Era un día de verano, un verano de esos calurosos como suelen ser en esta zona de España. Yo era un chico de 28 años, casado desde hacía ya cuatro, pero sin hijos todavía.
Mi mujer era una chica con un cuerpo fabuloso, una larga cabellera negra y unos ojos marrones profundos como el océano. Su trabajo hacía que muchas veces se tuviese que ir todo un día desde la mañana hasta cerca de las diez o las once de la noche.
Ese día se había ido de buena mañana y yo que estaba de vacaciones estaba tirado en la cama cuando sonó el teléfono, me levanté de un salto y me dirigí hacia el mismo, cuál fue mi sorpresa al descolgar y sentir la voz de mi linda cuñada al otro lado:
—Hola…
—quien es…
—Soy yo Luis ¿dígame?
—Hola Luis ¿no está Laura?
—No, no, esta vez se ha ido temprano esta mañana y no creo que llegue hasta la noche ¿por qué?
—Era para ver si queríais venir un rato a la playa.
—Pues no está.
—Y tu ¿qué vas a hacer?
—Pues, la verdad no lo sé, no había pensado nada para hoy.
—¿por qué no te bajas tú con nosotros un rato?
—Uhmmm…
—Venga no te hagas tanto de rogar y ven, no acepto un no por respuesta así que te espero en veinte minutos.
Después de decirme esto me colgó el teléfono con lo cual no tuve más remedio que ponerme mi bañador y prepararme para ir.
He de decir que mi cuñada pese a ser mayor que mi mujer está muy bien, es una de esas mujeres que parece que los años no pasen para ella. Es alta, medirá cerca de 1.80 m, con una melena castaña y con mechas de color rojo, unos pechos bien proporcionados, unas piernas que parece que no se acaben nunca y una cintura de avispa, vamos una mujer de bandera pese a haber tenido ya un hijo. Mi cuñado era un tipo grotesco con una prominente barriga y siempre de mala leche. La verdad no sé cómo la pudo conquistar con esa manera de ser, pero bueno eso no lo sabría nunca.
Sin más preámbulos me dirigí a su chalet con mi coche si es que se le puede llamar coche, era un Ford Fiesta que ya tenía ocho años y estaba para nada, justo a principios de verano se me había estropeado el aire acondicionado y no encontraba recambio para él. Así que llegué con toda la camisa sudada. Nada más llegar advertí que el coche de mi cuñado no estaba, aparqué y me dirigí hacia la puerta y antes de que pudiese llamar me abrió mi sobrino.
—Hola tío, como estas ¿y la tía ?
—Está trabajando, Quique, así que no podrá venir.
Al momento salió mi cuñada de la cocina
—Hola Luis ya estás aquí?
Marga que así se llama mi cuñada vestía siempre de sport por lo que siempre escondía algo su estupenda figura, pero ese día se había puesto un lindo bikini azul y un pareo blanco con lo que pude admirarla en todo su esplendor durante unos segundos hasta que ella misma me dijo:
—Que miras parece que no hubieses visto nunca una mujer con bikini.
Dicho esto se rio y me miró de una forma un tanto pícara.
En ese momento sonó el timbre de la puerta y como siempre mi sobrino que en ese momento estaba como la mayoría de los niños de hoy en día liado con uno de esos juegos de no sé qué consola de un salto abrió la puerta, era un amigo suyo sugiriéndole ir a jugar al fútbol en vez de ir a la playa a lo que él accedió después de haberle pedido permiso a su madre y se marchó.
Así que nos habíamos quedado solos yo y mi cuñada. Nada más cerrar la puerta ella me dijo que se iba a cambiar el bikini pues este decía que no le gustaba como le quedaba y se fue a su cuarto dejando la puerta entreabierta. Yo que después de la visión estupenda de un momento antes al verla salir de la cocina me había empalmado y trataba de disimularlo con la camisa.
