Adolfo, mi compadre, un hombre que se hiciera millonario con el contrabando de tabaco rubio, le había prometido a su hija lo que quisiera si sacaba buenas notas. La muchacha las había sacado y le pidió un viaje a Bali.
Mi amigo Alfonso iba a cumplir diez años de casado y Adolfo lo sabía. Jugando una partida al dominó, le preguntó:
-¿Qué le vas a regalar a tu mujer en el décimo aniversario de boda?
-La llevaré a cenar a algún sitio y a ver si antes encuentro otra pareja dispuesta a al intercambio,
-Eso no te sería difícil. ¿Qué te parece si la llevas a Bali?
-¿Qué Bali? ¿El de Indonesia?
-Sí, tu ahijada quiere ir ahí de vacaciones y mi mujer y yo no la podemos acompañar. Te pagaría los siete días de estancia y aviones de ida y vuelta.
Alfonso no se lo pensó dos veces.
-Cuenta conmigo.
-Solo una cosa, a mi hija no la llevéis a ninguna sala de masajes.
-¡No estoy tan loco cómo para llevar a mi ahijada a un sitio así!
Paso a contar la historia en primera persona.
Llegamos al aeropuerto de Denpasar a las 10.45. Nos estaba esperando una guía balinesa, delgada, baja, morena y muy hermosa que también era chófer y que no paró de sonreír a Anastasia, hasta por el espejo retrovisor le sonreía. Nos llevó a Canggu a un complejo hotelero con una habitación triple. O sea, con tres camas, dos juntas y una separada. Ellas deshicieron las maletas y yo me fui al bar. La chica de detrás de la barra me recomendó un Arak. Desempolvé mi inglés y tuve una pequeña charla con ella. Ya la había hecho buenas migas con la chavala cuando llegaron mi esposa y Anastasia. Anastasia llevaba puestos unos shorts vaqueros con cinturón ajustado, un top azul corto, de tirantes y unas zapatillas deportivas blancas sin calcetines y mi esposa un vestido de flores y unas sandalias. La verdad es que la vista se me iba para mi ahijada… Es que con su cabello rubio recogido, sus grandes ojos azules, sus largas y estilizadas piernas, sus pezones marcándose en el top, con sus labios y sus uñas pintadas de rosa y su sonrisa angelical, no mirarla sería un pecado. Cuando llegaron a mi lado mi esposa me preguntó:
-¿Qué bebes?
-Arak, una bebida hecha con arroz.
Anastasia sintió curiosidad.
-¿A qué sabe, padrino?
-A anís.
-Yo también quiero.
Tomamos los tres Arak, conversamos… Volvieron a la habitación contentas y riéndose por cualquier tontería. Había que desnudarse para ir para cama. Mi esposa me dijo:
-Vete al baño, Alfonso, que nos tenemos que desnudar.
Fui a echar una meada. Yo en verano e invierno siempre duermo en calzoncillos, y así me metí en la cama, al lado de mi mujer y del lado de la cama de Anastasia que estaba tapada con una sábana en la que se marcaban los pezones de sus grandes y redondas tetas. Con ella allí no podía hacer nada con mi mujer, así que me eché a dormir. Una hora después, más o menos, aún no conciliaba el sueño. Mi esposa ya dormía.
La habitación estaba iluminada por la luz de la luna. Miré para la cama donde dormía Anastasia. Tenía al descubierto las tetas, una pierna y parte de su pubis, un pubis con vello rubio. Me empalmé. Acaricié la polla muy suavemente. Anastasia abrió los ojos, vio que la estaba mirando y en vez de taparse se destapó del todo. Yo hice lo mismo. Anastasia vio la polla empalmada. Puso su mano izquierda sobre la teta izquierda y la derecha la metió entre sus piernas. Mirándome a los ojos y mirando mi mano subir y bajar por mi polla comenzó a masturbarse.
