Admito, estaba muy cachonda. Necesitaba sentir en mi interior el ajetreo de una polla bien dura, dispuesta a perforarme. Pero no alcanzaba con lo que venía haciendo con mi novio, todo muy tradicional, muy clásico y mecánico. Estaba en busca de una fantasía erótica muy particular. Quería que fuese un extraño, y que en algún sentido que me haga suya, me sometiese, me vejase.
Por eso, ya había arreglado una cita con alguien a través de una página de citas. Sin peros, sin demases, “majo, ¿quieres follar?”. “Bueno, ¡claro!”. No se negó mi interlocutor cuando le mostré por foto mis “virtudes”, para tener ya casi 30 años la verdad que estaba en muy buena forma, conservando un juvenil aspecto que sabía hacía las delicias de muchos pervertidos de por ahí.
En fin, lo que hice fue ponerme mis ropas más provocadoras, lo más sexy que podía ubicar en el closet. Por suerte era verano, podría ir con ropas bastante ligeras, particularmente sugerentes. Me puse en la cartera un preservativo de los que guardaba en el cajón, por sobre todas las cosas la seguridad.
Salí a la calle, hacia la dirección donde vivía este sujeto. No sabía muy bien qué esperar, parecía un barrio bastante popular, cerca de mi hogar, pero en una zona definitivamente no tan pija como donde yo vivía. Tampoco había prestado mucha atención al aspecto de mi futuro “semental”, la calentura me podía más.
Llegué al edificio en donde vivía el fulano. No tenía ascensor, era un lugar bastante venido a menos debo decir. Caminando por el lobby, con una alfombra gastada con marcas de quemadura de colillas de cigarrillo y olor a orines. Subí hasta el segundo piso y golpeé la puerta. No oí nada, ni siquiera un “quién es”, se abrió la puerta de golpe y me tiraron hacia dentro del departamento.
Por cierto, ¡vaya departamento! Una pocilga en realidad, olía bastante mal, nunca pareció haber sido limpiado desde que se inauguró. A todo esto, sentí la puerta cerrarse de un golpe y finalmente pude ver la cara de mi “amado”. Dentro de todo no estaba tan mal, era afortunadamente de buen parecer, unos 40 años por ahí tal vez, con algunas cicatrices… Sus “heridas de combate”. Todo eso no hizo más que cachondearme aún más, una suerte de “macho alfa” estaba delante de mí.
“Bueno, vale”, me dijo rudamente, “realmente estás buena tía. ¿Ya te desvistes?”
“Este, ¡sí señor!” atiné a balbucear quedamente. Me saqué la blusa, las faldas y quedé delante de él en bombacha, como mi única prenda, con mis pechos al aire. Él seguía totalmente vestido.
“Bueno señor” (¡ni el nombre me acordaba!), “traje protección”, dije tímidamente, sacando el preservativo de la cartera.
“Hmmm… Mira, no sé… No me caben a mi esas cosas, la verdad que me la bajan”.
Me agarró un poco de miedo, ahí sola, en el departamento de esta persona, un dejo de raciocinio se me vino a la mente en ese momento. ¿Qué estaba por hacer?
“Escúchame”, me volvió a decir, “creo que estoy sano, y te prometo intentar no acabar dentro tuyo, ¿qué te parece, maja? ¿Te alcanza con eso?”
¿Intentar? ¿Sólo intentar? Esperemos que lo cumpla de verdad, pues no tomaba anticonceptivos. Pero un poco el morbo pudo más. Ya estaba ahí, no podía defraudarlo. Se le notaba la erección por debajo de su pantalón.
“Bueno, está bien señor, trate de acabar fuera”.
“Sí, sí, ¡pero ya termina de desvestirte!”.
