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Tiempo de lectura: 4 minutos

¿Cómo pasa la cuarentena una ninfómana septuagenaria? Hace unos días, una de mis lectoras seguidoras (¿será la única?) me pidió: “Cuenta algo reciente, no sólo recuerdos de hace décadas. Digo, para saber si también se puede a tu edad.” Cierto es que mis publicaciones se refieren a tiempos pasados, pero si lo recuerdan, las motivaciones fueron las de exponer lo que sufrí con mi acusada ninfomanía, hasta que se estabilizó mi situación. Así que hice varias entregas en un foro ya desaparecido donde expuse mi situación. Allí tuve intercambio con varios autores y particularmente uno de ellos, Orestes Santoyo, me propuso publicar mi experiencia también aquí, en “CuentoRelatos”, pues tendría mayor difusión. Y así fue que me integré a esta comunidad y publiqué la saga “Ninfomanía e infidelidad” en la que, además de mi historia real que ya había publicado antes, le añadí unas variantes, con otros posibles finales muy probables.

Salvo un relato que no fue texto mío sino ficticio sobre mí, y así lo aclaro en él, mis posteriores publicaciones se refieren a situaciones que ocurrieron y complementan la saga. Pero subyace mi interés por mostrar la problemática que sobrellevó esta ninfómana que escribe y, confieso, también recordar tiempos pasados que me alegran la libido, además de ser textos que gustan a los lectores de “CuentoRelatos”; y es con ese afán que hago caso de lo que me propone Mar1803. Va esta historia actual, en la que participan, además de mi esposo Saúl, dos de mis machos: Roberto y Eduardo.

Ya estamos hartos del encierro. Han pasado tres meses en que sólo salimos a caminar muy temprano dentro del coto en que vivimos, esto para toparnos con la menor cantidad posible de vecinos a quienes saludamos de una acera a otra. Todo lo que requerimos nos lo traen los hijos y, como si fuésemos menores de edad, nos prohíben salir. Esta confinación la he resentido mucho, pues mis relaciones sexuales, semanales o quincenales, con mis machos se han suspendido. Sólo hablamos por teléfono, además de los mensajes amorosos, nos enviamos textos picantes o francamente obscenos.

Roberto tomó un video donde su rico y cabezón pene le entra y sale a la vagina de Britt, su esposa, quien grita en español “¡Puto, sigue, chímame como tú sabes!” y luego otras cosas que no entendí porque las dice en su idioma (¡Se me antojó ser la beneficiaria de esa acción!) hasta que se viene y al sacarlo, le escurre el río de leche a su mujer de quien ya sólo se escuchan jadeos. No pude evitar abrir la boca queriendo recibirla. ¡Capaz que, si he estado ahí, le chupo los labios a la suertuda! Seguí acariciándome la pepa cada vez más fuerte hasta que me vine. El texto que acompañaba al video decía “¿Se te antoja, puTita? Salió mucha lefa porque me imaginé que estaba contigo”. No sé si la sesentona de Britt debiera agradecerme el favor…

Estoy segura que Saúl hackeó mi teléfono, aunque lo niega y argumenta que eso sólo son inventos de los políticos y gente paranoica, pero cuando me hablan y me retiro a la recámara para tener mayor privacidad, él va a su estudio, supongo que para conectarse subrepticiamente a escuchar y ver mi comunicación. Cabe aclarar que en casa sólo andamos con ropa interior y tenemos cerca una bata o un pants para ponérnoslo cuando llega alguno de los hijos. De esta manera es muy fácil masturbarnos si se da la ocasión.

Hace una semana recibí una video llamada y de inmediato me fui a la recámara y le puse seguro a la puerta. Era Eduardo. Conecté el teléfono a la pantalla de la recámara y me agasajé con la imagen donde destacaba la gran tranca de mi amado acariciándola en todo lo largo. Me posaba de frente y de perfil. Brillaba el glande de tanto presemen que soltaba.

–Estaba pensando en ti y decidí hablarte. Espero que no te haya importunado –me dijo sin dejar de mostrar cómo se la jalaba.

–Para nada, al contrario –contesté bajándome las pantaletas para acariciar mi clítoris.

–¿Cómo estás? –me preguntó.

–Míralo por ti mismo –dije retirándome de la pantalla para abrir el cuadro y me quité la blusa para que me viera por completo.

–¡Qué ricas tetas, mi amor!

–¡Qué rico pene! De seguro que te tomaste un viagra… –le dije relamiéndome los labios.

–Sí, pero al rato lo disfrutará Adriana –me confesó–, aunque quise calentarme un poco para estar en forma…

–Me gustaría ser la agraciada de recibir los enviones que darás –contesté y me acosté abriendo las piernas y acercándome hacia la cámara

–Ponlo aquí, mi amor… –le dije abriéndome los labios para que se notara que yo también estaba mojada. Y en la pantalla vi su glande babeante con el zoom que hizo.

–Tómalo, mámalo, mi mujer… –no pude evitar venirme al meterme los dedos y mover con rapidez la mano–. Te amo… –me dijo con dulzura, antes de despedirse.

–Yo también te amo –le dije y corté la comunicación para reposar un poco.

Me quedé pensando en que él se iría a hacerle el amor a su esposa, después de calentarse con el show que le di. Pensé en que yo también iría a sonsacar a mi marido para recibir un trozo de carne, pero no fue necesario, pues Saúl tocó a la puerta, que yo había cerrado con seguro.

–Oí qué gritaste, pero seguramente fue por alguna agradable razón –me dijo después de meterme los dedos en la raja y chupárselos llenos de mis jugos.

Me tiró a la cama y me empezó a lamer para tomar del amor que otro me provocó, y que seguramente había estado monitoreando la video llamada pues llegó encuerado y con el pito bien parado.

–¿Tomaste una pastilla? –pregunté al sentir su pene muy firme entrando en mi ser, al tiempo que me mamaba una chiche y me apretaba la otra.

–No es necesario cuando se tiene a la Nena puta en casa –dijo moviéndose frenéticamente–. ¡Que se la tomen los que la necesiten para su esposa, yo tengo una puta! –dijo quedándome claro que espía mis llamadas.

¡Qué cogida tan primorosa me dio! Nos vinimos mucho y, por si fuera poco, hicimos el 69 para saborearnos el amor…

Sí, a pesar de la edad, aún nos queda espacio para hacer el amor.

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Autor
Tita
Tita
He de ser de las más antiguas, porque mi año de nacimiento (1950) no está accesible. Fui ninfómana, ya disminuyó mi apetito, pero sigo conservando cinco machos, incluido mi cornudo. [email protected]

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