A veces pasaba su lengua por los labios, otras se mordía el labio inferior, otras bajaba la cabeza y pasaba su lengua por los pezones y areolas y otras sacaba los dos dedos del coño, los chupaba y después acariciaba con ellos los pezones. A los diez o quince minutos aquello fue demasiado para mí. Sin poder evitarlo de mi polla comenzó a salir leche a raudales. La mano de Anastasia se movió más aprisa entre sus piernas. Su pelvis se levantó, sus ojos se abrieron cómo platos, se cerraron de golpe, luego apretó las piernas y se corrió mirando para mi con los ojos vidriosos y gimiendo en bajito.
A la mañana siguiente desayunamos huevos con langostinos, fruta y café. Anastasia no paraba de mirarme cuando mi esposa no la veía. Tenía que convencer a mi mujer para que me dejara follarla, pero antes tocaba otra cosa, Surf, para lo que la guía balinesa nos llevó a la playa de Batu Bolon. Allí nos dieron las tablas. Yo ya había cabalgado algunas olas, pero en Galicia y con vela. En fin, que no hice el ridículo porque las olas eran pequeñas y porque Anastasia no hacía más que caerse de la tabla y mi esposa ni lo intentó.
De vuelta, la guía balinesa nos llevó a una sala de masajes y se quedó a mirar, a mirar a Anastasia, a mi polla no le echó ni una mirada.
Allí estábamos tumbados boca abajo en tres esteras, yo estaba en el medio, mi esposa a mi derecha y Anastasia a mi izquierda. Un joven balinés masajeaba a mi esposa y dos bellezas balinesas nos masajeaban a Anastasia y a mí… Cuando nos dieron la vuelta ya mi esposa estaba cachonda, lo noté en que cerró los ojos cuando el joven masajeó sus ingles, esto, unido al olor a jazmín del aceite y a los dulces gemidos de Anastasia hicieron que me empalmara.
Mi esposa sonrió cuando mi masajista masajeó mis huevos y masturbó mi polla, y sonrió cuando vio a la otra balinesa masajeando las tetas de Anastasia, y volvió a sonreír cuando el joven balinés masajeó las suyas. Mi esposa no era mucho de gemir, pero empezó a hacerlo cundo dos dedos del balinés se metieron en su coño. No iba a ser él el que la masturbara, iba a ser ella la que lo hiciera moviendo su pelvis hacia arriba, hacía abajo y alrededor.
Luego vi cómo Anastasia, le cogía la cabeza a su masajista, la besaba con lengua y después le llevaba la boca al coño mientras miraba para la guía balinesa. La otra balinesa, masturbando mi polla muy lentamente, la metió en la boca y me la mamó. El balinés sacó su polla, una polla pequeña, pero más gorda que la mía. Mi mujer se abrió de piernas y la folló. Mirándola, me corrí en las tetas de la balinesa. Mi esposa le encharcó la polla de jugos al balinés. Anastasia fue la última en correrse. Mi mujer, la guía balinesa y yo vimos su cara de ángel al correrse y en ese momento supe que no era yo solo el que la quería follar.
Esa noche volví al bar. Ellas se quedaron en el dormitorio. La chica que atendía la barra estaba acompañada por otra joven balinesa. Volví a hablar con ella y le entré, le entré pensando que no iba a entrar al trapo, pero entró, aunque me pidió 750 rupias por una masturbación. 10 dólares no me iban ni me venían y por ver cómo me la pelaba aquella preciosidad bien valía la pena pagarlas. Acepté. Habló con la otra chica, salimos por la parte de atrás del bar y entramos en una casa de bambú.
No esperaba que lo hiciera, pero se desnudó. Sus tetas eran pequeñas, con areolas muy oscuras y sus pezones pequeños. Me mandó sentar en una silla de bambú que había a los pies de la cama. El caso fue que le había entendido mal, la masturbación se la iba a hacer ella, yo solo podía mirar y masturbarme. Era el juego "mírame pero no me toques."
