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La nieta de mi mujer
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Tiempo de lectura: 3 minutos

En cierta ocasión me encontraba solo en mi casa, Ramona, mi pareja había ido a trabajar. La tarde muy calurosa y soleada, el verano se hacía presente con su mayor fuerza. Eran más o menos las dos de la tarde cuando llaman a la puerta. Voy y abro y para mi sorpresa era la nieta de mi mujer: Brenda.

Le dije que su abuela había ido al trabajo y que no volvería hasta la seis de la tarde. Me respondió que no la buscaba a ella, sino a mí. Asombrado le dije: ¿a mí?

Si a vos.

¿Por qué a mí?

Vos ayer estuviste con mi abuela en mi casa, en un momento determinado mi abuela y mi madre mantuvieron una conversación sobre vos. Mi mamá le preguntó a la abuela cuántos años hacía que estaban juntos, la abuela le respondió: 20 años. Mi mamá le dijo: más que con papi. Se ve que el Flaco te atiende bien.

Sin duda, dijo la abuela.

¿Y a todo esto qué? No te entiendo, le dije.

Voy a ir al grano: quiero probar como atendés a mi abuela.

Pero pendeja, le dije, tenés apenas 18 años, déjate de joder.

En serio, me dijo, quiero probar.

¡Ah sí! ¿Querés probar? Pero vas a probar todo entonces.

Si… todo, me dijo.

Bueno, le dije, mostrame las tetas, putita de mierda.

Brenda se sacó la remera y luego el corpiño y me mostró una tetitas hermosas, duras, con un bello pezón, una muy linda aureola, eran fantásticas, le dije: vení que te las chupo y se las chupé a fondo. Gimió, su respiración se hizo un poco más agitada y se le endurecieron ambos pezones.

Bueno, le dijo, ahora mostrame la concha y el culo, nena. Empezó a desabrocharse el short y le dije: esperá putita, subite a esta silla. Y después te quedas en bolas.

Se subió a la silla, se sacó el short, tenía una tanga muy pequeña que apenas cubría su monte de venus, totalmente depilado, y solo un pequeño hilo de tela que se le metía entre los cachetes del culo.

Subida en la silla le dije que se abriera los labios de la concha y me la mostrara, así lo hizo, sus labios internos eran bastante carnosos, su color rosado interior me llevó a meter mi lengua allí. Le chupé la concha… gritó de placer…

Le dije luego: date vuelta que te voy a lamer el agujero del culo, pendeja de la raya del orto, vos querés probar cómo me cojo a tu abuela, lo vas a probar enterito.

Le abrí los cantos y metí la lengua en su agujero… era hermoso, yo estaba muy caliente con la verga muy dura y la nena bastante mojada.

Le dije: de acá en adelante no hay tutía, vas a probar todo… todo, te la vas a comer por los tres agujeros.

Me dijo: ¡¡¡No pará!!! Nunca me la pusieron por el culo.

Me importa un carajo, le dije, hoy te la voy a poner en el ojete, nena. Ahora vení y chúpame la pija como corresponde y más vale que seas buena, querida.

Y comenzó a chuparme la pija y los huevos, me volvió loco, era estupenda mamando.

Le dije: tu abuela me da besos negros así que dale chúpame el culo y haceme gozar como hace ella.

Y en efecto me empezó a pasar la lengua en mi culo y me hizo gozar mucho, era buena en todo la nenita. Y yo, inocente, que creía en su inexperiencia.

La llevé a la pieza y se la metí en la concha, la tenía muy mojada y yo tenía la chota muy dura, me dijo que acabó muchas veces, la cogí de todas las manera posibles. Hasta que llegó el momento culmine. Me levante y fui hasta la cómoda a buscar un pote de crema, me dijo: ¿me vas a coger por el culo? Si, le respondí.

Despacio entrá, sé bueno, me dijo.

Si, le dije, quédate tranquila.

Le puse crema en el agujero del culo y en los alrededores y se la metí despacio, primero la cabeza, luego hasta la mitad y luego hasta los huevos. Gritó un poco y meneo las caderas de un lado a otro, pero después comenzó a gozar como una perra.

En un momento determinado, sentí la necesidad de acabar, la di vuelta con fuerza, la puse boca arriba y se la metí en la concha, que estaba muy mojada, le pedí que me acariciara los pezones… creo que no fueron más que cinco o seis movimientos y derrame una gran cantidad de esperma dentro de su argolla caliente.

Quedé extenuado, ahíto de sexo juvenil. La pendeja era muy buena en la cama. Le dije: quiero repetir. Me dijo: bueno, lo repetiremos cuando quieras.

Yo te aviso, le dije.

Fue al baño, se higienizó, se vistió, me dio un beso de lengua y se fue. Fue una tarde espectacular, nunca imaginada.

Eran las cinco de la tarde en una hora y un poco más retornaría del trabajo mi mujer. Tenía que estar presentable, me di una ducha y seguro tenía que atenderla a ella por la noche. Necesitaba recuperarme rápidamente. No iba a ser fácil. Ya soy un muchacho mayor.

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