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Tiempo de lectura: 7 minutos

Bueno… antes que nada quiero presentarme. Tengo 26 años, soy crossdresser y me llamo Natalia, o al menos así me hago llamar. Soy nuevita en la página, es decir que ésta va a hacer mi primera intervención.

Había pensado en comenzar con relatos de manera cronológica, pero la realidad es que a veces cuesta ponerse a redactar en un orden, así que prefería arrancar por esta experiencia, que ojalá les guste.

Esto sucedió hace más de tres años, promediando mis 22 abriles, y tuvo la particularidad de que no estaba vestida de nena cuando pasó.

La persona con la cual tuve la experiencia ya me conocía desde hacía casi tres años. No era nada serio –no me interesaba nada serio en ese momento-, pero teníamos buena piel y era muy bueno conmigo.

Vamos a decir que se llama Eduardo, tiene 51 años y lo conocí en Angels, un boliche de Capital Federal. Era divorciado, pero a esa fecha tenía una relación estable con una señora de unos 40 y pico, con lo cual lo veía bastante poco.

Como les comentaba, él era muy bueno conmigo. Era un tipo muy amable, respetuoso, estaba en los detalles, me compraba ropita para la intimidad, algunos regalos, etc.

La realidad es que no soy materialista ni interesada, pero muchas veces hay detalles que suman y crean una linda química.

Uno de sus regalos, fue invitarme a un spa que está en calle Gascón al 900. La idea era ir a conocer y relajarnos, un poco de sauna, masajes, pasarla bien.

Yo no había ido nunca, con lo cual la primera aclaración que me hizo es que no era necesario que lleve ropa de nena.

Recuerdo que ese día me pasó a buscar a unas cuadras cerca de mi domicilio, y fuimos al destino que por lo que había averiguado, parecía prometedor.

En el camino me fue tirando información. Me contó que había gabinetes individuales, compartidos, darkroom, pero que reinaba el respeto. Como los boliches swinger… no es NO.

Igual, yo me sentía re tranquila con él. Sabía que no me iba a entregar a un grupo de desaforados.

Una vez en el lugar –si bien había reservado un lugar privado sólo para nosotros dos-, me propuso ir al sauna húmedo, a lo cual accedí.

Yo ya me veía venir la historia. Varias veces me había propuesto de hacer algo grupal, incorporar a otra persona al juego sexual, quería verme con otro mientras él se tocaba… andaba buscando por ese lado.

A todo esto, ya lo único que nos cubría era una toalla atada a la cintura y el torso desnudo. Así ingresamos al sauna, donde había otros tres hombres en nuestras mismas condiciones de vestimenta.

Eran todos más o menos de la misma edad… andaban entre los 45 a 55 años. Todos sentados, transpirados, eso ya me hizo poner en clima.

Vale decir que si bien en el día a día no soy para nada afeminada, en la intimidad trato de ser lo más nena posible, y obvio… bien puta.

Creo que estos futuros nuevos tres amigos lo olfatearon. Se empezaron a mirar entre ellos cuando ingresamos. Además Edu no se sentó al lado mío. Se sentó enfrente, como a unos dos o tres metros de distancia de mí. Creo que eso también les dio la pauta de lo que andábamos buscando.

Por un momento todo fue silencio, hasta que uno de ellos se me acercó y se me sentó al lado. Charla de rutina para un levante de estos, habilité con mis comentarios para que pose su mano derecha en mi pierna izquierda y comience a acariciarme.

Los otros dos miraban con ganas de acercarse, pero no se animaban quizás por la presencia de Eduardo.

Las caricias aumentaban, me empezó a tocar las tetillas y aproximó su boca a mi cuello y oreja. Ahí empezó a pasarme su lengua y a manosearme cada vez más. Cuando levanté la vista, Edu estaba ya sin la toalla que lo protegía y había empezado a tocarse la verga. Disfrutaba lo que veía… y yo también disfrutaba la franela que me estaban dando y verlo a él tan caliente.