En fin, que aún valía la pena, por lo novedoso. La balinesa, que parecía una muñeca, con las piernas abiertas y colgando de los pies de la cama comenzó a frotar el clítoris de abajo a arriba y de arriba a abajo solo con un dedo. Yo quité la polla empalmada y la meneé. La balinesa tenía los ojos cerrados. Era como si no sintiera ni padeciera. Si no fuera por los movimientos del dedo se diría que estaba muerta, pero no lo estaba, su chocho con poco pelo se fue abriendo y no tardé en ver su vagina abriéndose, cerrándose y echando jugos, jugos que mismo parecían de coco por lo blancos que eran. No pude resistirme, le pasé la lengua por el coño. No me dijo nada, bueno, si dijo, pero en forma de gemidos. Siguió frotando el clítoris con el dedo hasta que jadeando cómo una perrita comenzó a desbordar. Le metí la punta de la lengua dentro de la vagina y sentí el calor y el sabor agridulce de su corrida mientras me la apretaba y me la soltaba al cerrarse y abrirse.
Al acabar de correrse le froté la polla en el coño y me corrí en la entrada de su vagina y en sus tetas. Después lamí mi leche de las tetas y del coño, por ver si se ponía cachonda y me dejaba follar, y me dejaba, pero por 50 dólares. No los llevaba conmigo si no se los pagaría. Le di 1000 rupias en vez de las 750 que me pidiera, guardé la polla y me fui.
Cuando regresé a la habitación ya mi ahijada y mi esposa estaban durmiendo.
A la mañana siguiente la joven guía balinesa nos llevó a las cataratas y las cascadas de Munduk, los lagos gemelos de Gobleg, el templo Pura Ulun Bratan, el lago Bratan, los arrozales de Jatiluwich, donde a nuestras espaldas se besó Anastasia con ella, al mercado de Tebanan, el templo de Pura Tanah Lot y el templo de Pura Batu Bolong.
Por la noche, a la hora de ir para cama, mi mujer y Anastasia, una después de la otra se pusieron los picardías en el baño, y después se metió cada una en su cama.
Anastasia, a los diez minutos, más o menos, le dijo a mi mujer:
-Tengo unas ganas locas de correrme, madrina.
Mi mujer me miró y me dijo:
-El compadre nos mataría si se enterase, de que jugamos con su hija.
Me importaba una mierda mi compadre, aun así le dije:
-Y si se entera de lo del masaje, también. Ven Anastasia.
Anastasia se desnudó y nosotros lo hicimos con ella. Nos destapamos. Se metió en la cama y se puso en medio de los dos. Cogió mi polla en estado morcillona y comenzó a menearla. Me besó. Sus labios y su lengua eran frescos cómo la aurora. Cogió la cabeza de mi esposa y puso su boca en mi boca. Nos besamos, luego la besó a ella, después le llevó la cabeza a mi polla, que ya estaba dura, e hizo que me la mamara mientras me la masturbaba, al rato la apartó y me la mamó ella. Mi esposa me volvió a besar. El silencio que guardábamos lo rompió una voz dulce y con acento balinés. Venía de la habitación de al lado donde vivía una inglesa de mi edad, 30 años, que le debía estar comiendo el coño a la joven, ya que gritó: "¡¡!I´m coming!!!" Anastasia le preguntó a mi mujer:
-¿Me dejas ser la primera, madrina?
-Anda, sube y pónmelo a tono.
Mi esposa no solo le dejó ser la primera, sino que me cogió la polla y la llevó a su coño. Anastasia bajó el culo y mi polla entró muy, muy apretada. Si no era virgen poco le faltaba. Al tenerla toda dentro, dijo:
-¡Uuuuy que gusto!
Me puso un pezón en los labios y mientras se lo lamía y le chupaba la teta, redonda, dura, con areolas color carne y pezones pequeños, ella metía y sacaba la polla. Mi mujer se puso detrás de ella y comenzó a jugar con la yema de un dedo en su ojete. Anastasia se incorporó, le echó un brazo al cuello y al encontrarse las bocas le metió la lengua hasta la coronilla. Mi esposa le metió el dedo en el culo. Se volvió a echar sobre mí y con el dedo follando su culo y su coño follando mi polla, cabalgó, y cabalgó cada vez más aprisa hasta que se apretó contra mí… Sentí los espasmos de su cuerpo en mi cuerpo y la fuerza de su corrida en mi lengua, lengua que casi devora.
