No era un lunes como cualquier otro y parecía el más aburrido de todos; ese día por primera vez en varios años tenía dos particularidades: no tuve (por inventario) que trabajar y por otro lado me encontraba completamente solo en casa desde la noche del domingo pues mi pareja se vio en la necesidad de salir de la ciudad un par de días a visitar algún enfermo (cosa que aquí no voy a detallar).
Me sentía en cierta medida liberado, hasta un tanto raro; caí en la cuenta de que a mis treinta y tantos llevaba a cuestas incontables años de rutina familiar sin fallar a ella en sentido alguno. Me levante muy temprano y hasta las 7 de la mañana que tome una ducha, estuve absorto viendo televisión.
Serían las ocho de la mañana cuando salí al centro comercial a realizar algunas compras, me fui en autobús con afán de evitar el estresante trafico citadino de principio de semana que por esta ocasión podía evitar abandonando mi auto. Seguía siendo muy temprano cuando arribe a mi destino, acaso diez personas dentro del supermercado a esa hora, deambulaba por los pasillos perdido en mis pensamientos hasta que un repentino golpe de vista me trajo de regreso a la tierra.
Caminando por el pasillo central, volteé de reojo al área de productos enlatados y dentro de él fue inevitable admirar a una mujer madura de falda cortita negra inclinarse pronunciadamente a tomar alguna cosa; de inmediato me atrajo como un imán, me introduje en tal sección y pretendí escoger algunas cosas muy cerca suyo, ella no me sintió a su lado o no le dio importancia. Me di vuelo atisbando aquel hermoso par de pantorrillas y muslos de piel clara que terminaban en un trasero carnoso, firme y bien estético.
Sentí como mi entrepierna reacciono a lo que la vista le ofrecía, no me moví un centímetro; por fin se puso en pie aquella dama y al verla de frente pude comprobar que el resto de ella era igual de sensual. Era una señora de unos 50 años, frondosa y espectacular; su pelo negro bajo los hombros, un tanto ensortijado enmarcaba su aún bello rostro de mujer madura, lindos ojos y bellos labios con un sensual lunar adornándolos. Pensé entonces en el hecho de que todos deseamos que nuestra mujer llegue a esas instancias de la vida en tales circunstancias (cosa que casi nunca sucede). Era imposible dejar pasar por alto el paraíso que ofrecía la blusa de escote ancho que llevaba y que ofrendaba como manjar a la vista una buena parte de sus crecidos y redondos senos naturales que se antojaban suaves, tibios y juguetones.
Auténticamente la penetre con la vista: tacones, piel mucha piel, su escasa falda negra, un poco de su vientre que su blusa no alcanzaba a cubrir del todo, su escote de infarto y un bello e intrigante rostro. Una verdadera joya; aún era pronto pero en un rato más seguramente las miradas la asediarían y alguno que otro atrevido la arribaría con no buenas intenciones (cosas a las que debía estar acostumbrada a lidiar pensé, de hecho bien que se lo buscaba); y aún más ¿por qué no arribarla yo? ¿Qué podía perder? Mil cosas cruzaban por mi mente, para mi sorpresa fue ella quien rompió el ensordecedor silencio.
—"Buen día señor ¿me ayudaría a buscar duraznos enlatados?"
—"Hola señora, eh… Pues por este lado, espere que le traigo algunos". — Contesté.
—"Gracias, es que a este sitio no había venido nunca, voy a uno cerca de casa pero hoy no abrió".
—"Es un placer, es más, la acompaño mientras hacemos nuestras compras y así va conociendo el lugar". — Respondí.
—"Pues por mi adelante, me llamo Mariana".
—"Johny para servirle". —Dije ofreciéndole mi mano en saludo.
Así deambulamos largo rato haciendo el súper; rato más tarde había mucha gente y era de notarse como caballeros de cualquier edad observaban disimuladamente a mi sensual acompañante, que dicho sea de paso a mi ya me tenía bastante exaltado con su persona. Había quienes de plano miraban lascivamente dentro de escote sin pena alguna, no importándoles mi presencia ni que ella se diera cuenta; no los culpaba ¿cómo hacerlo? Apenas un rato antes yo estaba igual.