Me saqué la bombacha, estando completamente desnuda ante él. Sentí cómo me saboreaba con la vista, y en eso me agarró en andas y me arrojó a un sofá mugroso que había por ahí. Olía a semen, las cosas que debían haber pasado por ahí…
Estando tirada en el sofá, se me pone él al lado, todavía completamente vestido. En eso me empieza con su mano a tocar la entrepierna. Es un poco tosco en su forma de actuar, pero me gusta, y me empieza a volver otra vez con renovadas fuerzas la calentura. Siento cómo se me va lubricando abajo, mojándose de a poco, ávida de la follada. Me pellizca un poco por esa zona y me viene un potente escalofrío. Me recorre con los dedos el vello púbico, de repente siento un pinchazo cuando me arranca algunos cabellos de la zona. El sujeto abre la bragueta de su pantalón y saca un pollón de órdago. Casi el doble de tamaño que el del pobre de mi novio. La idea de tener eso adentro me asusta un poco, pero a esta altura ya está uno entregada. Me abre las piernas con las manos, si coloca encima de mí y me embiste no sin cierta fuerza con su miembro. Todavía está completamente vestido, apenas con la bragueta abierta por donde se asoma su instrumento deseoso.
Empieza el bombeo, al comienzo despacioso, lento, y un tanto doloroso debo decir por el grosor de su aparato. Lo siento bien adentro. Sin embargo, no paraba de ir calentándome aún más y notando cómo estaba empezando yo a segregar cada vez más líquidos ahí abajo. ¡Realmente espero que termine afuera, ya que además creo que estoy en fecha! Lo que faltaba, quedar preñada por un extraño…
De a poco va aumentando la intensidad del bombeo, y a mí el miedo ya se me estaba yendo por completo. En un momento, no puedo evitar unos gemidos que salen de mi boca, suaves al inicio pero poco a poco cada vez más intensos. ¡La verdad es que este sí que sabe follar a sus hembras!
“Oyyee…”, le digo jadeando, “acuérdate tu promesa…”
“Sí, si, no estorbes”, me corta él de un saque.
No sé porqué hago esto, pero en un momento me viene de vuelta un morbo espantoso, con mis manos empiezo a palparle sus testículos, que rebotaban contra mi entrepierna en medio de la follada espectacular que me estaba dando. Le empiezo a apretar los testículos, cosa que lo hace jadear aún más a él. ¿Qué estaba haciendo? Provocándole encima, quiero que acabe afuera pero lo estimulo…
“Ah… Ah… ¡Ah!…” estoy yo, realmente no puedo parar.
“¡Que zorra que habías resultado ser, eh!” me dice con desprecio, escupiéndome saliva mientras habla.
“Soy tu zorrita… ah… ah… ¡Para ti lo que sea!”
No puedo, necesito sentirlo en mi interior. Noto como se vuelve cada vez más intenso el empuje y los gritos del fulano, cuando de repente se detiene en seco, con su miembro dentro de mí y noto una descarga de fertilizante lefa en mi interior, calentita, llegándome hasta el útero. No puedo detenerme en ese momento, lanzo un potente gemido en el momento en que también me alcanza el orgasmo junto con él. La electricidad me recorre mi cuerpo.
El fulano se levanta de encima, satisfecho mi semental. De mi conchita se derrama su leche, la verdad era que había llegado a disparar una gran cantidad. La sensación de sentirme rellena, y probablemente fertilizada, me pone a mil.
Pero mi macho ya se descargó en mí y no está para más, me pega una fuerte nalgada y me insta a levantarme
“¡Hala, menuda puta que resultaste ser!” me lanza con desprecio.
“Disculpe, ¿podría pasar por el baño para asearme un poco?”, digo con timidez.
“No, ya me cansé un poco de ti debo decir, quiero echarme a dormir. Mejor lárgate”.
Sin decir nada, recojo como puedo mis ropas y me las pongo, mojando mi bombacha con su licor de hombre que sale de mi conchita.
Sin otro más, salgo del departamento, como para volver a casa, contenta y rellena, con la cabeza elucubrando a mí. No estoy completa todavía, pienso.
Así como estoy, decido probar suerte con el vecino de este fulano. Me encamino con una sonrisa a la puerta de al lado y golpeo con firmeza…