Al acabar, mi esposa le quitó el dedo del culo, me lo dio a oler y cuando me lo iba a meter en la boca, Anastasia lo cogió y lo chupó.
Mi esposa estaba cachonda de verdad. Al quitarse Anastasia de encima, y echarse boca arriba sobre la cama, en vez de montarme, se echó encima de ella, le besó el cuello y ya se tiró a saco a su boca. Le dio un beso con lengua tan largo que la puso perra de nuevo. Yo, meneando la polla, vi cómo mi esposa le agarraba las tetas, se las apretaba, y con ganas atrasadas, desmadrada, le lamía los pezones y le mamaba las tetas. Ya ni pasó por su ombligo. Aquella no era mi mujer, era un torbellino, era una perra en celo, era la lujuria personificada. Se puso a cuatro patas, metió la cabeza entre sus piernas y le comió el coño. No se lo comió, lo degustó, ya que gemía, con cada lamida.
En diez años no la sintiera gemir tanto. Sus gemidos aún excitaban más a Anastasia, y a mí ya ni te digo. Me arrodillé detrás de mi mujer y le lamí el coño. La lengua llegó pringada de jugos al ojete. Se le abría y se le cerraba esperando a que mi lengua entrara en el agujero… Se lo follé con la lengua. Los gemidos de las dos ya eran escandalosos… Le clavé la polla en el culo de una sola estocada. No dijo palabra, tenía la lengua ocupada. Unos cinco minutos después, en la habitación de al lado volvimos a oír aquella voz dulce, sensual, diciendo: "¡I´m coming!". Anastasia le cogió la cabeza a mi mujer y moviendo la pelvis alrededor y mirándome a los ojos, dijo:
-¡Me corro!
Sus ojos se cerraron y no los abrió hasta que acabó de correrse. En ese momento, mi mujer, se incorporó, le giré la cabeza, besé su boca llena de jugos. De su coño salió un chorro de meo que bañó a Anastasia y después una corrida pastosa que recogí en la palma de mi mano, froté en su espalda y después lamí.
Quedé con la polla flácida. Ellas también estaban boca arriba recuperando el aliento. Sonó el celular de Anastasia. Era su padre. Le contó cuatro mentiras mientras se secaba el meo con las bragas y después le colgó. Esa noche ya no volvimos a follar.
Al día siguiente la guía balinesa nos trasladó a Ubud, a otro complejo hotelero con tres camas. Allí íbamos a visitar el bosque de los monos, el palacio y el mercado. La guía nos dejó comiendo. Al regresar al hotel sentimos ruidos en el baño, fui a ver pensando que sería algún macaco, pero no, no era un mono, era la guía balinesa, estaba recostada dentro de la bañera y sobre el agua flotaban cientos de pétalos de diferentes flores. Parecía una diosa esperando a que la desvirgaran. Mi esposa me preguntó:
-¿Y esta que hace aquí?
-Vamos a tomar algo. Déjalas solas.
-¡¿Qué sabes tú que yo no sepa, calamidad?
-Que quieren estar solas. Vi cómo se besaban en los arrozales.
Anastasia, desnudándose, nos dijo:
-Podéis mirar, pero es lesbiana, no puedes hacer nada con ella, padrino.
Mi esposa y yo veíamos el baño desde la cama. Vimos cómo Anastasia, desnuda, se metía en la bañera. La guía balinesa se levantó. Tenía el coño con pelo de rata, o sea, no era tupido. Sus piernas eran delgadas, su cintura estrecha, sus caderas anchas y sus tetas cómo naranjas de Valencia.