Creo que su actitud fue la que animó a los otros dos chongos. Uno se ubicó a mi derecha y el otro frente a mí, pero lo corrí porque no dejaba que Edu me vea y se puso también a un costado. Ahora ya tenía seis manos encima, todas trabajaban, se ocuparon de retirar la toalla que me cubría, y se volaron las toallas que cubrían a mis nuevos tres amigos.

Todo se empezó a poner bastante caliente. Ya sus pijas estaban duras, me apuntaban, pero no me iba a entregar tan fácil. Quería que ellos avancen y me manejen. Ellos eran los que tenían que tener el control, por lo menos así lo quería yo.

El más desinhibido de los tres que estaba a mi izquierda, me pidió susurrando que me siente de costado a upa de él, y obvio que accedí. Ahí me tenía mejor para tocarme. Me besaba pero no mi boca. Mi cuello, oreja, hombro, me sostenía con su mano izquierda por detrás, y su mano derecha acariciaba mis piernas, fue acercándola cada vez más a mi entrepierna, con lo cual leí sus intenciones.

Se lubricó los dedos con saliva y empezó a meterme el dedo mayor en la cola, como si fuera una suave penetración. A todo esto Edu estaba re al palo. Lo estaba disfrutando.

A este ejercicio se sumaron los otros dos. Se empezaron a turnar para meterme dedos. Juro que nunca me metieron tantos dedos en el culo. Era como una obsesión que tenían. Uno me levantaba las piernas y me abría las nalgas, mientras el otro me metía sus dedos.

Las pijas estaban muy duras, se pajeaban, pero aún no se las había ni tocado. La única que sentía era la del que me tenía a upa sentada encima de sus piernas, que estaba hecha una piedra.

Edu tiene una pija bastante buena, pero nada fuera de lo normal. Uno de los nuevos amigos que habíamos hecho, realmente se pasaba de verga, pero era como el más tímido o miedoso, y eso me ponía algo impaciente.

Yo no sabía hasta donde quería llegar Eduardo con esto, pero decidí probar yo el límite y de última que él diga “paremos”.

Fue así que elegí la mejor pija de las tres para llevarme a la boca…la del tímido digamos… je!

Era hermosa, estéticamente linda más allá de ser un tremendo trozo. La cabeza súper rosácea y brillaba como un espejo, pocos pendejos, como que se los cortaba, los huevos le colgaban de manera increíble, con lo cual no iba a parar hasta poder comérmelos.

El que me tenía a upa fue perdiendo terreno, porque tenía medio limitados sus movimientos, e iba a ser imposible que le chupe la verga en esa posición. Empecé a chupar de a dos vergas y lo miraba a mi macho, que estaba cada vez más sacado de calentura.

Seguí probando límites. Empecé a hacerle garganta profunda al tímido pijudo y me encantaba escuchar cómo se quejaba. Fue ahí que me comencé a ponerme chanchita jiji!

Trataba de tragarme toda la verga pero era imposible. Ahí las arcadas y las lagrimitas estaban a la orden del día. Noté que el tímido estaba demasiado caliente. No solo lo veía en su cara y en su poronga al palo, sino que además con la chupada ya sentía el típico sabor del líquido preseminal, con lo cual sabía que en cualquier momento le sacaba todo el juguito.

A todo esto Edu miraba y parecía que la pija le iba a explotar. Como vi que no decía nada, me arrodillé y comencé a comerme los huevos del tímido vergudo, que aprovechó para empezar a pajearse con mayor intensidad, buscando acabar.

En mi boca ya tenía los dos huevos, la pija me la apoyaba en la cara, como haciéndomela oler, y yo ya olfateaba olor a lechita. Seguí comiendo huevo y cada vez mi boca se acercaba más a su culo, el que mi lengua buscaba con locura.

Comenzó a gemir de manera habitual cuando una sabe que viene el regalito final… y me preparé para recibirlo, pero nunca dejé de comerle los huevos. Y vino, tremendo lechazo inicial, para después recibir dos o tres descargas más pequeñas. Esa pija se merecía que se la limpie a chupones, y eso hice.

Mientras le sacaba hasta la última gota de leche al tímido –que resultó ser el más vivo al final-, se me acerca Edu, me toma del brazo y me dice de ir a nuestro gabinete privado. El show había terminado. Ahora la cosa era mano a mano con él. El tímido se descargó y recibió una buena mamada, los otros dos se quedaron con la lechita en la punta de la verga.

