Fue un martes por la mañana cuando llamé para concretar una cita con la responsable de contenidos de la editorial Narraciones Escondidas. La semana anterior contactaron conmigo para dicha reunión. Les había interesado mucho conocer mis obras, que de la noche a la mañana habían tenido un impacto muy notable en varias webs de relatos y cuentos. Nunca imaginé que escribir mis fantasías y experiencias, tendría un alcance del que me vi, gratamente sorprendido cuando una de las editoriales más prestigiosas de este país, se estaba interesando en mis relatos.
La responsable de exponerme los términos y acuerdos era Sara Monforte, una mujer de unos 48 años, bien considerada en el gremio editorial y con un notable peso dentro de la empresa. Me había citado su secretaria a las 16 de la tarde de ese mismo martes. La editorial está ubicada en un polígono industrial de Móstoles donde hay más empresas del sector. Llegué sobrado de tiempo y pude aparcar en la misma puerta. Una vez accedí me dirigí a la recepción y me presenté a la chica que atendía. Me saludó cordialmente y me invitó a esperar en el hall que había justo a la derecha de la recepción. Me preguntó si deseaba un café a lo cual afirme muy amablemente y me comunicó que en tres minutos podía subir al despacho de la señora Sara. Tomé mi café un poco nervioso, ya que era la primera vez que me enfrentaba a una situación así.
Subí a la 2 planta siguiendo las indicaciones de la secretaría y accedí a un gran despacho con un gran ventanal. Al entrar vi la figura de espaldas de Sara Monforte. Francamente me llamo poderosamente la atención su figura tan estilizada, con un traje blanco de falda y chaqueta que realzaba sus curvas tan sugerentes.
Se giró y me vio en la entrada de la puerta con mi mirada atónita, se dirigió a mi con una sonrisa y una mirada muy natural y sincera. Tras la correspondiente presentación, me invito a sentarme para exponerme la intención que su editorial quería plantearme. Me costó en varias ocasiones mantener la atención a lo que ella me iba explicando, ya que mi mirada se quedaba abstraída en su escote y ella se percató en más de una ocasión. Ella sabía que a cada término del contrato editorial que me exponía, yo me la estaba comiendo con la mirada y ella aumentaba sus dotes de persuasión.
Había algo que me estaba alertando que la reunión iba a tener otro desenlace al margen de lo estrictamente profesional.
Después de un buen rato hablando sobre la propuesta, Sara comenzó a hacerme preguntas más personales, a lo que interpreté como técnicas de marketing para impulsar al escritor, etc…
Las preguntas iban cada vez siendo más directas y sin concesiones, a la vez que se acercó a mí tras levantarse de su sillón. Se apoyó sobre la mesa dejando al aire parte de su muslo de su pierna derecha. En ese momento empecé a notar como mi pene iba poniéndose duro. Sara desde la posición en la que estaba vio claramente mi erección y eso motivo que muy sutilmente se girase como si fuera a coger algo de la mesa. En ese giro con su culo apoyado, me mostró que no llevaba ropa interior, dejando al descubierto su hermosa vulva rosácea. Así, en esa posición, permaneció varios segundos, los suficientes como para ver con toda nitidez que estaba totalmente depilada. No pude apartar la vista de aquella maravilla, entonces fue cuando ella se giró mirándome y me preguntó si me gustaría comerle su coñito.
Sin cortarse nada, retiró con su brazo todos los papeles que había sobre su mesa, cayendo todo al suelo. Se levantó la falda y se tumbó sobre la mesa dejando a la altura de mi cara, su maravillosa vagina. Yo, obediente a la petición de mi futura jefa y sin mediar palabra, me arrodillé buscando la posición más cómoda. La agarré de sus muslos y la acerqué al filo de la mesa. Empecé besando sus rodillas de forma alternada, mientras iba subiendo por sus muslos. Empecé a notar como su piel se erizaba a medida que iba besando la cara interna de sus muslos. Justo ya se había desabrochado la blusa negra de seda, dejando al descubierto un elegante push up bra con encajes.
Con el recorrido de sutiles besos en sus muslos, había llegado hasta su vagina que en ese momento ya empezaba a humedecerse por la proximidad de mi boca y mi respiración. Escuché un jadeo cuando mi lengua hizo su primera pasada por sus labios, humedeciéndolos aún más de lo que ya estaban. Sus manos agarraron mi pelo para asegurar que no hubiera separación y pudiera chuparle su rajita intensamente. Me recreaba con mi lengua lamiéndolo y empapándome de su flujo que junto a mi saliva, hicieron que sus inglés y su culito estuvieran igual de mojados. Después de un buen rato haciendo mi repaso con la lengua, le introduje un dedo a la vez que me centraba en su clítoris. Lo acariciaba con la punta de mi lengua y alternaba con succiones muy sutiles. Sara empezó a gemir más fuerte y de un modo más constante. No decía nada, solo jadeaba. Su orden era clara y yo la entendí y acate gustosamente.
