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Mi hija me pone la polla al borde del orgasmo
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Mi mujer hacía ya casi tres años que había muerto, y la verdad es que aquello afectó mucho mi vida. La quería mucho, y teníamos una vida realmente feliz, en todos los aspectos, principalmente en el sexual. Desde siempre habíamos tenido una vida sexual realmente activa e imaginativa, los dos éramos bastante apasionados, yo diría que más que eso.

Durante esos tres años, no había estado con ninguna mujer, únicamente me había ocupado de sacar adelante la casa y a mi hija. Cuando murió su madre tendría unos catorce años, y no fue nada fácil.

La cuestión es que en aquel entonces mi hija se había convertido en una mujer terriblemente atractiva, rondaba los dieciocho, y aunque se parecía bastante a su madre, tenía cosas que a esta le faltaban, como una tremenda delantera, lo cual la convertía en una mujer increíblemente sensual.

No sé muy bien cómo empezó todo, llevaba casi tres años sin estar con ninguna mujer, y eso para mí era algo terrible, y en aquellos días mi hija estaba especialmente, como digamos provocativa. Siempre salía de la ducha con solo la toalla, nunca dejaba cerrada la puerta de su cuarto, en fin, parecía como si estuviera constantemente provocándome. Un día no pude evitar al pasar por su cuarto mirar dentro, ella se estaba secando, mirándose en el espejo, completamente desnuda, no puedo negar que aquella imagen de mi hija en el espejo me excitó tremendamente, no sé si ella me vio, pero desde luego se estaba recreando delante del espejo.

A los pocos días me descubrí en el baño, masturbándome, y la verdad, es que me imaginé haciendo el amor con mi hija, aquello me horrorizó, pero tuve un increíble orgasmo. La verdad es que tengo un más que buen aparato, mi mujer estaba como loca por él.

Todo ocurrió una noche de verano. Yo estaba viendo la tele, cuando hoy la puerta, era mi hija que volvía. Como siempre que salía por la noche, iba en minifalda y un increíble top que la hacía marcar sus preciosos pechos.

Llego al salón, me besó y se sentó a mi lado, me pidió si podía hablar conmigo, no puse problema, apagué la televisión y ella empezó a hablarme de un chico con el que salía. Aquello no parecía más que una conversación padre hija de lo más habitual. Pero poco a poco ella empezó a entrar en temas que a mí me parecían cada vez más escabrosos.

Pude enterarme que mi hija ya no solo no era virgen, sino que según parece le gustaba todo tipo de sexo, oral, anal, en fin, aquello me puso los pelos de punta, al final terminó diciendo que aunque sentía algo por ese chico, sexualmente no era feliz con él, que no había llegado a tener un auténtico orgasmo.

Para entonces, no puedo negar que estaba bastante excitado, mi miembro empezaba a destacarse debajo del pantalón del pijama, y no sabía cómo ocultarlo, ya que mi hija no paraba de mirarlo.

Al final me dijo que me había visto algún día en la ducha, y que le encantaba mi miembro, aquello me dejó helado, pero ella se acercó a mí, acercó su boca a la mía y comenzó a besarme, a la vez que sentía su mano en mi entrepierna tocando mi excitadísimo pene. Al principio no respondía a su beso, pero el sentir su lengua dentro de mi boca, y sus manos manejando mi pene, me hizo perder la cabeza. Le respondí a su beso, igual de apasionado, lo que ocurrió después fue la noche más caliente de mi vida.

Allí en el sofá, mi hija entre mis piernas empezó a hacerme una mamada que me recordó las que hacia su madre, no tenía nada que desmerecer, y me puso la polla al borde del orgasmo, le dije que parase, así que la tumbé en la alfombra, para desnudarla, pude de nuevo verla completamente desnuda, pero ahora serían sus pechos eran preciosos, estuve un buen rato chupándolos, lamiéndolos y estrujándolos, era lo que siempre había echado de menos en mi mujer, una buenas tetas, y por fin, tenía unas para mi solito.

Mi hija empezó a jadear como una perra en celo, me gritaba que la follase con mi pollaza, pero yo la hice esperar, era igual que su madre. Así que me metí entre sus piernas y empecé a comerla su chochito, para entonces bastante húmedo. Ella se volvió como loca al sentir mi lengua dentro de su sexo, buscando como un perro de caza, tocando y alejándose de su clítoris una y otra vez, allí no pudo reprimirse y la pobrecita se corrió en mi boca entre alaridos.

Aquel era el momento, así que la abrí de piernas y empecé a follarla. Hacia más de tres años que no lo hacía, así que la empujé con todas mis fuerzas, estábamos como locos, follando como dos animales, padre e hija, ella se retorcía entre mis manos, yo no dejaba de tocar y besar todo su cuerpo mientras la perforaba demencialmente. No pude aguantar más y me corrí como un loco inundando todo su chochito. Me dijo que no había problema, ya que tomaba la pastilla.

Al sacar mi polla de su conejito, la muy puta empezó a chupármela para succionar todo el semen que me quedaba, y no pude resistir el volver a empalmarme, la zorra se dio cuenta y comenzó una mamada como no recuerdo. Al poco estaba otra vez completamente excitado.

Me dijo que quería recibir esa polla en su culito, así que la puse a cuatro patas. Lo cierto es que tenía un trasero precioso, con un pequeño orificio como culito, mi polla abarcaba aquel agujero y mucho más, empecé a perforar su culito después de excitarlo y lubricarlo un poco, ella gritaba como loca, quería que se la metiera hasta el fondo, la verdad es que me costó horrores el poder enchufársela toda.

Ella se masturbaba como una loca mientras que iba de un orgasmo a otro hasta que por fin pude meterle toda mi pollaza en su culito. Estaba con enajenada, y eso me enloqueció a mí también, así que empecé a cabalgarla y a tratarla como una vulgar perra, lo cual pareció excitarla todavía más. La cabalgué por toda la casa, sodomizando su culito por todas las habitaciones, al final acabé llenándolo otra vez de semen mientras que ella no paraba de correrse.

Aquella noche, ella dejó a su novio, y desde entonces, no sale con más chicos, como su madre, solo quiere de mi polla, y estos últimos años han sido increíblemente lujuriosos.

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