Se reían con Edu. Le decían que no les podía hacer eso, que lo envidiaban por comerse el nene que se iba a comer, tan puto. A mí me gustó lo que charlaban, me calentaba aún más. Saber que no sólo iba a ser garchada por mi macho, sino que había otros tres a pocos metros que también me querían dar.

Fue así que nos dirigimos al privado, y ahí Edu hizo de las suyas. Aunque en realidad fue todo algo breve digamos. El habitualmente no me echa más de un polvo, pero es un polvo que dura horrores. Privilegia la calidad por la cantidad, y la verdad es que disfruto ese único polvo que quizás valga por dos.

El estaba muy caliente, y eso quizás le jugó en contra. Se la empecé a chupar como desesperada, yo estaba tan caliente como él. También ya se sentía el sabor de los primeros signos de lechita, que quizás también se confundían con los sabores que me había dejado el tímido en la boquita.

Confirmé que era su lechita porque de golpe me pidió que no la chupara más, y que me ponga en cuatro patitas.

Sé que quizás no les vaya a gustar a muchos lo que voy a poner, pero con Edu no nos cuidábamos. No me pregunten porque pero había confianza mutua. Sólo con él y con otro chongo más no me cuidaba en ese momento. Son los únicos, y a ambos los conocía desde hacía más de tres años. Sé que está mal, pero bueno, no quiero mentirles tampoco.

Me puso en cuatro, me salivó el culo, me apoyó la cabeza y empujó. Una vez que me tenía clavada, empezó a darme con fuerza, como rápido y de manera brusca, algo no habitual en él. Era la calentura que tenía.

Si bien no nos cuidamos, no es de acabarme adentro. Esta fue la excepción. No sé si realmente deseaba acabarme adentro o no tuvo ni tiempo para pensar sacarla.

No habrían pasado cinco minutos que empecé a sentir los escupitajos de leche en la cola, y la habitual hinchazón y posterior relajación de la verga en mi ojete.

Se desplomó sobre mi espalda, y con voz algo agitada me pidió disculpas por haber sido tan breve como fue. La verdad es que hubiese preferido algo más largo, pero no voy a negar que me calentó verlo así, perdiendo la paciencia y la tranquilidad que tiene al momento de coger. Fue como si hubiese estado con otra persona.

Sacó la verga de mi cola y me limpió con una de las toallas que nos habían dado, y me sorprendió el mismo de la cantidad de lechita que me había dejado de regalo. Nos quedamos un ratito más en el box y ya nos preparamos para irnos.

Pasamos antes por el bar del lugar, donde me crucé con uno de los tres nuevos amigos (el que me tenía a upa), que cuando intentó pedirme teléfono o algún dato de contacto, Eduardo se encargó de decirle que ya nos íbamos. Ese no me interesaba tanto, me quedé con ganas del pijudo. Pero ya sé dónde volver a cruzarlo, ja!

Subimos a la camioneta de Edu, me agradeció que aceptara la invitación y el haberlo pasado tan bien. Obviamente también agradecí y le manifesté que yo había disfrutado esta nueva experiencia, y que sabía que él iba a seguir pensando cositas para hacer juntos.

Me dejó a cinco cuadras de casa, para que no me cruce a mis padres de casualidad y tenga que dar explicaciones.

No tenía que preocuparme de estar perseguida, porque me pregunten que llevaba en la mochila porque no me había montado de nena, ni del maquillaje, ni del labial, ni de caminar ”correctamente” para evitar preguntas incómodas de “porque camino así”, cuando no saben que vengo de comerme una hermosa verga con la cola, y eso hace que a veces camine “raro”.

Actualmente me veo poco con Edu, no más de una vez cada 45 días más o menos. Pero cada vez que nos vemos la piel sigue intacta, y hemos avanzado en nuevas fantasías, pero eso será cuestión de otra historia.

Si les gustó me encantaría que comenten, o me hagan preguntas. Voy a tratar de responder todo y empezar a subir mis historias más seguido.

Espero no los haya aburrido.

Besitos.

NATY.

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