Para mi mala fortuna terminamos nuestras compras, sentí que ahí acababa todo, pero dado que la charla estaba muy amena y en poco tiempo había nacido una linda amistad, me atreví a invitarla a tomar algo en una de las cafeterías anexas al centro comercial; ella de buena gana aceptó. Con la finalidad de evitar en algo las miradas o alguna interrupción escogí una mesa del fondo del local, era de esas mesitas con base de vidrio transparente para cuando mucho tres personas. Siendo su falda tan corta, lenta y descuidada su manera de sentarse, pude claramente ver su ropa interior (una tanga bien chiquita color rosa). Las mujeres no son tontas y saben lo que hacen; entre café y plática constantemente cruzaba y separaba las piernas coquetamente, presumiendo elegantemente sus voluptuosos muslos y en no pocas ocasiones el excitante interior de su falda.
Así conversando fuimos descubriendo que teníamos más cosas en común de lo que se pudiera pensar. Su marido que viajaba constantemente la tenía desatendida con sus continuas ausencias, caso paradójico pero equivalente al mío en el cual tanta presencia de mi mujer me tenía abrumado.
En un momento dado fui al sanitario para caballeros, tratando de calmarme un poco pues me tenía bastante excitado la belleza madura de Mariana. Me encerré en un cubículo y saque mi pene para ver lo que era lógico: estaba durísimo y lubricado hasta humedecer mi ropa interior con ese líquido viscoso que cumple la labor de lubricante sexual natural. Tuve que esperar unos minutos a estar flácido para poder orinar y asearme un poco, pensé en masturbarme para disminuir en algo mi ansiedad pero ¿cómo lograrlo? Aquella dama seguía en la mesa; con mi cerebro en llamas regrese a su lado.
Estuvimos en el café más de dos horas, me dijo que era hora de regresar a casa pues esperaba la llamada de su marido confirmándole su regreso.
—"Johny me tengo que ir, ha sido un verdadero placer, supongo que tú también tendrás cosas que hacer y te quito tu tiempo".
—"Pues en realidad no, que lastima que te tengas que marchar, lo estaba pasando genial". —Agregue.
—"A menos que puedas acompañarme a casa y ahí te invito algo, no sé si puedas". —Dijo Mariana.
—"Por supuesto, acepto Mariana".
La primera chispa mutua la sentí al cruzar la avenida para tomar el autobús; con bastante tráfico vehicular, la tome por la mano (acto que no rechazo) y así cruzamos al otro extremo, solo que ya no la solté por un rato. Subimos en el próximo colectivo que hizo la parada el cual iba por demás lleno. Me pare detrás de ella, el viaje resulto delicioso y caliente, cada frenada y arranque provocaba el golpeteo de sus carnosas nalgas contra mis adoloridos testículos y miembro (otra vez húmedo y erecto bajo el apretado pantalón de mezclilla); era imposible –pensaba- que ella no se diera cuenta de tanto magreo, pero igual dejaba que sucediera.
Las últimas dos cuadras caminamos, en ese lapso algunos vecinos saludaban a mi acompañante y a mi me miraban con curiosidad, incluso algunos rumoraban, Mariana no daba importancia al hecho y así seguimos hasta llegar a su hogar.
Era una linda finca de regular tamaño, bien iluminada y de buen gusto al decorar; me invitó a sentarme en la amplia sala de la estancia junto a la cual había una pequeña cantina.
—"¿Qué tomas Johny? ¿Algo en especial?"
—"¿Un tequila se puede y que me acompañes con otro?"
—"Por supuesto amigo mío."
Poco después estábamos sentados juntitos en el sofá grande y con la botella medio vacía en la mesita de centro. Confesamos al calor de las copas nuestras penas, las frustraciones con que cargábamos; me confió que se dejaba ver conmigo por los vecinos para que rumoraran y ver si con eso lograba que su marido le prestara más atención. Le confié también intimidades mías. Algo surgió entre nosotros, lo sentíamos a pesar de conocernos tan poco.
Conforme avanzaba el tiempo pasamos de lo solemne de nuestras penas a la alegría que por momentos llegaba a la carcajada; nos encontrábamos ya, totalmente desinhibidos. Fui dejando "descuidadamente" mi mano sobre su suave y sensual rodilla desnuda, al no encontrar queja en ello, la fui subiendo sutilmente sobre sus carnosos muslos maduros, cada vez más y más dentro. Su estado etílico le provocaba hilaridad y desdén, pues su escote caía coquetamente sin que ella le diera importancia; la vista de sus senos, sus muslos, el alcohol… todo me tenía en un estado de sopor delicioso. Inevitablemente sin mediar palabras sucedieron los besos, muy intensos y largos estos; mis manos ya recorrían todo su cálido cuerpo.
—"Johny, seguro no lo creas pero te juro que no hice algo como esto jamás, nunca he engañado a mi marido en todos estos años; pero estoy cansada de ser tan fiel a una causa perdida, ya no soy una nena y no me quedaré con las ganas de que al menos hoy algo pase con esta maldita rutina".
