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Despedida familiar
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Hacía tiempo venía gestionando mi traslado a Europa en la empresa donde trabajo. Ya con 60 años quería terminar mis últimos años laborales en un país donde no hubiera estado antes. Siempre estuve viviendo en distintos países y al no haber tenido una familia, he conservado amistades por varios lugares.

Abel es uno de mis mejores amigos. Como estuve bastantes años en la misma ciudad, nos hemos convertido en cómplices de varias aventuras. Por más que él fuera mucho más joven que yo y tuviera una esposa con curvas por donde se la viera, nunca le faltó tiempo para escaparse conmigo a meter su pene en los agujeros de mis amigas y colegas. No recuerdo fiesta a la cual faltara.

Esta vez me invitó a su casa para una reunión de despedida. Una reunión familiar solo con su esposa e hija que iba a recordar por siempre según él.

Llegué con unas cervezas a su casa y él me recibió en la puerta. Nos sentamos en la mesa y empezamos a beber y recordar viejos tiempos. Supuse que su mujer y su hija no estaban porque nos pusimos a hablar alegremente de las fiestas que habíamos tenido en todos estos años. Pensé que se había vuelto loco cuando me dijo que iba a traer las fotos que había impreso de nuestra última joda con un par de compañeras de trabajo. “Ahora te muestro las fotos de esas putitas de tu oficina” dijo y se fue subiendo las escaleras.

Yo estaba sentado ahí y de pronto siento que alguien me llama desde debajo de la mesa. Levanto el mantel y al mirar me encuentro con Gabriela -la señora de la casa- recostada en el piso. Estuvo ahí todo el tiempo. Vestida y maquillada como si recién llegara de dar sus clases de psicología en la universidad. Solo que su blusa abierta dejaba asomar un par de tetas enormes y duras. Esos pechos llenos de silicona brillaban del aceite que Gaby ya se había puesto.

Me hizo correr la silla hacia atrás y me empezó a tocar la pija mientras jugaba con sus tetas. Nunca hubiera imaginado esta despedida. Cuando sacó mi pene y lo puso en su boca casi exploto ahí mismo. Las chupadas fuertes dejaban saliva por toda mi verga. Cuando su lengua lamía mis bolas hinchadas, su mano sacudía mi tronco. La cabeza de mi pija ya quería escupirle todo en las tetas paradas pero todavía faltaba lo mejor. Después de una chupada en la que se metió el pene hasta lo más profundo de su garganta, acomodó mi verga venosa entre sus tetas. La perdí de vista entre esas dos ubres pero sentía mi semen subiendo como lava mientras cogía esas tetas aceitosas. De pronto me paré y apoyé mis manos en la mesa. Ya no podía aguantar más. Apunté a los senos de Gaby y empecé a llenarlos de leche. Ella se apuró a meter mi verga entre sus labios para probar el semen directo de la manguera. Con mis manos en su cabeza hice fuerza para que se comiera completa mi verga y descargué el último chorro directo en su estómago.

No podía creer que la licenciada en psicología fuera capaz de ser tan puta… y menos conmigo! “No quiero que te vayas” dijo mientras se chupaba los dedos con la leche de sus tetas.

“Yo también quiero tu leche calentita” escuché decir. Gaby me hizo seña de que vaya a la habitación. Mely me estaba esperando vestida con su pantalón piyama, un top blanco y sus lentes puestos.

Tener a Mely en bandeja para que me la coja era una fantasía que siempre tenía. A veces la cruzaba en casa de Abel cuando ella llegaba de la facultad. Ese uniforme me provocaba unas erecciones tan calientes que seguro me había visto alguna vez. Era tan delgada que parecía de menor edad y además con esa carita de atorranta me hacía escapar al baño para clavarme una paja imaginando que dejaba mi leche en su cara con lentes.

Se bajó su pantalón y dejo al descubierto una rajita depilada. Su top cubría unas pequeñas tetitas puntiagudas. Se colocó boca abajo en la punta de la cama y alzó al aire su culito huesudo. Yo ya estaba con la verga a reventar otra vez. “Dale papi, llename que ya estoy toda mojada”.

No quise desaprovechar la oportunidad y primero me arrodillé detrás de ella para comerle la almejita. Mi lengua pasaba de su conchita a su culo, chupando su jugo. Con mis manos abría sus cachetes y cogía su colita con mi lengua. Ella suspiraba y se arqueaba de placer.

Así como estaba, agarré mi pija y empecé a empujar en su conchita. Cuando se la metía completa la dejaba un rato dentro de ella. La sensación de tener a Melyssa clavada en mi verga era descomunal. Además su colita chiquita hacía que mi pija pareciera del tamaño de un termo.

Luego me senté en un sillón y le dije que me montara. Puso su cuerpito sobre mis piernas y embocó mi verga en su culo apretado. Cada vez que lentamente subía y bajaba sobre mi hongo hinchado, era como si la fuera a partir en dos. Mi verga venosa y llena hasta el tope, le rompía la cola a la hija de mi mejor amigo.

De repente apareció Abel por la puerta con su grueso pene en la mano. Sin inmutarse, se paró junto a mí y con su mano acercó mi cabeza a su verga. Nunca se la había chupado a un tipo pero no podía negarme después de la sorpresa que me dio. Mientras su hija rebotaba y gemía como yegua, yo trataba de manejar una verga enorme con mis labios. Sentía las venas de su falo en mi lengua. La tenía tan dura que era un placer mamársela.

Cuando no aguanté más, hice arrodillar a Melyssa y la bañé de crema caliente. Sus lentes y su cabello estaban chorreando blanco. Al igual que con la madre, le metí la pija hasta la garganta para regar ahí también mi semen.

Luego fue mi turno. Me coloqué delante de Abel y recibí su leche con la boca abierta. Estaba tan cargado que algún chorro cubrió parte de mi cara también. Luego continué chupando su glande para asegurarme de haber vaciado sus bolas.

Al otro día debía tomar mi vuelo. Lamentablemente se retrasó y se siguió retrasando por bastante tiempo. Así que hubo unas cuantas despedidas más con mi amigo y su cariñosa familia.

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