Con una esponja, a la que echó gel, le enjabonó el cuello, los hombros y las tetas, luego sus manos masajearon las tetas de Anastasia mientras le sonreía, después le enjabonó las nalgas, las piernas y el coño y le dijo palabras que no llegué a entender. Después le frotó con las manos las nalgas y las piernas, Anastasia, se sentó en el borde de la bañera. La guía balinesa le beso los pezones, le mamó y acarició las tetas… Hacía todo muy despacito, era como si quisiera que aquel polvo durase horas.
Mi mujer y yo estábamos con las espaldas apoyadas a la cabecera de la cama, me sacó la polla empalmada y comenzó a menearla con la misma lentitud que la guía balinesa le estaba tocando el coño y las piernas a Anastasia.
Anastasia acarició sus tetas enjabonadas. La guía balinesa le echó agua con pétalos en el coño, le abrió las piernas, y otra vez con una lentitud pasmosa hizo círculos con la yema del dedo pulgar sobre su clítoris. Anastasia, al ratito, se corrió cómo una angelita, sin ruidos, sin temblar, sin nada, solo echó la cabeza hacía atrás y le dijo a la guía balinesa:
-Me corro, morena.
Cuando Anastasia acabo de gozar la guía balinesa se sentó a su lado en el borde de la bañera, le cogió una mano y acarició con ella sus pequeñas tetas. Anastasia le echó las dos manos a las tetas y las masajeó cómo se las había masajeado a ella, con lentitud. La guía balinesa le metió dos dedos en el coño y Anastasia comenzó a gemir de nuevo.
La palma de la mano de mi esposa ya estaba mojada con mi aguadilla.
La balinesa cogió a Anastasia por la nuca, sacó la lengua para que se la chupara, se la chupó y después se comieron las bocas. Se masturbaron mutuamente. Ya gemían las dos.
Mi esposa se desnudó y dándome la espalda metió mi polla en su coño, un coño que ya echaba por fuera.
Vimos cómo la guía balinesa movía su mano con rapidez en el coño de Anastasia, Anastasia también la masturbó a prisa. La guía balinesa se acarició el clítoris, la miró a los ojos, mordió el labio inferior, y antes de comerle la boca, le dijo:
-iI´m coming!
Era la misma voz que oyéramos en la otra habitación, solo que esta vez la acompañaban unos gemidos de placer que parecían llantos.
Al acabar de correrse se volvió a meter en la bañera, le volvió a abrir las piernas y le comió el coño con la lentitud de que hiciera gala antes. Anastasia se volvió a acariciar las tetas. Poco después sus gemidos fueron subiendo de tono hasta que apretando las tetas, dijo:
-¡Me viene!
Viendo cómo se corría nuestra ahijada, mi mujer me baño con los jugos de su corrida y yo le llené el coño de leche. La fiesta sexual se acabó ahí, pero la otra fiesta siguió en la playa viendo danzar a las bailarinas entre hogueras, una fiesta donde corrió el alcohol.
Los días siguiente visitamos los arrozales de Tegalan, que son patrimonio de la humanidad, el templo de manantial sagrado, donde nos bañamos los cuatro, la plantación de café de Minduk, los bosques de bambú de Penglipuran y el tempo Madre de Pura Besakih.
La guía balinesa, mi esposa, mi ahijada y yo, entramos en un bar para comer ya que el viaje era solo con estancia y desayuno pagados. Mi esposa fue al servicio, y sentados a una mesa, mi ahijada me dijo:
-Esta noche quiero que me abras el culo, padrino.
-Dalo por hecho. ¿Algo más?
-También quisiera es una doble penetración, pero falta uno.
La guía balinesa, que entendía el español, aunque no lo hablaba, le dijo:
-My brother can be the second man (mi hermano puede ser el segundo hombre.)
Al volver mi esposa del aseo le contamos los planes para la noche. Me sonrió. Pillé la idea por el aire. Ella también quería una doble penetración.
