Mi trabajo de secretaria era monótono en una empresa de despachos y mis compañeros vivían proponiéndome citas y sexo que según ellos sería el mejor que pudiese imaginar.
Obviamente una ya no cree en esas cosas, pero igual en mi interior deseaba un buen sexo, llegar a casa y ver a la persona se suponía debía cumplir esa misión era desalentador, mi esposo ya no me daba tan seguido ni tan duro como al principio. Ni siquiera la búsqueda de un bebé me alentaba a buscar en casa lo que necesitaba.
Así iba por la vida entre mi trabajo y lo poco y nada de sexo que recibía, andaba como animal en celo, deseosa de algo excitante, pero buscar en mis compañeros de trabajo no era algo que deseara y buscar fuera era aún más complicado para mí, así que el día que lo vi aparecer en la puerta de la empresa con su 1.90 de estatura y su cuerpo de espartano me mojé como nunca.
No sabía quién era y me lancé como depredador sobre su presa a conversar, me presenté y le comenté sobre lo que era este lugar y ahí vino mi sorpresa pues me dijo que él era el nuevo jefe y que yo le había caído en gracia. Sé que mis años de mujer madura no son en vano y le vi muy atento y me abrazaba muy sutilmente cada vez que podía, así que al final del día ya éramos amigos y conversábamos muy animadamente, surgió un interés muy fuerte de él por saber si era casada y aun después de saber que sí lo era, me miraba con ojos de deseo.
Me propuso salir a cenar o a un trago, le dije que primero deseaba irme a mi casa y arreglarme más casual pues así lo podríamos pasar más cómodo, me aceptó y me fue a dejar, como aún era temprano me dijo que esperaría en su auto mientras yo me duchaba y cambiaba ropa, obviamente le dije que pasara y me esperara en el sillón, que no habría drama pues mi esposo no volvía esa noche pues por su trabajo a veces se quedaba fuera.
Yo corrí a buscar mi mejor ropa interior y algo casual para ponerme, me duché relajadamente y me puse solo mi ropa interior como deseando que él me viera así por "casualidad". Al pasar por el lugar donde él estaba dejé caer la toalla y me mostré en ropa interior, su cara al verme fue de sorpresa, pero también de excitación. Se levantó para recogerla y me la pasó, no sin antes mirarme de arriba a abajo y pícaramente acercarse y tomarme de la mano, levantarla y hacerme girar como para contemplarme toda, yo ardía en deseos, se acercó y me abrazó para besar mi cuello y apretarme contra él.
Yo me sentía en el cielo, ese tremendo macho me estaba tocando como hacía mucho no lo hacia mi marido y su estatura me cobijaba completa, sus brazos me rodeaban y me daban su calor, instintivamente mi trasero se pegó a su bulto y me dejé llevar por ese vaivén de placer al sentirlo duro y grande. Llevé mi mano a su entrepierna y masajeé ese paquete de carne, un leve gemido de placer le escuche y le dije: “suéltame por favor, quiero hacer algo…”. Su mirada de lobo me siguió al separarnos, tomé su mano y sin decir palabra lo llevé a mi dormitorio. Al entrar lo dejé pasar primero y cerré la puerta con llave como dejando en claro que él no iba a salir de ahí hasta que yo lo decidiera.
Se sentó en el borde de la cama y me acerque a él sensualmente, me tomó por el trasero y mis senos quedaron frente a su cara, lentamente subió sus manos por mi espalda y me sacó el sostén dejando al descubierto mis senos que el besó con pasión y dulzura. Cada vez más íbamos subiendo el tono de nuestros besos y de pronto me vi desnuda frente a él, se dejó caer sobre la cama y me subí sobre él para sacarle la ropa como desesperada, cada prenda tenía su aroma y lo disfrutaba como nunca, así fue que lo tuve acostado sobre la cama donde otro hombre no era capaz siquiera de excitarme, desnudo y con su mástil de carne erecto hacia el cielo.
Mi boca se fue a ese manjar y con suerte era capaz de tener parte de él, era enorme y grueso, le pasaba la lengua de abajo hacia arriba y me lo volvía a meter, tomé sus testículos enormes y depilados y les di su ración de placer, al parecer estaban muy cargados de leche, entre chupadas, mordiscos y besos me dijo que era exquisito ese placer que le estaba dando, que si no tuviese control se habría corrido hace mucho, me pidió que me colocara sobre él que deseaba un 69, que deseaba sentir mi sabor en su boca y hacerme acabar.
Me giré y le di en el gusto, sentir su lengua rozándome solo me producía más ganas de chupársela a él y masturbarlo, de repente sentí su dedo entrando en mi vagina, mientras me la chupaba su dedo me recorría sacando cada gota de jugo de mi interior, me produjo algo enorme y me corrí con escándalo… luego otro dedo en mi ano y ya no podía controlarme, era suya y él sabia como hacerme explotar una y otra vez sin siquiera haber puesto un solo milímetro de su pene dentro de mí.
Así me tuvo por un buen rato, perdí la noción del tiempo, pero sabía cuántos orgasmos llevaba, una docena de los mejores orgasmos de mi vida y él duro como una roca, así que me salí de ese encierro para girarme y montarme sobre él, puse mis manos sobre su pecho y me coloqué la punta de su verga en la entrada de mi vagina, despacio me fui dejando caer sobre él para ir disfrutándolo y también para ir amoldando mi cuerpo a ese enorme pene, eran 23 centímetros de macho entrando en mi húmeda vagina. Mi cuerpo temblaba ante el placer de solo sentirlo y eso que ni siquiera se había movido. De pronto ya no pude más y tuve un orgasmo brutal, me faltaba el aire, pero me empecé a mover sobre él, cerró sus ojos y me tomó de las caderas como intentando domarme, fue algo genial cuando me levantó un poco y de golpe me lo volvió a meter, otro orgasmo y otro… no era yo, era otra mujer no paraba de correrme.
Me giró y me tumbó en la cama, levantó mis piernas y las puso sobre sus hombros, apuntaló su verga y me dio un frenético bombeo, yo no daba más de placer al sentir ese enorme pene romperme por dentro, pero faltaba algo y yo sabía cómo lograrlo. Apretaba mi vagina y la soltaba, como masajeando su rico miembro… lo vi cerrar los ojos y sonrojarse, señal inequívoca de lo que venía, aceleró sus movimientos y abrió su boca… y vino el instante en que se descargó en un rio de vida que llenó mi vagina, mi útero y toda mi vida con ese placer enorme, yo lo apreté contra mí y se dejó caer sobre mí, agotado y satisfecho.
Nunca un hombre había llenado mi cuerpo de esa manera y al salirse vi un charco de mis jugos y de su leche que estaba sobre las sábanas. Nos reímos por cómo se dieron las cosas y como ambos sin decir nada habíamos llegado a la cama a consumar esa pasión de esta manera tan deliciosa. Así paso la noche entre tantas variaciones del Kama Sutra que perdí la noción de cuantos orgasmos tuve, solo sé que no dormimos y a la mañana siguiente desayunamos cansados, pero felices.