—"Menos creerás que tampoco he fallado a mi esposa, pero igual ya me cansé de su eterna y vigilante presencia, una oportunidad como esta difícilmente encontraremos así que dejémonos llevar y que pase lo que tenga que pasar".
En ese sofá las cosas subieron de tono, mis manos iban y venían, entraban y salían debajo de sus delgadas prendas. Sintiéndola entregada a mi, le baje la tanga hasta las rodillas para acariciar a placer su vagina desnuda, era suave, cálida y húmeda; simplemente me apeteció lamer su coño.
—"¿Puedo "probarte" Mariana? Mi esposa jamás ha dejado que lo haga, dice que es algo sucio".
—"¡Mmm Johny! Y mi esposo jamás la "prueba" por la misma vaina de estupideces ¡anda papi cómela tu por él!"
Sentada se recostó hacia atrás en el sillón, subí su falda y ella abrió las piernas exponiendo su vulva caliente y depilada (solo una ligera rayita de vello cortito adornaba su virtud). La lamí de abajo para arriba en múltiples ocasiones; penetraba mi lengua en su raja por momentos, hasta que con mis manos abrí sus labios vaginales para ubicar claramente su clítoris para succionarlo y lamerlo hasta hacerla bramar de un placer casi insoportable. Su líquido viscoso me impregnaba boca y cara, su esencia babosa, clara y espumosa aunada a su aroma sexual, lejos de darme asco despertaron mis más bajos instintos.
—"¡Aghhh yaaa amor! ¡Me vuelves loca! Tómame ya que seré tuya… Sígueme, quiero que me tomes en nuestra habitación".
La seguí escalera arriba con la mirada obscena gozando del contoneo de sus piernas y culo delicioso subir, pronto sería mía. Rodamos por la enorme cama matrimonial y prácticamente le fui arrancando sus prendas hasta dejarla completamente desnuda. Y he de decir que la señora de familia presumía de un cuerpo tan frondoso y firme como el que más, acaso dotado con la experiencia que los años dan. Quite lo ultimo que me quedaba encima también; no podía más, me tire encima de ella y ansioso la penetre de tajo (con la lubricación que ambos llevábamos acumulada no fue problema).
Perdonaran la expresión pero ¡puta madre que hembra! La penetraba y penetraba profundo, fuerte y rápido; Mariana gemía escandalosamente y sólo conseguía enervarme más y darle más intensidad. Sus enormes pechos iban de acá para allá saltones y sensuales, de vez en vez me daba tiempo de mamar sus rozados y saltones pezones. El placer ya era en extremo placentero e incontrolable, estaba por reventar.
—"¡Agghhh… No puedo másss… Me voy a "correr" Mariana! ¡Me "vengooo"!"
—"¡Si amor si… Mmm… Anda, vente en la alcoba de mi marido y deja bien dentro de mi tu semilla".
Sentí contraer mis dolidos testículos y tras esto los inevitables y abundantes chorros de semen caliente que iban inundando las entrañas de Mariana; mi vista se nublo, mi piel estremecía del prolongado éxtasis que me proporcionaba aquella señora de blanca y suave piel. Y ningún remordimiento sentí por engañar a quien es mi mujer ni mucho menos por el caballero aquel del cual poseía sexualmente a su esposa en su propia habitación y que ella, abría las piernas a este desconocido para que la tomara como propia y saciara en ella sus más bajos instintos.
Con nuestros cuerpos cansados, extasiados y transpirando, me tendí sobre ella; nos dimos un largo e intenso beso en la boca mientras aún gemíamos de placer. Sentía sus "mansas" tetas recargadas contra mi pecho imponentes, seguí dentro de ella por varios minutos hasta que rendido me deje caer a un costado con mi pene ya erecto a medias solamente y que tras el resbalaron algunos hilillos de semen fuera de Mariana.
—"¡Mmmmm, que intenso fue cariño, me dejaste rendida!"
—"Es que eres increíble amor, no comprendo el abandono en que te tiene tu marido, es simplemente inexplicable".
—"No sé, cada vez está peor. Pero no lo puedo dejar, es una vida juntos y tomare esto como un escape, como un "favor" que nos haces".
—"¡Encantado de ayudarles jajaja… Ya en serio, gracias por la confianza que has tenido en mi."
—"Sobra decirte la discreción que espero de todo esto Johny".