Llegó la noche… Mi esposa le estaba comiéndole el coño en la cama a la guía balinesa. Mi ahijada estaba a su lado tendida boca abajo. Eché aceite de coco en su ojete y se lo masajeé con la yema del dedo gordo. Después se lo metí dentro. Entrara en su ano con una facilidad asombrosa. Le follé el culo con él… Luego hice que se pusiera a cuatro patas. Con mis manos pringadas de aceite le magreé sus duras tetas, le lamí el coño y el ojete y se lo follé con la punta de la lengua. Ya gemían las dos cómo condenadas cuando engrasé mi polla con aceite, le acaricié el ojete con la cabeza de la polla y después se la metí. No oí una queja, sólo oí gemidos de placer mientras se la metía hasta el fondo. La estaba follando cuando entró en la habitación el hermano de la guía balinesa.
Era un joven de estura normal y tenía cuerpo de culturista. El muy presumido se había echado aceite por la piernas y por el pecho y brillaba cómo una bombilla, si a esto añadimos que los únicos pelos que tenía era en la cabeza y que era guapo a rabiar, pues eso, que el cabrón me robó el protagonismo, y se convirtió en la estrella del lugar. Quité a Anastasia de la cama y con la polla dentro de su culo la puse delante de él. El cabrón sabía lo que hacía, se agachó y le comió el coño, no sé cómo porque no lo veía, solo sentía su lengua chapotear en sus jugos, pero lo debió hacer bien, ya que Anastasia se corrió a lo grande y anunciándolo:
-¡Me corro!
Después me eché de nuevo sobre la cama y se la puse a tiro. Le volvió a comer el coño y a continuación se la metió. Entrara con mucha dificultad, pero entrara. Al follarla yo no me moví, pero él le dio caña de la buena, tan buena fue que antes de cinco minutos lo volvió a anunciar:
-¡¡Me viene!!
No fue ella sola la que se corrió, la guía balinesa también lo hizo. Chillando más que ella dijo:
-¡¡¡I´m coming!!!
Al acabar de correrse las dos y quitarse el musculitos de encima de mi ahijada, mi esposa lo cogió por la cintura, lo montó y lo folló comiéndole la boca y chupando su lengua como si fuera un caramelo. ¡Qué puta me saliera, carallo, qué puta me saliera! No iba a durar nada. Lo quiso follar a toda mecha para que le llenara el coño de leche y se corrió ella. Sin anunciar nada, gimiendo, derrotada, pero gozando una cosa mala. Salían los últimos gemidos de su garganta cuando le froté la polla en el culo. Después se la clavé sin miramientos. Le di a romper. El cabrón del moreno también movía el culo hacia arriba. Mi esposa, que nunca fuera de orgasmo fácil, comenzó a mear por la polla del balinés y después se la encharco de jugos. Mientras temblaba todo su cuerpo, y se deshacía en gemidos, le llené el culo de leche.
Al acabar estaban las tres boca arriba con los coños hechos unos zorros. El moreno se echó encima de su hermana, que estaba en medio de mi esposa y de Anastasia. La muchacha comenzó a dale bofetadas. Mi mujer le cogió un brazo, Anastasia el otro y el hermano la desvirgó. Se veía que le tenía ganas. Follándola buscaba sus labios. Huyendo de su boca movía la cabeza hacia los lados, donde en un lado encontraba los labios de mi mujer y en el otro los de Anastasia. Al ratito, ya besaba a mi esposa, besaba a Anastasia y besaba a su hermano. El músculitos era un chulo de mierda, pero el chulo de mierda, muy a mi pesar, era un artista que follaba cómo nadie, y su hermana acabó por correrse anunciándolo de nuevo:
-¡¡¡I´m coming!!!
Al acabar de follar con su hermana el chulo se acercó a mí y quiso besarme. Al cabrón le iba la carne y el pescado. Mi mujer y mi ahijada me llamaron cobarde, y a mí nadie me llama cobarde.
En fin, que después de aquella noche loca y de algunas visitas más regresamos a España.
Os recomiendo un viaje a Bali, es un paraíso en la tierra.
Quique.