Con mi dedo dentro de su vagina y mi lengua llevándola a un inminente orgasmo, pude observar desde la posición en la que me encontraba, su cara de placer y como se removía cada vez más sobre la mesa. Soltó una de sus manos de mi cabello y se la llevo a sus pechos, acariciándolos bajo su sujetador.
No tardo en dejarlos al descubierto. Sus pezones estaban duros y pensé en chuparlos cuando terminara de comerle el coño. Tenía mi pene durísimo y cada vez con más deseos de penetrar a mi futura "jefa" sobre su mesa. La excitación de ambos iba en aumento cuando ella me pidió que le introdujera otro dedo más mientras seguía succionando. Su rajita era una fuente que no paraba de emanar su néctar y ahora más aún. Sara se movía en la mesa retorciéndose de placer mientras seguía succionando su clítoris y masturbándola con mis dos dedos en unos sincronizados movimientos. Sentí de nuevo su mano volver a cogerme fuerte del pelo e intuí que se correría en ese momento. Mi boca y dedos estaban llevándola al séptimo cielo. Sus gemidos cada vez más intensos, su cuerpo estremeciéndose de placer sobre la mesa. Su orgasmo estaba a punto de llegar a la vez que yo incrementaba la velocidad en meter mis dedos y mover mi lengua sobre su clítoris.
Segundos después, un fuerte gemido acompañó a su corrida mientras yo no paraba de chupar. Sus manos agarraron mi pelo, tirando fuerte y tratando de evitar que no me separase de su vagina por lo que intuí que no tardaría en correrse de nuevo. Seguí, pero esta vez, aminore el ritmo mientras Sara retozaba de placer. En esta ocasión mi boca se centró en dar pequeños mordisquitos por sus labios mientras mis dedos seguían dentro de su vagina sin apenas movimiento. Esto junto al orgasmo reciente provocó en Sara, pequeños espasmos de placer.
Fui progresivamente acelerando el ritmo de mi mano, mientras seguía mordisqueando sus labios y sus ingles que estaban empapadas. Los suspiros de Sara iban convirtiéndose en gemidos a medida que seguía en mi tarea. Me pidió que acelerara aún más el movimiento de mis dedos y yo obediente, acompañe dicha petición con una nueva lamida a su clítoris.
Acto seguido le llegó un nuevo orgasmo. Ya era el momento de que pudiera sentirme dentro. Me reincorpore y fui buscando su boca mientras seguía tumbada en la mesa jadeando después de 2 orgasmos intensos. Cuando Sara abrió los ojos de su clímax, sonrió pícaramente y me agarró para poder besarme. Nos fundimos en un beso largo y húmedo que hizo mantener nuestra excitación, a la vez que con mis manos acariciaba sus senos de una manera delicada y sutil que provocaban en Sara, pálpitos de placer. La escena de aquella situación, bien podría ser una secuencia de alguno de mis relatos, pero era la realidad y lo estábamos gozando de lo lindo. Tras ese apasionado y húmedo beso, agarré nuevamente a Sara de sus muslos y la incorporé otra vez al filo de la mesa, pero esta vez sería para penetrarla sin titubeo alguno. Ella dejándose llevar, me ordenó, que la follara fuerte. Quería que la penetrase y la hiciera correrse de nuevo. Abrió sus piernas y sus manos las coloco a la altura de sus rodillas en un gesto de ofrecerme su rajita bien abierta y empapada. Antes de hacerle la primera penetración, me agaché para dar un lametón bien impregnado de saliva desde su culo hasta su clítoris y que daría el pistoletazo de salida a una follada intensa y salvaje.
Me bajé el pantalón y saqué mi miembro que estaba durísimo. Empecé un juego de frotamiento por toda su vagina que me impregnaba de la mezcla de sus corridas y mi saliva. Dicho néctar hacia que los roces fueran más excitantes, llegando incluso a introducirse mi glande por los movimientos de nuestros cuerpos y lo lubricado de su coñito. Quería ponerla rabiosa de placer jugando a querer meterla pero sin llegar a ello. Este hecho, despertó la fiera salvaje de Sara, que me pidió encarecidamente que la penetrase y la llenará.
La excitación era descomunal, Sara ensalivaba sus labios pasándose la lengua mientras me miraba fijamente a los ojos. Su fuego interior lo noté nada más introducirle mi pene. Tras esa primera embestida, sus piernas se engancharon a mi cintura y sus manos las llevo a sus pechos para apretarse sus pezones. Las embestidas iban creciendo en ritmo e intensidad a la vez que sus gemidos aumentaban de volumen. Mis manos apretaban fuertemente sus caderas. Sara estaba inmersa en un placer divino y yo estaba junto a ella. Sus jadeos anunciaban que no tardaría mucho en correrse, y yo con ella. En un momento me miró y me dijo; córrete conmigo, quiero sentir dentro toda tu magia. Tras varias penetradas que eran más fuertes en ritmo y frecuencia, llegamos a corrernos a la misma vez.
Entre suspiros y con mi pene dentro de ella aún, sus manos buscaron las mías para entrelazar lo que no solo sería un acuerdo editorial, sino el comienzo de una bonita historia…