Fue muy extenuante, me quede recostado descansando en su lecho matrimonial; mientras tanto Mariana se levantó y seguí su sensual cuerpo desnudo con la mirada dirigiéndose al baño contiguo a la habitación; al perderse dentro cerré los ojos y pasaron algunos minutos, casi me duermo, más su inconfundible voz me lo impidió. La señora me invitó a ir con ella, entro y me encuentro con ella dentro de una amplio jacuzzi lleno de agua caliente, abundantes burbujas y pétalos de rosa.
—"¿Me acompañas amor? Está bien calientita".
—"Por supuesto señora mía, que linda sorpresa".
Desnudos entre burbujas y agua caliente, nos besamos y acariciamos deliciosamente ¡que hermosa se miraba Marina! Con una coleta recogiendo su pelo, con su bello cuerpo de blanca piel húmedo y suave.
—"Debes saber que espero llamada de mi esposo, me avisara cuando este por llegar, siempre lo hace así".
—"¿Quieres decir que llega en cualquier momento? Carajo… ¿Debo irme?"
—"No te preocupes, siempre llega una hora luego de llamar, no falla y… ¡Ay pero que es esto! ¡Esta firme de nuevo mi macho insaciable! ¿Quieres que te de alivio amor?"
—"Tenemos poco tiempo señora, su esposo no tarda y yo te necesito de nuevo ¿qué podemos hacer?"
—"¡Te voy a enseñar algunas "cositas" que se hacer! Siéntate fuera de la tina amor".
Coloque una toalla fuera y me senté en ella al borde de la tina con los pies dentro del agua, mi sirena estando dentro del jacuzzi sentada se abrió camino entre mis piernas y tomo mi verga con su mano, la miraba con picardía saboreando lo que enseguida haría. Me hacía la "paja" lento muy lento, por momentos le daba vueltas al glande con la palma de la mano. Por fin paso su lengua de abajo hacia arriba y alrededor, de pronto se detiene arriba y succiona el capullo caliente y liso… Y se revela Mariana como una perfecta mamadora, sabía los momentos y lugares correctos para hacerme saltar de placer, la señora resulto ser una profesional chupando.
De pronto ¡suena el teléfono! Ella esperaba la llamada y tenía el auricular en una silla junto a la tina; le pareció divertido poner el aparato en altavoz y que escuchara la conversación con su esposo, era una especie de venganza personal hacia el señor.
—"Hola… ¿Marina? ¿Estás ahí querida?"
—"Aja, aquí esperándote ¿ya llegas?" —dijo ella dejando de chupar tan solo para contestar.
—"Más o menos en una hora estoy contigo, como siempre ¿alguna novedad? ¿Qué ruido es ese?"
—"¡j aja ja ¡ Nada es que… Me tomas con la boca llena".
—"Bueno está bien, sigue comiendo nos vemos en un rato más, adiós".
—"¡Mmggh… Adiós!" —Dijo Mariana continuando con su labor sexual.
Esa escena perversa inspiró a Mariana y se dio al juego oral en forma magistral; me observaba coqueta mientras lo hacía. Yo no podía dejar de admirar aquella escena de ensueño, lindo que se veía su lunar del labio superior con el miembro endurecido entrando y saliendo en su boca golosa. No medió palabra alguna, ella percibió que estaba a nada de "venirme" nuevamente; dejo solo el glande hinchado dentro de su boca acariciándolo por dentro con la lengua, y por fuera masturbaba rápidamente el resto del tronco con su mano ¡cuánto conocimiento sexual!
Logró que eyaculara otra vez intensamente, sabía perfecto como extraer lo máximo posible, hurgó también con su lengua entre la "raja" del glande. Una traviesa gotita blanca corrió labio abajo, la tomo con el dedo índice y la bebió también.
—"¡Ahhhh Mariana te juro que te amo… Te amooo… Mmmm!"
—"¿Te gusto mi amor? Yo también te amo".
—"¡Carajo no me quiero marchar!".
—"Sin embargo debes hacerlo cariño, anda vístete que está por llegar mi marido".
—"Pero… ¿Te volveré a ver? Dime que si".
—"Olvídalo por ahora, este señor se va quedar un tiempo aquí y no depende todo de mi, soy casada ¿recuerdas? Sólo te puedo prometer que ya veremos que sucede".
Y es el tiempo en que mi pareja regresó, en que su esposo no se va más y que yo no aguanto más esta ansiedad. Mariana: aquí estoy pensando en ti, anhelándote; espero que leas el presente relato y sepas lo que has significado para mí, que deseo esta historia aún no termine y lo que es más, que apenas y haya comenzado…