Le abrí las piernas y las alcé un poco, lentamente empecé a introducirle mi verga primero la cabecita y luego toda le entraba despacio.

Mariana gemía y tenía una cara de satisfacción enrome, yo sudaba de nervios, no podía creer que me estuviera dando a la mama de Osvaldo, esa señora a al cual le había dedicado infinidad de manuelas, ahora estaba gimiendo por tenerme dentro de ella.

J: ¡Ah, sí, que rico aprieta!

M: ¡Es grande, ah, uhm!!

Ella gemía y continuaba con los ojos cerrados, su vagina apretaba fenomenal, parecía nuevecita, estaba claro que no la atendían bien, nos besábamos de lengua incluida, le quite su blus ay comencé a devorar sus tetas, ahora en misionero me empujaba ms y más fuerte, la cama rechinaba, pero nadie me detendría.

La acosté de ladito y disfruté de sus curvas, levante una de sus piernas para penétrala mejor, nos besábamos y yo disfrutaba de la madre de mi amigo.

M: ¡Que rico, ah!!

J: ¡Soñaba con esto!

M: La tienes bien rica, uhm, ¡que rico me coges!

J: ¡Mariana!!!

Afuera la banda continuaba tocando, Osvaldo se aventaba su solo de guitarra mientras yo le empujaba los frijoles a su madre, me había convertido en él, peor amigo que alguien quisiera tener.

La puse en cuatro, se veía magnifica en esa pose, sus nalgas enormes se veían mejor, la tome de la cintura y la penetre despacio, una vez dentro empecé a moverme con fuerza, la sacaba toda y la metía de un solo golpe, ella gemía y ahogaba su grito en su almohada.

M: ¡Ah, que rico, ah!!

J: ¡Que nalgas!!! ¡Coge riquísimo!

Subí la velocidad de mis embestidas, ¡pum! Pam!! Así se escuchaba cuando sus nalgas pegaban en mi pelvis, yo disfrutaba de cómo se veía su cuerpo, sudado y en cuatro, la estrujaba con fuerza, le daba de nalgadas, me empujaba con todo, estaba súper duro y caliente que Mariana no podía contener su excitación.

M: Mas métemela más, ah, sí que rico, mas, cógeme, cógeme rico, si así papi, ¡así!

Me sentía un macho alfa, cogerme a la madre de mi mejor amigo y no conforme con eso tenerla gimiendo era como un premio para mí.

Me acosté y Mariana subió a cabalgarme y vaya que lo hacía fenomenal, se movía en círculos, pero a una gran velocidad que me tenía gimiendo y retorciéndome, se daba pequeños sentones, le mordía las tetas, nos besábamos, ¡que locura!

M: ¡Ah, si, así córrete, dame tu leche!

J: ¡Ah, ahí viene, ahí viene!!

M: ¡Oh!!! ¡Si!!

Mi semen salió disparado llenándole su vagina, ambos gemíamos y gozábamos el orgasmo, ella me mordió el cuello y yo el arañe las nalgas hasta que nos quedamos sin fuerzas.

Una vez pasado el rico momento me pido saliera de su cuarto, yo no dije nada me vestí y regresé con los chicos que ya habían acabado su ensayo.

O: ¡Donde andabas viejo, ya quedo listo todo!

J: ¡Excelente, andaba atendiendo algo!

Lo que Osvaldo no supo jamás fue que a quien atendí ese día fue a su sabrosa e insatisfecha madre.

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