No pude aguantar la tentación de mirar a su cuarto y entonces fue cuando me acabó de subir la calentura, tenía unos pechos lindos y firmes con unos pezones grandes y rosados, después se quitó la braguita del bikini y le pude ver un estupendo coñito afeitado y rosadito.
En ese momento de repente se dio la vuelta y me pillo in fraganti tapándose como pudo sus partes que de pudendas no tenían nada:
—¿Qué haces Luis? ¡Me estabas mirando! ¡Eres un cerdo!
Yo no sabía que decir…
—Veras… es que yo… quería decirte… bueno que…
—Sí, sí, ya veo. —respondió ella.— ¡Sal de aquí ahora mismo!
Y me dirigí al salón pensando en lo que le podía decir para disculparme cuando salió ella de la habitación diciéndome:
—Pero si estás casado con mi propia hermana como te has atrevido a espiarme. Cómo vamos a arreglar esto.
—No se lo digas a tu hermana por favor. —dije yo.
—Bueno, pero me tienes que explicar por qué me mirabas a mí. Cuando mi hermana es mucho más guapa y linda que yo, no lo entiendo. Y yo ya soy casi una vieja a su lado.
—No, eso no es cierto. —respondí yo—. Tú eres una mujer espléndida y con un cuerpo de ensueño por cierto.
—Bueno vamos a olvidar el tema. —Me dijo ella.— Anda ayúdame a abrocharme el sujetador del bikini que sola no puedo.
Me dirigí hacia ella con una vergüenza terrible para ayudarla y una vez detrás de ella le abroche el bikini, cuando ya lo había abrochado y me iba a apartar de su lado me cogió las manos y se las puso en sus maravillosas tetas diciéndome:
—Mira las tengo aun bien duritas tócalas, ya que las has visto.
En ese momento me volví a empalmar aún más que antes y supongo que ella lo notó inmediatamente porque estaba pegado a su culo.
—Que te gustan mis tetas, te las querrías comer verdad?
—Si por supuesto que sí. —dije yo.
—Pues comételas y aprovéchate porque no lo volverás a hacer. —dijo ella.
Sin pensármelo dos veces le levanté el sostén y me comí esas tetas que tantas veces había deseado, tirando a mi cuñada en el sofá, le comí las tetas y sus lindos pezones. No pude aguantarme más y le quité la braguita y le comí su lindo coño haciendo que se contonease de placer, hasta hacer que sus jugos saliesen de su cuerpo como un río de lava ardiente.
Hice que se corriera dos veces solo con mi lengua y después le puse mi polla en la boca para que me hiciese una buena mamada como así fue me dio, una mamada como nunca me habían dado en la vida metiéndose mi polla hasta lo más hondo de su boca y mordisqueándome el capullo suavemente con sus dientes con lo que no tardé en correrme en su boca.
Quedando los dos extasiados de placer en el sofá nos fumamos un Marlboro para disfrutar de ese momento y nada más acabarnos el cigarro me volvió a coger la polla y se la comió de nuevo diciéndome:
—ahora quiero que me folles y que me folles bien.
Me senté en el sofá y la senté a ella encima de mi metiéndole mi polla en su caliente coño, primero de cara y luego de espaldas a mí se puso a cabalgar sin descanso hasta que nos corrimos de nuevo, pero no tenía bastante y me pidió que me la follase por el culo me dijo que a su marido le daba asco, decía él. Así que la puse a cuatro patas y fui metiéndole poco a poco mi polla, al principio gritó de dolor, pero una vez dentro solo me pedía más y más, así que yo le di más y más sin descanso.
Cuando acabamos nos dimos una estupenda y refrescante ducha los dos juntos. Nos secamos y decidimos tomar un refresco en la terraza. Al poco tiempo llegó mi sobrino chillando de contento:
—Mamá, he metido un gol! He metido un gol!
Y yo miré a mi cuñada riéndome y pensado que yo también había metido un par de buenos goles…
FIN